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mistros no se apresuraban en habilitarle los cuatro navios y bastimentos que pedia, y llegó á saber que algunos maliciosos querian bajo de cuerda intentar nuevos informes contra él. Tantas dilaciones, y tanto empeño en perderlo, lo ostigaron, y al fin obligaron á deshaógarse y decir bien claro que estaba ya muy cansado de lu char con la fortuna, y resuelto à no empeñarse mas en las cosas de Indias: que habia enseñado el camino para ir á ellas, cumplien do exactamente lo que habia ofrecido, haciendo ver que alli habia islas y tierra firme à la parte occidental; que el camino era fácil y navegable, la utilidad manifiesta, las gentes muy domésticas y desarmadas: que se podia seguir la empresa sin él, porque estando abierta la puerta, cualquiera podria seguir las costas, como hacian algunos que impropiamente se llamaban descubridores, no habiendo descubierto region alguna, sino la hallada por éi en la provincia de Paria, que fué la primera tierra firme que él descubrió, y que así estaba en ánimo de retirarse. Refirieron inmediatamente estos discursos del Almirante al Rey D. Fernando, quien comprendió luego el motivo de sus quejas, y puso remedio, acabando de ganarle con escribirle en estos tèrminos.,,Podeis tener por cierto, ,,que vuestra prision nos ha desagradado mucho, pues luego que la ,,supimos, proveimos de buen remedio, y sabeis con qué honra y respeto hemos mandado que os traten siempre; y por hacerlo aho„ra mayormente, os prometemos que las mercedes concedidas por ,,nos, os serán guardadas íntegramente, segun la forma y tenor de ,,nuestros privilegios, los cuales sin contradiccion gozaréis vos, y ,,Vuestros hijos, como la razon pide; y si necesario fuere confir,,marlos de nuevo, los confirmaremos y mandarémos despues poner ,,en posesion à vuestro hijo; y estad cierto que de vuestros hijos ,,y hermanos tendremos el cuidado que pide la razon, lo que se ,,ejecutarà despues de haber partido vos en hora buena, por lo cual ,,se darà el empleo à vuestro hijo, como va espresado, y os roga❤ ,,mos que no deis dilacion à vuestra partida. Dada en Valencia de „la Torre, á catorce de marzo del año de mil quinientos dos.”

Fué acompañada esta carta de órdenes muy fuertes para el buen despacho del Almirante, y se le aprestó su armada con puesta de cuatro navios; pero con tanta priesa que el dia nueve de mayo se hizo á la vela, llevando consigo á D. Bartolomé su herma no, y al segundo de sus hijos (D. Fernando) que tendria entonces trece años de edad. Luego que salió el Almirante de Càdiz fué à Arsilla à socorrer á los portuguéses, que segun sabia estaban muy apretados; pero cuando llegó á esta fortaleza, ya los moros hatian levantado el sitio. Envió à su hermano el Adelantado, y á su hjo à cumplimentar al gobernador, que habia salido herido en un asal to, y ofrecerle de su parte sus servicios los que agradeció much. : siguió despues su derrota con vientos favorables hasta la isla Marinino, que ahora se llama Martinica, donde se detuvo á hacer aguada tres dias. Apenas salió de aquel pueito á la mar, que of◄ servó que el mayor de sus navios, que era de setenta toneladas, y

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el mas ligero, ya no podia sostener las velas y daba de hocicos en el agua. Entonces determinó ir à la isla Española para trocar lo, haciendose cargo que la prohibicion de poder entrar en la isla que le habian intimado con no poca tristeza y afrenta suya para escusar encuentros con su succesor, debia ceder à la necesidad en que se hallaba; siendo así que á no haber sucedido esta contingencia, su intencion era cuando navegaba por el golfo ir á reconocer el estrecho, que tenia por cierto iba à dar à la mar del sur àcia Veragua, y el nombre de Dios. Llegó à veinte y nueve de junio á Santo Domingo, y envió sin dilación á Pedro de Terreros capitan de uno de los navios, para hacerle saber á D. Nicolàs de Qvàndo la necesidad que tenia de mudar aquel navio, ó comprar otro; y que así por esto como por la notable ciencia y conocimiento que tenia de aquellos mares preveia un horrendo temporal que amenazaba, tuviese à bien que entràsen sus navios aquel puerto para guarnecerse: no quiso Ovándo (93) condescender á su súplica, ni darle la licencia que le pedia, en virtud de las órdenes que tenía de los Reyes, de no dejarle tomar puerto en la isla, y porque estando allí Bobadilla y muchos otros señores que le haban dado en que sentir al Almirante, le pareció que no convenia que entráse en la ciudad, para obviar de este modo muchos escandalos, y disturvios que se podian seguir; y como no le era afecto, le envió á intimar no se propasase un punto de las òrdenes que ambos tenian. No dejó de mortificar mucho al Almirante esta respuesta y servirle interiormente de acervo dolor la ingratitud que se usaba con él, negándole la entrada y acogimiento à una tierra dada por él en honra y exaltacion de España cuando tenia tanta necesidad de reparo de su navio y aun de su vida; pero acomodándose al tiempo se fuè á un puerto que llaman Hermoso, ácia el poniente, distante diez y seis leguas de Santo Domingo con ànimo de abrigarse con la tierra, á quien por esta circunstancia puso el nombre de Cabo escondido; mas sabiendo que la flota de los veinte y ocho navios estaba para partir, hizo avisar otra vez al gobernador Ovàndo que por ocho dias no dejáse zarpar la armada, porque habia de haber una grandìsima tormenta, causa por la cual se iba a meter en el primer puerto que haliàse, y se fuè à dicho puerto Hermoso ò de Azúa. Se hizo burla y mofa de un aviso (94) tan saludable, y no por eso dejó la flota de salir en principio de julio; todavía estaba á la vista de la punta oriental de la isla, cuando vino una tempestad tan grande acompañada de tan terribles uracanes, que habia muchos años no se habian visto semejantes en aquellas mares: perecieron veinte y un navios de los mejores de la flota, y cargados de oro, sin que hombre alguno es

[93] ¿Qué tal paga el mundo?

[94] Siempre han tratado los bàrbaros españoles á los sàbros como á menguados. Por tal se tuvo á Colòn cuando propuso el descubrimiento dėl nuevo mundo y despues de descubierto.

capase: allì se undieron los doscientos mil pesos que se remitian á España, y se fué a pique aquel monstruoso gran de oro que se cogió a la orilla del rio de Hayna en la Española, que Bobadilla compró para sus Altezas, el cual pesaba tres mil y seiscientos escudos de oro, y era tan grande como uno de los mayores panes de Castilla. Los mineros castellanos que lo hallaron, en muestra de la alegria que les causó ver joya tan nueva y admirable, asaron un lechón, y lo comieron sobre aquella riqueza, celebrando haber comido en mesa de metal tan fino, que ningun Rey pudo tener la satisfaccion como ellos de haberse servido de vagilla tan espléndida y costosa: quizàs el occéano no habia recibide tanto tesoro de un golpe en su anchuroso seno como en esta ocasion; pero como era el precio de la iniquidad y de la crueldad, (95) quiso el cielo con la pérdida de tanta pre ciosidad vengar la sangre de tantos infelices que habia sacrificado la codicia para acopiarla. Allí terminó el capitan general Antonio de Torres, el comendador Francisco de Bobadilla, que con tanta inhumanidad envió preso con grillos al Almirante y à sus hermanos: aquel hombre ingrato Francisco Roldán, y muchos de sus secuaces que acabaron sus dias pagando sus pecados. (96) Allí tambien acabó el desgraciado cacique Guarionéx que se remitia a España y ya estaba reducido á recibir el santo bautismo; pero la accion brutál de uno de los castellanos, que abusó por fuerza de su querida esposa despues de habérsela quitado violentamente, y el procedimienlo tirano de algunos españoles con sus indios vasallos, le disgustaron de una religion tan santa coino la nuestra, pensando quizás que ella autorizaba semejantes exce sos. (97)

Pero lo que confirmó mas que tan grande desastre provenia de la justicia divina, fué que los navios que escaparon de la tormenta, eran los mas mal equipados y dèbiles de la flota, y que uno solo llamado la Guchia, que era el peor y el vaso mas pequeño, siguió su viage à Castilla, y Negò primero a salvamento con cuatro mil pesos de oro que el encomendero del Almirante le enviaba de sus rentas. Notóse tambien que la única persona de distincion que se libró del naufragio fué, D. Rodrigo de Bastidas, que era hombre de bien y hábil piloto, y el año antecedente habia obtenido comision del Rey para descubrir, lo que ejecutó con felicidad, asociado con el célebre piloto Juan de la Cosa: siguiendo los mismos rumbos que el Almirante en su tercero viage, llegò

[95] Un pobre barretero indio al tiempo de sentarse à tomar su desayuno, dió casualmente un golpe con la barra sobre el grano de oro y estrañó la solidez: por tal causa se descubrió. [96] ¡Bendito sea el cielo que manda siempre en pós del delito el escurmiento!!..

[97] Si la religion no tuviera mas apoyo de verdad que el dicho de los españoles, ya habria desaparecido de estas regiones; parece que con sus obras se han propuesto desmentir la,

à descubrir cien leguas mas allà de lo descubierto, y le dió el nombre de Cartagena del Puerto, á donde se edificó despues una gran ciudad, que goza en el dia de los mayores comercios de las Indias en el trato del oro, perlas, esmeraldas y otros frutos de aquel rico continente. Despues pasó hasta lo que despues se llamó Nombre de Dios, y como sus navios ya no podian resistir y continuar mas adelante el viage, por estar muy maltratados, ganó con harto trabajo el golfo de Xaragúa, donde se vió obligado à echárlos á pique: desde allí se fué por tierra con toda su tripulacion á Santo Domingo y fué arrestado de órden de Bobadilla, bajo el pretesto de que habia tratado en oro en Xaragùa; pero la corte bien informada de la buena conducta de este caballero, no tan solamente le indemnizó de los menoscabos de su hacienda, si◄ no que le mandó premiar á proporcion de sus importantes servicios. Se puede juzgar cuanta fué la consternacion de toda España cuando se tuvo la noticia de una pérdida tan grande de la flota de las Indias. No hubo quien no la mirase sino como justo castigo del cielo, por la injusticia tan grande que se habia hecho con los Colónes; persuadiéndose todos con harta verosimilitud, que si hubieran quedado en el mando de la isla, tal desgracia no se hubiera verificado. Cuando se supo que el Almirante habia prevenido á Ovándo el motivo de sus temores sobre la salida de la flota, la córte le envió unas fuertes reprensiones, sobre no haber atendido á los avisos de un hombre tan experimentado en las cosas de la mar. Sintióse de esta gran tormenta, y sobre todo de los grandes uracànes que la acompañaron, toda la villa de Santo Domingo que entonces estaba del otro lado del rio, como todas las casas eran de paja, madera y adobes, cayó al suelo y con este motivo se fabricó en otra parte como se dirà adelante. Conviene decir de paso, que despues en otras ocasiones ha padecido ruinas, no solo esta villa, sino otras muchas de la isla, porque esta y las demás de las Lucayas y Caribes, donde son frecuentes los truenos y tempestades, y muy espantosos los temblores de tierra, se sienten notablemente y se ven en grande peligro de ruina sus habitaciones por el impulso de unos ciertos vientos que en veinte y cuatro horas corren toda la vuelta de la aguja: llá→ manse uracánes é vaguros por los isleños. Antiguamente y quizás Quando se perdió esta flota, no se experimentában estos uracànes, sino de siete en siete años; pero hoy no tienen tiempo fijo, pues se esplican en el término de un año por dos ó tres veces. Arman estos vientos un género de tempestad tan desaforada, que sacan de cuajo los mayores árboles con raiz y todo: hasta los peñazcos mas corpulentos los despega de los cerros y los avienta: ha→ ce pedazos y echa à pique los navios que navegan por aquellas costas, y se refiere que à ocasiones han sido impelidos como un tiro de escopeta adentro de las tierras de las costas navios de alto bordo: (98)

[98] Vertot. histor. del mund, lib. 9, pàg. 22.

preceden de continuo algunas señales à estos uracánes: la mar se pone en calma; en un instante bajan à bandadas los pájaros de los montes, y se retiran àcia las llamadas y se reconece salada la lluvia que cae un poco antes que se declaren estos fuertes chubascos.

CAPITULO 18.

Revolucion de la provincia del Higuèy: causa de esta guerra. Son deshechos los indios, y despues de la paz que se les concede, se reedifica la ciudad de Santo Domingo. Descripcion del último viage de Colón hasta su vuelta à Castilla.

Comenzó á gobernar prudentemente la isla el comendador Ovando como tengo insinuado, y despues del despacho de la flota desgraciada pensó en avivar el trabajo de las minas, y fundar poblaciones para resarcir los daños que se habian originado de las rebeliones de Roldán, y de la mala conducta de su antecesor Bobadilla. No correspondia el trabajo de las minas á sus esperanzas, y viendo que no habia otro remedio, sino volver à poner á los indios bajo el yugo en que estaban ántes, sin embargo de las órdenes precisas de la Reina, quien sobre el punto de la libertad de los indios era inflexîble; arbitró un medio que sin contravenir à ellas, dejaba à estos infelices toda la apariencia de la libertad, y efectivamente les reducia à todo el rigor de una verdadera esclavitud. Este fué el de obligar à los indios à trabajar en las minas en lugar de los castellanos segun y como lo hacian ántes, con la diferencia que se les pagaria su trabajo; y el pretesto que se tomà para esta violencia, fué que solo asi podian pagar los indios el tributo á que estaban obligados, habiendo muchos que por su flojera y por no dedicarse al trabajo no cuidaban de ponerse en estado de satisfacerlo. A mas de esto dió parte al consejo que era imposible fijar la inconstancia natural de aquellos hombres y hacer cesar otros desórdenes à que se dejaban llevar, si no los ocupaban un trabajo moderado: que esta era la razon principal, que le impelia à valerse de este arbitrio. Se aplaudió mucho en el consejo la conducta de Ovàndo, y tanto mas que con alguna esperanza que habia dado á los habitantes de conseguir la reduccion de los derechos del Rey al tercio del oro, y' al cuarto de las demás mercadurías, se habian aplicado todos con tal ardor al trabajo de la mineria, que en muy poco tiempo se reparo la pérdida que habia causado el último naufragio de la flota.

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Cuando mas pensaba D. Nicolàs Ovàndo en hacer florecer el comercio en la isla Española, se halló acometido de una guerra cuyos principios no dejaron de causarle grave inquietud. He aquí el motivo. Como la Isabela era la única plaza que tenian los castellanos por la costa del norte, y se iba despoblando à cada dia

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