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Como los Reyes querian que se desagraviase al Almirante y à sus hermanos de los daños que habian recibido, mandaron que despues de haberse exàminado las cuentas de Bobadilla, y tomado su residencia por procurador, se enviáse preso para España, en la misma flota que lo llevaba á Indias; que formáse proceso sobre las culpas de los rebeldes, y castigàse los delitos conforme la calidad de ellos: que administrase la justicia con igualdad, conservando los castellanos en paz: que convocase á todos los caciques y les declaráse que los Reyes católicos los tomaban bajo su real proteccion: que los indios fuèsen tratados como los demas vasallos de sus Altezas, contentándose con hacerles pagar el tributo señalado sin violencia, y sobre todo, que si los hacian servir para coger el oro les pagàsen su trabajo: que se fundàsen poblaciones con villas y fortalezas en parages convenientes, à lo menos tres fortalezas à mas de las que entonces habia, no consintiendo que los soldados pudiesen vivir fuera de ellas: que la gente pagase la tercia parte del oro cogido, y para en adelante pagáse la mitad: que tuviese cuidado acerca del corte del palo del brasil: que no se cortásen por el pie los árboles: que no se consintiesen en las Indias, ni judios ni moros: que no se permitiete á Bobadilla vender los bienes raices que hubiese adquirido en la isla, sino los que tuviese por liberalidad de sus Altezas: que procurase que al Almirante y sus hermanos le indemnizásen de los daños y menoscabos que habian padecido, y sobre esto entran en gran detalle las instrucciones, denotando cuanto deseaban los Reyes darles toda tisfaccion; pues à mayor abundamiento ordenan á Alonso Sanchez de Carabajál, como amigo de los Colónes y su apoderado, que se estuviese en la Española para recoger todos los efectos pertenecientes á estos señores.

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En estas instrucciones (*) habia otros artículos que contienen varios reglamentos para el detalle de lo que debia observar el nuevo gobernador; pero una le fué muy encargada por órden de la Reina Doña Isabél, à saber: que todos los indios de la Española fuésen libres y tratados como los vasallos de Castilla: que no se les molestase, y que con particular cuidado se instruyésen en la fé como à plantas nuevas, cuidando que siempre resplandeciese este encargo de la Reina. Es cierto que gran número de indios se habian bautizado, recibiendo este sacramento casi sin saber lo que recibian, y que sin embargo del celo y cuidado de los primeros ministros del evangelio que los doctrinaban apostataban huyendo á los montes; á mas de eso la crueldad con que los trataban y los

[*] Es de creer que entre ellas vendria la bula del señor Alejandro VI. por la que concedió à los Reyes catòlicos, que por el tiempo de un año se repartiesen en las Indias á los eclesiásticos los diezmos. Véase el sumario del compendio indico del señor Rivadeneira bula IV. de Alejandro VI. en su pàg. 8 y nota.

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malos ejemplos de los cristianos no les prevenia á favor de nuestra santa religion, de cayos misterios no les daban lugar de instruirse, ocupados únicamente ó en defenderse de las vejaciones de los españoles, ó si les servian bien, frustraba sus buenas intenciones la codicia de sus amos. Fuera de eso, era tan corto el número de operarios sacerdotes que habia en la isla, que apenas podian dar à basto para la asistencia espiritual de los españoles; pero fuera de otras órdenes particulares que miraban à las cosas sucedidas con el Almirante y el buen gobierno de las islas, se escogieron diez religiosos franciscos observantes, para que fuesen en compañia de Ovando, cuyo superior era fr. Alonso del Espinár, muy religioso y venerable, para que atendiese á instruir á todos esos pueblos en la reverencia y culto divino, procurando escusar pecados con doctrina y buen ejemplo; ordenando que se comprasen cuatro ornamentos para decir misa, y lo necesario para el culto divino; que se hiciese buen tratamiento y diese todo recado á los religiosos que se enviaban; que se lleváse sayàl para sus vestidos y vino para las misas. Explicó su liberalidad en esta ocasion el arzobispo Ximenez, dando campanas, ornamentos (87) completos para el culto di vino, porcion de vestidos con otros regalos para que se repartiesen entre los bárbaros en el mismo modo que lo habia hecho con los moros de Granada; todo lo demas corrió de cuenta del erario. Con estas instrucciones dirigidas al santo fin de asegurar la propagacion de la fè, y consiguientemente la estension de los reinos católicos en estas nuevas posesiones, se lisongeaban los Reyes que mediante el celo y prudencia de los religiosos franciscanos de santa vida que enviaban, fueran los primeros que tuvieran un estableci. miento fijo en las Indias, se habian de vencer todos los obstáculos, y pronto se veria á toda la Española adorar á nuestro Sr. Jesucristo.

CAPITULO 17.

Parte D. Nicolás de Ovando para la Española: cuarto viage del Almirante Colón à las Indias: conoce éste próxima una grun tormenta: no le quiere recibir Ovando en la isla; naufragio de la flota que llevaba à Bobadilla, Roldan, y del tesoro. Año de 1502.

Estando pronta la flota que debia conducir á Ovando á la Española de que era capitan general Antonio de Torres, fué el gran comendador á recibir las órdenes últimas de los Reyes catòlicos, y en la audiencia que le dieron, Antonio de Fonseca señor de Coca y consejero de estado, le hizo un discurso muy largo y grave (88) de parte de sus Altezas, sobre el modo que habia de te

[87] Horaldo epitom. annal. ord. min. ut supra. [88] Véase Herrera decad. 1. lib. IV. cap. 13.

ner en el desempeño de su empleo, recomendandole sobre todo la religion, la bondad y la justicia, virtudes que habia de tomar por base de su gobierno. Despues que se hubo despedido de sus Altezas, se fué á san Lucàr y se embarcó el dia doce de febrero de mil quinientos dos, con dos mil y quinientos hombres, los mas personas nobles, y tambien la mision de los diez frailes de san Francisco, que entonces fué à Indias á asentar de propósito la órden de nuestro padre san Francisco, y el dia siguiente se hizo à la vela toda la flota sin novedad. Navegó ocho dias; pero cerca de Canarias se levantó tan grande tormenta, que la dispersó por varios rumbos, y naufragó uno de sus mayores vasos con ciento veinte personas. Despues de muchos peligros se juntaron todos los navios en la Gomera, y se compró otro navio para reemplazar el que se habia perdido, y en él se embarcaron algunos españoles de Canarias que ofrecieron pasar à la Española: dividió Ovando su flota: escogió diez y seis navios mas veleros para llevar consigo, y los demàs dejó al mando de Antonio de Torres, y llegó à quince de abril al puerto de Santo Domingo. Luego que desembarcó Nicolás de Ovando fué recibido por el comendador Bobadilla, que no esperaba tan presto succesor; lo condujo à la fortaleza donde se notificaron sus provisiones en presencia de todos los oficiales reales y ministros de justicia. Al instante fué reconocido en calidad de gobernador general, y Bobadilla se halló abandonado, conforme sucede regularmente en el mundo. (*) Dicen algunos historiadores que luego le pusieron en prisiones; pero los que están mas instruidos no lo dicen, y dan á entender que fué tratado con honra hasta que se embarcó en la flota de Torres. Haroldo comendador de Wadigno, copiando á este autor que se dejó llevar de la autoridad de Alvar Gomez, autor de la vida del cardenal Cisneros dice, que à mas de estos diez religiosos franciscos escogió de todos los conventos de la órden para ir á Indias con el comendador de Lares que fueron enviados (89) con facultad régia para apoderarse de la persona del comendador Bobadilla tres religiosos que habian dado claros argumentos de su prudencia y piedad en la conversion de los moros de Granada, es à saber: el padre fr. Francisco Ruiz, compañero del arzobispo Ximenez, fr. Juan Tras-s erra, y fr. Juan Pablo de la provincia de Castilla, amigo tambie de ese prelado, con òrdenes espresas al nuevo gobernador Ovando de auxiliarlos y asistirlos de un todo; y añade un poco mas adelante (90) que habiéndose enfermado el padre fr. Francisco Ruiz por la mutacion de aquellos temperamentos, trató de volver á España al cabo de seis meses de su llegada, y en virtud de los

[*] Habia un adagio en México tomado de la boca de un indio que decia.... No es lo mismo virey que te vas, que virey que te vienes.

[89] Haroldo epitom. annal ord. min. an. 1502 n. IV. [90] Haroldo ut supra núm. V. ibid.

poderes que le habian dado los Reyes para asegurar la persona de Bobadilla, lo trajo consigo preso à España, y juntamente una coleccion completa de ídolos de aquellos gentiles, que mandó poner el illmô. Ximenez en el museo de su colegio de Alcalá. (91) Claudica en muchos puntos esta relacion de Haróldo, por haber trasladado como otros muchos de nuestros historiadores lo que escribe Alvar Gomez, y como bien lo refleja el padre cronista Torrubia, la primera contradiccion que envuelve es, que mal pudo ir el padre fr. Juan Tras-sierra el año de mil quinientos dos en compañia de Ovando á la Española, cuando ya estaba alla á siete de setiembre de mil quinientos, que fué el sugeto con quien Bobadilla envió al Almirante Colón la carta de los Reyes católicos, acompañándole Juan Velazquez, tesorero del Rey, como tengo dicho. En cuanto al padre fr. Francisco Ruiz, compañero y confesor del illmô. Ximenez, quien ciertamente fué con D. Nicolàs de Ovándo á la Española, no cabe duda el que estuviese seis meses en las Indias y pudiese llevar consigo preso à Bobadilla y llegar á España sano y salvo: porque es cierto que solo pasaron cuatro meses y medio, desde que salió el padre Ruiz de España, hasta que se hizo á la vela la desgraciadísima flota de Antonio Torres, y embarcaron en la nào capitana al infeliz Bobadilla, sin intervencion de los frailes de san Francisco, ni en compañia suya, sino en fuerza de las provisiones que llevò D. Nicolás Ovàndo, y como se verà adelante, Bobadilla y todos naufragaron en las costas de la isla Española. Por otro lado consta que el padre Ruiz llegó à España: que fué obispo de ciudad Rodrigo, y despues de Avila, y que està sepultado en el monasterio de religiosas nuestras de san Juan de la Penitencia de Toledo; (92) con que es inconcuso que los pa dres fr. Juan Tras-sierra, y fr. Francisco Ruiz no tuvieron comision de prender à Bobadilla, y en especial el padre Ruiz de llevarle preso à España, pues consta que jamás arribó este, y es cierto que llegó el padre Ruiz. De todos modos fué separado Bobadilla del mando, y mientras se prevenian los navios de Torres para llevarle á España, fué bien tratado, y muy al contrario Roldán, porque el nuevo gobernador informó contra él y sus principales cómplices en las revoluciones pasadas, y habiéndoles mandado arrestar, los repartió en los navios de la flota para ser conducidos à Castilla con los procesos de sus delitos.

Luego despues hizo pregonar Nicolás de Ovándo las órde nes del Rey y de la Reina, por donde se declaraban los indios libres, y que sin embargo del oncéno del oro conseguido, se pagàse ahora el tercio conforme habia regulado el Almirante, y ade

[91] No obró así el señor Zumarraga, que todo lo que veia de los indios lo condenaba al fuego, ¡tanto distaba la sabiduría del uno de la ignorancia del otro!

[92] Gonzalez tom. 8. de crónic. lib. V. cap. 6. pag. 20. citat. por el padre Torrubia.

fante la mitad; cosa que sintió mucho por cesar de golpe el tra bajo de las minas, porque por mucho que se les ofrecia á los indios para que trabajàsen en ellas, no querian, pues contentosvivian sencillamente, sin consumirse en fatigas para ganar dinero, del que no hacian caso; además de esto se quejaban los españoles de que no podian llevar la carga de dar al Rey la mitad de lo que cogian con trabajo y gastos, motivo porque muchos vendieron sus barras y demàs instrumentos, y dejaron el beneficio de las vetas. Muchos castellanos de los que habian venido con Ovàndo, solicitaron ir á ellas, creyendo que no habia mas que llegar y coger, pero muy en breve se arrepintieron. Como eran nue vos en el oficio, faltos de esperiencia y sin conocimiento de las vetas, cavaban la tierra sin provecho, se les doblaba el trabajo por no tener operarios inteligentes: con el cansancio y las enfermedades que los afligieron por la escasez de comida y refrigerio, y porque les retentó la tierra murieron mil de ellos en poco tiempo, y al fin los que quedaron dejaron este trabajo que los consumia, y no los dejaba enriquecerse como pretendian. Viendo pues el gran comendador el mal suceso de sus nuevas ordenanzas, hizo decir à los has bitantes de la isla, que escribiria à sus Altezas para que se contentàse con el tercio, y bajo de esta seguridad tomaron aliento algunos. Guardóles la palabra, y fué bien oido en la córte, y aun despues se hubieron de contentar los Reyes con el quinto de los metales, perlas y piedras preciosas, y este reglamento ha subsistido siempre despues.

Tambien comenzó el gobernador general á dar sus providencias para hacer poblaciones y fundar villas y fortalezas conforme se le tenia mandado, para cuyo efecto se hizo concierto bajo de ciertas condiciones con Luis de Arriaga, que se ofreció á llevar doscientas familias para comenzar con ellas la poblacion de cuatro villas. No pudo tener efecto por entonces esta capitulacion, porque no pudo juntar Arriaga las familias necesarias; pero fueron reconocidos los reglamentos por tan sábios, que sirvieron de modelo para fundar las villas de que en breve hablarémos.

Arreglaronse al tenor de nuestras costumbres los indios de la isla de Santo Domingo, civilizándose cada dia mas y mas con la instruccion de los misioneros apoyada de las acertadas providencias que habian dado los Reyes, y ejecutaba con fidelidad el comendador Ovando; y mientras tanto deseaba el Almirante con muchas veras se tomáse resolucion en sus cosas: estuvo tres años en

teros negociando volver á la gracia de los Reyes, y el poder pasar á Indias, para continuar sus descubrimientos. El Rey D. Fernando y con mas ahinco la Reina, habian gustado del proyecto que les habia propuesto el Almirante, y entre tanto veian los informes de Ovándo sobre las cosas pasadas en la isla, le entretenian con buenas palabras, asegurándole que no perderia su estado, ni serian disminuidos sus privilegios; àntes bien que le serian cumplidas todas sus preeminencias, agregándole nuevas mercedes; pero los mi

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