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tanilla, y Luis de S. Angel, escribano de raciones de la corona de Aragón, no pudiendo sufrir que se descuidasen tanto sobre un asunto de tanta importancia, sentian que no tuviese efecto, y á instancia de Fr. Juan Perez, estos dos señores empeñaron al cardenal D. Pedro Gonzalez de Mendoza, arzobispo de Toledo y presidente del consejo de la reina, á que no dejase salir de España al piloto genovés, sin haberlo visto y tratado. En efecto, logró D. Cristobal una larga audiencia con el cardenal, á quien gustó mucho por parecerle hombre grave y de seso, y lo honró con su es-timacion, gustoso de su proyecto tan bien discurrido; y como los contraries inclinados al aire de la córte, que no era favorable á nuevas empresas y descubrimientos, decian que como no aventuraba nada en el descubrimiento, sino que venia de verse capitan general de una armada de España, no se le daria nada de salir con la empresa, satisfecho con ofrecer que pondria la octava parte del gasto, y mas de no partir de lo que trajese en el retorno de su navegacion, sino sobre el pie de los gastos que hubiese adelantado, y con todo, en nada concluyó. Veia nacer obstáculos nuevos, por mas que se prestase á todo, y muy angustiado por enero de 1492, se partió de Santa Fé la vuelta de Córdova, á donde estaba su familia, y fué disponiendo su viage para Francia. En aquellos dias se rindió la ciudad de Granada, quedando ya en poder de los reyes católicos, y Luis de S. Angel, aprovechándose de la alegria de la córte por tan plausible noticia, representó vivamente á la reina el daño que resultaba á España, alejando de ella á un hombre de tan reelevante mérito como Colón.

„Señora [la dijo]: ¿quién no se maravillarà que habiendo te,,nido espiritu para emprender cosas grandes, le faltase en esta oca→ ,,sion, à donde tan poco se aventuraba, y de que podia_resultar grandísimo aumento y glorias de sus reinos y estados? ¿Ignorais, ́„[puede ser, señora,] que está resuelto este italiano de proponer otras cortes sus vastos intentos? ¡Qué dolor no seria para V. A., ,,si el negocio venia á caer en manos de otro príncipe, como D. Cris,,tobal afirmaba habia de ser, no queriéndole aceptar en Cast la que ,,se aprovechase de lo que por acá no se habia hecho aprecio! ¿Qué ,,teme V. A.? Cólón es hombre cuerdo, hábil y prudente, segun ,,el testimonio de todos los que le han tratado: no pide premio *,,sino de lo que hallare, y concurre con parte de los gastos, aven,,turando su persona: ni se debe tener por tan imposible la em,,presa, como decian los cosmógrafos, ni atribuir á ligereza haber ,,intentado cosa tan grande, cuando aun no saliese Colón con lo ,,que afirmaba; pues era de grandes príncipes y generosos, saber las ,,grandezas del mundo conque otros reyes ganaron eterna fama, y nada ,,convenia mejor á tan gran reina, que conocer la vasta estension ,,del occeano para ilustrar su reinado; demás que D. Cristobal no „pide sino dos mil y quinientos escudos para disponer la arma„da; por tanto la suplicaba que el medio de tan poco gasto no ,,hiciese desamparar tan grande empresa, y mas que con esta cor

,,tedad cternizaria su nombre, logrando un descubrimiento que el ,,cielo sin duda le habia reservado.”

Hizo este razonamiento de Luis de S. Angel grande impre➜ sion en la reina, que se veia importunar en la misma conformidad de Alonso de Quintanilla, que con ella tenia autoridad. Agradeció el consejo, y quiso que se ejecutase luego la empresa; y como los gastos de la guerra habian consumido su era.io, dijo que tenia á bien se empeñasen sus pedrerías y las joyas de su càmara, para buscar el dinero que fuese necesario. Luis de S. Angel ofreció de prestar de su hacienda la cantidad necesaria. Con esto mandó la reina fuese un alguacil de corte tràs de Colón, que ya iba caminando para Francia, y de su parte le dijera que le mandaba volver y le trajese, el cual le alcanzó à des leguas de Granada en la puente de Pinos; y aunque muy sentido del poco caso que de él se habia hecho, volvió á Santa Fé, á donde fue muy bien recibido de la reina Doña Isabél, y luego se cometieron sus capitulaciones y despachos al secretario Juan de Coloma, despues de ochą años que andubo padeciendo muchos desaires y grandes penurias; pero que en bre e se borraron de su memoria por la benigna aco gida de la reina, que lo dejó esclavizado con sus grandes modales a su servicio, y por la satisfaccion de verse despachado en la conformidad que deseaba y pedia.

CAPITULO 2.°

Conciertanse las capitulaciones siguientes à diez y siete de abril de mil cuatrocientos noventa y dos. 1.9 Que los reyes católicos como señores del occeano, nombrarian, como desde ahora nombraban á D. Cristobal Colón su almirante, y su virey perpetuo de todos los mares, islas y tierra firme que descubriese: que gozaria durante su vida, y despues de su muerte sus herederos y sucesores de uno en otro perpetuamente de los dichos empleos, con todas aquellas preeminencias y prerrogativas en cuanto al primero, que tienen los almirantes de Castilla en sus distritos; respecto al segundo con la autoridad, y jurisdiccion, que se suele conceder á los vireyes y gobernadores.

2.0 Que para el gobierno particular de cada plaza, isla, provincia ó reino, haga eleccion de tres personas para cada oficio, ɲ que sus Altezas tomen, y escojan uno, el que mas fuere de su agrado.

3.0 Que todas y cualesquiera mercadurías que se ganasen ό hubiesen dentro de los límites del dicho almirantazgo, sus altezas hacian merced á él como Almirante, y virey de la décima parte para sí mismo, quedando las otras nueve para sus Altezas.

4.0 Que en cualquiera parte de España, donde se comerciase con las indias, pusies jueces que determinasen los pleitos tocantes a aquellas materias, segun que lo tenian los almirantes de Castilla.

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5.0 Que en todos los navios que se armasen para negociar en los nuevos descubrimientos, podia interesarse en la octava parte de lo que resultare de sus provechos, contribuyendɔ en la misma cantidad para sus gastos.

Firmáronse los dichos capítulos por los reyes católicos ca la villa de Santa Fé de la Vega de Granada, donde acababan de destruir enteramente los muros, despues de ochocientos años de tan duro dominio. Dièronse á D. Cristobal cartas patentes para todos los reyes y principes del mundo, para que le diesen buena honra y buen acogimiento, como á capitan y ministro suyo, y Salió en doce de mayo del mismo año de ml cuatrocientos noventa y dos, para la villa de Palos á fin de disponer el viaje. Aunque pareció que la cédula y despachos de Colón se hubiesen espedido á nombre del Rey y de la Reina, no entró en nada de esta empresa la corona de Aragon: Castilla hizo todos los gastos de ella, y solo para esa corona se descubrió y conquistó el nuevo mundo; de modo que todo el tiempo que vivió la Reina Doña Isabel, ca si únicamente se daba licencia á los castellanos para pasar y establecerse en las tierras occidental s descubiertas; bien que en los despachos se reconocía la soberanía del rey D. Fernando, firmándolos algunas veces, solo como representando á la reina de Castilla su esposa. Remitióse á Co.ón despues de haber salido de Granada órden de los reyes católicos, que no tocase á las costas de Guinea, ni que se allegase cien leguas á las conquistas del Portugal: precaucion que pareció necesaria, segun las circunstancias políticas de aquel tiempo. Fué D. Cristobal á la villa de Palos por que habia en ella muy buenos marineros, y tenia muchos amigos, y por la amistad del guardian de S. Francisco el padre Fr. Juan Perez de Marchéna, que le habia servido tanto en su pretension, y no dejaria de continuarle sus buenos oficios. En efecto, le ayudò particularmente disponiendo los ánimos de muchos marineros que repugnaban entrar en viage no conocido, y se valiò de los Pinzones que eran principales en aquella villa, ricos, y hombres en la mar. Tambien estaba obligada aquella villa á servir á sus altezas con dos carabelas [*] por tres meses de cada año, las cuales mandaron entregar à Colón, quien las armó con otro navio, con la solicitud y diligencia necesaria.

Emprendio D. Cristobal hazaña tan grande con diez y seis mil ducados (8), otros dicen diez y siete mil, que tomaron presta

[*] Carabela es un navio pequeño armado á modo de guer ra, y se puede ver su descripcion en la Historia de Portugal, por Osorio. Tom. 2.°

[8] Noticias sacras de las Indias Occidentales Juan Diaz de la Calle que cita estos autores. Gomal, Fernan. de Wiedo. fol. 8. 1535. Gomara en su historia 1553: Fr. Juan Gomez de Mendoza. Orden S. Agustin en su itinerario del Nuevo Mundo 1586. Herrera Chron. de cad. 1.a Fr. Alons. Fernandez

uno

dos de Luis de S. Angel, escribano de raciones sobre las joyas de la serenísima reina católica Doña Isabel, y este caballero era de sus moyores protectores, como traen Herrera, Mariana, Illescas, y otros. Estando su armamento pronto, salió despues de vencidas tantas dificultades á esta empresa el grande Colón, alumbrado sin duda del cielo, viernes á tres de agosto de mil cuatrocientos ́ noventa y dos, de la Barra de Saltes, (que así se llamia el rio de Palos) con una armada proveida de bastimentos para un año, com. puesta de tres navios (9) con una tripulacion de noventa hombres [*] otros dicen de ciento y veinte soldados y marineros (10) Lle. ga el momento por fin, y el occeano recibe los bageles que vuelan al descubrimiento de un nuevo hemisferio bajo los auspicios de aquel genio sublime y esforzado: habiéndose todo ordenado con el ejemplo de Colón, que se confesó con el padre Marchena su amigo, y confesado y comulgado, se hicieron à la vela los navios media hora antes de salir el sol, siguiendo el rumbo la vuelta de las Canarias, y llegaron á la gran Canaria el dia once de agosto; despues á la Gomara donde se detuvo cuatro dias para hacer agua, leña y carne con la mayor diligencia, porque supo que andaban tres carabelas portuguesas por aquellas islas, para prenderle por el sentimiento que tuvo el rey de Portugal, cuando supo que Colón se habia concertado con los reyes católicos. Apartóse de esta isla á los seis de setiembre que se puede contar por principio de la empresa, y salé la vuelta del occidente experimentando muchas calmas; pero de todas las pruebas, porque debia pasar, la mas cruel le quedaba por vencer. Casi perdido enmedio de inmensos é ignorados mares, se vé hecho el objeto de las murmuraciones. Los insultos, los clamores y el furor de una tripulacion sublevada, fueron mas terribles para él, que los vientos y las olas; unas veces se vale de la autoridad y otras de la persuacion; y al mismo tiempo que amenaza, ruega, y promete, á fin de intimidar y de acalorar con su entusiasmo, unos corazones á quienes helaba el temor y acobardaba la desesperacion. Luego pues que perdió la tierra de vista, muchos temien

historia eclesiástica de nuestros tiempos fol. 14.1601, Monarquía Indiana Torquemada. 1614: Tablas Chronol. del padre Claudio Clemente Societato Jesu 1641. Fr. Pedro Simon fol. 4548.

[9] Llamábanse la Niña, la Pinta y Sta. Maria. En la primera iba Colón, en la segunda Martin Alonso Pinzon, en la tercera que tenia velas latinas Vicenta Yañez. Por pilotos fueron Sancho Ruiz, Pedro Alonso Niño y Bartolomé Roldan. El núm. de personas que partieron llegó á 120. Muñoz Historia del Nuevo Mundo, pág. 69 tomo 1. El editor.

[*] Herrera deca 1. lib. 1. fol. 13. Fernan. Colon hist. сар. 14 fol. 13 y otros.

[10] Calle, noticias sacras cap. 1. folio 1 con los autores que cita. Padre Charlevoix historia de la isla española libro 1." pà gina 105.

el

do que no la verian mas, suspiraron y lloraron; pero D. Cristobal Colón los alentaba con la esperanza de muchas riquezas. Fué refrescando el viento, y segun sus observaciones fué corriendo golfo que hoy se llama de las Damas, y al cabo de ocho dias de navegacion, se espantó su gente de ver manchas de yerva entre verde y amarilla, que llaman los botánicos alga marina, en la su perficie del agua, por lo cual muchos entendian que se hallaban cerca de tierra; pero como Colón continuaba su navegacion sin novedad, murmuraban mas y mas del viage; cuantas mas señales veian que salian vanas, tanto mas crecia el miedo de una gente que era nueva en semejante navegacion: se consideraban sin remedio, y sin socorro y aumentaba la ocasioa de murmurar la viva conside acion de no ver sino agua y cielo, engolfados á su parecer en mar interminable. Decian entre otras cosas, que pues en tanta distancia habian siempre llevado vientos en popa, con dificultad podrian volver á Castilla, y que puesto que ya habian satisfecho su obligacion en tentar empresa tan peligrosa, y estaban tan remotos de tierra, y de todo socorro, habiendo navegado mas lejos que otros algunos en aquel mar, no debian seguir el viage; y no faltaron algunos que, decian que para quitar contiendas, lo echasen en el mar si no desistia de su intento, publicando despues que él se habia caido estando mirando á las estrellas. Viendo el Almirante la gente alterada, y que por grados le iba perdiendo el respeto, se gobernó con la mayor prudencia, animàndola con buenas palabras, y otras advirtiendo el castigo que se les daria, si impidiesen el viage; con lo cual templaba con el miedo la insolencia, y para confirmacion de que por las señales vistas, en breve tiempo hallarian la tierra, empeñó su palabra, que si dentro de tres dias no la hallaban, volvería à tomar como ellos deseaban el rumbo de España. No debia de estar desde luego muy lejos de tierra Colón, conociéndola segun algunas señales, como por lo fresco del aire, por las nubes pequeñas, que son muy bajas al levantarse el sol, por el fondo que encontró cuando echó la sondalesa, y vió la calidad de la arena que salió pegada al escandallo; por los vientos desiguales é inconstantes que rechazan el del mar, y que venian necesariamente de tierra. Al dia siguiente vió pájaros diversos como Alcatraces, rabos de Junco, que es pajaro marino que nunca reposa y va persiguiendo à los Alcatraces, y se mantiene de su estiercol (si es verdad lo que di-. ce Herrera) haciéndoles de miedo vaciar el vientre, serviales esto de mucho consuelo. En efecto la noche del 12 de octubre de 1492, despues de treinta y dos dias de incertidumbre y de temores, se verificaron las vastas empresas de Colón, y logró dar al antiguo un nuevo mundo. (11) Vió el Almirante primero humo, y luz en tic.

[11] Estando en el castillo de Popa Colón vió una luz que se movia como á las diez de la noche. Rodrigo de Triana fué el primero que gritó tierra! tierra!... Concediósele por merced 30, escudos anuales y un jubon de seda. Muñoz pág. 81. E. E.

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