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Portugál, ni en las descubiertas por el Almirante antes del año de mil cuatrocientos noventa y cinco, esto es, antes de sus dos primeros viages; de modo que ninguna parte del continente quedaba escluida en su comision, como ni tampoco la isla de las Perlas, contra las convenciones formales hechas entre el Almirante y la corona de Castilla. Con esta licencia partió Ojeda con presteza para Sevilla, á donde hallò los fondos necesarios para armar cuatro navios, y zarpó del puerto de Santa Maria á veinte de mayo. Iba por piloto Juan de la Casa, vizcaino muy hábil en su profesion, y hombre de valor. Tambien se embarcó con él, Américo Vespucio ó Vespucchi rico mercader forentino con gran gusto de Oje da porque tenia fama de ser muy sábio en la navegacion, as ronomia y cosmografia. Se dirá á su tiempo como quiso defraudar al Almirante la gloria que se habia adquirido por haber descubier. to el continente del nuevo mundo, y como tuvo la audacia de poner su nombre à esta cuarta parte del globo, que solo ella es tan rica y grande, ó mas que las otras tres. Ejemplo memora ble y cada dia renovado, del poco fundamento que tiene esto que llaman un gran hombre, porque se palpa con evidencia, que las ms veces se atribuye y roba la temeridad y audacia el premio debido al verdadero mérito, y cuanto influye la ignorancia é injusticia, y aun preside en casi todos los juicios de los hombres. (80) Encaminóse primero Ojeda con sus navios al poniente, y despues al Sur, y en veinte y siete dias llegaron á vista del Orinóco; despues de haber pasado la boca de Dragos, continúo su viage andando docientas leguas ácia el Ouéste hasta el Cabo de la Vela, llamado asì por Ojeda; despues se hizo el descubrimiento del golfo da Venezuela, y por haber llegado á un puerto sobre la agua, fundado sobre estacas como Venecia, que por puentes levadizos se comunicaban unas casas con otras, se le apropió este nombre de pequeña Venecia ó Venezuela. Reconocido este golfo se volvió Oje. da á la isla Margarita, y tomó puerto en la costa de Cumaná cerca de un pueblo Hamado Marcapana, con el fin de carenar sus navios que hacian mucha agua, y fue bien recibido de los indios que le ayudaron en esta maniobra. Allí mandò fabricar un bergantin, y concluido dirigió su rumbo para una de las islas de los caribes, para vengar las injurias que decian los indios de tierra firme les hacian aquellos isleños. Desembarcó su gente à tierra, y peleó con los caribes matàndole mucha tripulacion. Hízose à la vela desde allì para la Española, y el dia cinco de setiembre de mil cuatrocientos noventa y nueve surgió en el puerto de Yaquimo en tierra de un rey que se llamaba Haniguayaba con el ánimo de cortar mucho palo de brasíl que allí abundaba, y llevarse gran porcion para España. Avisaron luego al Almirante que Ojeda an

[80] Esto há pasado en la revolucion de la independencia: los primeros héroes pasan por bandidos, y no pocos de los que ☛ealmente lo fueron brillan en candelero con escándalo.

daba por aquellas costas, y como sabia que era hombre atrevido, entonces dió esta comision de toda su confianza al alcalde mayor Roldán, mandandole que fuese con dos carabélas, à impedir que cortase brasil ni hiciese otros daños. Encontró Roldan á Ojeda que se habia internado con poca comitiva mas de sitte ú ocho leguas de distancia de sus navios; pudo haberlo preso, y no quiso, contentándose con pedirle sus provisiones reales, preguntándole con qué licencia habia abordado á la isla, y se entraba tan adentro de ella sin haber solicitado el permiso del Almirante, à que respondiò Ojeda que tenia sus despachos à bordo, y que no tardaria en cuinplir con su obligacion; pues en saliendo de lo mas urgente que le habia hecho arribar à tierra, iria luego á verse con el Almirante para darle cuenta de su venida y de otras cosas que le tocaban. Con esta respuesta se satisfizò Roldán, y despues de haber visitado los navios se volvió à Santo Domingo. Súpose poco dese pues que Ojeda habia dado vuelta al golfo de Xaragua, sin cumplir lo prometido. Fué enviado otra vez Roldán por el Almitaute, y cuando llegó à poca distancia de donde se hallaba Ojeda, supo con raro dolor, que muchos de los vecinos nuevos de aquella tierra se habian juntado con él, y en una noche habian dado derepente sobre los demás que no le querian seguir, y que habia habido muertos y heridos de una y otra parte, con harto escandalo de los indios, por donde se iba à suscitar un alboroto peor que el antecedente. Conoció entonces Roldán su yerro en no haber asegurado la persona de Ojeda en el puerto de Yaquimo, y se dispuso para repararlo; pero Ojeda estaba ya á bordo de sus naviʊs: le escribiò proponiéndole que se viniese à ver con él para tratar de algunos asuntos, y despues que estos dos capitanes (que se temian reciprocamente, porque ambos eran de capacidad y resolucion) se hubieron observado mútuamente todos los movimientos, Ojeda se retirò doce leguas mas allà de Xaragua en la provincia de Cahay que hoy se llama de Arcahay; siguióle Roldán, y despues de haber vencido muchas dificultades, ayudado de su habilidad y ánimo, empeñó en fin à Ojeda à que conferenciásen sobre el motivo de su venida, y consiguió al cabo que se retirara Ojeda y dejára la ejecucion de sus malas intenciones. No hay duda que en esta ocasion hizo Roldán un servicio muy importante al Almirante que estaba en vísperas de verse sumergido de nuevo en un ab.smo de disturbios, del que no hubiera salido sino con gran trabajo; y mas cuando entendió por un clérigo y tres hombres que se quedaron en la isla lo que él sabia muy bien, que sus enemigos tenian mu• cho apoyo en la corte, y que Ojeda se habi tomado este atrevi➡ miento prevalido de los favores que le hacia el obispo Fonseca. Antes de partir Ojeda escribió este capitan una carta al Almirante dicièndole que ya que no habia podido perderlo en su isla, iba á darle á conocer al consejo de España, que no dejaria de atenderlo à él, y castigar la injusticia que le hacia en no dejarle arribar à la Española para remediar las necesidades de su gente, y de sus navios. Al

fin hízose á la vela para España à último de febrero del año de mil quinientos.

Con todo eso no conoció el Almirante el riesgo en que se habia visto por entonces, sino despues, porque el fuego de la sedicion se volvia à encender por todas partes, y si Ojeda hubiera sabido la disposicion en que se hallaban los ànimos de muchos españoles, no hubiera dejado de llevar adelante su empresa. Como es dificultoso desarraigar la cizaña sin que vuelva á brotar, así la gente mal habituada y conmovida con mal ejemplo de los rebeldes volvia à mover nuevos alborotos. Un Fernando de Gueva ra, hombre sedicioso, se habia ya juntado con Ojeda por la proporcion que hallaba de encubrir sus delitos y vengarse de Roldán que le habia impedido el casarse con Higueymóta, hija de Anacáona, hermana del cacique Bohechio, aunque dicen que envió un clérigo que la bautizase, para poderse casar con ella, lo cierto es, que no obstante haberle reconvenido Roldán, que habia siempre defendido á aquella señora, y el grande enojo que recibiria de ello el Almirante, no quiso obedecer a Roldán, manteniéndose en su amancebamiento con Higueymóta, y tramando con otros el modo de matar à Roldan ó sacarle los ojos; y en efecto á mediados de junio de mil quinientos, aispusieron los conjurados la pris.on ó la muerte del alcalde mayor. Súpolo Roldán, y como tan advertido, sin perder tiempo prendiò a Fernando de Guevara con otros sete de los principales conjurados, y avisó al Almirante de lo que pasaba, para que se le ordenase lo que habia de hacer, no querien do ejecutar nada por su propia autoridad, y por el acatamiento que le queria manifestar, habiendo despues de su reconciliacion con el Almirante quedado muy firme en sus intereses; y este gefe le mandó que le enviáse los presos á la fortaleza de Santo Domingo. Enojado Adrian Moxica de la prision de su primo D. Fernando, salió por la Vega Real, á donde vivian muchos cristianos, juntando gente y sublevandola con amenazas de matar á Roldàn: este se portó tan bien y con tanta viveza, que apresò á Adrian Moxica y à los principales de su cuadrilla, y llevados de órden del Almirante à la fortaleza de la Concepcion, mandó ahorcar á Adrian como autor y principal cabeza de la conjuracion: desterró à otros segun la calidad de sus delitos, y dejó á D. Fernando en la prision. Se halla alguna variedad en los autores sobre quién apagó ésta sedicion, y mandó ajusticiar á Moxica. Fernando Colón que escribió los hechos de su padre el Almirante, relata el caso como lo tengo referido; pero el historiador Herrera dice, que el Almirante prendió à Moxica, y pidiendo éste confesion le mandó traer un clèrigo que le confesàse, y porque vió que algunas veces decia que no se queria confesar y que de propósito se detenia en la confesion, le mandó echar de una almena abajo, y que hizo ahorcar á otros, y que el Adelantado siguió à muchos de los amotinados que andaban fugitivos, y prendió à diez y seis de ellos que tenia metidos en un hoyo para ahorcarlos à su tiempo, y no pudo porque

se lo estorbaron los incidentes que se referiràn. Fuése en este modo ó en otro el castigo de Alrian Moxica y de sus compañeros, ello es que asi se restableció en todas partes la tranquilidad, y con estas ejecuciones à tiempo, se sosegó la tierra, y los indios volvieron à la obediencia y servicio de los cristianos. Los castellanos por haber descubierto muchas minas de oro, se retiraban del servicio del Rey, y pagándole la tercera parte de lo que hallaban, trabajaban de por sí con tanta aplicacion en sacar el oro, que hubo persona que recogió en un dia cinco marcos de este metal en granos bastante gruesos, entre los cuales hubo uno que pesaria ciento noventa y seis ducados. Los indios por su lado estaban obedientes con gran miedo del Almirante, y para complacerle, pensando que le hacian gran servicio, se hacian cristianos voluntariamente, y muchos de ellos parecian en su presencia vestidos. Toda esta calma habia procurado ta visita del Almirante quien con su hermano el Adelantado corrió la isla personalmente, y gastó cinco meses largos en ella: no duró mucho, y ocu tó una horrible tem→ pestad, siendo todo lo que habia pasado como un ligero preludio de lo que esto amenazaba; y es que mientras Colón fiaba demasiado en su inocencia, y en la proteccion de la Reina Doña Isabél, creyéndola inaccesible contra los tiros de sus enemigos, estos se manejaron tan bien, y con tal arte, que las acusaciones que venian de todas partes perfectamente concertadas, al fin pasaron en un clamor general contra el que no pudo resistir su misma protectora Doña Isabél.

Estaba entonces la córte en Granada donde habian llegado mas de cincuenta castellanos que habian venido poco antes de la Española con el ànimo de sublevar el populacho contra los Colònes: los que los apoyaban en la còrte no cesaban de publicar muchas calumnias contra el Almirante y sus hermanos, y procuraban por todos los medios imaginables concitar el ódio del pueblo, especialmente contra D. Cristobal, y hacerlo sospechoso al Rey, á quien ya habian escrito los rebeldes desde la Española, que traba aquel estrangero à hacerse soberano de aquellos nuevos paises. Con esto se puede presumir la impresion que haria una acusacion semejante sobre el espíritu tan delicado, y asombradizo del Rey D. Fernando. Un dia compraron estos hombres una gran porcion de uvas, y se sentaron à comèrlas en el patio de la Alahambra, dando grandes gritos, y diciendo que los Reyes y el Almirante los hacian pasar la vida en aquella infelicidad por no pagarles sus salarios que habian ganado en el trabajo de las minas, y otras insolencias contra los Colónes: tanta era su desvergüenza que cuando el Rey salia, lo rodeaban todos y le gritaban puga, paga; si veian pasar à los hijos del Almirante que eran pages de la Reina Doña Isabel levantaban mas el grito dicièndoles: „Veàn, vean los ,,hijos de ese traidor que ha descubierto nuevas tierras, para que perezca de miseria en ellus toda la nobleza de Es

paña." (81) El Rey que no tenia tanta aficion ni con mucho que la Reina al Almirante, comenzó luego à mirarlo mal à vista de una sublevacion tan universal; pero la Reina le conservó mas tiempo sú estimacion, y con todo al fin importunada con tantas quejas se dejó persuadir, y lo que la empeñó à descargar el mas fatal golpe contra el infeliz Colón fue una cosa que le hizo mucha impre sion, y nadie esperaba.

Hemos visto que unas de las condiciones del tratado hecho con Roldan era, que los que quisiesen de los rebeldes volver à Castilla tendrian el permiso de llevar consigo las indias ó mugeres de indios que se habian amancebado con ellos, y estaban ó en cinta, ó paridas. Muchos no contentos de esta carga que no les podia ser de utilidad, habian embarcado esclavos en su lugar, y sin que lo supiese el Almirante, ó tal vez sabiéndolo, porque en la situacion en que se hallaba debia de hacerse de la vista gorda y no lo podia impedir; lo cierto es, que en los dos navios á donde venian los procuradores del Almirante y los amigos de Roldàn, vinieron tambien como trescientos esclavos, y la Reina que habia encargado tanto que no se atentase contra la libertad de los indios, sintió sobre manera que el Almirante hubiese enviado tantos indios por esclavos. Esta contravencion á sus órdenes, de que ninguno de sus contrarios habia pensado hacerle un delito entre los muchos que le acumulaban, le pareció un atentado que no podia perdonarse; comenzó aun á tenerlo por menos inocente de lo que se habia persuadido en todo lo demás que le imputaban; y asì mandó pregonar en Sevilla y Granada, y en los demàs lugares principales de España, que todos los que tuviesen indios que les hubiese dado el Almirante, los volviesen, lo que se cumplió puntualmente, enviándoles á sus tierras despues de dada su libertad, y luego tomó la resolucion de quitarle el gobierno del nuevo mundo de que tuvo bien que arrepentirse; siendo tan cierto, que deben los principales estar muy sobre sì, y no dejarse llevar de los primeros ímpetus en sus determinaciones, cuando aun tienen por objeto la virtud. En efecto no hubiera juzgado al Almirante tan culpable, si hubiera estado bien informado de la situacion tan crítica en que se veia por entonces, y de la necesidad que le obligaba à obrar aun lo que no queria para obviar mayores inconvenientes, pues asì habia llegado á conseguir que se estinguiese todo motivo de rebe lion. Gobernaba con una autoridad grande, y fibre de todos obstácu los veia con gozo los castellanos aplicados y sujetos, y los pobres indios muy dispuestos á recibir el yugo suave del evangelio, y el de la dominacion de Castilla. Sus mayores enemigos casi estaban reconciliados, y se lisongeaba de que en menos de tres años aumentaria las rentas de la corona en mas de sesenta millones, sin la pesca de las perlas, que pensaba asegurar con la fábrica de una buena fortaleza. Estos movimientos de Granada que causaron la desgracia

[8]] Tal pago dá el diablo á los que le sirven bien.

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