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desgracia fué que apoyaron estos informes siniestros muchos poderosos, y entre ellos Juan Rodriguez de Fonseca, ya obispo de Badajoz, quien principalmente le tiraba los mas crueles golpes, y todos celebraron la coyuntura para perder à los Colónes. Pero no les fué tan fàcil engañar à los Reyes católicos como lo pretendian, porque los últimos navios que habian llegado de la isla, anclaron bien cargados de algodón, oro, perlas, añil, palo de brasil y de muchas mercaderías preciosas, lo que hacia desvanecer tantos discursos malignos que se hacian contra el proceder del Almirante; pero como se verá despues, tomaron sus contrarios tantas y tan oportunas medidas, que al fin la inocencia fué oprimida y con mu• cho trabajo pudo aclararse y respirar. Tomó en fin Roldan el partido de irse a Santo Domingo, y como se entendió despues, fué con el intento de sonsacarle alguna de su gente; trataron ambos de algunos conciertos, y disimulando el Almirante la indignacion que le causaba la conducta de Roldàn, le propuso con ticiones bien ra➡ zonables, replicóle Roldán, que no podia aceptar las sin parecer de su consejo, y se volvió à Banάo, protestando que avisaría de lo que en él se resolviese. Colón envió á D. Diego de Sa lamanca su mayordomo con Roldan para que no se enfriase la negociacion; pero apenas hubieron llegado à Bando, que arrepentido Roldán de haberse visto con su general y haber principiado los capítulos de su reconciliacion, escribió al Almirante otra carta muy insolente, proponiéndole condiciones tan duras, que bien sabia no las podia admitir, y sin esperar respuesta se fuè para la Concepcion, con ànimo de cogerla por sorpresa. En efecto, no quiso el Almirante aceptar sus propuestas, pero sin aflojar un punto de sus deseos pacíficos volvió á publicar otro perdon general, y enviò á Carabajàl contra los rebeides con pleno poder para obrar en esto segun su prudencia, y conforme lo podian exigir las circunstancias. Ballester mandaba la fortaleza de la Concepcion, cuando Roldan se presentó delante de aquella plaza, y como vió que la defendía un hombre de valor, y que era de suyo muy fuerte, desesperando ya de poderla tomar por asalto, trataba con sus partidarios de cogerla por hambre: ya le habian quitado la agua cuando llegó Carabajàl: mudáronse entonces los rebeldes, y pocos dias despues comenzaron las negociaciones entre Roldán y Carabajál, y mediante la destreza de este oficial, se concluyeron finalmente estos capítulos. El primero fué, que los que quisieran volver à Castilla, lo pudiesen hacer libremente, para cuyo efecto se les habian de dar dos navios. Segundo: que en lugar de los esclavos que habian pedido, se les permitiese embarcar las Indias mancebas que tenian preñadas y paridas; pero que no llevasen ningun indio de la isla contra su voluntad. Tercero: que se les darian certificaciones de buenos servicios y de buena conducta, teniendo cuenta de que se les restituyesen los bienes que decian se les habia tomado. Cuarto: que se providenciaría sobre la seguridad de los efectos que dejaban en la isla por causa de su ida à España.

Firmó al instante Roldán estos capítulos con la condicion que el Almirante los ratificase dentro de diez dias. El Almirante los firmó el dia veinte y uno de noviembre, con otra condicion, que se embarcàsen dentro de cincuenta dias, y luego dió sus órdenes para que por el tiempo señalado se hallàsen los dos navios en Xaragua prontos à partir. Ya los rebeldes habian cogido, el camino de este punto para embarcarse; pero como muchos de ellos no tenian ninguna gana de volver á Castilla, y lo supo el Almirante, les mandò decir que no fuésen, si no querian ir à España, y dejándoles toda libertad en este asunto, les envió un seguro ofreciéndoles sueldo á todos aquellos que se quisiesen quedar y avecindar en la isla. Partió despues para la Isabela, cuyo gobierno confirmó à su hermano D. Diego, encargandole obligase à los caciques á pagar sus tributos, y antes mandó que Carabajal se fuése por tierra à Xaragùa, á fin de que se verificàse la ejecucion de los capítulos tratados. Se encaminaron en efecto para el puerto de Xaragúa los navios que se habian prometido à los rebeldes; pero habiéndoles cogido una gran tormenta, no pudieron llegar al tiempo prefijado y convenido, pretesto que tomó Roldán y los mas de sus compañeros que no tenian ganas de marchar á Castilla, para decir que se hallaban libres de lo prometido. No se veia el fin de estos disturbios que duraban ya dos años, y prosiguieron gran parte del año siguiente de mil cuatrocientos noventa y nueve. El que quisiere ver por menor el detall de todas estas alteraciones, que he relatado por mayor, vea á Herrera y à Fernando Colón que hacen unas descripciones muy prolijas de todos estos acaecimientos; bastandome à mi lo que he estractado, para hacer mas sensible lo poco que podrian medrar los primeros ministres evangélicos entre tanto bullicio, en la conversion de los pobrecitos indios de la Española. Todavia no era tiempo, y se pasaron algunos años sin que tuviesen asiento las cosas, y entre tanto me es fuerza dar noticia de estos pasages principales, para que se vea con claridad cuan poco puede fructificar el grano evangélico, si las leyes no están en su vigor, y no se entablan bien en un pais las máximas de una buena política.

CAPITULO 14.

Conciértase de nuevo Roldán con el Almirante y se concluye su rebelion. Origen de los repartimientos en Indias. Vuelve Ojeda de sus descubrimientos y ocasiona nueros alborotos en la Española. Levantamiento de Adrian Moxica, su castigo. Movimientos en Granada contra los Colònes. Año de 1499.

Viendo Carabajál que todos los rebeldes no querian cumplir lo capitulado, les hizo un requerimiento en forma del que no

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hizo caso Roldán. El Almirante avisado de todo, tuvo tanto mayor disgusto de estos nuevos incidentes, porque casi forzado se veia à dar dos navios à los amotinados de los que habia menester para enviar à la isla de las Perlas, para consumar despues el descubrimiento de la tierra firme. No obstante que veia fustradas sus diligencias para la reduccion de Roldán, se animó á escribirle y à Moxica en los términos mas capaces de persuadirlos y ganarlos: no consiguió ot a respuesta de aquel, mas sino que le agradecía su consejo; pero que no le habia menester, añadiendo otras insolencias hijas de su temeri➡ dad. Halló Carabajal modo de entablar de nuevo sus negociaciones con Roldán, y llegaron á punto de concluirse. Bien hubo me nester el Almirante valerse de gran fléma y moderacion, para su frir las provocaciones de Roldán, que parecia con ellas tirar à cansar su paciencia ó á empeñarle à compter una violencia que les serviria de pretesto para conseguir su rebelion. No se desmandó en nada el Almirante, y por graves razones que le impelieron lo concedió todo. En efecto, se veia cercado de mil dificultades: el mal de la revolucion se volvia contagioso: los indios ostigados de las opresiones de ambos partidos, daban muestras en varios pasages de intentar una sublevacion: los mismos castellanos que hasta entoncer habian permanecido fieles al Almirante, comenzaban à inquietarse y decir claramente, que si se hubieran juntado con Roldán, se hubieran enriquecido, y tuvieran la libertad de poderse volver à Castilla; bastantes de ellos daban á entender que se irian à la pro. vincia del Higuay, donde creian encontrar mucho oro, y vivir à su antojo como lo habian hecho los rebeldes en Xaragúa. Todas estas consideraciones determinaron al Almirante á concluir á cualquier precio que fuése sus conciertos con Roldán; y así pasó por todo sin poner reparo en cosa alguna. Se firmaron por fin los artículos, y se ejecutaron de buena fé Para que este negocio mas presto se concluyese habia determinado el Almirante embarcarse, y con dos navios bien proveidos, irse al puerto de Azúa, distante veinte y cinco leguas de Santo Domingo, para estar mas cerca de Roldán, llevando consigo á Juan Dominguez clètigo, y á los principales oficiales de su confianza: gastó desde el mes de mayo, hasta veinte y ocho de setiembre, que se pregonó la provision de concierto con Francisco Roldàn, en apurar su invicta paciencia sufriendo muchos desaires de parte de este gefe de los rebeldes, quien comenzó luego á usar del oficio de alcalde mayor con la misma arrogancia de siempre, y excediendose de sus facultades à vista y presencia del Almirante, que pasaba por ello à no poder mas. No tardaron entonces en despacharse las dos carabélas en virtud de lo capitulado, y el Almirante estuvo tentado de embarcarse en una de ellas para Castilla, à fin de informar personalmente à los Reyes de cuanto habia pasado con Roldan, porque estaba instruido del colorido siniestro que se daba en la córte á sus cosas, y despues tovo tiempo para arrepentirse de no haberlo ejecutado. Pero el celo del bien público le hizo atropellar sus propios intereses, conside

rando que su presencia era necesaria para contener la provincia de los Aguayos, que se movia contra los españoles que andaban en la vega, y asi se quedó y se contentó con enviar en su lugar à Miguel Ballestér, y á Garcia de Barrantes, à quienes entregó los procesos contra Roldan, y los suyos firmados por Carabajál y Coronel, y por otras personas principales que debian presentarlos al Rey y à la Reina.

Despues de esponer por menor el Almirante en sus informes todos los excésos que habian cometido los sediciosos, y las funestas consecuencias que habian producido en la isla, representaba la necesidad en que se habia visto de consentir y pasar por todos los capitulos concertados con Roldán para no poner en mayor riesgo el establecimiento de la colónia, y cuanto daño se seguiria, si sus Altezas ratificasen un concierto firmado por la fuerza, é indigno de la magestad real; y así les suplicaba que inquiriesen la verdad de todo, y que supuesto que desde la conclusion de estos conciertos se habian portado los rebeldes de tal modo que dejában libertad á la córte de no guardarles las capitulaciones hechas con Roldán, se sirviesen atender que eran deudores de todos los tributos de los Reyes y caciques indios que habian defraudado para su provecho, impidiendo su paga à la hacienda real: que à mas de eso constaba por los procesos hechos contra ellos en esta rehelion, que estaban condenados en virtud de dos sentencias por trai dores, y convencidos del gravísimo delito de rebelion, infamia que no podia él dispensar, ni de las penas en que habian incurrido por ser reos de lesa magestad. Terminaba su memorial pidiendo con nuevas instancias que le enviàsen un magistrado hàbil para la administracion de justicia, y un contador mayor ó tesorero real para la mejor direccion de los intereses reales, obligándose à pagar estos ministros y repetir sus súplicas en órden à que le guardàsen sus prerrogativas; insinuando que si sus Altezas querian que sus gobernadores hiciesen bien su deber en las Indias, convenia honrarlos y premiarlos á proporcion de sus buenos servicios, porque de lo contrario los esponian à la tentacion de acudir mas bien al aumento de sus intereses que à los de sus soberanos; y finalmente representaba, que porque ya se hallaba muy quebrantado de salud, se dignàsen enviarle à su hijo mayor D. Diego para ayudarle, y formarle en el manejo de grandes negocios debiendo succederle en los dos empleos que obtenia de virey y Almirante.

Hicièronse á la vela para Castilla las dos carabélas que llevaban estos despachos à principios de octubre, y el dia diez y nueve del mismo mes presentó Roldán al Almirante un memorial de parte de sus compañeros (que eran ciento dos) en el que pedian tierras en la provincia de Xaragua, á donde se querian avecindar. Como el Almirante temia que estando juntos en un establecimiento, se podia perpetúar la revolucion, no quiso por enton ́ces darles licencia para que todos juntos se avecindásen, sino llevar à la larga esta materia; y como los mal contentos se iban ya

dividiendo yendo cada cual por su lado, no hubo dificultad concederles lo que deseaban. El mayor número de ellos se estableció en Bando donde tuvo principio aquella villa. Otrs se colocaron en medio de la Vega Real à las orillas del Rio Verde, otros à seis leguas para el Norte en Santiago. Se dió a cada uno terrenos para labranza de mil montones de manióc ó pies de yu ca, que corresponde al terreno de mil pies de cepas en Castilla, obligando á los caciques de hacer trabajar aquellas tierras por sus vasallos; de aquí tomaron origen los repartimientos ó encomiendas de todas las Indias. (79)

Roldán que deseaba lograr de estos repartimientos, pidió tierras cerca de la Isabéla, alegando que antes de su levantamiento eran suyas, y el Almirante se las dió con generosidad, y aun mas magnánimamente se portaba despues de su reconciliacion con el que le habia dado la ley, que este que le debia el perdon de sus excésos; no tan solamente disimuló su mala conducta, sino que con la mayor confianza se valió de él en una ocasion de las mas delicadas en que aventuraba mas de lo que pedia la prudencia, y fué en lo que voy à decir. Acababa de tenerse noticia en la córte del descubrimiento de la tierra firme, y de la pesca de las perlas, que despertó la envidia de sus émulos; y como à los primeros avisos que tuvieron los Reyes D. Fernando y Doña Isabel de la rebelion del alcalde mayor Roldan se habian inquietado sumamente, procuraron los enemigos del Almirante virey, influir contra él y su familia las mayores sospechas de infidelidad; pintaron esta revolucion como un efecto necesario de la dureza è incapacidad para el gobierno de los tres hermanos, echando toda la culpa principalmente al Almirante de no haber apagado luego como podia un fuego capaz de causar un incendio general en las Indias. Fonseca que de la mitra de Balajóz habia ascendido en este mismo año á la de Córdoba, y habia vuelto à su cargo de la adminis tracion de las Indias, fué el que daba mas calor à estas sospechas. No habia mucho que Alonso de Ojeda se habia regresado á España, y se hallaba en la córte cuando se recibieron los informes y mapas del último viage del Almirante. Tenia entrada en el palacio del obispo ministro, y sabia bien que miraba muy mal las cosas de los Colónes: concibiò la idea de partir con el Almirante la gloria de sus descubrimientos; pidió á Fonseca que le hiciera merced de aquellos instrumentos ó memorias de Colón, y las logró inmediatamente. Despues de haberlas examinado, se persua❤ diò que podia continuar lo comenzado con igual felicidad que Colón formó su plan que presentó al ministro, y pareciéndole bien le dió este su permiso sin firma, y tal vez sin participacion de los Reyes para que continúase el descubrimiento del continente de las Indias, à condicion de que no entráse en las tierras del Rey de

[79] Infinitos males y torrentes de lágrimas corrieron por sta providencia, y por ella desaparecieron sus indígenas.

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