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Los portugueses, despues de haber sostenido grandes y sangrientas guerras con los mahometanos, adoptaron el atrevido pensamiento de enlazar á los laureles de sus triunfos la gloria de las grandes expediciones marítimas; así es que el año de 1411, durante el reinado de Juan I, algunos buqués llegaron á adelantarse hasta el cabo de Bojador, navegando por la costa occidental de África; el año pe 1418 se verificó el descubrimiento de Puerto Santo; en 1419, el de la isla de Madera; y en breve tiempo los portugueses, adquiriendo reputacion de hábiles marinos, se extendieron hasta mas allá del rio del Senegal. Bartolomé Diaz se atrevió á navegar hasta el cabo de Buena Esperanza en el reinado de Juan II.

Los descubrimientos que con tanto afan se hacian en la parte occidental del mundo, tenían por único objeto encontrar un paso para el comercio con la India Oriental. Cuando los portugueses se proponian descubrir este camino en dicha época, se supo con admiracion del mundo entero que Cristóbal Colon, protegido por la católica reina de España, se habia lanzado á navegar por los desconocidos mares de occidente, y habia arribado á las playas de un Nuevo Mundo. La grandeza de este suceso que produjo importante revolucion en los conocimientos y riquezas de la especie humana, es digno de ocupar distinguido lugar en las páginas de la Historia Universal, al lado de las naciones del viejo mundo; porque esos paises del continente americano, que la conquista española levantó sobre las ruinas del poder de sus primeros habitantes, se encuentran reconocidos hoy como naciones libres é independientes; y por eso mismo se han hecho acreedores á que se escriba sobre cada uno de ellos una historia particular, donde se describan los heróicos hechos de muchos siglos. Nosotros, antes de ocuparnos de este árduo y dificil trabajo, nos proponemos dar una breve ojeada sobre los primeros descubrimientos en el nuevo continente, cuyo cuadro servirá de introduccion á la historia particular de cada una de las naciones americanas.

Primer vinge de Cristobal Colon al Nuevo-Mundo: descubrimiento de algunas islas: la nueva poblacion del puerto de Navidad en Haiti (1492). Don Cristóbal Colon, nacido en la ciudad de Génova, aprendió el latin desde su tierna edad, y se dedicó á los estudios de la cosmografía. En los primeros años de su juventud hizo un viage al polo ártico, en el cual llegó á navegar hasta cien leguas mas allá de Islandia. El afan que siempre tuvo por la adquisicion de esta clase de conocimientos, lo instruyó en la práctica de la verdadera astronomía y en la delineacion de las cartas geográficas. A fines del reinado de Alonso V se presentó en la córte de Lisboa para establecerse en ella; pues el nombre de primeros navegantes del mundo, que los portugueses habian ya adquirido en ese tiempo, le sirvió de estímulo para el deseo de asociarse á sus conocimientos. Los ministros del rey le dieron muy buena acogida; y al poco tiem

po casó con Doña Felipa Muñiz de Perestrelo, hija del primer poblador de Puerto Santo, con cuyo matrimonio pudo ensanchar el circulo de sus investigaciones geográficas, pues los papeles que encontró en la casa de su difunto suegro, le dieron no pocas luces sobre el orígen y objeto de las expediciones portuguesas. Estimulado el ilustre genovés con los descubrimientos que habian hecho algunos de sus contemporáneos, meditó con bastante profundidad sobre las diversas tentativas de los primeros marinos; tuvo noticia de algunos objetos que se habian encontrado en el mar, hácia el occidente del África; consultó los mejores autores clásicos de la antigüedad; y adquirió por último la conviccion de que debian existir otras tierras ó naciones al occidente del viejo mundo; ó por lo menos llegó á persuadirse, engañado por las erróneas doctrinas del árabe Alfragano, que navegando hácia occidente podria encontrarse camino mas corto para la India. Cristóbal Colon tenia el instinto que acompaña á los grandes ingenios; pero le faltaban desgraciadamente los medios de ejecucion.

El senado de Génova consideró como quimérico su pensamiento. Don Juan II de Portugal, ocupado á la sazon en los descubrimientos que se hacian á lo largo de la costa de África, no atendió con el debido aprecio á sus propuestas; pero no por eso algunos cortesanos dejaron de sondear la ejecucion bajo el mayor sigilo. Cristóbal Colon, que se irritó hasta lo sumo con semejante superchería, pasó el año de 1484 á la córte de los reyes católicos, libre del cuidado de su muger ya difunta, de quien hubo á su sucesor Don Diego, y envió á su hermano Don Bartolomé á Inglaterra para proponer el proyecto á Enrique VII. La constancia y convencimiento de que se hallaba poseido Colon, hubieran podido solamente resistir á los retardos y desaires que á toda prueba sufrió en España por espacio de ocho años; hasta que por último Isabel la Católica, vencida por las persuaciones de dos personages instruidos de la córte, tomó el proyecto bajo su soberana proteccion, mandando asentar el convenio conforme á los descos del ilustre genovés. Sus capítulos comprendian las siguientes concesiones: . El almirantazgo de todas las islas y tierras-firmes que descubriese en los mares de occidente, como tambien el derecho de disponer para sus sucesores de las preeminencias y prerogativas de dicho oficio: 2. El vireinato y gobierno general de las mismas islas y tierras-firmes; y en cuanto á la gobernacion particular de cada isla ó provincia, debia presentar tres individuos á los reyes católicos, para que éstos eligiesen uno á su satisfaccion: 3. La décima parte líquida de todas las mercancías que se adquiriesen ó comprasen en los límites del almirantazgo: 4. El conocimiento en los pleitos que sobre dichas mercancías pudieran suscitarse; y 5. El derecho de contribuir con una octava parte en los buques que se armaren para dicho tráfico, debiendo en consecuencia disfrutar de la octava parte de las utilidades. Confor

me á estos capitulos se le dió despacho en forma, á 30 de Abril de 1492; y los católicos reyes escribieron cartas á los monarcas que debian reinar en oriente û occidente, para que diesen buena acogida á su intrépido almirante.

La reina Isabel, ilustre por mil titulos en los anales de España, tomó el mayor empeño en procurarle los medios de poner en práctica su proyecto de viage al occidente del mundo conocido; y el 3 de Agosto de 1492, en presencia de un concurso numeroso del pueblo, castellano salió del puerto de Palos (Andalucía) con tres buques muy mal equipados, á saber: la Santa María, la Pinta y la Niña. Despues de haber arribado á la Gomera, una de las islas Canarias, dió la vela el 6 de Septiembre hacia el occidente por medio del anchuroso oceano. Los vientos lo condujeron en breve tiempo á grande distancia de su punto de partida; y como advirtiese que los tímidos marineros comenzaban á llenarse de inquietud con las ideas de una cierta perdicion, tuvo que revestirse de extraordinaria energía para reprimir el general descontento, valiéndose al mismo tiempo de ficciones, promesas y alhagos. El mar le daba cada dia multiplicadas señales de la existencia de las tierras que buscaba, y cada vez el espíritu de insubordinacion se hacia mas notable entre sus compañeros de viage; hasta que por último, viendo casi amotinadas las tripulaciones de los buques, prometió que si dentro de tres dias no descubria tierra, volveria á tomar inmediatamente el camino para Castilla. La providencia quiso que divisase en la noche del 11 de Octubre, desde el castillo de proa, una luz que se movia á alguna distancia. Dos horas despues de media noche la tripulacion de la caravela Pinta, cuyo buque se hallaba mas adelantado que los otros, dió con indecible entusiasmo el grito de tierra. Al siguiente dia toda la gente contempló las playas de una isla todavia virgeu en vejetacion, cuyos arroyos y arboledas amenizaban el terreno por todas partes: los naturales la conocian con el nombre de Guanahaní, que es una de las islas Lucayas, distantes de Canarias novecientas cincuenta leguas; pero Cristóbal Colon la llamó en lo sucesivo San Salvador, ora porque su descubrimiento fué para él una · verdadera salvacion, ora porque quisiese consagrar á Jesucristo las primicias de sus expediciones marítimas.

Los tímidos y sencillos habitantes de esta isla, tan pronto como vieron acercarse la escuadra expedicionaria, la contemplaron en medio del mayor sobresalto y adiniracion. El almirante saltó á tierra con bandera desplegada, en compañía de sus dos capitanes Martin Alonso Pinzon y Vicente Yañez; tomó solemne posesion de ella en nombre de los reyes de Castilla; y repartió entre los naturales que lo miraban atónitos, algunas cuentas de vidrio y otros objetos de corto valor. Los isleños tenian la cútis de color aceituno, la fisonomía agradable, y el cuerpo pintado caprichosamente de negro, blanco ó encarnado. Todos acudieron el dia 13 á los buques para

contemplar con admiracion cuanto veian al rededor suyo. El almirante tomó seis indios para llevarlos á Castilla; determinó continuar el curso de sus descubrimientos por la noticia que adquirió de la existencia de otras tierras; y el dia 15, despues de haber navegado siete leguas, se acercó á las playas de otra isla que llamó la Concepcion, cuyos habitantes no se diferenciaban en nada de los otros. De este modo descubrió sucesivamente la Fernandina, la Isabela y Cuba.

El 19 de Noviembre salió de Puerto-Príncipe, situado en las costas de Cuba, y tomó la direccion de levante en busca de una isla, donde los indios le decian que debia encontrar gran cantidad de oro. Habiendo navegado cuatro dias combatido por vientos contrarios, se vió precisado á regresar por último á las playas de Cuba; llevando el sentimiento de que Martin Alonso Pinzon, capitan de la Pinta, se habia separado de los otros buques y adelantado en el curso de su viage. El almirante volvió á emprender su navegacion, y habiendo llegado diez y ocho leguas mas allá del extremo oriental de Cuba, divisó un hermoso puerto que llamó San Nicolás, en otra isla que los naturales conocian con el nombre de Haiti: en seguida tomó la direccion del norte, recorrió mucha parte de la costa y arribó á un puerto que nombró Santo Tomás, de donde distaba cuatro leguas la residencia del poderoso Guacanagari, uno de los cinco reyes que tenian bajo su gobierno á los caciques del norte de la isla. Colon le puso el nombre de la Española, en honor de la nacion que tuvo á bien proteger su atrevida y gloriosa empresa. Guacanagari recibió á los castellanos con muestras de señalado aprecio y distincion, circunstancia que fue muy favorable á los proyectos del almirante, cuyas intenciones eran fundar una poblacion en esta isla con algunos compañeros de viage; pues creyó ver en su cielo y producciones alguna semejanza con los reinos de Castilla.

Un accidente imprevisto reanimó sus intenciones. Uno de sus buques, á consecuencia del abandono del timonero, se deshizo desgraciadamente contra los arrecifes de la costa; y á no haber sido por el auxilio y generosa ayuda de Guacanagari, muchos hubieran perecido y nada se habria salvado; pero los naturales de la isla, cuyas costumbres eran blandas y afables en sumo grado, le sirvieron con la misma religiosidad que hoy puede hacerlo el pais nas civilizado. El almirante, despues de haber obtenido el consentimiento del monarca indígena, mandó construir una torre de madera con su foso en rededor. La obra se concluyó en menos de diez dias, y para ella sirvieron los materiales del buque destrozado. Eligió treinta hombres para la custodia de esta fortaleza; les nombró un capitan á su satisfaccion; dispuso que se quedasen con ellos un escribano, un carpintero de ribera, un bien artillero y otros útiles artesanos; los proveyó de vino, bizcocho y otros bastimentos; y les dió, en fin, saludables consejos sobre la conducta que debian obser

var con los naturales. A esta naciente población de cristianos, la primera que se fundó en América, tomó el nombre de fuerte de la Navidad. Cristóbal Colon, habiendo recomendado á Guacanagari los colonos europeos, dispuso volverse á Castilla para revelar al mundo los secretos del Occeano.

Regreso de Colon á España: concesion hecha por la santa Sede ú la corona de Castilla: reclamaciones del rey de Portugal: segundo viage de Colon al Nuevo-Mundo: fundacion de la Isabela en la Española (1493). El 4 de Enero salió del puerto de Navidad con el único buque que pudo conservar de su escuadrilla. A los pocos dias de navegacion tuvo la fortuna de encontrar la caravela Pinta, cuyo capitan procuró disculparse del mejor modo posible, aunque el almirante llegó siempre á comprender que habia rescatado mucho oro, y lo habia distribuido por mitad entre él y sus compañeros; pero su prudencia y sabiduría le hicieron mirar con disimulo este primer acto de defeccion, porque las circunstancias no eran á propósito para tomar enérgicas medidas. Prosiguió su viage observando con el mayor cuidado los hermosos puertos, los altos montes é innumerables cabos de la isla de Haití ó la Española. El 12 de Febrero una furiosa tempestad puso los buques en bastante peligro; pero Colon, que consideraba el descubrimiento del Nuevo-Mundo como la gloria de su nombre, viendo que todo iba á desaparecer en el sepulcro de los mares, escribió á toda prisa en pergamino la sucinta relacion de su viage, la envolvió en un paño encerado que colocó dentro de un barril, y lo arrojó en seguida al mar para que las olas pudieran llevarlo á una playa habitada; pues era la única esperanza que le sonreia en medio de sus peligros. Cristóbal Colon estimaba su descubrimiento en mas que su propia vida.

La tempestad desapareció por encanto: el dia 18 descubrió la isla de Santa María, una de las Azores, donde fueron violentamente aprehendidos unos cuantos marineros, que habian desembarcado en ella para cumplir un voto de piedad. El almirante los reclamó con su natural energía; y habiéndosele respondido que el rey de Portugal, á quien pertenecia la isla, les habia dado expresa órden para aprehender á él y á sus compañeros, mostró ante un escribano las provisiones de los reyes de Castilla, y los marineros fueron puestos inmediatamente en libertad. El 2 de Marzo sufrió otra tormenta tan furiosa como la primera; hasta que por último el buen tiempo lo condujo al puerto de Lisboa, cuyos habitantes se llenaron de admiracion al ver los sencillos naturales de las Indias Occidentales, los cuales pisaban por primera vez las viejas playas de Europa.

Hallándose á la sazon el rey de Portugal en Valdeparaiso, comarca de Santaren, escribió al alinirante con el objeto de pedirle una entrevista; y éste, para no mostrarle la mas mínima desconfianza, se puso desde luego en camino con direccion al lugar de su re

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