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potzalco: entrada del ejército trigarante en México: terminacion del vireinato de Nueva España.

CAUSAS que motivaron el segundo periodo de la revolucion: aspiraciones de los partidos en esta época (1820). Ya hemos dicho el equivocado juicio que formó Apodaca sobre el estado que guardaba la revolucion en la Nueva-España. Todos hemos visto la confiauza de los agentes del poder á la aproximacion de una crísis bastante grave; pero la atmósfera política se va oscureciendo á medida que se forma la tempestad. ¡Infelices hombres! Engañados en el fondo de sus palacios, toman por voluntad popular las adulaciones de los cortesanos, meciéndose á su vez en ilusorias relaciones desnudas de verdad, y con las cuales adormecen á los que hacen aprecio de sus palabras, dejándose ellos mismos dominar de semejantes pesadillas. Apodaca ignoraba que si la fuerza comprimia la accion de la revuelta material, quedaba sin valor alguno contra la insurreccion mora!, y que ésta á la manera de un volcan dormido, se nutria en silencio con nuevos elementos de vida para el dia de la irrupcion. La calma de México era el resultado de su fatigoso cansancio, y solamente existia una corta tregua entre España y su rebelde colonia. La metropóli habia hallado su principal apoyo durante la primera lucha, en las tropas criollas que abrazaron su causa con un celo dificil de esplicar, pues la profesion militar tenia numerosas trabas para los insurgentes bajo el régimen anterior. Ningun americano podia pretender un mando importante. Sin embargo, en la guerra que nos ocupa, la necesidad que habia de tener propicio el ejército, hizo que se le concediesen algunos privilegios notables, y aquellas tropas hasta 1820 permanecieron fieles á la bandera de España.

Esta fidelidad puede atribuirse á diferentes causas. Mientras una guerra viva y sangrienta ocupaba de contínuo á los oficiales, no les quedaba tiempo para discutir materias políticas, ni debatir la constitucion del pais. Espuestos en el campo de batalla á los golpes de los insurgentes, en ellos veian únicamente enemigos bárbaros, verdaderos bandidos, obrando contra el derecho de gentes. Los soldados criollos comprometidos bajo dos banderas opuestas, no escuchaban otros deberes que los de la obediencia pasiva, y peleaban con tal eucarnizamiento por conseguir la victoria, que no les permitia reflexionar acerca de su orígen é identidad de intereses; pero calmado el calor de los combates, las cosas mudaron de aspecto. Todos los insurgentes que habian admitido el indulto, fueron incorporados en los regimientos de línea, ó en las milicias del ejército real, y el espíritu de este ejército no tardó en resentirse de semejante amalgama. Los recien incorporados introdujeron sus anteriores opi

miones entre sus nuevos camaradas; pues se esforzaron en canonizarlas de justas y hacerlos partícipes de ellas, y no era la discusion la sola arina que empleaban para convertirlos. Otro género de seducciones se agitaban en el seno del ejército. Las mugeres que dnrante la revolucion fueron celosas encomiadoras de la independencia, se dirigian entonces á todas las pasiones generosas para conquistarla partidarios: al amor de la gloria, de la patria y de la libertad; y cuando las imaginaciones ardientes se hallaban inflamadas por sus patriotas peroraciones, echaban en cara á los militares ya seducidos, el haber retardado tanto tiempo la hora ansiada de libertad, y les suplicaban la reparacion de una falta que les habia hecho cometer un inentido pundonor.

Tal era la disposicion que guardaban los espíritus en México el año de 1820, cuando se supo el restablecimiento de la constitucion en España, y la revolucion practicada por el mismo ejército destinado á consolidar el régimen absoluto en ambas Américas. Es inútil decir que este acontecimiento infundió nueva energía en el partido independiente. Si no habia libertad de imprenta, la habia de comunicaciones sin restriccion alguna; pues en todos los puntos de México se entablaron reuniones clandestinas para discutir la forma de gobierno que debia adoptarse. Los españoles y sus partidarios se inclinaron a la constitucion española: los unos sin modificaciones, los otros menos democrática y mas adaptable al estado social de México. Los americanos querian la independencia; pero no estaban acordes ni en el modo de obtenerla, ni en la forma de gobierno que debiera establecerse: la mayor parte de los criollos deseaban la expulsion de los españoles, llegando algunos exaltados al estremo de pedir sus cabezas y la confiscacion de todas sus propiedades. Los moderados se contentaban con excluirlos de todos los empleos públicos, y de hacerlos descender á la misma condicion en que ellos habian mantenido á los indígenas por espacio de tres siglos. Un partido queria la monarquía constitucional, otro la república federativa, y un tercero la república una é indivisible. En esta confnsion de opiniones, de pasiones, de juicios, de pretensiones individuales, de intereses de castas y de irritacion popular, se agitaba el clero activamente en favor de la independencia del pais. Su accion sobre las masas era sin límites, y su ódio contra España no tenia término. Los decretos de las córtes relativos á los bienes eclesiásticos, no eran á propósito para modificar este implacable aborreci

miento.

Apodaca creyó que su particular obligacion era ser realista, so: metiéndose al mismo tiempo al régimen constitucional, y no dejaba escapar ocasion de favorecer al partido contrario. Se acercó á algunas grandes dignidades de la Iglesia, relacionadas con la nobleza de Nueva-España, con el proyecto de asegurar á Fernando VII un asilo en su coloniá y restablecer en ella la antigua forma de go

bierno. Semejante plan solo podia ejecutarse por el ejército; pero se necesitaba de un gefe influyente en él, que lo dirigiese por esta via retrógrada, en la que tendria que combatirse á todo el partido patriota mexicano, es decir, la masa liberal de aquella nacion apoyada por todas las partidas insurgentes que todavía tenian las armas en la mano. D: Agustin Iturbide, designado como el militar inas capaz de llevar a cabo la empresa, dió muy pronto á conocer que era el último de los oficiales que hubiera debido elegirse, y quizá el que menos mereciera entre todos la confianza del virey. Po co tardó en demostrario. Todo conduce a creer que estaba secretamente coaligado con el partido eclesiástico, que queria la independencia absoluta del pais, y que de mucho tiempo le ocupaba el pensamiento de apoderarse del supremo mando. Muy en breve lo verémos parodiar en América el papel de Napoleon y la jornada de Saint-Cloud.

Salida de Iturbide para el Sur: entrevista de Guerrero é lurbide: publicacion del plan de Iguala: opiniones de españoles y americanos sobre este plan: medidas del gobierno de México contra Iturbide (Enero y Febrero de 1821). D. Agustin Iturbide, nacido en Valladolid de Michoacan, fué hijo de D. José Joaquin Iturbide, natural de Pamplona, honrado individuo que procuró darle una educacion esmerada en el colegio de aquella ciudad; pero no habiendo hecho grandes adelantos en la carrera de las letras, su inelinacion tendia á tomar parte en el noble ejercicio de las armas. Cuando Hidalgo levantó el glorioso grito de independencia en ek pueblo de Dolores, Iturbide era subteniente del regimiento de milicias de su pais natal. Los que servian en este cuerpo no cobraban sueldo alguno, ni tampoco tenia necesidad de él por sus proporciones de familia; pues poseia nua fortuna independiente y se ocupaba activamente del manejo de sus bienes. Hidalgo le ofreció el empleo de teniente general; pero aunque este ofrecimiento era de naturaleza á seducir á un jóven sin experiencia, Iturbide veia el objeto de los planes del anciano cura, la verdadera debilidad de los insurgentes, el periodo de anarqía que debian atravesar para dar cima á sus proyectos, y entonces prefirió combatirlos á unirse á su vacilante suerte. Por su parte los insurgentes han afirmado varias veces que no le habian ofrecido el grado de teniente general, sino que habiéndolo solicitado con vivas instancias, no habian querido concedérselo en manera alguna, considerando que era comprar deinasiado caros los servicios de un jóven sin nombradía ni reputacion militar.

Iturbide se adhirió desde entónces á la causa de los realistas, y su primera campaña la hizo en la memorable accion del monte de las Cruces. Desde este momento su elevacion fué rápida; pues elegido para todas las empresas peligrosas, le fué casi siempre favorable la fortuna en el campo de batalla. Su valor contribuyó pode

rosamente al triunfo de las armas españolas en las jornadas de Valladolid y Puruarán. Solamente fué desgraciado en el ataque del fuerte de Cóporo, cuyo reves habia predicho en un voto que dió por escrito al general Llano. Nombrado comandante militar de todo el Bajío, de esas fértiles llanuras que forman la parte mas cultivada del territorio de la Nueva-España, recibió un honor que pocos crioIlos habian merecido antes de él. Si la historia imparcial debe reconocer los talentos militares de Iturbide, tampoco debe disimular que empañó su brillo con la fogosidad de sus pasiones, y por una crueldad que no puede sincerarle á los ojos de ella, ni aun en el modo de verificar las represálias. Todavía existe una de sus comu. nicaciones al general Cruz despues de la batalla de Salvatierra, fechada el viernes santo del año de 1813, en la cual anuncia que en celebridad de tan augusto y respetable dia, acababa de mandar á los profundos abismos trescientos y cincuenta excomulgados (así llamaba á los insurgentes), segun el cálculo que habia podido hacer de la relacion de los comandantes de las partidas que obraban en diversos rumbos, y de la inspeccion de los cadáveres que se hallaban tendidos en el campo de batalla. Las poblaciones indígenas tenian otras quejas contra Iturbide; pues le acusaban de rapacidad y graves exacciones, y fueron tan numerosas y repetidas las denuncias contra él, que el gobierno de Calleja se vió obligado á llamarle á México en 1816, donde se le formó un sumario prévio el informe de algunos realistas de reputacion, entre los cuales figuraba el del cura de Guanajuato Dr. D. Antonio Lavarrieta; pero el temor de perjudicar á los demás gefes del ejército, que se habian hecho culpables de ignales exacciones, detuvo su prosecucion hasta una época en que pudo salir de sn oscuridad; pues desde este momento quedó Iturbide sin empleo hasta el año de 1820, en cuyo tiempo Apodaca lo nombró comandante de las fuerzas realistas para dar un golpe de mano á los insurgentes del Sur de México.

La posicion del virey era bastante crítica en la época á que nos referimos; pues el pueblo apoyaba sus ideas de independencia en la constitucion que habia vuelvo á jurarse en Nueva-España; los individuos del clero, en presencia de la completa extinción de las órdenes de San Juan de Dios, Betlemitas é Hipólitos, ya veian tendida la mano del gobierno sobre los demás institutos y establecimientos piadosos; y los americanos Guerrero y Ascencio llevaban sus armas victoriosas por una gran parte de la tierra caliente. Iturbide contempló su felicidad en la confianza que en él acababa de depositar el gobierno de México; pues durante los cuatro años que se habia entregado al reposo, tuvo lugar de reflexionar sobre el estado de su patria, y se convenció de la facilidad con que podia sacudirse el yugo espaáol, si se estimulaban las tropas criollas á unirse con los insurgentes. Verificada esta reunion por medio de un hombre influyente, los regimientos europeos debian hallurse imposibilitados

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