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una multitud de personas particulares de la primera distinción, despues seguian á mano derecha la universidad y el cabildo ecles siástico, y á la izquierda el ayuntamiento con los alcaldes ordina rios, oficiales reales, y á su cabeza el corregidor que los presidia? en seguida venian el alguacil mayor, secretario y receptor de la In quisicion, y despues seguia el estandarte del tribunal, que llevabal su promotor fiscal, acompañado de los dos principales caballeros que entonces habia en México y pertenecian á la primera nobleza de España, los cuales tuvieron a mucho honor el llevar los cordones del estandarte: despues seguia la real audiencia y cerraban la procesion el virey y los dos inquisidores, yendo el mas antiguo en medio, á la derecha el virey y a la izquierda el mas moderno: los penitenciados caminaban tambien de dos en dos, todos con un fraile al lado para exhortarlos á morir ó para otros fines, y un familiar del tribunal para su guarda. Los trages ó sán benitos eran alusi-, vos á los delitos que en ellos se castigaban; pero todos ridículos y depresivos de la dignidad del hombre, y agenos de la compasion que debe excitar un desgraciado, á quien la sociedad se vé en el duro caso de esterminar ó imponerle alguna pena. Sectarios de Lu tero y Calvino, blasfemos, bigamos, hechiceros y hasta judios, fueron unos quemados vivos, otros despues de muertos y á los demás se aplicaron otros castigos. En 1602 hubo otro auto mas solemue por el estilo del que se acaba de describir. Pero con la circunstan, cia de haberse llevado procesionalmente ol dia antes por el cléro y regulares de todas las órdenes, una cruz verde, desde la Inquisicion hasta la plaza mayor; la cual se colocó en la cúspide de la media naranja ó pirámide de los penitenciarios, y con gran aparato de luces y acompañamiento de clérigos y frailes, fué velada toda la noche, eu la que se hicieron resonar los cánticos del oficio eclesiástico. Posteriormente los atitos de fé fueron con menos aparato: despues ya no se hacian en público sino en el templo de Sto. Domingo, y últimamente ya todos eran secretos y á puerta cerrada en el salon del tribunal, á presencia de pocas personas, á quienes se imponia la obligacion de guardar el mas rigoroso secreto." Pues bien: este tribunal que impuso terror a todos los habitantes de NuevaEspaña, fué un poder creado para conservar en medio de la ignorancia à la nueva colonia, como una garantia para sostener con mas seguridad la dependencia del pais; pues la secreta vigilancia que ejercian estos ministros de un sistema políticò religioso, alejaba de la inteligencia de los indios el exámen de sus derechos como agentes sociales, y no permitian que leyesen aquellos libros contrarios á las ideas que se habiau propuesto.

Al poco tiempo de haberse instalado el abominable tribunal de la Inquisicion, llegaron á Nueva-España algunas bulas del pontifice de la corte romana, que los indios tributarios se vieron obligados a tomar á razon de cuatro reales cada una, y la misma suma so les exi

gia por cada misa que oian. Pidieron que se contentasen con que este impuesto fuese por cada familia y no por cada cabeza, y se les negó. Algunas revueltas parciales, fácilmente reprimidas, acarrearon sobre ellos nuevas medidas fiscales. Se les prohibió bajo pena de vida, el cultivo de la viña y del olivo, reservándose la España el monopólio del vino y del aceite, sometiendo sucesivamente á iguales restricciones la mayor parte de las demás industrias. Entretanto algunos pueblos de las provincias lejanas á la capital, entre los cuales se distinguieron los chichimecas y oajaqueños, dieron muestras, como lo hemos visto, del espíritu de independencia que agitaba todavía sus belicosos corazones; pero sus nobles tentativas no tuvieron otro resultado que el de hacer mas pesado el yugo español; y mientras tales cosas sucedian se edificaban nuevas poblaciones en todos los puntos conquistados, y nuevos pobladores concurrian de España, de Cuba y Sto. Domingo, atraidos por la fertilidad del litoral marítimo y de las tierras cálidas que producian azúcar, cacao, cochinilla, añil y algodon, productos preciosos que estaban entónces á un precio crecidísimo. Sobre todo, las investigaciones de minas de oro y plata eran el objeto principal de sus viages. Tal era la situacion de Nueva-España al coucluir el siglo diez y seis.'

CAPITULO IX.

Vireinato de Nueva España.

(SIGLO DIEZ Y SIETE).

Gobierno de D. JUAN DE MENDOZA Y LUNA, décimo virey de México: inundacion de la capital. Gobierno de D. Luis de Velazco, segundo de este nombre y undécimo virey de México: grande inundacion en la capital: rumores de sublevacion de los negros. Gobierno del Ilmo. Sr. D. Fr. Garcia Guerra, arzobispo y duodécimo virey de México: muerte del arzobispo: gobierno provisional de la audiencia: castigo de una sublevacion de negros. Gobierno de D. Pedro Fernandez de Cordova, decimotercero virey de México: el rey confia la direccion del desagile á Adrian Boot: incendio de Veracruz: gran terremoto en Nueva España. Gobierno de D. Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, décimocuarto virey de México: inundacion de la capital: desavenencias entre el virey y el arzobispo: gran tumulto popular: deposicion del virey. Gobierno de D. Rodrigo Pacheco Osorio, décimoquinto virey de México: humanidad del visitador Carrillo: otra gran inundacion en la capital: sucesos varios durante esta administracion. Gobierno de D. Lope Diaz

de Armendariz, décimosesto virey de México. Gobierno de D. Diego Lopez Pacheco Cabrera y Bobadilla, décimosétimo virey de México: Gobierno del Illmo. Sr. D. Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla y décimoctavo virey de México. Gobierno de D. Garcia Sarmiento de Sotomayor, décimonono virey de México: expedicion marítima á la Baja California. Gobierno del Illmo. Sr. D. Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatan y vigésimo virey de México: gobierno provisional de la real audiencia. Gobierno de D. Luis Enriquez de Guzman, vigé simo primero virey de México: sublevacion de los Tarahumares. Gobierno de D. Francisco Fernandez de la Cueva, vigésimo segundo virey de México. Gobierno de D. Juan de Leiva y de la Cerda, vigésimo tercero virey de México: sublevacion de los indios de Tehuantepec. Gobierno del Illmo. Sr. D. Diego Osorio de Escobar y Llamas, obispo de Puebla y vigésimo cuarto virey de México. Gobierno de D. Antonio Sebastian de Toledo, vigésimo quinto virey de México. Gobierno de D. Pedro Nuño Colon de Portugal, vigésimo sesto virey de México. Gobierno del Illmo. Sr. D. Fr. Payo Enriquez de Ribera, arzobispo y vigésimo sétimo virey de México: sublevacion de los indios de Nuevo-México. Gobierno de D. Tomás Antonio de la Cerda y Aragon, vigésimo octavo virey de México: expedicion contra los indios sublevados de Nuevo México: expedicion marttima á Californias: toma de la ciudad de Veracruz por un corsario inglés. Gobierno de D. Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova y vigésimo nono virey de México. Gobierno de D. Gaspar de Sandoval Silva y Mendoza, trigésimo virey de México: reconocimiento hecho en las costas de Tejas: sublevacion de los indios tarahumares: gran tumulto en la ciudad de México. Gobierno del Illmo. Sr. D. Juan de Ortega Montañes, obispo de Michoacan y trigésimo primero virey de México: gobierno de D. José Sarmiento Valladares, trigési mo segundo virey de México: colonizacion de Californias: muerte y elogio del Lic. D. Carlos de Sigiienza y Góngora: la Nueva-España durante el siglo diez y siete.

GOBIERNO DE D. JUAN DE MENDOZA Y LUNA, décimo virey de México: inundacion de la capital. (1603 á 1607). En el siglo diez y siete no vemos en México sino acontecimientos interiores, y varios hechos que se ligan con la historia del globo. La dominacion de los españoles se vé de cuando en cuando recurrir á la fuerza, en particular contra algunas tribus chichimecas, que querian mejor morir con las armas en la mano, que concluir su vida en el fondo de las minas en una lenta agonía. Pero un enemigo mas imponente que el indio, el agua de los lagos, puso diferentes veces en el siTOM. I.

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glo diez y siete á la Nueva-España en el mayor peligro. Hemos visto ya este terrible elemento inundar la capital de los reyes aztecas, y á éstos buscar un preservativo á su Impetu por un largo dique clevado desde Ixtapalapan hasta Tepeyac. Este trabajo destruido varias veces por las aguas, y otras muchas reparado por los españoles, no pudo impedir las inundaciones de 1553, 1580 y 1604; pues apenas el virey Mendoza, titulado Marques de Montes Claros, empezaba á tomar conocimiento de las cosas del gobierno, cuando las excesivas lluvias del mes de Agosto inundaron repentinamente los llaños y la ciudad, y aunque las aguas bajaron muy pronto, los lugares bajos de la ciudad permanecieron anegados por espacio de un año. El marques de Moutes Claros concibió el proyecto de trasladar la ciudad á las lomas de Tacubaya; pero habiéndose, calculado que los edificios existentes ascendian al valor de mas de veinte millones, creyó mas conveniente ocuparse del desagüe de las lagurias, segun se habia pensado durante el gobierno de D. Martin Enriquez. Impedido este proyecto por algunas observaciones que hizo el fiscal del rey, se construyeron entonces los dignes y calzadas de Guadalupe, San Cristóbal y Chapultepec. Al mismo tiempo se dió principio à la nivelacion y empedrado de las calles, y se mandó construir la famosa arquería que conduce el agua desde Chapultepec a la ciudad. El año de 1603 se concedió á los naturales, á quienes habia juntado en congregaciones el coude de Monterey, que pudieran volver á habitar en sus tierras, y aunque algunos lo hicieron en fuerza de su amor à la vida libre y desembarazada, los mas murieron y abandonaron sus posesiones al dominio de los españoles. En 1606 llegó de visitador á México el Dr. Landeros de Velasco, y habiendo abierto su visita con las formalidades acostumbradas, privó de empleo y mandó á España á los alcaldes de crimen de aquel tribunal. Cuando el marques de Montes Claros promovia con ahinco la couclusion de la famosa arquería, fué nombrado virey del reino del Perú, con el privilegio de continuar desempeñando el gobierno hasta el momento de embarcarse en Acapulco a cuyo puerto le acompañó como singular gracia uno de los oidores de la real audiencia.

Gobierno de D. Luis de Velasco, segundo de este nombre y undécimo virey de México: grande inundacion en la capital: rumotes de sublevacion de los negros esclavos. (1607 á 1611) El virtuoso y anciano D. Luis de Velasco, el mismo que otra vez habia desempeñado el gobierno de Nueva-España, vivia tranquila y descuidadamente en su repartimiento de Atzcapotzalco, cuando recibió én su retiro el nombramiento de virey por la segunda vez. En seguida se encerró por ocho dias en el convento de franciscanos de Santiago Tlatelolco, y desde allí verificó su entrada en la capital el 2 de Julio de 1607. Las excesivas lluvias volvieron a hacer salir de madre las lagunas, y una grande inundacion que destruyó

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