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,,roguemos al gobernador que interceda con el rey, que os haga ,,mercedes y no deis lugar para hacer con él cuando venga, que os ,,haga cuartos." Habiendo manifestado Salazar que no tenia carta del rey, y que sus procedimientos habian sido efecto de su voluntad, Andres de Tápia arremetió á su caballo y gritó á los compañeros de aquel:,,caballeros, prendedle, no querais ser traidores." Entonces el factor tendió la mano con la mecha á un cañon, diciendo:,,calla, sino quieres que pegue fuego;" pero á ese tiempo D. Luis Guzman, capitan de la artillería de Salazar, la mandó retirar á la casa con un pequeño número de su gente; pues la demás se quedó fuera y se unió á las filas de Andres de Tápia. Guzman tomó ésta resolucion por miedo de que sus contrarios lo atacasen por la espalda. En seguida Alvarado y Tápia tomaron por asalto el alojamiento de Salazar, á quien echaron una cadena al cuello y lo pasearon en trage humilde por todas las calles y plazas, y luego lo encerraron en una jaula de gruesas vigas, donde quedó depositado y custodiado hasta que se procedió á la formacion de su proceso. Igual suerte estuvo reservada á Pero Almindes de Chirino, quien salió de Oajaca para venir en auxilio de su colega en el gobierno; pero habiendo sabido que Andres de Tápia marchaba á su encuentro, entró en Tlascala y se refugió á la casa-convento de los franciscanos, donde fué preso y conducido á México para ser encerrado en otra jaula junto á Salazar. De tal modo recobró su antigua calma la cindad de México.

Entretanto la salud de Cortés comenzaba á quebrantarse, no tanto por los trabajos que habia tenido que soportar en los años anteriores, como por los padecimientos morales que debilitaban sensiblemente su robusta constitucion; pero à la noticia de los acontecimientos que ponian en peligro la colonia de Nueva-España, determinó intentar por tercera vez surcar las aguas del seno mexicano, y al fin abandonó las playas de Honduras el 25 de Abril de 1526. Una fuerte borrasca lo desvió de la costa de Nueva-España, y tuvo que buscar abrigo en el puerto de la Habana, donde supo circunstanciadamente la ruidosa caida de Gonzalo de Salazar y Pero Almindes de Chirino. Cuando Cortés vió algo restablecida su quebrantada salud, se hizo á la vela con direccion á Veracruz, en cuyo puerto desembarcó á los ocho dias y se fué á pié hasta la colonia de Medellin. A pesar de que las enfermedades habian desfigurado completamente sus facciones, el metal do su voz lo dió á conocer á sus antiguos compañeros de armas, quienes se llenaron del mayor regocijo al verlo otra vez en el teatro de sus glorias; y cuando la noticia de su llegada se difundió entre las gentes del pueblo, de todas partes vinieron á saludarlo con muestras del mas vivo entusiasmo y regocijo. Los españoles é indios comtemplaban en este acontecimiento una verdadera resurreccion; pues el empeño que habian tomado los usurpadores del gobierno para difundir la

muerte de Cortés, habia dado por resultado que todos la creyesen como un hecho positivo. El conquistador permaneció doce dias en Medellin, y tardó quince en su tránsito de esta poblacion á la ciudad de México; pero donde quiera que hacia alto al concluir una de sus jornadas, los indios acudian de todas partes con presentes y ofrecimientos, formándole arcos triunfales y sembrando flores por el camino de su tránsito. Rodrigo de Albornoz se adelantó á recibirlo desde Tezcoco, en donde pasó una noche para hacer su entrada al siguiente dia en la capital. Allí le salieron al encuentro Alonso de Estrada y todo el cuerpo municipal; su escolta se compo nia de todos los españoles en ordenanza de guerra, y el lago se hallaba cubierto de innumerables canoas que lo saludaban con muestras de grande entusiasmo. Hernan Cortés, lleno de indecible gozo al contemplar estas muestras de un verdadero cariño, se dirigió al convento de San Francisco para dar gracias al Todopoderoso por sus beneficios, y luego le entregaron las varas los alcaldes y regi dores que habian sido nombrados por Salazar y Chirino. Las personas y determinaciones del anterior gobierno, desaparecieron ante los nuevos nombramientos y otras determinaciones que se debieron al conquistador. La entrada en la capital se verificó en el mes de Junio de 1526, á los dos años de haber salido de allí para su expedicion á Honduras.

Durante el tiempo que empleó Cortés en esplorar el territorio de Honduras, su secretario Juan de Rivera y Fr. Pedro Melgarejo, individuos comisionados espresamente para solicitar por él en la córte, hacian el mayor esfuerzo para conseguir dar cima á sus pretensiones, las que se veian combatidas por los siniestros informes que enviaban contínuamente los oficiales reales. Merced á la oferta que hizo Rivera de espeditar dentro de año y medio doscientos mil pesos para las urgencias de la corona, obligándose Cortés á completar esta suma con su crédito y el de sus amigos, los comisionados consiguieron para él los títulos de Don y Adelantado de la NuevaEspaña, como tambien el hábito de Santiago. En cuanto á varios puntos que suscitaron acerca de los gastos hechos en expediciones y edificios de la ciudad, el emperador se abstuvo de resolver, hasta aguardar mas estensos informes sobre el particular. Tambien dispuso que se le espidiese un privilegio, en que relatando sus servi cios, pudiera obtener armas que hiciesen alusion á ellos.

Sin embargo, los enemigos de Cortés trabajaban sin descanso por disminuir su influjo en la córte, hasta que consiguieron infundir sospechas en el suspicaz ánimo del emperador, quien se decidió á nombrar un juez de residencia, para cerciorarse del valor de las acusaciones que se hacian contra su leal vasallo. Sus enemigos le atribuian que guardaba para sí el oro perteneciente á la corona, haciendo mérito de que habia ocultado silenciosamente los tesoros de Moctezuma; le acusaban de haber dado falsos informes sobre la

Nneva-España para defraudar las rentas del erario; de haber distribuido los empleos mas pingües entre sus partidarios, á fin de tenerlos dispuestos á obedecer sus mas insignificantes mandatos, y despues de formar otros capítulos de calumniosas acusaciones, sus enemigos le atribuían las intenciones de hacerse príncipe independiente del reino de Nueva-España. El Lic. Don Luis Ponce de Leon, persona escogida para llenar los oficios de juez de residencia, se embarcó en San Lúcar de Barrameda, el 2 de Febrero de 1527, y habiéndose detenido dos meses en Santo Domingo, se hizo otra vez á la vela y arribó á San Juan de Ulúa, desde donde envió, con pliegos para Cortés, á Lope de Samaniego y á Ortega Gomez.

Los mandamientos que se dieron á Ponce de Leon, el padre Cavo los ha recopilado en los artículos siguientes: 1. Que luego que el bajel en que iba, surgiere en Veracruz, despachara un espreso á Cortés y á los oficiales reales, con los pliegos que se le daban, avisándoles de su arribo, y sin esperar respuesta ni alborotar la tierra, no fuera que Cortés, como se decia habia hecho con otros, le estorbara el viage, se pusiera en camino para México, en donde abriera la residéncia de Cortés, encargándose del gobierno: 2. Que consultara los negocios que se le encomendaban con los oficiales reales, y tuviera gran dicernimiento en los sugetos de quienes se valiera: 3. Que procurara el adelantamiento de la fé entre los naturales, sin descuidar en el aumento de la real hacienda: 4. Que en ningun camino ó lugar se aposentara sin el beneplácito de sus dueños: 5.9 Que diese ayuda á Nuño de Guzman para entrar en posesion de la gobernacion de Pánuco; á Pedro de Salazar de la Pedrada, de la alcaidía de la fortaleza de México, y á Lope de Samaniego, de la tenencia de la atarazanas: 6. Que averiguara por qué los oficiales reales tenian en aquellas partes tantas grangerías gozando de competentes salarios, y cuál era la causa de sus desavenencías; pues siempre escribian al emperador los unos contra los otros: 7. Que tomara conocimiento de las minas de aquel reino, y del modo que tenian en su beneficio: 8. Que consultara con Cortés, que era el mas versado en las cosas de México, y con otras personas cordatas, qué modo de gobierno seria el mas conveniente, si el dejar libres á los naturales imponiéndoles un ligero tributo como lo pagaban á sus reyes, ó dándolos en encomiendas como habia hecho Cortés, ó finalmente, enfeudando aquellos lugares como se acostumbraba en España, en lo cual se le mandaba al Lic. Ponce de Leon que nada innovase, sino que participara al consejo la resolucion. Además de estos mandamientos, el emperador le dió instrucciones para que administrase la justicia cumplidamente y con andiència de las partes, que pusiera freno al desórden que se originaba de las casas de juegos, qué nada perdonase en cuanto al buen tratamiento de los indios y colonos españoles, y que tomara infor-.

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mes acerca de la fertilidad de la tierra y las muertes de Francisco Garay y Cristóbal de Olid.

Cuando Cortés recibió los pliegos del Lic. Luis Ponce de Leon, le contestó inmediatamente, y mandó personas que le sirvieran de comitiva en su tránsito de Veracruz á México. El comisario real, falsamente instruido de que Cortés haria pronta justicia á Salazar, Chirino y otros, apresuró su marcha y llegó á la capital' en el mes de Julio de 1526. Este sugeto murió al principio de su comision, y en el momento en que empezaba á organizar un tribunal de justicia que debia pronunciar sentencia, absolviendo o condenando et honor del conquistador de México. Como su enfermedad le sobre vino con motivo de un banquete a que asistió, muy recien llegado á la capital, los enemigos de Cortés atribuyeron su muerte á veneno que éste le habia dado para quitarselo de en medio. El poder quedó sustituido en el Lic. Márcos de Aguilar'; pero no habiendo' querido reconocerle el ayuntamiento y principales vecinos de la capital, hicieron vivas instancias á Cortés para que volviese á tomar fas riendas del gobierno, representandole este paso como una necesidad en las críticas circunstancias en que se hallaba la cosa pú blica. Cortés se négó prudentemente a obsequiar el deseo del ayuntamiento, motivo por el cual quedó siempre reconocido por gobernador. Aguilar habia venido á México en clase de inquisidor, á entender en las cosas pertenecientes al Santo Oficio.

El gobierno se divide entre Estrada y Sandoval: Carlos V nonbra de único gobernador al tesorero Estrada: Cortés és desterrado de la ciudad de México (1527). El Lic. Marcos de Aguilar, despues de haber gobernado por muy pocos dias la colonia de Nueva-España, falleció de enfermedad el 1. de Marzo de este año. Habiendo dejado nombrado para sucederle á Alonso de Estrada, el ayun'tamiento y los procuradores de las ciudades se esforzaron para poner el gobierno en manos del conquistador; pero éste, á quien tenian cuidadoso las hablillas de sus enemigos, como tambien la esfudiada marcha de Albornoz, que lo había ido á calumniar en la córte, se negó por segunda vez á aceptar el generoso ofrecimiento de los amigos de la colonia. El gobierno se dividió entonces entre Gonzalo de Sandoval y Alonso de Estrada, á quienes el ayuntamiento prohibió espresamente entender en là administracion de los indios y cosas pertenecientes á la capitanía general, a no ser que mediase acuerdo entre ellos y Hernan Cortés.

Los preñados informes dictados por la venganza de Albornoz contra el conquistador, á quien acusaba de haber envenenado inhumanamente al Lic. Ponce de Leon, infundió sospechas en la corte, y Carlos V tuvo á bien nombrar de gobernador del reino al tesoreFo Alonso de Estrada. Presentada la real provision en el cabildo del dia 22 de Agosto, sus miembros lo reconocieron desde entonces como único gobernador de Nueva-España. Los resentimientos per

sonales que éste abrigaba contra Cortés, le hicieron poner desde luego en libertad á Salazar y Chirino, quienes pusieron en juego todo su influjo en la córte, para quedar impunes de sus horribles atentados, como en efeeto lo consiguieron por la intervencion del comendador Cobos, sugeto que privaba entonces en la capital de los reyes de Castilla. No paró en esto la declarada enemistad del gobernador Estrada; pues con motivo de una cruel sentencia ejecutada en un soldado y un criado de Saudoval, éste y Cortés tuvieron ágrias contestaciones con el antiguo tesorero, quien dió contra el segundo . un decreto de expulsion, para que saliese de la cindad que habia conquistado à la España, con su sangre y tantos heróicos esfuerzos. Los españoles é indios se propusieron sostener al conquistador; pero no queriendo poner en peligro los intereses de la madre patria, pasó primeramente á Coyoacan y luego se retiró á la ciudad de Tezcoco. Fr. Julian Garces, que habia venido de obispo de Tlascala, quiso interponer su valimiento para servir de medianero entre estas desavenencias; mas Cortés ya habia tomado su resolucion, pues no queria permanecer por mas tiempo espuesto á los ultrages de sus enemigos, y trataba de ir á España para protestar á su soberano la inocencia de su conducta y pedir la reparacion de sus agravios.

Cortés vuelve a España: muerte de Gonzalo de Sandoval: la nueva audiencia de Mérico (1528 y 1529). Hernan Cortés salió de México para Veracruz, notablemente escoltado por alguno de sus antiguos capitanes, entre los cuales se encontraba su fiel amigo Gonzalo de Sandoval, compañero de todas sus guerras y grandes batallas. Se veian marchar en pos del héroe algunos nobles de Tlascala, y de las principales ciudades mexicanas, así como unos cuantos indios de todas las provincias del Anáhuac, y en particular muchas mugeres jóvenes, hermosas y blancas de aquellos paises. Tambien condujo enanos y bailarines de cuerda, como así mismo gran cantidad de oro, plata, pájaros, plantas y otras singularidades del Nuevo Mundo (1). Desembarcó en Palos á fines de Mayo de 1528, donde encontró casualmente á Francisco Pizarro, el futuro conquistador del Sur del Nuevo Mundo. De allí tomó el camino para dirigirse á la villa de Madrid; pero durante su corta permanencia en la villa de Rabida, tuvo el dolor de ver morir á Sandoval en la flor de su edad, aquel constante amigo que lo acompañó en sus dias prósperos y adversos. Esta fué la mayor pérdida que Cortés podia esperimentar; porque Sandoval era el mejor y mas adicto de sus oficiales, el que en todo tiempo y en todo lugar

(1) Cortés habia hecho ya una primera remesa al rey de España, de oro, plata, manuscritos aztecas, obras de plumas &c., &c.; pero el buque conductor de estas riquezas, fué apresado por un corsario francés que las presentó á Francisco I, segun hemos dicho anteriormente.

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