Imatges de pàgina
PDF
EPUB

que se habian amotinado durante la administracion del almirante. Este por su parte, aunque harto cansado á consecuencia de su edad y padecimientos, se preparaba á emprender desde Castilla su cuarto viage al Nuevo Mundo. Salió en efecto el 9 de Mayo de este mismo año, acompañado de su hermano Don Bartolomé, y navegó con favorable viento hasta muy cerca de la Española; pero deseando vender ó cambiar uno de sus buques, ó previendo los efectos de una fuerte tempestad que se preparaba, pidió permiso á Ni-' colás de Ovando para abrigar sus buques en el puerto de Santo Do mingo; pero el comendador tuvo la inhumanidad de no concedérselo. Al fin determinó guarecerse en Puerto Hermoso; pero como supiese que iba á dar la vela para Castilla la flota de treinta y un buques, mandó decir al gobernador que no la dejase salir en el término de ocho dias; porque la tormenta que le habia anunciado poco antes, no debia tardar en hacer considerables estragos en las costas. La flota no interrumpió su partida á pesar de tan prudente como generosa advertencia; pero á las cuatro horas de su navegacion principió con furia horrorosa una tempestad, cual no habian visto otra los marinos europeos. No se salvó un solo buque; pues todos quedaron sepultados en el profundo abismo del Oceano. La poblacion de Santo Domingo, cuyas casas estaban construidas de madera, desapareció completamente de la otra parte del rio, que fué el primer lugar de su fundacion. Bobadilla, Roldan y ef cacique Guarinoex, que iban á Castilla en calidad de presos, fueron víctimas del naufragio. De tal modo la Providencia castiga de continuo, sin que intervenga la mano del hombre, las crueldades é injusticias de los seres desnaturalizados. Habiendo tomado el almirante las precauciones que consideró necesarias, tuvo la satisfaccion de salvar sus buques con muy pocas averías.

Aunque el comendador Nicolás de Ovando tuvo este cruel comportamiento con el almirante, es preciso confesar que en los primeros dias de su gobierno se portó con prudencia y honradez. Al poco tiempo de su llegado á la isla, como hubiesen muerto mil colonos de los que trajo, á consecuencia de una asoladora epidemia de calentura, procuró endulzar en cuanto pudo la suerte de los demás castellanos. No solamente se ocupó en formar una poblacion en Puerto de Plata, despues de haber sometido con las armas á los indios de la provincia de Higuey, que estaba situada en la parte mas oriental de la isla; sino que mandó hacer de nuevo' la poblacion de Santo Domingo, destruida por el huracan, en el mismo lugar donde se encuentra en el dia; y en ella se construyeron sucesivamente hermosas casas de mampostería, una buena fortaleza, los monasterios de San Francisco, Santo Domingo y la Merced, y el Hospicio de San Nicolás. Casi todo se debió al celo y eficacia del gobernador Ovando.

Cuando el almirante hubo reparado en Puerto Hermoso las cor

tas averías de sus buques, se dirigió por el extremo oriental de Jamaica á la parte meridional de Cuba; navegó al sudeste de ella, y por espacio de sesenta dias se vió combatido por contrarios vientos y terribles corrientes; descubrió la isla de Pinos á doce leguas del cabo de Honduras; esploró durante el resto del año la costa de esta provincia, la de los Mosquitos y la Costa Rica; y rescató de los indígenas gran cantidad de oro, que le sirvió para formar congeturas sobre la riqueza de aquellas tierras. El almirante se vió en muchos peligros durante esta navegacion. El 3 de Enero de 1503 penetró por el rio de Belen y descubrió mas adelante el de Veragua, nombrado así por los naturales. Habiendo registrado en esta provin. cia las minas de Urirá, determinó dejar á su hermano Don Bartolomé con ochenta hombres en las márgenes del rio de Belen, mientras que regresaba á Castilla para enviarle mayores fuerzas. Ál efecto se construyeron casas de madera con techos de hoja de palma; y se fabricó una gran casa á manera de fortaleza, destinada únicamente para guardar la artillería y municiones. Con motivo de haberse tapado la boca del rio con no poca cantidad de arena, el almirante se vió obligado á suspender por algunos dias el curso de su viage.

Mientras que navegaba por las costas del continente en medio de los peligros y contratiempos, los colonos de la Española resentian las enfermedades del clima y la escasez de las producciones de Castilla. Además de esto, la mucha libertad que los reyes habian concedido á los indígenas, creó en ellos el espíritu de una independencia de ócio y aislamiento; de suerte que, aunque los castellanos les prometiesen los jornales de sus trabajos, mas bien querian vagar por los montes entre necesidades y miserias, que reunirse en rededor de los conquistadores para aprender sus usos y costumbres. Nicolás de Ovando, considerando que por este medio nunca se lograria la conversion de aquellos, consultó sobre este delicado asunto á los reyes de Castilla, los cuales tuvieron á bien establecer como un remedio el uso de los repartimientos.,,Que por cuanto de-* ,,seaban que los indios se convirtiesen á Nuestra Santa Fé y fue,,sen doctrinados en las cosas de ella, se podia mejor hacer comu,,nicando con los castellanos y tratando con ellos y ayudando los „unos á los otros para que la isla se labrase, poblase y aumentasen ,,los frutos de ella, y se cogiese el oro, para que los reinos de Castilla y los vecinos de ellos fuesen aprovechados, mandaban al go,,bernador Nicolás de Ovando, apremiase á los indios que tratasen ,,y comunicasen con los castellanos, y trabajasen en sus edificios, en ,,coger y sacar oro y otros metales, y en hacer grangerías y mante,,nimientos para los castellanos, vecinos y moradores de aquella is,,la; y que hiciese pagar á cada uno el dia que trabajase, el jornal y ,,mantenimiento; que segun la calidad de la tierra, de la persona y del oficio, le pareciese que debia haber, mandando á cada cacique

,,que tuviese cargo de cierto número de indios, para que los hiciese ,,ir á trabajar adonde fuese menester; para que las fiestas y dias que ,,pareciese, se juntasen á oir misa y ser doctrinados en las cosas de ,,la fé, en los lugares diputados; para que cada cacique acudiese ,,con el número de indios, que se le señalase, á la persona ó perso,,nas que él nombrase; para que trabajasen en lo que las tales per,,sonas les mandasen, pagándoles el jornal que por él fuese tasado; ,,lo cual hiciesen como personas libres, como lo eran, y no como sier,,vos, y que hiciesen que fuesen bien tratados; y los que de ellos ,,fuesen cristianos, mejor que los otros; y que no consintiese ni die,,se lugar que ninguna persona les hiciese mal, ni daño, ni otro de,,saguisado alguno (1)." Desde entonces se dió á cada castellano cincuenta ó cien indios, que trabajaban en las minas por seis ú ocho meses y eran doctrinados en la religion evangélica.

El buen gobierno de Nicolás de Ovando, hasta entonces fiel intérprete de las buenas intenciones de la católica reina, introdujo en breve algunas mejoras de importancia en el ramo administrativo de la isla; se encargó con solicitud de aliviar la infeliz suerte de los indignas; no quiso permitir la introduccion de esclavos negros y fundó varios establecimientos de pública utilidad en las nuevas poblaciones. En este año tuvo principio la casa de contratacion de Sevilla; pues la complicacion de los negocios de la India hicieron necesario su establecimiento. Con ella se entendieron en lo sucesivo los descubridores y traficantes del Nuevo Mundo.

Volvamos á Cristóbal Colon: la detencion de su salida, producida por la sequedad del rio, salvó la vida á su hermano y compañeros; pues cuando los naturales de Veragua comprendieron las intenciones del almirante, en el hecho de dejar establecida la nueva colonia, cundió por el espíritu de todos el deseo de defender los derechos de su independiencia amenazada; de suerte que luego que los buques del almirante desembocaron trabajosamente por el rio, un gran ejército de indigenas cercó las habitaciones del Adelantado, y por muchas horas sostuvo reñido combate con el corto número de sus fuerzas. Viéndose los castellanos casi perdidos, rompieron á viva fuerza la confusa línea de uno de los escuadrones enemigos, y lograron abrirse paso hasta orillas de una gran playa, donde formaron á toda prisa un baluarte con sus arcas y toneles. Entonces comenzó el fuego de la artillería, con cuya metralla pudieron resistir á los continuados ataques de los naturales, que redoblaban á cada instante el número de sus escuadrones. Ya el almirante se habia alejado algunas leguas del rio; pero habiendo retrocedido por la pérdida de una pequeña barca que habian apresado los indígenas, supo con sentimiento la comprometida situacion de su hermano y

(1) Herrera, cap. XI, lib. V. dec. I.

embarco á todos los castollanos en sus buques; porque no consideró prudente empeñar accion alguna con las pocas fuerzas que traia. Tras de haber perdido el Adelantado mucha gente, recibió una grave herida en la tabla del pecho.

Colon siguió su navegacion hácia levante, llegó al golfo de Darien y tomó el rumbo del norte en busca de la Española. Un recio temporal, que destrozó las proas de dos buques cerca de las playas de Cuba, donde logró reparar las averías del mejor modo posible, infundió en su trabajado espíritu los temores de un próximo naufragio. Desde allí combatido siempre por contrarios vientos, se dirigió á la isla de Jamaica; pero conociendo que las bombas no bastaban á contener la entrada de agua en sus buques, que corrian el peligro de irse á piquc, determinó encallar en el Ingar mas inmediato a las playas de aquella isla. Cuando hubo toniado las precauciones nesesarias para poner en salvo sus navíos, los indígenas fueron á proveerle abundantemente de los productos del pais, que cambiaban gustosos por algunas bagatelas de Castilla; pero no quiso permitir á los castellanos que pusiesen el pié en tierra, porque temia que cualquier abuso contra la condescendencia de los naturales, podria hacer aun mas peligrosa su crítica y aislada situacion.

Considerando que los buques no se hallaban en estado de proseguir el viage hasta la Española, determinó enviar al puerto mas cercano de esta isla dos canoas, que habia rescatado de los naturales y que estaban formadas de un solo madero; á fin de que Nicolás de Ovando, á costa de sus rentas atrasadas, le enviase un buque provisto de todo lo necesario. La navegación era tan dificil como peligrosa; pero el valor y resolucion de dos españoles, con el auxilio de algunos remeros indígenas, fueron suficientes á superar los obstáculos de ella. Desde donde habian encallado los buques hasta la Española, podia haber la distancia de doscientas leguas poco mas o menos: distancia muy considerable para entregar á merced del viento, en tan borrascosos mares, una débil y mal construida canoa de los isleños. Al fin los dos castellanos llegaron á la punta de San Miguel, extremo occidental de la Española, despues de cuatro dias de penosa navegacion; en seguida pasaron á la provincia de Jaragua, donde á la sazon se hallaba Nicolás de Ovando ejerciendo rigorosos actos de su autoridad; y le entregaron sin dilacion alguna las cartas del almirante. El comendador mostró al principio sumo placer con la noticia del regreso de su viage; pero como dudase despues de las sinceras palabras del afligido Colon, temió que su presencia en la isla volviera á encender los pasados disturbios interiores; por cuyo motivo tardó mucho en dar sus órdenes á los enviados para que llenasen los deberes de su mision. Por último, con pérdida de muchos meses empleados en salvar mil obstáculos, salió del puerto de Santo Domingo un buque muy bien provisto de comestibles y útiles de navegacion.

El comendador de Lares acababa de ejercer un acto de crueldad en la provincia de Jaragua, donde gobernaba pacíficamente Anacaona por muerte de su hermano Bohechio, el mismo que hizo en' otro tiempo á Don Bartolomé Colon tau brillante como cumplido recibimiento, jurando fiel obediencia á los reyes de Castilla. Muchos compañeros del criminal Roldan se habian esparcido por esta provincia, la mas ilustrada de toda la isla, y se hacian por sus excesos intolerables á los principales señores de ella; por cuyo motivo los ultrajados indígenas se vieron en la necesidad de usar con' ellos de algunos medios hostiles, que fueron malamente interpretados como síntomas de insurreccion. So pretexto de visitar la provincia, el gobernador se introdujo en ella con trescientos infantes y setenta caballos. La reina Anacaona y muchos principales señores, salieron á recibirle con las mayores muestras de regocijo, y lo obsequiaron á porfia con sus bailes y diversiones públicas; pero los de la pandilla de Roldan, que no veian la hora de poner en práctica sus venganzas, hicieron creer al comendador que los indígenas tenian el proyecto de sublevarse contra él: y éste contra el sagrado de la hospitalidad, en medio del espectáculo de una fiesta pública, mandó ahorcar inhumanamente á la reina Anacaona, despues de haber hecho incendiar la casa donde se hallaban los principales señores de la provincia, que fiteron inocentes víctimas de tan injusta comɔ bárbara determinacion. Este hecho no solo causó grande alarma en toda la provincia, sino que llenó tambien de indignacion el ánimo de Isabel la Católica, por mas que procuró justificarse Nicolás de Ovando; y cuando supo este horrible hecho Don Alvaro de Portugal, primo de la reina, presidente del real consejo de justicia y persona notable en la córte de Castilla por su integridad, se le escaparon las siguientes palabras: Yo vos le haré tomar una residencia, cual nunca fué tomada.

He aquí el motivo porque se hallaba en la provincia de Jaragua el comendador Ovando, cuando desembarcaron en la Española los enviados del almirante, á quien la suerte reservaba todavía grandes y penosos trabajos. Hasta fines de año tuvo que lidiar, en medio de continuadas dolencias, con el caprichoso y altanero carácter de algunos compañeros de viage, que no considerando el crítico estado de su aislada situacion, lo importunaban á cada instante con exigencias de dificil cumplimiento. Mucha parte de la tripulacion, acaudillada por un tal Francisco de Porras, capitan de uno de los buques, levantó el 2 de Enero de 1504 el estandarte de la revuelta civil. De nada sirvieron las blandas y persuasivas palabras, con que el almirante procuró reducirlos á la obediencia; pues no haciendo caso de su triste estado de postracion, lo trataron con insolente desacato y luego se embarcaron en diez canoas de la isla, que acabahan de ser rescatadas para el servicio de los buques. Los enfermos, que se creian ya desamparados de todo auxilio, recibieron consola

« AnteriorContinua »