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,,que ellos son demasiado bucuos para nosotros; pero en cuanto á ,,mi infeliz pueblo, libre é independiente desde tiempo inmemorial, ,,y gobernado por señores de su misma casta, ha caido en estos úl,,timos años bajo el yugo de Moctezuma, cuya córte se encuentra á ,,orillas de un gran lago; y siendo este príncipe tan cruel para co,,brar los tributos y vengar la mas leve ofensa, temo á cada paso „que vengan sus satélites á quitarnos nuestras doncellas y niños "para sacrificarlos á sus deidades." En seguida explicó por qué medios y con qué alianzas se habia elevado la ciudad de Tenochtitlan sobre todas las demás del Anáhuac. Hizo la historia del humilde origen de los aztecas, de los progresos de su poder, de la organizacion de su imperio, de sus fuerzas y de sus riquezas.

Todas estas cosas que eran nuevas y curiosas para Cortés, le instruian admirablemente de cuanto le era preciso saber para el mejor resultado de su campaña. Prometió al cacique socorrerle contra los atentados del monarca azteca, y que volveria á conferenciar con él sobre el asunto, lo que por entonces no podia ejecutar, por serle urgente trasladarse á Chiahuitztla para examinar el estado de su flota; y deseando el cacique darle en tales momentos un testimonio de su afecto, puso á disposicion de Cortés cuatrocientos hombres que condujesen sus equipages. Tal era la costumbre de los príncipes indios, segun se supo por Marina, cuando querian obsequiar á las personas de alta categoría que pasaban por sus estados.

Chiahuitztla era una pequeña villa situada sobre una alta roca, á doce millas de Zempoala, hácia el Norte, y á tres del nuevo puerto en donde se hallaba entonces la flota española. Allí se hizo llevar tambien el digno gefe de los totonecas, quien temiendo que Cortés olvidase su promesa, se proponia hablarle nuevamente acerca de los medios de atacar al enemigo comun. Mientras ambos deliberaban sobre este asunto de vital interés, se anunció la llegada de cinco nobles mexicanos, perceptores de los tributos reales, con una comitiva de muchos criados. Estos emisarios traian además de peculiares y riquísimos vestidos, unos ramilletes de flores en las manos para percibir contínuamente sus aromas; y en cuanto á los criados que le seguian, unos llevaban en la mano varas con cerdas, y otros movian una especie de abanicos para sacudir las moscas y demás insectos que molestaban á sus amos. Habiendo reprendido agriamente á los gefes de Zempoala, á causa de haber dado acogida á los estrangeros sin permiso del rey, les pidieron como una reparacion de tamaño crímen, veinte víctimas de ambos sexos para sacrificarlas á los dioses. A tal novedad se consternó toda la villa; porque los caciques trastornados se consideraban perdidos. Cuando Cortés supo por Marina la causa de su turbacion, se dirigió á los dos príncipes totonecas, que temblaban á la presencia de los cinco colectores de tributos, les previno que no solo se opusiesen con energía á aquella inhumana pretension, sino que proçediesen desde lue

go á aprehender á dichos recaudadores y ponerlos en la cárcel. Es ta atrevida resolucion que sobrepujaba el valor de los totonecas, los hizo temblar aun con mayor violencia; pero habiéndolo exigido Cortés perentoriamente, acosados los caciques por dos terrores iguales, se decidieron á mandar conducir á un calabozo á los cinco orgullosos mexicanos, quienes no se habian dignado mirar á los españoles al entrar en la poblacion.

Los presos custodiados por los castellanos esperaban la muerte. Entretanto los caciques ufanos con la proteccion de Cortés, le rogaban que les permitiese sacrificarlos á los dioses; pero la política del general era volverlos á la libertad secretamente, á fin de presentar su conducta como meritoria á los ojos de Moctezuma. Este proyecto lo ejecutó con bastante destreza, ya fuese procurándoles de noche la evasion, ó bien reclamándoles para custodiarlos á bordo de las naves. Los caciques se conformaron con cuanto quiso decirles para dorar esta astucia diplomática, aunque muy artera y poco caballerosa, cuyo principal objeto era manifestar al gefe de México, que los españoles se interesaban en la proteccion de sus súbditos, y ninguna era su parte en las revueltas de los totonecas; pero al mismo tiempo mandaba mensageros á todas las ciudades de esta numerosa familia, para excitar la revuelta contra sus injustos opresores por todos los medios posibles. Alentados con la dulce esperanza de recobrar la libertad, todos los gefes de los pueblos dependientes de Zempoala, juraron ódio mortal á los habitantes del territorio mexicano. De todas partes corrian los hombres á tomar sus armas de guerra; pues ya se preparaban á seguir á los españoles como aliados, cuando Cortés los llamase á prestar tan importante servicio. El acto de obediencia y vasallage á las coronas de Castilla y Leon, tuvo efecto delante del notario público Diego Godoy.

Terminado este interesante asunto, otros cuidados reclamaron la actividad de Cortés; pues le era preciso hacerse de un establecimiento permanente, de una plaza fuerte, de un puerto, y de un lugar de refugio en caso de serle contraria la suerte. El sitio que indicó Francisco de Montejo, cerca del cual habia ido la escuadra, se hallaba en el territorio de los totonecas. Era una fértil y extensa llanura, yendo desde la mar á la montaña, como á doce leguas de Zempoala. Allí trazó Cortés el circuito de una ciudad, donde se edificó primeramente la iglesia, despues el arsenal, luego los almacenes para las subsistencias y municiones; en seguida, cabañas ó viviendas alineadas en forma de calles: todo circunvalado de muros bastante fuertes para resistir á un ejército de indios. Los españoles, oficiales y soldados, pusieron mano á la obra, llevándola á su conclusion con ayuda de sus nuevos aliados, los habitantes de Zempoala. La poblacion recibió los nombres de Villa-Rica de Veracruz, nombres en que Robertson espresa los dos principales

agentes de los españoles en todas sus empresas en el nuevo mundo; la sed de oro y el entusiasmo religioso (1).

En la época que se ejecutaban estos trabajos, la fama de Cortés se extendia rápidamente por el interior del pais. Multitud de nuevos gefes que deseaban abrazar su alianza, venian todos los dias á hacer su sumision. Mas de treinta poblaciones dependientes de Zempoala, le ofrecieron hombres de guerra para la conquista de México; y Cortés organizaba esta confederacion de príncipes americanos, arreglaba sus diferencias, se interponia entre ellos y sus vecinos, impedia sus guerras sobre límites de territorio, y conservaba sus fuerzas para sí solo. El tímido y supersticioso Moctezuma, al regreso de sus recaudadores de tributos, veia un libertador en el astuto gefe expedicionario, le contemplaba como un ser sobrehumano y le enviaba nuevos presentes, dándole espresivas gracias por el importante servicio que acababa de hacer á la corona. Dos sobrinos suyos á la cabeza de una diputacion de la nobleza, fueron en persona al campamento castellano á llenar esta mision; y Cortés, despues de haber tratado á los embajadores con cordial franqueza, inandó decir á Moctezuma que pronto tendria el placer de pagarle personalmente las visitas de sus dignos enviados. Entretanto los aliados totonecas admiraban la misteriosa influencia que ejercian los invasores sobre el soberbio emperador azteca; pero el cacique de Zempoala, quien se asustó sobremanera de la buena armonia entre su reciente amigo y el opresor de su patria, deseando estrechar mas y mas los lazos que le unian á los españoles, resolvió ofrecer á Cortés una sobrina suya en casamiento, como tambien siete mancebas de la nobleza con ricos dotes para sus oficiales. Hallándose el general en la ciudad de Zempoala al siguiente dia, recibió este homenage con muestras de bastante satisfaccion; pero considerando que no era permitido á los cristianos tener comercio con idólatras, se negó á aceptarlo hasta no ver entrar en la iglesia á las indias por las puertas del bautismo; declarándole al mismo tiempo que siendo el principal objeto de su mision arrancar á los indios de su abominable paganismo, era preciso que mandase destruir los ídolos de las falsas deidades. El cacique, que no esperaba semejante demanda, respondió: ni nosotros, ni nuestro pueblo podemos renunciar á los dioses de nuestros ascendientes. Esta fidelidad religiosa pareció á los castellanos una obra del demonio; y

(1) Casi todos los historiadores reconocen solamente dos poblaciones de este nombre: la antigua y la nueva. Sin embargo, es preciso convenir en la existencia de tres: la primera, la de que aquí se trata, fundada en 1519 cerca del puerto de Chiahuitztla, que mas tarde no conservó otro nombre que el de Villa-Rica; la segunda, la antigua Veracruz, edificada en 1523 6 en 1524; la tercera, la nueva Veracruz, conocida hoy con el mismo nombre, que se edificó á fines del siglo diez y seis, ó en los primeros años del diez y siete. El rey Don Felipe III le concedió el título de ciudad en 1615.

y

por eso Cortés y sus soldados exclamaron á un tiempo: destruir los idolos de los falsos dioses, nuestro Dios, el verdadero Dios así lo quiere. Los indios protestaron entonces que jamás cometerian semejante sacrilegio, y ya se ponian en movimiento para defender á sus divinidades, cuando Marina declaró en nombre de Cortés, que á la primera flecha que se arrojase serian todos condenados á muerte. La multitud quedó inmóvil á la voz de esta muger, á la reverenciada de algunos sacerdotes rehenes de los españoles, y á la del mismo cacique de Zempoala. En seguida cincuenta soldados castellanos subieron á pasu redoblado los escalones del templo, cantando en coro el Gloria in excelsis Deo; y luego arrancaron los enormes ídolos de su asiento y los arrojaron al átrio del edificio. Mientras los indios se deshacian en quejas y lamentos á la vista de tal espectáculo, los españoles prorumpian en aclamaciones de júbilo y satisfaccion. El fuego consumió los ídolos mutilados en presencia de este inmenso concurso de espectadores. En seguida Cortés mandó vestir de blanco á los sacerdotes idólatras, les hizo cortar sus largas cabelleras, y dispuso que se hallasen presentes á la metamorfosis de su templo en capilla católica. Limpios el techo y las paredes del teocalli totoneca, que se hallaba teñido de sangre de víctimas humanas, se procedió á purificarlo conforme al rito de la Iglesia católica, y luego se erigió un altar adornado con guirnaldas de aromáticas flores, donde fueron colocadas las imágenes de Jesus Crucificado y de la Virgen María. El padre Olmedo celebró la misa y el bautismo de las ocho vírgenes indias, cuya imponente ceremonia arrancó tiernas lágrimas de españoles y totonecas; porque desde el momento que vieron estos últimos, que sus deidades no habian impedido la profanacion del templo, se inclinaron á adorar el Dios de sus misteriosos y formidables aliados. Un soldado viejo llamado Juan Torres, á quien se vistió con un trage de ermitaño, consintió en quedarse al cuidado del templo para mantener el altar con limpieza, encender los cirios y predicar a los indios sobre religion. Era el único misionero que Cortés podia abandonar sin perjuicio de su fuerza.

Ya hacia tres meses que este guerrero estaba en la Nueva-España, y si aun no habia principiado sus operaciones militares, contaba con algunos preparativos para emprenderlas con buen éxito; porque tenia en su favor la adhesion del ejército y la voluntaria alianza de los totonecas. Pero antes de ponerse en marcha para la capital del imperio mexicano, quiso prevenirse contra la intriga de las córtes españolas, contra la mala voluntad de Velazquez y contra los celos de algunos de sus oficiales. En efecto, los magistrados de la colonia, convencidos de la necesidad de conservar á Cortés en el supremo mando del ejército, pidieron al rey la ratificacion de las medidas tomadas y nombramientos hechos. El mismo general redactó el boletin de las operaciones desde su salida de

Cuba, curioso monumento de habilidad en la reunion de los hechos y del talento para adornarlos; y deseando acompañar este escrito de cuánto podia dar una idea de las riquezas del pais, instó á sus soldados para que abandonasen lo que tenian derecho de reclamar por la parte de tesoros hasta entonces reunidos, á fin de poderlos enviar integros, y era tal su ascendiente sobre esta caterva de aventureros indigentes y ambiciosos, que todos hicieron sin pena tan generoso sacrificio. Este fué el regalo de mayor valía que jamás el nuevo mundo haya hecho á la corona de España. Porto-Carrero y Montejo, principales magistrados de la Villa-Rica, elegidos. para ponerlo á los piés del trono, se hicieron á la vela con absoluta prohibicion de tocar en Cuba. Además de las cartas de Cortés y del cabildo de la colonia, llevaron otra de algunos capitanes y soldados de la nueva colonia.

La isla de Cuba era temible para Hernan Cortés; porque en ella su enemigo Velazquez, dueño absoluto, acababa de obtener el título de Adelantado, y la autorizacion de apoderarse de las tierras nuevamente descubiertas. Un buque salido de la Habana, que conducia un refuerzo de dos oficiales, dos caballos y diez soldados, habia arribado á Veracruz y llevado esta noticia, lo que decidió á Cortés á penetrar desde luego en el interior del pais, como tambien á ejecutar antes de su salida un proyecto que ha mucho tiempo meditaba. Habia vencido muchas veces la sedicion, pero aumque comprimida, no estaba apagada enteramente en el ánimo de sus soldados; pues sabia que varios de ellos, cansados del penoso servicio que la suerte les habia deparado, suspiraban por volverse á su pais, siendo probable que desertasen al primer revés ó peligro. Ultimamente, habiéndose apoderado unos cuantos malcontentos de un bergantin para volverse á Cuba, se hubiera visto espuesto á disminuir sus filas por medio de esta desercion, á no haberlos descubierto y castigado con bastante severidad; pero tamaña tentativa podia renovarse mientras la mar estuviese libre. En consecuencia, era preciso destruir la flota para encerrar el ejército en el continente, y tomada por Cortés tan atrevida como arriesgada resolucion, la llevó á cabo con bastante destreza y habilidad. Ayudado de sus pilotos que ganó anticipadamente, tuvo arte para persuadir á sus soldados que las embarcaciones estaban incapaces de sostenerse por mas tiempo en el mar. Exageró la ventaja que iba á sacarse de un centenar de marineros entonces disponibles, y la feliz y poderosa influencia de esta nueva alternativa:,,conquistar ó morir." Las palabras de Cortés se dirigian á españoles del siglo diez y seis. Por un consentimiento unánime los buques se sacaron á tierra é hicieron pedazos, y por un efecto de valor de que no hay ejemplo en las historias, algunos centenares de hombres consintieron gustosos en quedar encerrados dentro de un pais enemigo, entre naciones poderosas y desconocidas, privándose de otro medio de salvacion en

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