Imatges de pàgina
PDF
EPUB

tros barcos costeros, se honró con el título de Almirante: habia tres que tenian setenta ú ochenta toneladas, y los otros siete eran barquillas sin puente. La flota llevaba seiscientos diez y siete hombres, de los cuales habia quinientos ocho soldados, sin contar.con nueve marineros obreros, divididos en once compañías que se distinguian por los nombres de los buques, y cada una mandada por un capitan que lo era tambien de la embarcacion. En este corto número de combatientes, no habia mas que tres soldados de mosquetes, treinta y dos de arcabuces, y el resto de espadas y picas. En lugar de las armas defensivas que se usaban en aquella época, y que debian ser embarazosas en un pais demasiado cálido como el litoral de éste, los soldados de Cortés solo llevaban cotas de malla de algodon mostreado, como los naturales á quienes iban á combatir; corazas ligeras, aunque suficientes para amortiguar el golpe de la flecha americana; diez y seis caballos, diez pequeñas piezas de campaña y cuatro falconetes, constituían la caballería artillería de este reducido ejército.

y

Pero en este batallon sagrado estaban Pedro de Alvarado y sus hermanos, Cristóbal de Olid, Alonso de Avila, Juan Velazquez de Leon, pariente próximo del gobernador, Alonso Hernandez de Puerto-Carrero, Gonzalo de Sandoval y Bernal Diaz del Castillo, todos hombres de armas, jóvenes y viejos acreditados en mil encuentros, todos dignos del gefe que los mandaba, y todos resueltos á vencer ó morir. Cada uno de estos hombres podia desafiar masas de mexicanos, y cada uno se creia seguro de triunfar desde el momento que sacase su espada para combatir. Al valor caballeresco, á la sed de oro, se unia la exaltacion religiosa; pues en su estandarte habia pintada una gran cruz, y como en el labarum de Constantino, se leían por debajo estas palabras proféticas: Sigámosla, con esta señal vencerémos. Los piadosos aventureros se excitaban á esta cruzada, hablando entre ellos del honor de convertir infieles y de la dicha de robarlos. Robo y conversion, tesoros é indulgencias, he aquí los que habian menester para partir á esta grande y peligrosa empresa, lleno el corazon de confianza en la santidad de su causa, en las fuerzas de sus brazos y en la proteccion del cielo.

Cortés se hizo á la vela el 10 de Febrero de 1518, y siguiendo la ruta de Grijalba abordó la isla de Cozumel. Pedro de Alvarado que se habia adelantado dos dias de navegacion, apenas habia desembarcado con su gente en dichas playas, cuando ésta se entregó despiadadamente al pillage, apoderándose de algunos habitantes, de ornamentos de los templos y provisiones de boca; pero el capitan fué reprendido con bastante severidad, y Cortés empezó á demostrar su previsora política, que consistia en procurarse auxiliares mas bien que enemigos en su guerra de invasion. Conquistar el pais por medio de sus mismos habitantes, era el rasgo

mas sobresaliente de su táctica; y por eso le verémos, á pesar de las antipatías religiosas y de su propio fanatismo, atraerse sucesivamente aliados, y aun á los mismos vasallos de Moctezuma.

Cortés carecia entonces de un buen intérprete; pero una feliz circunstancia le proporcionó este indispensable medio de comunicacion. Supo que cuando el viage de Córdova, los indios de los alrededores del cabo Catoche, pronunciaban la palabra Castilan con alguna frecuencia; y habiéndole ocurrido que podia haber alli algunos prisioneros españoles, sospecha que le confirmaron los mercaderes de Cozumel, asegurandole que pocos dias antes habian visto y hablado con uno de esos hombres blancos. Al momento formó Cortés el proyecto de librar á sus compatriotas. Envió á los mercaderes con muchos regalos para tratar del rescate, y al mismo tiempo dos de sus barcos con unos veinte soldados que mandaba Diego de Ordaz, recibieron órden de cruzar las aguas del cabo Catoche para apoyar el servicio de esta comision, que partió llevando una carta de Cortés concebida en estos términos: Señores y hermanos, aquí en Cozumel he sabido que estais detenidos en poder de un cacique, y como un favor os pido que os reunais á mí; pues al efecto os envio una embarcacion con soldados, si lo hubiereis menester, y rescate para dar á esos indios con quien estais: mi gente tiene orden para aguardaros ocho dias. Venid prontamente á buscarme, pues de mi recibireis asistencia y proteccion. Aquí estoy con once buques y quinientos soldados, con los que me propongo ganar con la ayuda de Dios à Tabasco, Pontoncham, &c. Habiendo hecho los mercaderes sus diligencias, entregaron á los dos dias de su partida esta carta á un hombre blanco llamado Gerónimo Aguilar, con todo lo necesario para la realizacion de su rescate. Aguilar se avistó al instante con su amo, quien con el mayor placer aceptó tan bellas dádivas, y le concedió en cambio la libertad. En seguida se fué á casa de otro español tambien prisionero, que habitaba en la misma vecindad, y le dijo: ¿Quieres ser libre, Alonso Guerrero? Puedes serlo, y como una prueba aquí te presento tu rescate.-Hermano Aguilar, contestó Guerrero, soy ca· sado y tengo tres hijos, soy cacique y capitan de guerra: en cuanto á vos, idos en nombre de Dios: yo tengo el rostro marcado y las orejas perforadas como un indio. ¿Qué pensarian de mi los españoles, si me viesen de este modo entre ellos? Ved mis tres hermosos muchachos, á quienes amo con un amor muy tierno: solo os ruego me deis para ellos algunos de esos collares verdes con granos de vidrio que poseis, y decid que mi hermano me los ha enviado desde su pais natal. La muger de Guerrero se llenó de cóle ra al oir esta conversacion, y tomó parte en ella, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Cómo! ¿viene este miserable esclavo á seducir á mi marido y arrebatarmelo? Váyase enhorabuena. En vano fueron las instancias de Aguilar, y viendo á su compatricio inmutable, se unió

á los mercaderes y se dirigió hacia el punto de la costa, en donde se hallaban estacionados los dos barcos de Cortes; pero ya habian trascurrido los ocho dias, y Ordaz se habia reunido á la escuadrilla expedicionaria, motivo por el cual el desgraciado Aguilar se vió obligado á volverse á casa de su antiguo amo.

Entretanto Cortés desconsolado con la vuelta de los dos buques, hubiera preferido prolongar su detencion en la isla para aguardar á los mercaderes; mas siéndole preciso continuar su rumbo, se hizo á la vela, y cuando ya perdia de vista á Cozumel, un viento contrario le obligó á volverse á él. El buque que llevaba las provisiones de la expedicion, habia sufrido algunas averías de gravedad, y cuando se ocupaban de repararlo en la siguiente mañana, descubrieron una canoa que atravesaba la bahía con direccion á los buques. Los aventureros, al reconocer los mensageros de Cortés en compañía de algunos indios, iban ya á preguntar por sus compatriotas cautivos, cuando una especie de salvage negro y manchado pronunció estas palabras: Dios, Santa María, Sevilla. Conducido este hombre á presencia de Cortés, se sentó en el suelo, como sus compañeros, segun el uso de aquellos paises. Habiendo preguntado el capitan general en dónde estaba el español, aquella especie de salvage contestó al punto:,,Aquí estă: delante lo teneis." Despues que todos mostraron el mayor regocijo con su llegada, le quitaron los viejos harapos que cubrian sus espaldas, y le dieron otros vestidos acomodados al uso europeo. Entonces se supo que se llamaba Gerónimo Aguilar, natural de Ecija en España, donde habia estudiado medianamente para la carrera de la Iglesia; que volviendo de Darien á Santo Domingo con quince españoles y dos mugeres, fué destruida su embarcacion por un fuerte huracán, y se habia hundido con diez mil pesos que llevaba en oro; y que él y sus compañeros, esperaban ganar á Cuba ó Jamaica con el auxilio de un bote. del mismo buque; pero las corrientes los arrastraron á las costas de Yucatan, en donde los caciques se los repartieron. Los mas grnesos y jóvenes fueron sacrificados, otros murieron de enfermedad, y las dos mugeres perecieron á impulso de los trabajos. Aguilar debió su vida á que pudo hnir hácia el interior de la isla, y despues de ocho años de tal acontecimiento, habitaba en casa de un poderoso cacique que lo hizo su esclave. Muy poco ó nada sabia de la situacion del pais; pues habia estado siempre empleado en los trabajos domésticos y cultivo de los campos, sin haberse podido alejar mas de cuatro leguas de la costa. En cuanto á Guerrero, no conservaba de España mas que el nombre; pues tanto por sus costumbres, como por sus hábitos, vestido y figura, parecia un indio del pais: se habia identificado completamente con aquella vida y todas sus maneras; se habia casado con una india de la isla, y tomado á pecho los intereses de su tribu que mandaha, y á la que mas de una vez habia dado la victoria. Como todos los naturales lo te

nian como el bravo de sus guerreros, se hallaba á su cabeza en el ataque contra las tropas de Córdova. Esta última parte de la relacion que acababa de hacer Aguilar, despertó en Cortés el sentimiento de no tener á Guerrero entre sus manos, siendo probable que hubiese deseado mas bien emplear sus servicios, que hacer de él un ejemplar en vísperas de su atrevida conquista; pues así lo dió á entender por la asiduidad con que procuró desde luego ganar el afecto de Gerónimo, dándole el nombramiento de su intérprete.

En el intervalo de los ocho dias que esperó su llegada, pasó Cortés revista á su gente y les arengo, iniciándoles en sus ulteriores proyectos hasta el punto que lo creyó conveniente; pues si les hizo ver los peligros de la empresa, tambien les indicó lo que debia arrostrar su audacia. Los habitantes de Cozumel vivian en perfecta inteligencia con los extrangeros. Los caciques, sacerdotes y alta aristocracia del pais, los miraban ya sin desconfianza alguna; pero Cortés creyó que con ellos le era permitido atreverse á todo, y escogió los objetos mas venerados para hacer el ensayo de su poder. En efecto, en la isla habia un famoso templo, donde las tribus del continente llegaban peregrinando, y allí concurrian hombres de todas naciones que hablaban idiomas diferentes. Habiéndose acercado Cortés con sus oficiales al respetado santnario, los sacerdotes vestidos de ceremonia salieron á su encuentro, teniendo en las manos la copa en que ardia el incienso; pero el jóven español no se acercaba allí para adorar los falsos ídolos, sino para derribarlos por las escaleras del templo, mandando á los mismos indios que los hicieran pedazos. Estos tímidos hombres aguardaban con miedo la venganza de sus dioses; pero ellos se dejaron destruir sin que ningun español recibiese el menor daño. Los pobres indios, que consideraron vencidas sus divinidades por el Dios de Cortés, rodearon al clérigo Juan Diaz para que les celebrase la misa, y dijese en seguida un sermon en lengua castellana, del cual no entendieron ni una sola palabra. Los ídolos destruidos fueron reemplazados por una gran cruz de madera, las imágenes de la Virgen y de los santos; y Cortés aseguró su proteccion á los indios antes de alejarse do Cozumel, siempre que les prometieran respetar estos sagrados objetos del culto católico.

La armada que continuó siempre las huellas de Grijalba, llegó algunos dias mas tarde á echar ancla en la embocadura del rio de Tabasco, donde se halló en presencia de sus primeros enemigos. El sitio era favorable á la defensa. Algunos remadores de la flota cubrian las orillas del rio, cuyas aguas bajas no permitian avanzar mas que pequeños barcos; mientras que los indios armados se preparaban al combate desde sus frágiles canoas. Doce mil guerreros reunidos en Tabasco, capital de la provincia, á media hora de la costa, ciudad defendida por parapetos y palizadas, estaban preparados para rechazar á los españoles, que no sabian á qué atribuir

estas hostiles disposiciones, tan diferentes de la hospitalaria acogida que habian hecho á Grijalba en el año anterior; pero luego supieron que aquel buen recibimiento habia sido vituperado á los habitantes de Tabasco por los de Pontonchan, como un acto de cobardía, y quisieron por lo mismo aprovechar la primera ocasion que se les presentaba para rehabilitarse en la opinion de sus vecinos. Así que, la elocuencia de Aguilar, enviado por Cortés al gefe de Tabasco, no produjo resultado alguno favorable, habiendo sido necesario apelar á la fuerza y á la superioridad de las armas; pero antes de llegar á este último extremo de la guerra, insistio todavía en hacer saber á los enemigos, mediante el intérprete, que además de desear como única cosa el paso libre para sus tropas, queria que reviviesen las buenas relaciones que habian existido anteriormente, echando sobre ellos todas las consecuencias de su infructuosa obstinacion. Mas viendo que no producian ningun efecto los medios contemporizadores, mandó un destacamento de cien hombres á las órdenes de Alonso de Avila, para que penetrando por un punto protegido por una espesa hilera de palmares, tomrase un camino que conducia en derechura á la ciudad de Tabasco; mientras que él se preparaba á atacarla de frente con las tropas que tenia ya embarcadas para atravesar el rio á la vista del enemigo. En seguida se dió principio á un combate marítimo entre los españoles é indios de las canoas; y aunque éstos mostraron mucha fiereza en este corto y desesperado encuentro, se vieron al fin obligados á retirarse á tierra con alguna pérdida. A pesar de que otros indios vinieron en auxilio de los primeros, descargando contra el enemigo una lluvia de sus proyectiles de guerra, los invasores despues de haber ganado la ribera con no poco trabajo y esposicion, se colocaron en orden' y arremetieron contra las tribus indígenas, que acababan de replegarse tras un parapeto de madera que habia en la mitad del cami

no.

Luego que fueron desalojados de este terreno de quebradas y malezas, no les quedó otro remedio que encerrarse dentro de las palizadas que defendian la ciudad; pero á ese mismo tiempo se presentó Alonso de Avila por el punto opuesto, y considerando los tabasqueños que era imposible resistir al sábio plan del gefe europeo, le abandonaron la ciudad sin sus familias, muebles y algunas provisiones de boca. En seguida tomo Cortés formal posesion de ella en nombre de la corona de Castilla.

Los invasores se acuartelaron aquella noche en el patio principal del templo mayor, no sin tomarse antes las precauciones necesarias para evitar un ataque por sorpresa; porque habiéndose escapado del campamento un intérprete indio llamado Melchorejo, dejando colgado sobre un árbol el trage que vestia, el capitan general temia que el fugitivo diese á los enemigos algunos informes de la espedicion; pero viendo que hasta la siguiente mañana no se habia presentado ninguno en los alrededores, envió hacia lo interior del pais

« AnteriorContinua »