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varias piedras á la vez, y sus junturas no las interrumpen. Al sut de la ciudad de Cuernavaca, hácia la pendiente occidental de la cordillera, en aquella deliciosa region que los habitantes distinguen con el nombre de tierras templadas, y en donde reina una primavera perpétua, se levantan estas ruinas de uno de los mas curiosos monumentos de la antigüedad indiana.

Mas de una comparacion se ha hecho entre el teocali mexicano y los monumentos piramidales de Egipto. Estas comparaciones son mas ó menos felices; pero en ningun caso deben las analogías observadas tenerse en cuenta de imitaciou; porque no debe olvidarse que al principio de la civilizacion, los pueblos elegian los sitios ele+ vados para hacer los sacrificios á sus dioses. Los primeros templos, los primeros altares se eligieron en las montañas. Si estas monta→ ñas están aisladas, dice el baron de Humboldt, es mas fácil darles formas regulares, cortándolas por el asiento, y haciendo escalones para subir cómodamente á su eminencia. No parecen otra cosa las pirámides americanas, y todo prueba que tales fueron su orígen y su destino.

Despues de haber hecho mérito de los monumentos arquitectónicos del antiguo Anáhuac, pasarémos á ocuparnos de otras artes que cultivaron con provecho los mexicanos. Entre ellas debemos hacer mencion de la alfarería; pues no solo se fabricaban de barro los útiles necesarios para el uso doméstico, sino que se hacian otras curiosas labores que pintaban de varios colores, cuya habilidad han adquirido por herencia los actuales habitantes de Cuautitlan. Los carpinteros se valian de instrumentos de cobre para trabajar con alguna perfeccion cualquier clase de madera. Las fábricas de toda especie de tela, dice Clavigero, eran muy comunes en todos aquellos paises, y esta era una de las artes mas propagadas en ellos. Carecian de lana, seda comun y cáñamo; pero suplian la lana, cón algodon; la seda, con pluma, pelo de conejo y de liebre; y el cañamo; con icjoctl o palma de montaña, y con diferentes especies de maguey. Del algodon hacian telas gruesas, y otras tun finas y delicudas como la holanda. Estas últimas fueron con razon apreciadas por los españoles. Pocos años despues de la conquista se llevó a Roma un trage sacerdotal de mexicanos, que segun afirma Boturini, causó general admiracion en aquella corte por su finura y excelencia. Tejian estas telas con figuras de diversos colores, que representaban flores y animales. Con plumas tejidas en el mismo algodon hacian capas, colchas, tapetes, cotas, y otras piezas no menos suaves al tacto que hermosas á la vista. He visto algunos hermosos mantos de esta especie, que hasta ahora conservan varios señores del pais, y los usan en las fiestas estraordinarias, como en la coronacion del rey de España. Tambien tejian con el algodon, el pelo mas sutil del vientre de los conejos y liebres, despues de teñido é hilado, resultando una tela blandísima con que los señores

se vestian en invierno. De las hojas de dos especies de maguey, llamadas pati y quetzalichtli, sacaban un hilo delgado para hacer telas equivalentes a las de lino, y de las otras especies de la misma planta, y de la palma de monte, otro hilo mas grueso, semejante al cañamo. El modo que tenian de preparar estos materiales, eran el mismo que los europeos emplean para sus dos hilazas favoritas. Maceraban las hojas en agua, las limpiaban, las ponian al sol, y separaban el hilo hasta ponerlo en estado de poder hi

larlo.

De las hojas de palma de monte, que aun abundan en el territorio mexicano, fabricaban tambien finas y hermosísimas esteras de varios colores, cuyo artículo figura todavía en los muchos mercados de la república, y otras veces empleaban el junco que se produce en el lago de Tezcoco. El hilo del maguey les servin para hacer cuerdas, zapatos y otros utensilios. No eran menos sus adelantos en el ramo de curtiduría; pues ejercitándolo en las pieles de los cuadrúpedos y aves, bien quitándoles el pelo y las plumas, ó bien dejándoles estos vestidos de la naturaleza, ofrecian unos trabajos tan perfectamente acabados como entre nosotros. En una palabra, en todos los ramos que se hacen necesarios á la existencia económica de los paises, habian conseguido mas o menos adelantos los antiguos habitantes del territorio de Anáhuac.

Juegos, trages, y alimentos. Los mexicanos tenian dos especies de juegos, unos públicos y otros privados. A la primera clase pertenecian la carrera y ejercicios militares, cuyo recreo era muy útil á los defensores de la patria; porque los acostumbraba á hacerse superiores á los peligros de la guerra. En los juegos privados se ostentaba la agilidad en los cuerpos, travesuras de piés y habilidades de manos. El baile que formaban seis ú ocho sobre la punta de un palo delgado, liso y piramidal, al cual daban el nombre de volatin, y cuya altura no bajaba regularmente de catorce varas, era una de las diversiones mas dificiles y espantosas que se conocian entre ellos; pues los voladores se desprendian desde la cúspide con tal precipitacion, vueltas y columpios, aunque sostenidos por la débil resistencia de una miserable cuerda, que increible parece cómo pudieran guardar tan fácilmente el equilibrio. El juego del tzaa fué invencion de los mexicanos; y éste consistia en echarse un hombre de espaldas en tierra, colocando un muchacho en cada una de las plantas de sus piés, desde cuyo punto lo arrojaba y volvia á recibir con bastante destreza y agilidad, como lo hace en nuestros dias el idiota conocido en México con el nombre del mudo de la tranca. Algunas veces solia ponerse un hombre en cada extremo, colocándose otro perpendicularmente sobre los hombros de ambos, y de este modo formaban los tres una alegre y divertida danza, sin otro apoyo que el equilibrio que guardaban las plantas del primero. Los aztecas enviados por Cortés á Roma, hicieron este ejercicio á presen

cia del papa Clemente VII con satisfaccion del inmenso concurso de espectadores. El juego de los matachines era muy parecido al anterior. Habia otro que los historiadores han llamado patolli, el cual consistia en describir sobre una estera un cuadro con dos líneas diagonales y transversales, y como tenian la costumbre de jugar con unas judías señaladas con puntos, á la manera de los números de nuestros dados, quitaban ó ponian piedrecillas en los ángulos de las líneas, conforme al punto que resultaba en dicho cuadro, y ganaba el juego aquel que reunia tres piedrecillas en línea recta.

Pero la diversion mas peculiar y comun de los antiguos aztecas, venia á resolverse en el juego del balon ó de la pelota, que tenia efecto en un sitio á que daban el nombre de tlacheo. Oigamos lo que dice Clavigero: El balon era de hule 6 resina elástica, de tres. ó cuatro pulgadas de diámetro, y aunque pesado, botaba mas que el de aire que se usa en Europa. Jugaban partidas de dos contra dos, y de tres contra tres. Los jugadores estaban desnudos, y solo llevaban la cintura 6 maxtlatl que la decencia requeria. Era condicion esencial del juego no tocar el balon sino con la rodilla, con la coyuntura de la muñeca, ó con el codo, y el que lo tocaba con la mano, con el pié, o con otra parte del cuerpo, perdia un punto. El jugador que lanzaba el balon al muro opuesto, o lo hacia votar en él, ganaba otro punto. Los pobres jugaban mazorcas de maiz, y aun á veces la libertad; otros jugaban cierto número de trages de algodon; y los ricos, alhajas de oro, joyas y plumas preciosas. En el espacio que mediaba entre los jugadores habia dos grandes piedras, como las de nuestros molinos, cada una con un agugero en medio, algo mayor que el balon. El que hacia el balon por pasar el agugero, lo que raras veces sucedia, no solamente ganaba la partida, sino que por ley del juego se apoderaba de los vestidos de todos los presentes, y aquel golpe se celebraba como proeza inmortal. Los príncipes y señores de las casas reales, sin exceptuar á los monarcas de México y Acolhuacan, eran los primeros que tomaban parte en este privilegiado entretenimiento,

Ahora pasamos á ocuparnos de los trages que usaban estos pueblos. Viviendo bajo un clima templado, ó en las regiones nas calientes, los mexicanos no conocian los vestidos que nos son indispensables al uso de la vida; pues su trage consistia en un pedazo de tela de algodon ó de tegido de hilo de maguey, ó de piel de conejo echado á la espalda como una capa, y atado sobre el pecho, llevando además un cinturon de la misma tela, cuyos nudos ó atados caian de manera que ocultaban lo que el pudor de casi todos los pueblos tratan de substraer á la vista. Las mugeres dejaban des cender casi hasta los talones una de las extremidades del cinturon, y usaban un trage bastante parecido á una blusa ó camison sin mangas (huepilli). El calzado se reducia á unas hojas de maguey cortadas á manera de plantillas, y atadas al pié con unos cordones

de cuero. Los ricos usaban el tejido de algodon con guarniciones y adornos de plumas, como tambien ricos collares y brazaletes de perlas, esmeraldas, amatistas y otras piedras preciosas, todas engarzadas en oro. La línea divisoria que en todas las naciones ha existido entre nobles y plebeyos, se encontraba muy marcada entre los habitantes del antiguo territorio de Anáhuac; pues los trages y adornos que usaban los ricos frecuentemente, se miraban como un piivilegio concedido exclusivamente á la nobleza del estado.

La miseria en que por muchos años vivieron los aztecas á orillas del lago, los impelió á adoptar en clase de alimentos todo cuanto encontraban en medio de las aguas; y aunque la industria les proporcionó con el tiempo mejores comestibles, la clase pobre se mantenia casi siempre con las raices de las plantas acuáticas, culebras, moscas, hormigas y otros animalillos inmundos. La industria de los huertos flotantes mejoró el sistema de sus comidas; pues desde entonces la clase noble pudo presentar en sus banquetes algunos platos de exquisito gusto, en medio de la abundancia y variedad de manjares. Entre ellos merecen particular mencion el maiz, el cacao, la chia y los frijoles; pues además de las muchas comidas y bebidas que hacian con el primero, formaban una especie de pan ovalado que todavia se conoce con el nombre de tortilla, lo mismo que el sano y sustancioso atole que sirve de almuerzo á los indígenas; de la planta del cacao hacian una bebida que llamaban choco lat, de donde se ha derivado el nombre de chocolate que pronuncian hoy los habitantes de ambos mundos; la chia les servia para formar una deliciosa bebida que calmaba los ardores producidos por los rayos del sol; y de los frijoles hacian un guisado muy saludable á la conservacion de la vida. El gusto que profesaban los aztecas por estas clases de alimentos, ha pasado como una herencia á los actuales indígenas del territorio mexicano.

Sin embargo de que no consumian tanta carne como en Europa, en las mesas de los ricos se servian diariamente algunas especies de animales, como ciervos, conejos, pavos y otros. Les gustaba saborear la mayor parte de las frutas que producia el pais. De las cañas del maiz y de los tallos del maguey, que beneficiaban del mismo modo que lo hacen hoy, sacaban dos bebidas que reemplazaban la falta del vino de uvas; la primera ha llegado hasta nosotros con el nombre de chicha, y es generalmente usada por todos los habitantes del nuevo continente; pero la segunda, llamada torpemente pulque por los españoles, es propiedad esclusiva de esta importante parte de la América septentrional. Ya hemos manifestado anteriormente los diversos usos de la planta que produce este riquísimo vino mexicano.

Despues de haber recorrido en las anteriores páginas el estado religioso, político, militar y económico de los aztecas, cuyo conoci miento se hacia necesario para caminar con inteligencia por en me

dio de los grandes sucesos que presenció el siglo diez y seis, es preciso que volvamos á tomar el hilo histórico que dejamos de nuestras manos al concluir el reinado de Ahuitzotl, monarca que pretendió apoderarse en vano del reino de Michoacan, despues de haber adelantado sus conquistas hasta mas allá de Guatemala. Los hechos que se han recopilado en este rápido relato del antiguo México, nos demuestra su estado social, material é intelectual, infinitamente superior al de las otras naciones de la América del Norte. El imperio mexicano era entonces para esta parte del continente, lo que el Perú era para la América del Sur. Sin embargo, quien juzgase únicamente esta civilizacion por las relaciones de los conquistadores, antiguos viageros y primeros historiadores, formaria ciertamente una idea exagerada y caeria en ridículos errores. Los nombres mas pomposos, las comparaciones mas brillantes y los elogios mas absolutos, se agolpan en tropel bajo la pluma de los primeros observadores, y se aplican á falta de un razonado aprecio á los monumentos, instituciones, reglamentos de administracion y productos artísticos, muy inferiores en verdad á lo exagerado de sus relatos, lo que es menester no perder de vista en el exámen de las antiguas narraciones del imperio mexicano.

CAPITULO IV.

Desde el reinado de Moctezuma II, hasta la alianza de los españoles con los tlascaltecas.

MOCTEZUMA II, nono rey de México. República de Tlascala: sus instituciones y su historia antigua: guerras entre esta repú blica y el imperio mexicano. Horrorosa hambre: sublevacion de los mixtecas y zapotecas: expedicion a Guatemala. Rebelion de Atlixco. Nuevas expediciones a la Mixteca y Guatemala. Expediciones á la provincia de Amatlan y otras del imperio: presagios de la venida de los españoles. Acontecimiento notable de una princesa mexicana: sublevacion de Jochitepec. Ereccion de un nuevo altar de victimas humanas. Nuevas expediciones de los mexicanos. Muerte de Nezahualpilli, rey de Acolhuacan: disenciones entre los sucesores á la corona. Expedicion de Francisco Hernandez de Córdoba. Expedicion de Juan de Grijalba: aturdimiento en la corte de Moctezuma. Expedicion de Hernan Cortés: su salida del puerto de la Habana: arribo de la armada á Tabasco: gran batalla con los indios. Arribo de los españoles a México: entrevista con los aztecas: embajadas y regalos: distur bios en el campamento español: conducta de Cortés en Zempoala: fundacion de Veracruz: destruccion de la flota. Los españoles

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