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piede descubrir hoy el mas pequeño vestigio de ellas. Cuando nos ocupemos, siguiendo las huellas de Cortés, en el antiguo territorio mexicano, tendremos ocasion de describir algunos de sus principales monumentos.

Aunque seria, muy ridículo comparar el arte arquitectónico me xicano, con el de la antigüedad griega ó romana, ó con el gótico de las naciones de Europa, es preciso reconocer que sobre la llanura del Anáhuac existia un arte muy anterior á los aztecas y a otros bárbaros del norte, de cuyos modelos se aprovecharon para hacer sus ulteriores obras. El corte de las piedras, el aplomo de las paredes, las combinaciones de las diferentés arcadas no les eran desconocidas. Sus acueductos para conducir las aguas dulces á Tenochtitlan; sus diques para contener los lagos, las calzadas para proporcionarse el terreno propio de edificar, y los caminos por dentro de las aguas, se distinguian como otros tantos mouumentos de su inteligencia y habilidad. Cuando los aztecas llegaron al territorio de Anáhuac, se encontraron con grandes y viejos edificios que parecian destinados á casas de religion. Es preciso dar una idea acerca de ellos, no para manifestar la obra del pueblo que nos ocupa, sino los modelos que adoptó para la construccion de sus templos. Los mas antiguos de estos, monumentos, que son las dos grandes pirámides de San Juau de Teotihuacan, se ven en el valle de México á algunas leguas de la capital. Los indígenas las llaman todavía hoy, como las nombraban sus antecesores: las casas del sol y de la land; pucs á estas divinidades estaban consagradas, como hemos dicho anteriormente. Su principal forma no ha cambiado despues de la conquista: tal es ahora como era á los ojos de los españoles de aquella época. Estas pirámides sirvieron de modelo al gran templo de Tenochtitlan, segun lo refieren las tradiciones mexicanas, Subian á su cumbre por una escalinata de piedras anchas y cortadas. Al lado de muchos altaritos con cúpulas de madera, se veian estátuas colosales cubiertas de hojillas de oro sumamente delgadas. La vejetacion del cactus y el maguey, unida á la poderosa mano del tiempo, han destruido el esterior de estas pirámides, que formaban cuatro asientos subdivididos en pequeñas gradas de un métro de altura. La posicion que guarda en una llanura no dominada por ninguna colina, hace muy probable que roca alguna sirviese de núcleo á estos monumentos, cuya estructura interior es todavía un misterio; pues las tradiciones mexicanas que las hacen huecas, no se apoyan en prueba alguna. Lo mas particular es, que al rededor de estas casas del sol y de la luna, se vé un grupo, ó por mejor decir, un sistema de pirámides de nueve á diez métros de elevacion á lo mas. Hay muchos centenares dispuestos en formas de calles anchas, alineadas en la direccion de las paralelas y meridianos, y desembocan á las cuatro fachadas de las grandes pitámides. Las pequeñas, segun la tradicion, estaban dedicadas á

las estrellas. Es probable que sirviesen de sepulcros á los gefes de las tribus. Todo este llano se llamó en lo antiguo, en lengua azteca ó tolteca, el Micoatl ó el camino de los muertos.

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A medida que uno se aproxima a estas pirámides viniendo de Otumba, dice M. Bullock, se manifiestan de la manera mas pintoresca, y la forma cuadrada y perfecta de la mas grande se hace mas visible. La mas chica está menos conservada; y en su cumbre se observan las ruinas de un antiguo mmumento de cuarenta y siete piés ingleses de largo sobre catorce de ancho, construido de piedras sin pulir. Subimos con mas facilidad de lo que esperábamos á la grande pirámide, cuyos terraplenes se distinguen perfectamente sobre todo el segundo. En varios parages las higueras han alterado la regularidad de los escalones; pero en ninguno de ellos han destruido la forma regular del monumento, tan regular como la de la grande pirámide de Egipto. Por todos lados encontrábamos fragmentos de instrumentos, de cuchillos, flechas, puntas de lanza de obsidiana; y sobre la cima que presenta un espacio unido, recojimos pequeñas estátuas y vasos de tierra, y lo que mas me sorprendió fueron las conchas de ostras, que eran las primeras que habia visto en México. Desde aquel punto la vista es admirable. Con ella dominábamos la mayor parte del valle mexicano, en cuyo inmenso cuadro entraba tambien la ciudad. Al oriente de este grupo, y oculto entre un espeso bosque que se dilata por la pendiente de la cordillera del lado del golfo mexicano, se eleva, dice el baron de Humboldt, la pirámide de Papantla, que la casualidad descubrió hace unos cincuenta años á unos cazadores españoles; pues los indios se complacen en ocultar á los blancos todo lo que sea objeto antiguo de veneracion. La forma de este teoculi o templo, que tenia seis ó quizá siete pisos, es mas avanzada que la de los otros monumentos de este género. Está construido como aquellos, de piedras de sillería, cortada con bastante regularidad y primor, y todas cubiertas de geroglíficos esculpidos. Vénse pequeños nichos dispuestos con mucha simetría, y cuyo número (prosigue M. Humboldt) hace alusion á los trescientos diez y ocho sigues simples y compuestos del calendario civil de los tol

tecas.

Pero de todos los monumentos piramidales de esta parte del Anáhuac, ninguno mas grande, mas antiguo y célebre que el teocali de Cholula. Llámase hoy monte hecho a mano. De lejos parece una colina natural cargada de espesa vegetacion. Sobre una vasta llanura sin árboles grandes, como las planicies de dos mil docientos métros sobre el nivel del oceano, se desprende esto teocali con cuatro asientos exactamente orientados en sns costados, segun los puntos cardinales; construido por capas de ladrillos, alteradas con otras de arcilla, presentando de este modo el mismo tipo que las pirámides de Teotihuacan, y una analogía bastante notable con las de

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Egipto. En el interior de este teocali existian considerables cavidades, que estaban destinadas á servir de sepulturas á los indígenas. Sobre su plataforma, que presenta una superficie de cuatro mil doscientos métros cuadrados, se elevaba en tiempo de los aztecas un pequeño altar dedicado al dios del viento; pero los españoles lo reemplazaron con una iglesia bajo la invocación de Nuestra Señora de los Remedios. Está rodeada de cipreses, y es tal vez entre todos los templos del globo el que se encuentra mas próximo al cielo.

Desde esta plataforma, en la que M. Humboldt hizo un sin número de observaciones astronómicas, el golpe de vista es admirable, pues se contempla una llanura cubierta de ricas mieses, de plantaciones de aloés y pitas; de casas de campo, jardines, muchos pueblos con sus elegantes capillas; á Cholula con su gran plaza frecuentada de indígenas, sus iglesias y elevados campanarios; y á la vista del observador en un horizonte mas o menos aproximado, un circuito de montañas azules de donde se lanzan el volcan de la Puebla, el pico de Orizava, la sierra de Tlascala, célebre por las tormentas que se forman al rededor de su cima: tres montañas mas elevadas que el monte Blanco, dos de las cuales son todavía volcanes inflamados. La pirámide de Cholula tiene ciento setenta piés de altura, lo mismo que la pirámide del sol de San Juan de Teotihuacan, tres métros mas que la tercera de las grandes de Egipto del grupo de Ghizé, la de Miurinus. Lo largo de su base, que es de mil trescientos cincuenta y cinco piés, excede á la de todos los edificios de este género en el antiguo continente. Es casi doble que la de Chcops.

A estas construcciones, que se ligan esclusivamente al sistema religioso, es necesario añadir otra muy extraordinaria, que parece deber señalarse como una muestra del genio militar de los antiguos pueblos de la superficie central. Este es el monumento de Jochicalco, ó la casa de las flores, colina aislada de ciento diez y ocho métros de elevacion; masas de rocas à la que la mano del hombre ha dado una forma cónica bastante regular; colina rodeada de un ancho foso, verdadero retrincheramiento, ó si se quiere fortaleza ó templo fortificado. Todo este monumento está todavia dividido por asientos; tiene una plataforma de cerca de nueve mil metros cuadrados, circuidos de un número de piedra de sillería, pudiendo servir de defensa á los combatientes. Los viajeros que han examinado de cerca esta obra de los pueblos indígenas de la América, se' admiran de ver lo pulido y bien cortado de las piedras de porfido, que tienen todas las formas de paralelepipedos, el enidado con que han sido unidas las unas con las otras, sin que la argamasa halla rellenado las junturas y la inquisicion de los relieves de que las piedras están adornadas. Entre las figuras geroglíficas se distinguen cocodrilos, y lo que es mucho mas curioso, á hombres sentados con las piernas cruzadas al uso asiático. Cada figura ocupa Tом. I. 16

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