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thostrando en sus vestidos la humildad y pobreza de la clase indigente del estado. Son admirables los martirios que sufrian en el espacio de los cuatro años de su penitencia; pues además de las continuadas vigilias, los rigorosos ayunos y crueles maceraciones, se perforaban las orejas con espinas de maguey en los próximos dias à una fiesta, introduciéndose en los agugeros hasta sesenta estillas de cañas. Su incontinencia se castigaba de una manera atroz: el sacerdote moria apaleado, y su cadáver reducido á cenizas por la accion del fuego, desaparecia en un momento esparcido por la impetuosidad del viento.

Los sumos sacerdotes de México en circunstancias de una públi ca calamidad, formaban en un bosque algunas cabañas de techumbre de ramos siempre verdes, pues tenian cuidado de renovarlos cada vez que se secaban; y allí iban á pasar una vida de abstinencia y oracion por espacio de diez meses ó un año, mortificando diariamente sus carnes con privaciones y efusion de sangre. Era cé lebre tambien el ayuno que hacian los tlascaltecas en la solemne fiesta de su dios Camaxtle. El gefe de los sacerdotes penitentes, conocido con el nombre de Acheauhtli, fijaba á todos ellos el término de cinco dias para dar principio á la rigorosa abstinencia, advirtiéndoles que le manifestara su voluntad cualquiera que no se encontrare capaz de resistirla, en el concepto de que la menor falta cometida despues de dicho plazo, seria castigada con la pérdida del sacerdocio y la nota de infamia. El monte Matlacueye servia de retiro á los penitentes, donde durante ciento sesenta dias ponian à prueba su sufrimiento, llevándolo hasta el exceso de perforarse la lengua con un cuchillo de itztli, y atravesarla en seguida con varias estillas de cañas al sonido de los cantos que dirigian á sus dioses. A los ochenta dias de principiada esta vida de martirios, subian á hacer penitencia los hombres del pueblo, sin exceptuar la nobleza ni aun los gefes de la república. Sus privaciones eran mehos crueles.

Algunos religiosos del siglo diez y seis, al examinar detenidamente la cosmogonfa de los antiguos mexicanos, creyeron percibir algu has huellas de una remota predicacion del cristianismo en el nuevo continente; pero si se exceptúan ciertas creencias puras que han podido estudiarse en los viejos manuscritos indianos, todo lo demás es contrario a las saludables y regeneradoras doctrinas del evangelio, porque todo se opone á los recomendables sentimientos de beneficencia y humanidad. Las tradiciones sobre la madre del género humano; el recuerdo del diluvio y la salvacion de una sola familia; la historia de la alta pirámide que elevada por el orgullo de los hombres, fué destruida en un momento por la cólera de los dioses; el lavatorio que se acostumbraba en el nacimiento de los niños; la distribucion que en pequeñas partes se hacia al pueblo con ídolos de harina de maiz, durante el tiempo que permanecia reunido en las

inmediaciones de los templos; la costumbre que tenian los peniten tes de declarar sus pecados; las congregaciones religiosas de individuos de ambos sexos, muy parecidas á las que se encuentran en las naciones del mundo católico; la creencia de que unos hombres blancos con barbas largas y de ejemplar conducta, habian verificado un cambio en el sistema religioso del pais; todas estas creencias y costumbres, segun nos dice el historiador Renaudiére, sirvieron de fundamentos á la idea de una remota predicacion del cristianismo en América; y por eso algunos entendidos escritores han creido ver la persona del apóstol Santo Tomás, en el misterioso númen Quetzalcoatl, á quien los aztecas y choluleses tributaban el mas respetuoso homenage. El hallazgo que se había hecho de varias cruces en esta parte de la América septentrional, robusteció la opinion que existia sobre la posibilidad del anterior acontecimiento. Pero hablando con la imparcialidad que reclaman los hechos de la historia, nos parecen muy débiles esos fundamentos para la formacion de un sistema sobre el asunto.

Cronologia, astronomía y fiestas religiosas. Como los mexicanos habian heredado la civilizacion del pueblo tolteca, tenian vastos conocimientos en la dificil ciencia astronómica, particularmente si se observa la miseria é ignorancia en que vivian tres siglos antes de la conquista española; pero su sistema astronómico, en vez de tener las útiles aplicaciones que se le daba en las naciones del viejo mundo, les servia únicamente para los usos de la vida civil y ejercicio del culto religioso. Nada da á conocer tanto los estravíos de su bárbara y sangrienta supersticion, como el considerable número de fiestas que dedicaban á sus falsas divinidades; pero antes de ocuparnos de ellas y de sus execrables ritos, darémos una breve noticia sobre sus ideas cronológicas y astronómicas. Ya hemos dicho que todas las naciones del antiguo México dividian el mundo en cuatro periodos con otros tantos soles: el primero, desde la creacion hasta el diluvio universal; el segundo, desde el diluvio hasta la destruccion de los gigantes; tercero, desde esta época hasta la desolacion que sufrió la tierra en los reinos vegetal y animal, á consecuencia de los grandes huracanes y terremotos que se sucedieron unos á otros; y el cuarto, desde este estrago hasta la consumacion de los siglos por el fuego. Como no podian prever cuándo llegaria esta completa destruccion del mundo, al principio de cada siglo hacian ruidosas fiestas al dios del fuego, con el objeto de darle gracias por la prorogacion del término fatal.

La division del tiempo reglaba el órden de sus dos calendarios; el civil y el solar, cuyos nombres querian decir: cuenta del sol, cuenta de la luna. El año solar se componia de trescientos setenta dias divididos en diez y ocho meses de á veinte dias cada uno, mas cinco complementarios añadidos al último mes y que eran conocidos con el nombre de nemontemi, es decir, infelices ó inútiles; porque

creian que las criaturas que nacian en estos dias aciagos, les accipañaba un mal destino en la transitoria carrera de la vida, y por este motivo los empleaban en visitarse unos á otros. Los sábios matemáticos que se habian asociado en Huehuetlapalan, cuna de los habitantes primitivos del valle, añadieron á cada cuatro años un dia que formaron de las seis horas sobrantes en cada uno de ellos, igualando de tal modo los años civiles y astronómicos, como se hizo en Europa cien años antes de la venida de Jesucristo; pero con moti vo de haber caido en un mismo dia dos de sus principales fiestas religiosas, segun nos refiere el caballero Boturini, aunque el historiador Clavigero se muestra dudoso sobre este punto, determinaron los antiguos intercalar doce dias y medio en cada periodo de cincuenta y dos años. El mes estaba dividido en cuatro semanas de á cinco dias, siendo el último de ellos feriado ó destinado para el mercado público. El historiador Prescott considera en esta disposicion una ventaja sobre las adoptadas en Europa y Asia; porque de ella no resultaba resíduo alguno ni en el mes ni en el año, supuesto que se componia de semanas y meses completos.

Las antiguas pinturas nos representan el siglo en la forma de una rueda dividida en cincuenta y dos figuras, en cuyo rededor se veia una sierpe caprichosamente enroscada, que indicaba no solo los puntos cardinales en sus cuatro nudos, sino tambien los principios de los cuatro periodos de á trece años cada uno, en que dividian su ciclo de cincuenta y dos años. La cabeza de la serpiente anunciaba en esta rueda el comienzo del ciclo, y en las cincuenta y dos figuras que colocaban al rededor de ella, se veian cuatro emblemas repetidos trece veces hasta completar aquel número. Los años se distinguian por los nombres de tochtli 6 conejo, acatle ó caña, tecpatló pedernal, y calli ó casa, los cuales estaban representados por medio de geroglíficos en la mencionada rueda. La cuenta del siglo la hacian del siguiente modo: primer conejo 6 primer año, segunda caña, tercer pedernal, cuarta casa, quinto conejo, continuando así hasta el año trece que se denominaba décimo tercio conejo, en el cual concluia el primer periodo de los cuatro del siglo. Para la cuenta del segundo se decia: primera caña, segundo pedernal, tercera casa, cuarto conejo &c., hasta terminar en la décima tercia caña ó se gundo periodo. De este modo continuaban hasta dar vuelta completa á la rueda con la conclusion del último periodo de trece años. Dos siglos semejantes al anterior componian una vejez, ó un ciclo de ciento y cuatro años que no tenian geroglífico.

El historiador Prescott se admira de los adelantos de la nacion azteca en esta materia, particularmente cuando examina el sistema que empleaban sus habitantes para fijar la fecha de los acontecimientos históricos. El principio de su era, dice este ilustre es,,critor, correspondia al año 1091 de J. C., y comenzaba con la refor"ma de su calendario, poco despues de su salida de Aztlan. Agru

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„paban los años en ciclos de á cincuenta y dos años cada uno, lla,,mándolos haces ó lios, y los representaban por cierto número de ,,carrizos atados con un cordon. Cada vez que se encuentra en sus mapas este signo, se denota medio siglo. Para poder designar cada ,,año en particular, dividian su gran ciclo en otros cuatro pequeños ,,ó indicciones de á trece años. Despues adoptaban dos séries de signos para designar cada año: la primera consistia en sus notas ,,numéricas y la segunda en cuatro geroglíficos de los años: estos últimos se repetian incesantemente, y en frente de cada uno „de ellos se encontraba la cifra correspondiente, hasta llegar á trece: este sistema se continuaba durante las cuatro indicciones, de las cuales, como es fácil conocerlo, no habia dos que comenzasen. "por el mismo geroglífico, y de esta manera todos ellos iban corres"pondiendo á todos los números sucesivamente; pero nunca corres»pondian dos veces á un mismo número en un ciclo: 4 y 13 los factores de cincuenta y dos, que era el número de los años de éste, ad"mitian todas las combinaciones capaces de formar aquel producto. ,,Cada año tenia, pues, un símbolo especial por cuyo medio se le podia reconocer de una ojeada: este símbolo precedido de cierto nú„mero de haces, indicaba exactamente el tiempo que habia pasado ,,desde el principio de la era nacional, año de 1091, J. C. El ingenio,,so recurso de una série periódica, en vez de una enorme série de .geroglíficos destinados cada uno á un año especial, no solo se en,,cuentra entre los aztecas, mas tambien en varios pueblos del Asia, ,,aunque el mecanismo material sea diferente."

El año mexicano se veia representado por un gran círculo, en cuyo centro se hallaba la figura de la luna iluminada por el sol, y en su circunferencia los signos de los diez y ocho meses por el órden del calendario. Cada mes tenia una nomenclatura especial que lo distinguiese de los demás. Se tomaba ó bien de las fiestas religiosas, ó bien de las operaciones que se hacian en ellos, ó bien de los hechos accidentales que tenian relacion con dichas operaciones. Los autores manifiestan con alguna variedad esta nomenclatura; pero el historiador Clavigero nos presenta como un modelo la siguiente tabla, por considerarla admitida en el círculo de la opinion mas general, y á su lado colocamos la interpretacion que se ha dado á cada uno de los nombres.

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Así como la cabeza de la serpiente anunciaba el principio del siglo en la representacion de éste, nada se nota en la presente rueda que indicase el primer mes del año; pero la mayor parte de los escritores antiguos y modernos, exceptuando á Gomara, Valdés y otros, convienen en señalar como el primero al mes Atlacahualco. El año civil terminaba en el solsticio de invierno.

El mes se veia representado en otro círculo ó rueda, dividido en veinte figuras que simbolizaban sus veinte dias. Cada uno de éstos tenia un nombre particular, como puede verse en la siguiente tabla, tomada igualmente de la curiosa obra del historiador Clavigero.

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