Imatges de pàgina
PDF
EPUB

sidencia, donde los caballeros de la Real Casa salieron á recibirle y le acompañaron hasta palacio con muestras de las mayores distinciones. Entonces le manifestó el rey que la conquista del NuevoMundo, segun las capitulaciones que habia con los reyes de Castilla, pertenecia de derecho á la corona de Portugal; pero el almirante se limitó á contestarle que sus instrucciones, las que se habian pregonado en todos los puertos de Andalucía, solo le prohibian que tocase en el curso de su navegacion las costas occidentales del África. Sin embargo del sentimiento que esperimentaba el rey al considerar la presa que se le habia escapado de entre las manos, observó con su ilustre huésped las caballerosas distinciones del siglo, y aun desechó un horrible proyecto de asesinato que algunos le propusieron. El almirante determinó su viage para España á los muy pocos dias.

La villa de Palos, que al fin vió realizado el descubrimiento de nuevas tierras, le recibió el 15 de Marzo con solemne procesion pública y general regocijo de toda la poblacion. Todavia fué mayor la alegría que se difundió en la ciudad de Barcelona, residencia entonces de los reyes de Castilla, cuando se supo que el almirante iba en persona á referirles los acontecimientos de su extraordinaria expedicion. Los personages de la córte y cuerpo municipal le hicieron solemne recibimiento á vista de un numeroso concurso del pueblo, y lo acompañaron hasta el real sólio que se hallaba colocado en la plaza pública para mejor honrar el feliz suceso de la gloriosa empresa. Cristóbal Colon llegó á presencia del rey que lo recibió en pié, dobló ambas rodillas, ocupó luego un asiento delante de las reales personas, y les dió cuenta en alta voz de su viage y descubrimientos. Los cantores de la Capilla de los reyes cantaron en seguida el Te-Deum Laudamus. Este dia y los demás que permaneció el almirante en Barcelona, la nobleza y altos funcionarios le tributaron los mayores honores y distinciones. Jamas el hombre del pueblo fué elevado en España á tan digna como merecida reputacion.

Los reyes de Castilla, cuyo piadoso celo por la religion les mereció el sobrenombre de católicos, dieron cuenta inmediatamente del descubrimiento de las Indias al sumo pontífice Alejandro VI, que no solo recibió grande satisfaccion al considerar el nuevo camino que se abria á la conversion de los infieles; sino que tambien, mediante acuerdo del colegio de cardenales, despacho bula concediendo á los monarcas españoles el soberano imperio y navegacion del Nuevo-Mundo, para que de ese modo pudieran mejor emplear su cuidado y solicitud en la predicacion del cristianismo. Desde entonces los reyes de Castilla creyeron de buena fé que les pertenecia el dominio de las Indias Occidentales, cuya buena fé se aumentó cuando merced á sus cuidados, las vieron convertidas de la idolatría é ignorancia al cristianismo y civilizacion. El historiador Mu

ñoz dice (1): „Ni se ponia dificultad en que fácilmente se iria suje,,tando al imperio español cuanto llegase á reconocerse. Por donde ,,se esperaba difundir la luz de la cultura europea y de la religion de ,,Cristo entre infinitas naciones bárbaras é infieles. Bien tan grande, ,,que él solo se creia bastante para justificar cualesquiera guerras y ,,conquistas que se emprendiesen por conseguirlo. Tal era la opi,,nion generalmente recibida en aquel tiempo: no diré si la mas sana "y conforme al Evangelio y espíritu del cristianismo, cuya potencia ,,consiste en la virtud de Dios, cuyas armas son la exhortacion, "la paciencia, los trabajos; y cuya propagacion parece debiera en to,,dos tiempos procurarse por los medios únicos que enseñó su divino ,,Autor, y usaron sus Discípulos é imitadores con asombroso fruto. "Pero la práctica de los cuatro últimos siglos, desde el principio de ,,las famosas cruzadas, habia consagrado la guerra contra infieles ,,á título de quitar obstáculos al progreso de la religion. Cuantos no ,,creian en Cristo eran enemigos; echarlos de sus posesiones, una ,,obra santa. Los príncipes cristianos que mayores fuerzas emplea,,ban en ello, esos eran reputados por mas piadosos, y nadie les dis,,putaba el derecho á semejantes conquistas. Por estos principios de,,bió nuestra córte calificar de justa y legítima la posesion tomada ,,de las islas y tierras firmes del mar Oceano, y de santo el propó,,sito de sujetarlas á la corona de Castilla. Por lo mismo sin duda pa,,reció no ser necesario impetrar bula pontificia. Mas como la erra,,da opinion sobre el poder temporal de la santa Sede para disponer ,,á su arbitrio de las tierras de infieles estuviese á la sazon muy „valida, se adoptó por mas seguro el dar cuenta de todo al sumo ,,pontífice Alejandro VI, solicitando la gracia de las regiones des,,cubiertas y por descubrir en el oceano occidental. Fuera de que ,,era muy conveniente la bula para preocupar á los pueblos y aun ,,á los monarcas de la cristiandad, y sobre todo para cortar en şi ,,raiz las pretensiones y diferencias que podria suscitar la córte de ,,Lisboa."

El rey D. Juan II de Portugal, fundándose en una bula de Martino V que concedia á esta corona los descubrimientos que hicieran sus navegantes desde el cabo Bojador hasta la India, procuró hacer valer ante los reyes de Castilla sus derechos á las tierras descubiertas por Colon; pero éstos desentendiéndose de la concesion apostólica, alegaron á su debido tiempo los derechos que otorgan las leyes al primer ocupante. El papa Alejandro VI, oidas las reclamaciones de ambos soberanos, declaró que sirviese de línea divisoria á las conquistas de las dos coronas, el meridiano que pasa á cien leguas al occidente de las islas Azores. Sin embargo de esta declaracion, el rey de Portugal continuó manifestándose hostil á las intenciones del trono español; y si un convenio no hubiera cortado felizmen

(1) Historia del Nuevo-Mundo, lib. IV.

te las diferencias, se habrian alterado sin duda alguna los lazos de amistad entre ambas potencias. El convenio se celebró en Tordecillas el 7 de Junio de 1494; y por él se estableció la línea de demarcacion á trescientas setenta leguas al occidente de las islas de Cabo Verde, y se concedió libre navegacion á los súbditos españoles por los mares de la corona de Portugal, sin desviarse de sus ordinarias derrotas.

Entretanto Cristóbal Colon, despues de haber recibido tan buena acogida de la córte española, se ocupaba de hacer con diligencia los preparativos para un segundo viage al Nuevo-Mundo. El 15 de Septiembre salió de la bahía de Cádiz con diez y siete buques y mil quinientos hombres, llevando además trece misioneros para que predicasen el Evangelio á los naturales de las Indias. El 3 de Noviembre descubrió con buena navegacion la Dominica, una de las islas Antillas, que tiene dos leguas de extension sobre seis de anchura: el mismo dia desembarcó parte de su gente en otra isla que llamó Marigalante, y de ella tomó solemne posesion en nombre de los reyes de Castilla. De tal modo descubrió sucesivamente las islas Guadalupe, Peñas de Monserrate, Santa María la Redonda, Santa María la Antigua, San Martin, Santa Cruz, San Juan Bautista, y otra multitud de islas que se encuentran en el mar de las Antillas, á corta distancia unas de otras.

No queriendo detenerse por mas tiempo en el exámen de estas pequeñas islas, cuyos habitantes eran antropófagos ó caribes, dió la vela con direccion á la Española, y llegó el 28 de Noviembre al puerto de Navidad. Los castellanos que se habian quedado para custodia de la fortaleza, un mes antes habian sido víctimas de sus divisiones y deshonestidades: pues Caonabó, poderoso cacique de la provincia de Cibao, cansado de los robos que hacian de continuo, vino sobre ella con innumerable gente, y mandó quemar su torre y habitaciones: los cristianos dispersos fueron asesinados por los isleños. Cristóbal Colon se llenó de pesar é indignacion al oir el relato de este triste acontecimiento, que le refirió el mismo rey Guacanagari, cuyo celo en defensa de los Españoles contra sus enemigos puso en bastante peligro su vida; pues cuando supo que Caonabó habia sido el autor del incendio de la fortaleza, le presentó batalla en sus mismos dominios, y en ella recibió varias heridas que lo postraron en cama, cuyo noble comportamiento lo excusó de toda responsabilidad. Sin embargo, algunos historiadores no han dejado de concebir cierta sospecha respecto á su conducta.

Cuando el almirante hubo observado que la provincia no era muy á propósito para fundar una poblacion, siguió la costa hácia el oriente, llegó á un rio que desagua en el mar, y desembarcó su gente en un pueblo de indios, donde empezó á construir la primer villa que se conoció en las Indias. La fertilidad del terreno, la abundancia de piedra y cal, la pureza de las aguas, y otras muchas TOM. I.

2

circunstancias, contribuyeron á que se formase una hermosísima colonia, que nombró el almirante la Isabela en recuerdo de su católica soberana.

La mudanza de temperamento y la escasez de comestibles, pues los del pais eran muy sustanciosos, causaron alguna mortandad entre los nuevos colonos; pero el esquisito cuidado del almirante alivió en cuanto pudo sus dolencias y sinsabores. En tales circunstancias no solo despachó doce buques á Castilla para que se le proveyese de bastimentos; sino que tambien envió á Alonso de Ojeda con quince soldados á reconocer la riqueza del territorio, á fin de distraer la tristeza de sus compañeros con mas útiles y productivos trabajos. Alonso de Ojeda anduvo diez leguas por terrenos despoblados, divisó en una vega multitud de poblaciones que le dieron muy buena acogida, contempló con admiracion en Cibao la abundancia de oro en granos, y regresó llevando consigo muchas muestras de las riquezas de aquellas privilegiadas tierras. Los compañeros del almirante empezaron á sonreir en medio de los encantadores sueños de una futura prosperidad.

Descubrimiento de Jamaica: llegada de Don Bartolomé Colon á la Española: prision de Caonabo. (1494). Sin embargo de las consideraciones que el almirante usaba con los castellanos, hubo ingratos entre ellos que formaron su plan de conspiracion, inducidos por el contador Bernal Diaz de Pisa; pero el pronto y eficaz castigo de los delincuentes pudo volverlos á la obediencia. Tan pronto como se hubo sosegado el espíritu de insubordinacion, tomó sus determinaciones para penetrar en la provincia de Cibao, á cuyo efecto mandó reunir todas sus herramientas y útiles necesarios para la construccion de una fortaleza en dicho punto, dado caso que sus riquezas reclamasen el establecimiento de otra colonia. Salió de la Isabela á la cabeza de sus escuadrones con banderas y tambor batiente, cuyo estrépito introdujo desde luego el miedo entre los sencillos naturales; y á fines de Marzo, despues de haber vadeado multitud de rios, empezó á trepar por las altas sierras de la provincia de Cibao, cuya riqueza y hermosura llenaron del mas vivo entusiasmo á la gente de Castilla: pues además de las minas de oro, descubrieron una veta de cobre, otra de fino azul, y otra de ámbar ó succino. El almirante mandó construir inmediatamente de tapia y de madera la fortaleza de Santo Tomás sobre el cerro de Janique. Su guarnicion se compuso de cincuenta y seis hombresal mando de Don Pedro Margarite.

El almirante regresó poco despues á la Isabela, donde tuvo el sentimiento de encontrar disminuido el número de sus castellanos; porque habian muerto á consecuencia del hambre y enfermedades del clima. Con tal motivo volvió á levantar cabeza entre ellos el espí ritu de insubordinacion, que protegia en cierto modo la piedad mal entendida de uno de los misioneros. En tal conflicto supo el almi

[ocr errors]

rante que el rey Caonabó hacia preparativos para destruir la fortaleza de Santo Tomás: en consecuencia desde luego determinó que fuese á ocuparla el valiente Alonso de Ojeda con cuatrocientos hombres escogidos; y que Don Pedro Margarite saliese con su gente á recorrer la provincia, sin dejar de aprovechar la ocasion de dar á los indios un buen ejemplo de la superioridad de los cristianos. Alonso de Ojeda salió de la Isabela el 15 de Abril; pero antes de llegar á la fortaleza amenazada, logró aprehender felizmente à un cacique y á varios indios, de quienes los castellanos habian tenido fundados motivos de quejas. De tal modo se sosegaron por entonces los rumores de alarma.

Deseando el almirante continuar el curso de sus descubrimientos, formó en la Isabela un consejo de gobierno presidido por su hermano Don Diego, y dió la vela el 24 de Abril con tres buques hácia el poniente de la isla. Recorrió los puertos de Navidad y San Nicolás; atravesó el golfo que existe entre la Española y Cuba; siguió por la costa meridional de esta isla hasta mas allá de Puerto Grande; y descubrió al Sudeste la isla de Jamaica, cuyos habitantes se obstinaron en hacerle resistencia desde sus canoas; pero habiendo hecho los castellanos uso de sus armas, les causaron algunos muertos y heridos. Los vientos contrarios le hicieron volver á tomar las costas de Cuba: y esta vez adelantó su navegacion hasta la isla de Pinos, que se encuentra á treinta y seis leguas del Cabo de San Antonio, extremo occidental de Cuba. Habiendo examinado muy por encima las sencillas costumbres de los naturales, que tenian ya conocimiento de la inmortalidad del alma, determinó regresar á la Isabela á causa de la escasez de víveres, y llegó á ella el 29 de Septiembre combatido siempre por horrorosas tormentas. El almirante se encontró con dos novedades: la llegada de su hermano Don Bartolomé á la Española, y el estado de insurreccion que guardaban los naturales de esta isla.

Don Bartolomé Colon, persona muy recomendable por su valor y conocimientos militares, aunque algo áspero de carácter, habia empleado siete años en concertar con el rey de Inglaterra el proyecto de su ilustre hermano. Cuando se dirigia á Castilla en busca suya, supo en París que habia ya verificado el descubrimiento de las Indias Occidentales, y á su llegada á España se encontró con las nuevas de la segunda expedicion. Los reyes católicos, no sin haberle distinguido con las mayores honras, le dieron el mando de tres buques cargados de víveres, con los cuales emprendió su viage á las tierras del Nuevo-Mundo, valiéndose de las instrucciones de su hermano durante el curso de su navegacion. El almirante, que vió en Don Bartolomé la persona que pudiera ayudarlo sinceramente en sus fatigas, recibió extraordinario júbilo al estrecharlo entre sus brazos, y lo condecoró con el título de Adelantado.

Los desórdenes de algunos castellanos, durante la ausencia de

« AnteriorContinua »