Imatges de pàgina
PDF
EPUB

tras de otros minerales y productos preciosos, como el palo de tinte brasil. Fué en este viaje Don Diego Colon, mandado por el Almirante, para desvanecer los siniestros informes que pudieran haber dado el Padre Boyl y Mosen Margarit, en descrédito de lo hasta allí descubierto; y tal vez habria ido el mismo Almirante, á no ser tan comprometidas las circunstancias en que se encontraba la isla. Desde entonces se dirigió toda la política del Almirante á restablecer, de una manera estable, las relaciones con los indios. Ocupaba ya toda su atencion Caonabó, que aun no habia escarmentado con la derrota de los últimos encuentros, lo mismo que Guatiguaná, á los que no pudieron cojer entre los prisioneros; y mientras tanto preparaba una expedicion mas seria contra estos indios, se entretuvo con su hermano Don Bartolomé, que no veia hacia muchos años, y quien le dió noticias muy lisonjeras de Europa.

Fué grande la satisfaccion que el Almirante experimentó al saber el resultado de la comision que le confió para los reyes de las naciones de Europa. El de Inglaterra, Enrique VII, habia aceptado la oferta del descubrimiento que se le prometia, aun antes de haber tenido noticias de la resolución de los Reyes Católicos. El de Francia, Cárlos IX, á cuyos oidos llegaron mas tarde las nuevas del portentoso viaje del Almirante, hizo donacion de cien escudos á su hermano Don Bartolomé, en su tránsito por Paris, y los Reyes Católicos acojieron á este último y á los hijos del Almirante, Don Diego y Don Fernando, con todo aquel agasajo que merecian los servicios prestados por el descubridor; y como prueba de ello confirieron al primero el título de Dou, encargándole partiese á las Indias en la armada de Torres, y á los segundos los nombró pajes del Príncipe Don Juan.

Se instruyó de las opiniones de la Corte sobre su conducta, y todas fueron sutisfactorias y conforme á la que los Reyes le habian comunicado en las cartas que le entregó Antonio de Torres, en las que le decian aquellas sentidas palabras "ahí estariamos presentes y tomariamos vuestro consejo." Igual confianza depositaban en sus luces, manifestándole su deseo de que se hallase presente para trazar la línea divisoria del Nuevo Mundo, conforme al tratado celebrado con el Rey de Portugal. Le enviaron cuatro naves con cuanto habia pedido anteriormente (1): le confirmaron y señalaron tos Indios sufincad el dinero dellos por algun breve término, porque en este tiempo nosotros sepamos si los podemos vender ó no, é no paguen cosa alguna los que los compraren, pero los que los compraren no sepan cosa desto; y faced á Torres que dé priesa en su venida é que si se ha de detener algun dia allá que nos envie las cartas. De Madrid á diez y seis de Abril de noventa y cinco.

(1) Memorial de las cosas que son menester proveer luego para despacho de cuatro carabelas que vayan para las Indias.

Primeramente ciento ochenta cahices de trigo.

Cincuenta cahices de cebada.

Sesenta toneles de vino, el cual ha de ir en jarras, porque en toneles

salarios á los individuos que habia designado para varios empleos: se habia atendido á todos los recomendados que aspiraban á ser colocados, y se le concedian facultades de ir aplicándoles en las va

diz que se pierde.

Diez toneles de vinagre.

Seis toneles de aceite, el cual ha de ir en jarras.

Seiscientos é cincuenta tocinos.

Cincuenta quintales de higos.

Pescado salado de todas suertes, treinta mil maravedis.

Treinta cahices de fabas é garbanzos.

Trescientos é sesenta quintales de bizcocho.

[blocks in formation]

Cien puercos, los ochenta puercas é veinte puercos.

Conejos vivos, lo que pareciere que deben ir.

Cien alonas para hacer algunas velas.

Alcotonias é Villa de Conde para facer velas para las fustas que agora

se facen.

Cien quintales de pez,

De sebo treinta quintales.
Estopa treinta quintales.
Dos chinchorros.

Dos pares de fuelles de fierro grandes.

Para muchas cosas de menudencias que allá son menester, trescientos mil maravedis.

De ciertas mimbres para las vasijas seis mil maravedis.

Para menudencias, azúcar é almendras, é arroz, cuarenta mil maravedis.

Es menester llevar cuatro toneles ó pipas de sarmientos con su tierra. Arroz é mijo para sembrar.

Diez ó doce labradores.

Maestro de facer ballestas.

Un maestro que sepa facer molinos.

Conocedores de minería é labradores.

Físico é cirujano é Boticario.

Dos Toneleros.

Un Ferrador.

Maestro de todos oficios porque los que allá están se quieren venir.

Alanos é mastines para guardar los géneros, é para la guarda de la

gente.

Algunos carneros é vacas.

Hortelanos que vendan lo quo hobiere de las huertas al precio que les fuere puesto.

Dos Tinajeros en el número de los oficios.

Que lleven pescadores para pescar, é algunos barcos para pescadores y estos se deben labrar en Sevilla.

Mas, doscientas varas de angeos para colchones para el hospital.—Está señalado del Comendador mayor, é del Doctor de Talavera, é de Fernand Alvarez.

cantes de los mil hombres asalariados, lo mismo que á los trescientos que se hallaban en calidad de aventureros: se habia encargado al Dean Fonseca que con objeto de fomentar la nueva colonia, continuase enviando toda clase de provisiones, libres de derechos, y que, para la mejor y mas pronta comunicación, se remitiese una carabela mensualmente desde aquella fecha; y aunque la instruccion que se remitió para el Padre Boyl, no podia comunicársele á este en su ausencia, y atendiendo á la perseverancia con que los Reyes le ordenaban la conversion de los indios, desde luego resolvió el Almirante salvar el gran inconveniente del idioma, que aquel alegaba como invencible para la conversion de los indios con la excitacion á los nuevos misioneros, como en efecto se logró mas tarde y lo llevó á cabo el celoso Fray Ramion Ponce, conocido por Fray Roman Pane, de la órden de San Gerónimo, que se hizo célebre por la erudicion que adquirió en los principales idiomas ó dialectos de los indios de la isla.

Todas estas órdenes reales y las tres libradas á favor de Don Diego (1), fueron muy satisfactorias para el Almirante, y sirvieron de estímulo á los dos hermanos, para preparar las bases definitivas de plan de pacificacion de la isla y de su mayor fomento. Ya podia el Almirante contar con un hombre de confianza, en los momentos que los asuntos de su gobierno le obligasen á ausentarse, para atender á otros de mas importancia á los adelantos de la misma colonia.

(1) El Rey é la Reina: Reverendo in Cristo Padre Obispo: Por servicio nuestro que fableis con el hermano del Almirante de las Indias que ende vino, y le procureis dar todo contentamiento; é con los que van en esas carabelas que agora han de partir escribireis al Almirante todo lo que os paresciere para apartar cualquiera resabio que con vos tenga, y de los que agora vinieron de las Indias procureis de saber lo que debeis facer para dar contentamiento al Almirante, y que sea de vos saneado, y aquello faced. Fecha en Madrid á cinco dias de Mayo de noventa y cinco años.

El Rey é la Reina: Reverendo iu Cristo Padre Obispo de Badajoz, del nuestro Consejo: Nos vos mandamos que no pidais ni demandeis á D. Diego Colon cierto oro que diz que trajo de las Indias para sí, por cuanto Nos le facemos merced dello, y si ge lo habeis tomado faced que se lo vuelvan luego. De la villa de Madrid á cinco dias del mes de Mayo de noventa y cinco años.

El Rey é la Reina: Reverendo in Cristo Padre Obispo: Vimos vuestra letra, y cerca de lo que toca á D. Diego Colon, hermano del Almirante de las Indias, ya habreis recibido una carta nuestra, por la cual vos escribimos que no le pidiésedes el oro que agora él trajo de las Indias, mas que ge lo dejásedes para su costa; aquello cumplid segund que vos lo escribimos. Y porque nos dicen que despues que han sido las cosas de Italia está de propósito de non ir allá, es muy bien que no debe ir allá; si el quisiere irse á su hermano el Almirante ó venirse acá ó estarse ende, faga lo quél quisiere De Arévalo á primero de Junio de noventa y cinco años.

CAPITULO X.

EL ALMIRANTE DON CRISTOBAL COLON Y LOS INDIOS INCAYOŠ:

Desde 1495 hasta 1496.

Co

Sale el Almirante para la Vega Real. Maniocatex y batalla del Santo Cerro. Milagro de la Cruz. Segunda batalla de la Vega Real. Isla de Haity y sus Cacicatos. Indios indígenas, su poblacion, usos, costumbres, creencias, lengua y literatura. Retrato de la fisonomía del indio de Haity. Prision del Cacique Caonabó y su proceso. mision á Ojeda para allanar el territorio de Maguá y Maguana. Batalla de Ojeda y Maniatex. Conduccion de los prisioneros á la Isabela. Viaje del Almirante al interior é imposicion de tributos á los indios. Comision regia de Juan de Aguado y llegada de Don Diego Colon. Salida del Almirante para España.

Causaba inquietud al Almirante y á los españoles la tenacidad del Cacique Caonabó. Este indio de sangre caribe habia sabido fundar su gobierno á expensas del valor que desplegó en todas sus empresas, que fueron muchas y muy arriesgadas desde su llegada á las costas de la isla. Supo granjearse entre los indios el renombre del mas valiente, porque en los diversos encuentros que tuvo con los otros Caciques, los derrotó siempre, quedándole como prenda de su esfuerzo y osadía la concesion que le hizo Behequio de las tierras mas ricas de Haity y de la mano de la muger mas hermosa y mas entendida de la isla, su hermana la célebre Anacaona.

Engreido este indio de su poderío y valor, creyéndose llamado á ejercer suprema influencia en los asuntos de su país, no queria sufrir que los españoles se fueran estableciendo pacíficamente en la isla. Despues del suceso del Macorís, que ya hemos referido, no cesaba de hostilizar en Santo Tomás, y provocar con el mayor descaro juntas y llamamientos; por cuya razon quiso el Almirante humillarlo, por si lograba tener con él algun encuentro, y al efecto salió de Isabela el catorce de Marzo, con doscientos hombres de á pié, veinte de á cabalo y otros tantos perros de ayuda.

Iba en el ejército Guacanagarí con muchos indios de los suyos, porque el Almirante le habia persuadido de que la expedicion era

en su obsequio, cuando el verdadero objeto fuera la dominacion del país: fomentaba así la discordia entre los Caciques, porque las circunstancias le obligaban á usar de semejante artificio. Llevó tambien en su compañía á D. Bartolomé, y como hacia mucho aprecio de sus cualidades y valor, le confirió entonces el título de Adelantado. Era este hombre de un carácter elevado, muy entendido en materias de la marina, de gran intrepidez, y aunque algo áspero en apariencia, tenia cierto tacto para imponer á los inferiores y la mayor serenidad en los peligros, dotes muy estimadas en todos tiempos. Durante la marcha del Almirante por las cercanías de la Isabela no encontró ninguno de los indios á quienes trataba de castigar, y reconoció dos cerros bien situados, propios para apalencarse en ellos, caso de que fuese grande la multitud de los que le atacasen. Así escojió uno para situar su corto ejército, y desde luego lo dividió en dos alas, confiando una á su hermano Don Bartolomé: la otra la reservó para sí. Dió sus órdenes para la formacion del palenque, que los españoles construyeron en pocos dias. En el centro del cerro mandó colocar una Cruz, segun costumbre, y fué formada, como lo refieren las tradiciones populares, de las tamas de un zapote ó níspero que existió hasta fines del siglo pasado en el patio del convento de la Merced del Santo Cerro.

Colocados allí el Almirante y Don Bartolomé, aprestando esta obra, aun no se había concluido cuando percibieron á lo lejos una infinita muchedumbre de indios, que casi cubria el horizonte, los que unos autores repatan en cien mil y otros en treinta mil. De todos modos era y debia ser grande el efecto que produjera en el ánimo de los españoles tanta gente unida á tanta audacia, porque cuando el Almirante pensaba irlos á buscar á sus propias estancias, venian ellos con gran resolucion y pomposo alarde á recibirle en campal batalla. Los españoles eran tan cortos para este número, que era preciso se obrara un milagro que pudiese detener los esfuerzos de tanta muchedumbre. Sin embargo, no titubearon: firmes en sus posiciones y sostenidos por el aspecto marcial de Don Bartolomé y del Almirante, esperaron tranquilos el desenlace del primer encuentro formal con las hordas salvajes de América.

Los indios, llenos de entusiasmo por salvar su libertad y sus fueros, venian precipitándose bajo el mando del Cacique Maniocatex, por la llanura de la Vega, con toda la algazara y grita de que se valen en sus lances de guerra. Luego que estuvieron cerca, acometieron decididamente á los españoles, ya muy entrado el dia, desalojándolos del palenque y cerro, y atacando directamente la Cruz, á la que seguramente miraban ellos como el poder mágico que sostenia el valor de sus enemigos. Así que, retirado el Almirante y los suyos al cerro inmediato, presenciaron desde allí la acometida tumultuosa é irreverente de los indios á la santa insignia: pretendieron destruirla, y arrimando leña seca, harian todos los esfuerzos para quemarla, sin que pudieran lograrlo; lo cual visto por el Almirante los acometió con todo fervor, y fueron rechazados con pérdida de muchos.

« AnteriorContinua »