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sen miedo, que los cristianos no eran de Cariba, mas antes eran del cielo, y que daban muchas cosas hermosas á todos los que hallaban. Tanto los imprimió lo que decian que se aseguraron y vinieron juntos dellos mas de dos mil, y todos venian á los cristianos y los ponian las manos sobre la cabeza, que era señal de gran reverencia y amistad, los cuales estaban todos temblando hasta que mucho los aseguraron. Dijeron los cristianos que despues que ya estaban sin temor iban todos á sus casas, y cada uno les traia de lo que tenia de comer, que es pan de niames (1), que son unas raíces como rábanos grandes que nacen, que siembran y nacen y plantan en todas sus tierras, y es su vida; y hacen dellas pan y cuecen y asan y tienen sabor propio de castañas, y no hay quien no crea comiéndolas que no sean castañas. Dábanles pan y pescado, y de lo que tenian. Y porque los indios que traia en el navío tenian entendido quel Almirante deseaba tener algun papagayo, parece que aquel indio que iba con los cristianos díjoles algo desto, y así les trujeron papagayos y los daban cuanto les pedian sin querer nada por ello. Rogábanles que no se viniesen aquella noche y que les darian otras muchas cosas que tenian en la sierra. Al tiempo que toda aquella gente estaba junta con los cristianos vieron venir una gran batalla ó multitud de gente con el marido de la mujer que habia el Almirante honrado y enviado, la cual traian caballera sobre sus hombros, y venian á dar las gracias á los cristianos por la honra quel Almirante le habia hecho, y dádivas que le habia dado. Dijeron los cristianos al Almirante que era toda gente mas hermosa y de mejor condicion que ninguna otra de las que habian hasta allí hallado; pero dice al Almirante que no sabe como puedan ser de mejor condicion que las otras, dando á entender que todas las que habian en las otras islas hallado eran de muy buena condicion. Cuanto á la hermosura decian los cristianos que no habia comparacion así en los hombres como en las mujeres, y que son blancos mas que los otros, y que entre los otros vieron dos mujeres mozas tan blancas como podian ser en España. Dijeron tambien de la hermosura de las tierras que vieron que ninguna comparacion tienen las de Castilla las mejores en hermosura y en bondad, y el Almirante así lo via por las que ha visto y por las que tenia presentes, y decíanle que las que via ninguna comparacion tenian con aquellas de aquel valle, ni la campiña de Córdoba llegaba aquella con tanta diferencia como tiene el dia de la noche. Decian que todas aquellas tierras estaban labradas, y que por medio de aquel valle pasaba un rio (2) muy ancho y grande que podia regar todas las tierras. Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las yerbas todas floridas y muy altas; los caminos muy anchos y buenos; los aires

[1] Niames 6 ñames eran los ajes, especie de batatas, de cuyas raíces hacian pan y tenian el sabor ó gusto de las castañas. Así lo dice mas adelante en los dias 16 y 21 de Diciembre. Tambien llamaban cazabi al pan que hacian de la raíz de la planta llamada yuca. Véase á Oviedo en el cap. 5o de su Hist. nat. de las Indias. (Nav.)

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eran como en Abril en Castilla; cantaba el ruiseñor y otros pajaritos como en el dicho mes en España, que dicen que era la mayor dulzura del mundo. Las noches cantaban algunos pajaritos suavemente, los grillos y ranas se oian muchas; los pescados como en España. Vieron muchos almácigos y linaloe, y algodonales: oro uo hallaron, y no es maravilla en tan poco tiempo no se halle. Tomó aquí el Almirante experiencia de qué horas era el dia y la noche, y de sol á sol; halló que pasaron veinte ampolletas que son de á media hora, aunque dice que allí puede haber defecto, porque ó no la vuelven tan presto ó deja de pasar algo. Dice tambien que halló por el cuadrante questaba de la línea equinocial treinta y cuatro grados.

Viernes 14 de Diciembre.-Salió de aquel Puerto de la Concepcion con terral, y luego desde á poco calmó, y así lo experimentó cada dia de los que por allí estuvo. Despues vino viento Levante; navegó con él al Nornordeste, llegó á la Isla de la Tortuga, vido una punta della que llamó ia Punta Pierna, questaba al Lesnordeste de la cabeza de la isla, y habria doce millas, y de allí descubrió otra punta que llamó la Punta Lanzada, en la misma derrota del Nordeste, que habria diez y seis millas. Y así desde la cabeza de la Tortuga hasta la Punta Aguda, habria cuarenta y cuatro millas, que son once leguas al Lesnordeste. En aquel camino habia algunos pedazos de playa grandes. Esta isla de la Tortuga es tierra muy alta, pero no montañosa, y es muy hermosa y muy poblada de gente como la de la Isla Española, y la tierra así toda labrada, que parecia ver la campiña de Córdoba. Visto quel viento le era contrario, y no podia ir á la isla Baneque (1), acordó tornarse al Puerto de la Concepcion, de donde habia salido, y no pudo cobrar un rio questá de la parte del Leste del dicho puerto dos leguas.

Sábado 15 de Diciembre.-Salió del Puerto de la Concepcion otra vez para su camino, pero en saliendo del puerto ventó Leste recio su contrario, y tomó la vuelta de la Tortuga hasta ella, y de allí dió vuelta para ver aquel rio que ayer quisiera ver y tomar y no pudo, y desta vuelta tampoco lo pudo tomar, aunque surgió media legua de sotaviento en una playa, buen surgidero y limpio. Amarrados sus navíos fué con las barcas á ver el rio, y entró por un brazo de mar questá antes de media legua, y no era la boca: volvió y halló la boca que no tenia aun una braza y venia muy recio: entró con las barcas por él para llegar á las poblaciones que los que antier habia enviado habian visto, y mandó echar la sirga en tierra, y tirando los marineros della subieron las barcas dos tiros de lombarda y no pudo andar mas por la reciura del corriente del rio. Vido algunas casas y el valle grande donde están las poblaciones, y dijo que otra cosa mas hermosa no habia visto, por medio del cual valle viene aquel rio. Vido tambien gente á la entrada del rio, mas to

[1] Otras veces dice Baveque. (Nav.)

dos dieron á huir Dice mas, que aquella gente debe ser muy cazada, pues vive con tanto temor, porque en llegando que llegan á cualquiera parte, luego hacen ahumadas de las atalayas por toda la tierra, y esto mas en esta Isla Española y en la Tortuga, que tambien es grande isla, que en las otras que atrás dejaba. Puso nombre al valle, Valle del Paraíso, y al rio Guadalquivir, porque diz que así viene tan grande como Guadalquivir por Córdoba, y á las veras ó riberas dél playa de piedras muy hermosas, y todo andable.

Domingo 16 de Diciembre.-A la media noche con el ventezuelo de tierra dió las velas por salir de aquel golfo, y viniendo del bordo de la Isla Española yendo á la bolina, porque luego á hora de tercia ventó Leste; á medio golfo halló una canoa con un indio solo en ella, de que se maravillaba el Almirante cómo se podia tener sobre el agua siendo el viento grande. Hízolo meter en la nao á él y á su canoa, y halagado dióle cuentas de vidrio, cascabeles y sortijas de laton, y llevólo en la nao hasta tierra á una poblacion (1) questaba de allí diez y seis millas junto á la mar, donde surgió el Almirante y halló buen surgidero en la playa junto á la poblacion, que parecia ser de nuevo hecha, porque todas las casas eran nuevas. El indio fuese luego con su canoa á tierra, y da nuevas del Almirante y de los cristianos, por ser buena gente, puesto que ya las tenian por lo pasado de las otras donde habian ido los seis cristianos, y luego vinieron mas de quinientos hombres, y desde á poco vino el Rey dellos, todos en la playa juntos á los navíos, por questaban surgidos muy cerca de tierra. Luego uno á uno, y muchos á muchos, venian á la nao sin traer consigo cosa alguna, puesto que algunos traian algunos granos de oro finísimo en las orejas y en la nariz, el cual luego daban de buena gana. Mandó hacer honra á todos el Almirante, y dice él, porque son la mejor gente del mundo y mas mansa; y sobre todo, que tengo mucha esperanza en nuestro Señor que vuestras Altezas los harán todos cristianos, y serán todos suyos, que por suyos los tengo. Vido tambien quel dicho Rey estaba en la playa, que todos le hacian acatamiento. Envióle un presente el Almirante, el cual diz que rescibió con mucho estado, y que seria mozo de hasta veinte y un años, y que tenia un ayo viejo y otros consejeros que le consejaban y respondian, y qué hablaba muy pocas palabras. Uno de los indios que traia el Almirante habló con él, le dijo que como venian los cristianos del cielo, y que andaba en busca de oro, y queria ir á la Isla de Baneque: y él respondió que bien era, y que en la dicha isla babia mucho oro, el cual amostró al alguacil del Almirante que le llevó el presente, el camino que habia de llevar, y que en dos dias iria de allí á ella, y que si de su tierra habian menester algo lo daria de muy buena voluntad. Este Rey y todos los otros andaban desnudos como sus madres los parieron, y así las mujeres, sin

[1] Puerto de Paz. (Nav.)

algun empacho, y son los mas hermosos hombres y mujeres que hasta allí hobieron hallado: harto blancos, que si vestidos anduviesen y se guardasen del sol y del aire, serian cuasi tan blancos como en España, por questa tierra es harto fria y la mejor que lengua pueda decir: es muy alta, y sobre el mayor monte podrian arar bueyes, y hecha toda á campiñas y valles. En toda Castilla no hay tierra que se pueda comparar á ella en hermosura y bondad. Toda esta isla y la de la Tortuga son todas labradas como la campiña de Córdoba. Tienen sembrado en ellas ajes, que son unos ramillos que plantan, y al pié dellos nacen unas raíces como zanahorias, que sirven por pan, y rallan y amasan y hacen pau dellas, y despues tornan á plantar el mismo ramillo en otra parte y torna á dar cuatro 6 cinco de aquellas raíces, que son muy sabrosas propio gusto de castañas. Aquí las hay las mas gordas y buenas que habia visto en ninguna parte, porque tambien diz que de aquellas habia en Guinea. Las de aquel lugar eran tan gordas como la pierna, y aquella gente todos diz que eran gordos y valientes y no flacos como los otros que antes habia hallado, y de muy dulce conversacion, sin secta. Y los árboles de allí diz que eran tan viciosos que las hojas dejaban de ser verdes y eran prietas de verdura. Era cosa de maravilla ver aquellos valles y los rios y buenas aguas, y las tierras para pan, para ganado de toda suerte, de que ellos no tienen alguna, para huertas y para todas las cosas del mundo quel hombre sepa pedir. Despues á la tarde vino el Rey á la nao: el Almirante le hizo la honra que debia, y le hizo decir como era de los Reyes de Castilla, los cuales eran los mayores Príncipes del mundo. Mas ni los indios quel Almirante traia, que eran los intérpretes, creian nada, ni el Rey tampoco, sino creian que venian del cielo, y que los reinos de los Reyes de Castilla eran en el cielo, y no en este mundo. Pusiéroule de comer al Rey de las cosas de Castilla, y él comia un bocado y despues dábalo todo á sus consejeros y al ayo, y á los demás que metió consigo. "Crean vuestras Altezas questas tierras son en tanta cantidad buenas y fértiles, y en especial estas desta Isla Española, que no hay persona que lo sepa decir, y nadie lo puede creer si no lo viese. Y crean questa isla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo asiento y mandarles hacer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traigo, que no son muchos, correria todas estas islas sin afrenta, que ya he visto solos tres destos marineros descender en tierra, y haber multitud destos indios y todos huir, sin que les quisiesen hacer mal. Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningun ingenio en las armas y muy cobardes, que mi no aguardarian tres, y así son buenos para les mandar y les hacer trabajar, sembrar, y hacer todo lo otro que fuere menester, y que hagan villas, y se enseñen á andar vestidos y á nuestras costumbres.”

Lunes 17 de Diciembre.-Ventó aquella noche réciamente, viento Lesnordeste; no se alteró mucho la mar porque lo estorba y escuda la Isla de la Tortuga questá frontero y hace abrigo: así

estuvo allí aqueste dia. Envió á pescar los marineros con redes: holgáronse mucho con los cristianos los indios, y trujéronles ciertas flechas de los de Caniba ó de los caníbales, y son de las espigas de cañas, y exigiéronles unos palillos tostados y agudos y son muy largos. Mostráronles dos hombres que les faltaban algunos pedazos de carne de su cuerpo, y hiciéronles entender que los caníbales los habian comido á bocados: el Almirante no lo creyó. Tornó á enviar ciertos cristianos á la poblacion, y á trueque de contezuelas de vidrio resgataron algunos pedazos de oro labrado en hoja delgada. Vieron á uno que tuvo el Almirante por gobernador de aquella provincia que llamaban Cacique, un pedazo tan grande como la mano de aquella hoja de oro y parecia que lo queria resgatar; el cual se fué á su casa, y los otros quedaron en la plaza, y él hacia hacer pedazuelos de aquella pieza, y trayendo cada vez un pedazuelo resgatábalo. Despues que no hobo mas dijo por señas quél habia enviado por mas y que otro dia lo traerian. Estas cosas todas y la manera dellos y sus costumbres y mansedumbre y consejo, muestra de ser gente mas despierta y entendida que otros que hasta allí hobiese hallado, dice el Almirante. En la tarde vino allí una canoa de la Isla de la Tortuga con bien cuarenta hombres, y en llegando á la playa toda la gente del pueblo questaba junta se asentaron todos en señal de paz, y algunos de la canoa, y cuasi todos descendieron en tierrra. El Cacique se levantó solo y con palabras que parecian de amenazas los hizo volver á la canoa y les echaba agua, y tomaba piedras de la playa y las echaba en el agua, y despues que ya todos con mucha obediencia se pusieron y embarcaron en la canoa, él tomó una piedra y la puso en la mano á mi alguacil para que les tirase, al cual yo habia enviado á tierra, y al escribano y á otros para ver si traian algo que aprovechase, y el alguacil no les quiso tirar. Allí mostró mucho aquel Cacique que se favorecia con el Almirante. La canoa se fué luego, y dijeron al Almirante despues de ida que en la Tortuga habia mas oro que en la Isla Española, porque es mas cerca de Baneque. mas cerca de Baneque. Dijo el Almirante que creia que en aquella Isla Española ni en la Tortuga hobiesen minas de oro sino que lo traian de Baneque, y que traen poco, porque no tienen aquellos que dar por ello, y aquella tierra es tan gruesa que no ha menester que trabajen mucho para sustentarse ni para vestirse como anden desnudos. Y creia el Almirante questaba muy cerca de la fuente, y que nuestro Señor le habia de mostrar donde nasce el oro. Tenia nueva que de allí al Baneque (1) habia cuatro jornadas, que podrian ser treinta ó cuarenta leguas, que en un dia de buen tiempo se podian andar.

Martes 18 de Diciembre.-Estovo en aquella playa surto este dia porque no habia viento, y tambien porque habia dicho el Cacique que habia de traer oro, no porque tuviese en mucho el Almirante el oro (diz que) que podia traer, pues allí no habia minas, sino

[1] Nunca este Baveque pareció: por ventura era la Isla de Jamaica. (Casas)

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