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de hablar del temporal adonde se les amostró el escrebir de tantos sabios dignos de fé, los cuales escribieron historias. Los cuales contaban que en estas partes habia muchas riquezas, y asimismo fue necesario traer á esto el decir é opinion de aquellos que escribieron é situaron el mundo: en fin vuestras Altezas determinaron questo se pusiese en obra. Aquí mostraron el grande corazon que siempre ficieron en toda cosa grande, porque todos los que habian entendido en ello y oido esta plática todos á una mano lo tenian á burla, salvo dos frailes (1) que siempre fueron constantes. Yo, bien que llevase fatiga, estaba bien seguro que esto no vernia á menos, y estoy de contino, porque es verdad que todo pasará, y no la palabra de Dios, y se complirá todo lo que dijo: el cual tau claro habló de estas tierras por la boca de Isaías en tantos lugares de su Escriptura, afirmando que de España les seria divulgado su santo nombre. E partí en nombre de la Santa Trinidad, y volví muy presto con la experiencia de todo cuanto yo habia dicho en la mano: tornáronme á enviar vuestras Altezas, y en poco espacio digo, no de (2)

le descubrí por virtud divinal trescientas y treinta y tres leguas de la tierra firme, fin de Oriente, y setcentas (3) islas de nombre (4), allende de lo descubierto en el primero viage, y le allané la Isla Española que boja mas que España, en que la gente della es sin cuento, y que todos le pagasen tributo. Nació allí mal decir y menosprecio de la empresa comenzada en ello, porque no habia yo enviado luego los navíos cargados de oro, sin considerar la brevedad del tiempo y lo otro que yo dige de tantos inconvenientes; y en esto por mis pecados ó por mi salvacion creo que será, fue puesto en aborrecimiento y dado impedimento á cuanto yo decia y demandaba; por lo cual acordé de venir á vuestras Altezas, y maravillarme de todo, y mostrarles la razon que eu todo habia, y les dige de los pueblos que yo habia visto, en qué ó de qué se podrian salvar muchas ánimas, y les truje las obligaciones de la gente de la Isla Española, de cómo se obligaban á pagar tributo é les tenian por sus Reyes y Señores, y les truje abastante muestra de oro, y que hay mineros y granos muy grandes, y asimismo de cobre; y les truje de muchas maneras de especerías, de que seria largo de escrebir, y les dige de la gran cantidad de brasil, y otras infinitas cosas. Todo no aprovechó para con algunas personas que tenian gaua y dado comienzo á mal decir del negocio, ni entrar con fabla del servicio de nues

[1] Fr. Juan Pérez de Marchena, Franciscano, guardian del convento de la Rábida, y Fr. Diego de Deza, domínico, despues arzobispo de Sevilla. (Nav.) [2] Igual vacío en el original. (Nav.)

[3] Por setecientas. (Nav.)

[4] En el segundo viaje no descubrió la tierra firme, como dice, sino que creyó lo era la isla de Cuba, que no pudo acabar de reconocer; ni se averiguó ser isla hasta que por órden del Rey, el comendador mayor Nicolás de Ovando, comisionó á Sebastian de Ocampo que la rodeó, y reconoció toda en el año de 1508. Véase Herrera, déc. 1a, lib. 7, capítulo 1o En el número de islas comprendió sin duda muchas que vió al Sur de Cuba en el paraje que llamó Jardin de la Reina. (Nav.)

tro Señor con se salvar tantas ánimas, ni á decir questo era grandeza de vuestras Altezas, de la mejor calidad que hasta hoy haya usado Príncipe, porquel ejercicio é gasto era para el espiritual y temporal, y que no podia ser que andando el tiempo no hobiese la España de aquí grandes provechos, pues que se veian las señales que escribieron de lo de estas partidas tan manifiestas; que tambien se llegaria á ver todo el otro complimiento, ni á decir cosas que usaron grandes Príncipes en el mundo para crecer su fama, así como de Salomon que envió desde Hierusalem en fin de Oriente á ver el monte Sopora, en que se detovieron los navíos tres años, el cual tienen vuestras Altezas agora en la Isla Española; ni de Alejandre, que envió á ver el regimiento de la Isla de Trapobana en India, y Nero César á ver las fuentes del Nilo (1) y la razon porque crecian en el verano, cuando las aguas son pocas, y otras muchas grandezas que hicieron Príncipes, y que á Príncipes son estas cosas dadas de hacer; ni valia decir que yo nunca habia leido que Príncipes de Castilla jamás hobiesen ganado tierra fuera della, y que esta de acá es otro mundo en que se trabajaron Romanos y Alejandre y Griegos, para la haber con grandes ejercicios, ni decir del presente de los Reyes de Portugal, que tovieron corazon para sostener á Guinea, y del descobrir della, y que gastarou oro y gente á tanta, que quien contase toda la del Reino se hallaria que otra tauta como la mitad son muertos en Guinea, y todavía la continuaron hasta que les salió dello lo que parece, lo cual todo comenzaron de largo tiempo, y ha muy poco que les da renta; los cuales tambien osaron conquistar en Africa, y sostener la empresa á Cepta, Tanjar y Arcilla, é Alcázar, y de contino dar guerra á los moros, y todo esto con grande gasto, solo por hacer cosa de Príncipe, servir á Dios y acrecentar su Señorío.

Cuanto yo mas decia tanto mas se doblaba á poner esto á vituperio, amostrando en ello aborrecimiento, sin considerar cuanto bien pareció en todo el mundo, y cuánto bien se dijo en todos los cristianos de vuestras Altezas por haber tomado esta empresa, que no hobo grande ui pequeño que no quisiese dello carta. Respondiéronme vuestras Altezas riéndose y diciendo que yo no curase de nada porque no daban autoridad ni creencia á quien les mal decia de esta empresa.

Partí en nombre de la Santísima Trinidad, Miércoles 30 de Mayo (2) de la villa de San Lúcar, bien fatigado de mi viage, que adonde esperaba descanso, cuando yo partí de estas Indias, se me dobló la pena (3), y navegué á la Isla de la Madera por camino no acostumbrado, por evitar escándalo que pudiera tener con un armada de Francia (4), que me aguardaba al Cabo de S. Vicente, y de allí á las Islas

[1] Estos ejemplos que pone el Almirante de la historia antigua, los amplifica y comenta su historiador Casas con gran erudicion y prolijidad en los capítulos 128 y 129 de su historia inédita. (Nav.)

[2] Del año 1498. (Nav.)

[3] Alude á los trabajos y dificultades que oponian para su habilitacion los que procuraban desacreditarlo é indisponerlo con los Reyes. (Nav.)

[4] Herrera dice (déc. 1a lib. 3o, cap. 9.), que era armada portuguesa; pero

de Canaria (1), de adonde me partí con una nao y dos carabelas, y envié los otros navíos á derecho camino á las Indias á la Isla Española (2), y yo navegué al Austro con propósito de llegar á la línea equinocial, y de allí seguir al Poniente hasta que la Isla Española me quedase al Septentrion, y llegado á las islas de Cabo Verde (3), falso nombre, porque son atau secas que no ví cosa verde en ellas, y toda la gente enferma, que uo osé detenerme en ellas, y navegué al Sudueste cuatrocientas y ochenta millas, que son ciento y veinte leguas, adonde en anocheciendo tenia la estrella del Norte en cinco grados, allí me desamparó el viento y entré en tanto ardor y tan grande que creí que se me quemasen los navíos y gente, que todo de un golpe vino á tan desordenado, que no habia persona que osase descender debajo de cubierta á remediar la vasija y mantenimientos; duró este ardor ocho dias; al primer dia fué claro, y los siete dias siguientes llovió é hizo ñublado, y con todo no fallamos remedio, que cierto si así fuera de sol como el primero, yo creo que no pudiera escapar en ninguna manera.

Acórdome que navegando á las Indias siempre que yo paso al Poniente de las Islas de los Azores cien leguas, allí fallo mudar la temperanza, y esto es todo de Septentrion en Austro, y determiné que si á nuestro Señor le plugiese de me dar viento y buen tiempo que pudiese salir de adonde estaba, de dejar de ir mas al Austro, ni volver tampoco atrás, salvo de navegar al Poniente, á tanto que ya llegase á estar con esta raya con esperanza que yo fallaria allí así temperamiento, como habia fallado cuando yo navegaba en el paralelo de Canaria. E que si así fuese que entonces yo podria ir mas al Austro, y plugó á nuestro Señor que al cabo de estos ocho dias de me dar buen viento Levante, y yo seguí al Poniente, mas no osé declinar abajo al Austro porque fallé grandísimo mudamiento en el cielo y en las estrellas, mas non fallé mudamiento en la temperancia; así acordé de proseguir delante siempre justo al Poniente, en aquel derecho á la Sierra Lioa, con propósito de non mudar derrota fasta adonde yo habia pensado que fallaria tierra, y allí adobar los navíos, y remediar si pudiese los mantenimientos y tomar agua que no tenia; y al cabo de diez y siete dias, los cuales nuestro Señor me dió de próspero viento, Martes 31 de Julio á medio dia nos amostró tierra (4), é yo la esperaba el Lunes antes, y tuve aquel camino fasta en

Casas (cap. 130) asegura era francesa. (Nav.)

[1] Herrera y D. Hernando Colon dicen que llegó á la isla de Puerto Santo el 7 de junio; que luego partió para la Madera, y de allí para la Gomera, adonde llegó el 19, y el 21 salió á la mar. (Nav.)

[2] Mandaban los tres navíos, que el Almirante destacó para la Española, Pedro de Arana, natural de Córdoba, hermano de la madre de D. Hernandó Colon; Alonso Sanchez de Carabajal, regidor de Baeza y Juan Antonio Colombo, deudo del Almirante, á quien conoció y trató Fr. Bartolomé de las Casas segun dice en el cap. 130 de su historia. (Nav.)

[3] El 27 de junio, y surgió en la isla de la Sal, y el 30 salió para la isla de Santiago, desde donde se puso en derrota el 4 de julio. (Nav.)

[4] Vióla el primero un marinero de Huelva, criado del Almirante, que se llamaba Alonso Pérez. (Nav.)

tónces, que en saliendo el sol, por defecto del agua que no tenia, determiné de andar á las Islas de los Caribales, y tomé esa vuelta; y como su alta Magestad haya siempre usado de misericordia conmigo, por acertamiento subió un marinero á la gavia, y vido al Poniente tres montañas juntas: digimos la Salve Regina y otras prosas; y dimos todos muchas gracias á nuestro Señor, y despues dejé el camino de Septentrion, y volví hácia la tierra, adonde yo llegué á hora de completas á un Cabo á que dige de la Galea (1) despues de haber nombrado á la Isla de la Trinidad, y allí hobiera muy buen puerto si fuera fondo, y habia casas y gente, y muy lindas tierras, atan fermosas y verdes como las huertas de Valencia en Marzo. Pesóme cuando no pude entrar en el puerto, y corrí la costa de esta tierra del luengo fasta el Poniente, y andadas cinco leguas fallé muy buen fondo y surgí (2), y en el otro dia dí la vela á este camino buscando puerto para adobar los navíos y tomar agua, y remediar el trigo y los bastimentos que llevaba solamente. Allí tomé una pipa de agua, y con ella anduve ansi hasta llegar al cabo, y allí fallé abrigo de Levante y buen fondo, y así mandé surjir y adobar la vasija y tomar agua y leña, y descendir la gente á descansar de tanto tiempo que andaban penando.

A esta punta llamé del Arenal (3), y allí se falló toda la tierra follada de unas animalias que tenian la pata como de cabra (4), y bien que segun parece ser allí haya muchas, no se vido sino una muerta. El dia siguiente (5) vino de bácia Oriente una grande canoa con veinte y cuatro hombres, todos mancebos é muy ataviados de armas, arcos y flechas y tablachinas, y ellos, como dige, todos mancebos de buena disposicion y no negros, salvo mas blancos que otros que haya visto en las Indias, y de muy lindo gesto, y fermosos cuerpos, y los cabellos largos y llanos, cortados á la guisa de Castilla, y traian la cabeza atada con un pañuelo de algodon tejido á labores y colores, el cual creia yo que era almaizar. Otro destos pañuelos traian ceñido é se cobijaban con él en lugar de pañetes. Cuando llegó esta canoa habló de muy lejos, é yo ni otro ninguno no los entendíamos, salvo que yo les mandaba hacer señas que se allegasen, y en esto se pasó mas de dos horas, y si se llegaban un poco luego se desviaban. Yo les hacia mostrar bacines y otras cosas que lucian para enamorarlos porque viniesen, y á cabo de buen rato se allegaron mas que hasta entonces no habian, y yo deseaba mucho haber lengua, y no tenia ya cosa que me pareciese que era de mostrarles para que viniesen: salvo que hice sobir un tamborin en el castillo de popa que

[1] Ahora se llama Cabo Galeota, y es el mas oriental y meridional de la isla de Trinidad de Barlovento, y se halla en latitud N. 10° 9' 00", y longitud occidental del meridiano del Observatorio de Cádiz 54° 42′ 00′′. (Nav.)

[2] En 1o de agosto por las inmediaciones de la punta de Alcatraz en la costa Sur de dicha isla: su latitud 10° 6' 00", y longitud 54° 55′ 00′′. (Nav.) [3] Llámase ahora Punta de Icacos la mas SO. de la isla Trinidad; su latitud 10° 03′ 30′′; y su longitud 55° 41′ 00′′. (Nav.)

[4] Estas patas eran de venados que hay muchos por allí. (Casas.) [5] Jueves 2 de agosto. (Nav,)

tañesen, é unos mancebos que danzasen, creyendo que se allegarian á ver la fiesta; y luego que vieron tañer y danzar todos dejaron los remos y echaron mano á los arcos y los encordaron, y embrazó cada uno su tablachina, y comenzaron á tirarnos flechas: cesó luego el tañer y danzar, y mandé luego sacar unas ballestas, y ellos dejáronme y fueron á mas andar á otra carabela y de golpe se fueron debajo de la popa della, y el piloto entró con ellos, y dió un sayo é un bonete á un hombre principal que le pareció dellos, y quedó concertado que le iria hablar allí en la playa, adonde ellos luego fueron con la canoa esperándole, y él como no quiso ir sin mi licencia, como ellos le vieron venir á la nao con la barca, tornaron á entrar en la canoa é se fueron, é nunca mas los vide ni á otros de esta Isla.

Cuando yo llegué á esta punta del Arenal (1), allí se hace una boca grande de dos leguas de Poniente á Levante, la Isla de la Trinidad con la tierra de Gracia, y que para haber de entrar dentro para pasar al Septentrion habia unos hileros de corrientes que atravesaban aquella boca y traian un rugir muy grande, y creí yo que seria un arrecife de bajos é peñas, por el cual no se podia entrar dentro en ella, y detrás de este hilero habia otro y otro que todos traian un rugir grande como ola de la mar que va á romper y dar en peñas. (2) Surgí allí à la dicha punta del Arenal, fuera de la dicha boca (3), y fallé que venia el agua del Oriente fasta el Poniente con tanta furia como hace Guadalquivir en tiempo de avenida, y esto de contino noche y dia, que creí que no podria volver atrás por la corriente, ni ir adelante por los bajos; y en la noche ya muy tarde, estando al bordo de la nao, oi un rugir muy terrible que venia de la parte del Austro hácia la nao, y me paré á mirar, y ví levantando la mar de Poniente á Levante, en manera de una loma tan alta como la nao, y todavía venia hácia mí poco a poco, y encima della venia un filero de corriente que venia rugiendo con muy grande estrépito con aquella furia de aquel rugir que de los otros hileros que yo dige que me parecian ondas de mar que daban en peñas, y que hoy en dia tengo el miedo en el cuerpo que no me trabucasen la nao cuando llegasen debajo della, y pasó y llegó fasta la boca adonde allí se detuvo grande espacio. Y el otro dia siguiente envié las barcas á sondar y fallé en el mas bajo de la boca, que habia seis ó siete brazas de fondo, y de contino andaban aquellos hileros unos por entrar y otros por salir, y plugo á nuestro Señor de me dar buen viento, y atravesé por esa boca adentro, y luego hallé tranquilidad, y por acertamiento se sacó del agua de la mar y la hallé dulce. Navegué al Septentrion fasta una sierra muy alta, adonde serian veinte y seis leguas (4) de esta punta del Arenal, y allí habia dos cabos de tierra muy alta, el uno de

[1] Esta punta debió de ser la de la Trinidad (Casas).-Es la punta de Icacos, la cual forma con la costa de tierra firme un canal de 3 leguas con direccion de O N O. E SE. (Nav.)

[2] En este paraje es mui notable el escarceo de las corrientes que tiran para el Oeste con una velocidad de dos y media millas por hora. (Nav.) [3] En el fondeadero de punta Icacos. (Nav.)

[4] Son solo 13 leguas y dos tercios. (Nav.)

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