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Villa de Navidad, en cuanto dejé asegurado é bien asentado. E á la verdad mucho mas ficiera si los navíos me sirvieran como razon demandaba. Esto es cierto, y eterno Dios nuestro Señor, el cual dá á todos aquellos que andan su camino victoria de cosas que parecen imposibles, y esta señaladamente fué la una, porque aunque destas tierras bayan fablado otros, todo va por conjetura sin alegar de vista; salvo comprendiendo tanto que los oyentes los mas escuchaban y juzgaban por fabla que por otra cosa dello. Así que pues nuestro Redentor dió esta victoria á nuestros ilustrísimos Rey é Reina é á sus Reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe tomar alegría y facer grandes fiestas, dar gracias solemnes á la Santa Trinidad, con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán ayuntándose tantos pueblos á nuestra Santa Fé, y despues por los bienes temporales que non solamente á la España mas todos los cristianos ternán aquí refrigerio é ganancia, esto segun ha fecho ser muy breve: fecha en la carabela sobre las Islas de Canaria (1) quince de febrero de noventa y tres."

Mientras permaneció el Almirante en la corte de Lisboa y sus inmediaciones sucedieron los acontecimientos que detalla el Diario y que continuarémos literalmente.

Viernes 8 de Marzo.-Hoy rescibió el Almirante una carta del Rey de Portugal con D. Martin de Noroña, por la cual le rogaban que se llegase adonde él estaba, pues el tiempo no era para partir con la carabela, y así lo hizo por quitar sospecha, puesto que no quisiera ir, y fué á dormir á Sacamben: mandó el Rey á sus hacedores que todo lo que hobiese el Almirante menester y su gente y la ca-. rabela se lo diese sin dineros, y se hiciese todo como el Almirante quisiese.

Sábado 9 de Marzo.-Hoy partió de Sacamben para ir adonde el Rey estaba, que era el valle del Paraíso, nueve leguas de Lisboa; porque llovió no pudo llegar hasta la noche. El Rey le mandó rescibir á los principales de su casa muy honradamente, y el Rey tambien le rescibió con mucha honra, y le hizo mucho favor, y mandó sentar y habló muy bien, ofreciéndole que mandaria á hacer todo lo que á los Reyes de Castilla y á su servicio compliese complidamente, y mas que por cosa suya; y mostró haber mucho placer del viage haber habido buen término, y se haber hecho; mas que entendia que en la capitulacion que habia entre los Reyes y él que aquella conquista le pertenecia, á lo cual respondió el Almirante que no habia visto la capitulacion ni sabia otra cosa sino que los Reyes le habian mandado que no fuese á la mina ni en toda Guinea, y que así se habia mandado á pregonar en todos los puertos del Andalucía antes que para el viage partiese. El Rey graciosamente respondió que tenia él por cierto que no habria en

(1) Las isla que vieron el 15 de febrero, no eran las Canarias sino las Azores ó Terceras. [Nav.]

esto menester terceros. Dióle por huésped al Prior del Crato, que era la mas principal persona que allí estaba, del cual el Almirante rescibió muy muchas houras y favores.

Domingo 10 de Marzo.-Hoy despues de misa le tornó á decir el Rey si habia menester algo que luego se le daria, y departió mucho con el Almirante sobre su viage, y siempre le mandaba estar sentado y hacer mucha honra.

Lunes 11 de Marzo.-Hoy se despidió del Rey, é le dijo algunas cosas que digese de su parte á los Reyes, mostrándole siempre mucho amor. Partióse despues de comer, y envió con él á D. Martin de Noroña, y todos aquellos caballeros le vinieron á acompañar, y hacer houra buen rato. Despues vino á un monasterio de San Antonio, qués sobre un lugar que se llama Villafranca, donde estaba la Reina; y fuéle á hacer reverencia y besarle las manos, porque le habia enviado á decir que no se fuese hasta que la viese, con la cual estaba el duque y el marqués, donde rescibió el Almirante mucha honra. Partióse della el Almirante de noche, y fué á dormir á Llandra.

Martes 12 de Marzo.-Hoy estando para partir de Llandra para la carabela llegó un escudero del Rey que le ofreció de su parte, que si quisiese ir á Castilla por tierra, que aquel fuese con él para lo aposentar y mandar dar bestias, y todo lo que hobiese menester. Cuando el Almirante dél se partió le mandó dar una mula y otra á su piloto, que llevaba consigo, y diz que al piloto mandó hacer merced de veinte espadines, segun supo el Almirante: todo diz que se decia que lo hacia porque los Reyes lo supiesen. Llegó á la carabela en la noche.

Miércoles 13 de Marzo.-Hoy á las ocho horas, con la marea ingente y el viento Nornorueste levantó las anclas y dió la vela para ir á Sevilla.

Probablemente fué este dia antes del embarque ó en la noche precedente, que se ocupó el Almirante en escribir otra carta al Tesorero de los Reyes Católicos Rafael Sanchez. Es la misma que el Sr. Bossi publicó en el apéndice de la vida de Colon, en lengua francesa, y la que tradujo al latin Leandro Cosco. Acerca de esta carta y la autenticidad del original diserta el Sr. Navarrete con sólidos fundamentos, sobre la probabilidad de sa orígen; pero siendo un documento coetáneo, y sin discurrir sobre los lugares en que se haya conservado y del modo que se haya trasmitido, la copiarémos en el estilo culto y lenguaje castizo en que la vertió este clásico autor. Tiene la fecha de aquellos dias, y por lo mismo es tan interesante como la otra, porque además confirma y ratifica cuanto habia dicho Colon anteriormente á Luis de Santangel. Decia así:

"Conociendo que os será de placer que haya yo tenido feliz éxito en mi empresa, he dispuesto escribiros esta carta que os manifieste todos y cada uno de los sucesos ocurridos en mi viaje y los descubrimientos que han sido su resultado. Treinta y tres dias despues de mi salida de Cádiz arribé al mar de la India, donde hallé muchas islas habitadas por iunumerables gentes, y de ellas tomé posesion á nombre de nuestro felicísimo Monarca á público pregon y aclamaciones, tremolando bandera y sin contradiccion alguna: puse á la primera el nombre de San Salvador, en cuya proteccion confiado llegué así á esta como á las demás; los indios la llaman Guanahanin. Dí tambien nuevo nombre á cada una de las otras, habiendo mandado que la una se llamase Santa María de la Concepcion, otra la Fernandina, la tercera Isabela, la cuarta Juana, y así respectivamente las restantes. Luego que arribamos á la que acaba de nombrarse (Juana) me adelanté un poco cerca de su costa hácia el Occidente, y la descubrí tan grande y sin límite, que no hubiera creido ser isla, sino mas bien la provincia continental de Cathay: pero sin ver poblaciones ó municipios situados en sus términos marítimos, sino algunas aldeas y predios rústicos, con cuyos habitantes no podia entrar en conversacion, porque huian en el momento de vernos. Pasaba adelante creyendo hallar alguna ciudad 6 villa: y viendo por fin que nada se nos presentaba despues de habernos internado mucho, que esta jornada nos dirigia al norte, lo que intentaba yo evitar porque dominaba el frio, y el ánimo era partir hácia mediodía, quando por otra parte no nos eran favorables los vientos, determiné suspender nuestra partida ulterior, y así retrocediendo volví á cierto puerto que habia designado; desde donde envié á tierra dos de los nuestros que investigasen si habia en aquella provincia Rey ó algunas ciudades. Recorrieron estos el país por espacio de tres dias, y hallaron innumerables pueblos y habitaciones; pero pequeñas y sin gobierno alguno, por lo que tornaron á nosotros. En este tiempo habia yo averiguado por ciertos indios, que habia tomado allí, que esta provincia era ciertamente isla; y así caminé hácia el oriente, costeando hasta la distancia de trescientas veinte y dos millas, donde es el fin de la misma: desde allí ví por la parte de oriente otra isla distante de la Juana cincuenta y cuatro millas, á la que puse por nombre Española: llegué á ella y dirigí la ruta hácia el norte, del mismo modo que en la Juana al oriente como en distancia de quinientas sesenta y cuatro millas. Esta misma y todas las situadas en el mismo punto son fertilísimas: la referida Juana está circundada de muchos puertos segurísimos, espaciosos y que exceden á cuantos he visto jamás: la bañan por todas partes muchos, copiosos y saludables rios: tiene asimismo gran número de elevadísimos montes. Todas estas islas son muy bellas y presentan varias perspectivas; son transitables y llenas de mucha diversidad de árboles de inmensa elevacion, y que creo conserven en todo tiempo sus hojas, porque las ví tan reverdecidas y brillantes cual suelen estar en España en el mes de Mayo; unos colmados de flores, otros cargados de frutos, ofrecian

todos la mayor hermosura á proporcion del estado en que se hallaban, y segun la calidad y naturaleza de cada uno. Cantaban el ruiseñor y otras varias é innumerables aves, y cantaban en el mes de Noviembre, que era el tiempo en que yo registraba país tan delicioso. Hay además en dicha isla Juana siete ú ocho variedades de palmas superiores á las nuestras en su altura y belleza, así como todos los demás árboles, yerbas y frutos. Se observan en ella pinos admirables, campos y prados vastísimos, varias aves, diversas mieles y diversos metales, excepto hierro. En aquella á que dimos el nombre de Española, hay montes sublimes y agradables á la vista, dilatados sembrados, bosques, campos feracísimos y todos muy en proporcion para sembrar, para pastos y para fabricar edificios; la comodidad y primor de sus puertos, y la muchedumbre de rios que contribuye á la salubridad, excede á cuanto pueda imaginarse, á no verlo. Sus árboles, pastos y frutos se diferencian mucho de los que produce la isla Juana; pero abunda además de diversos géneros de aroma, de oro y de metales. Los habitantes de uno y otro sexo, así en la Española como en las otras islas que ví y de que tengo noticia, andan siempre desnudos como nacieron, á excepcion de algunas mujeres que cubren su desnudez con alguna hoja verde ó algodon, 6 con algun velo de seda que ellas fabrican para este objeto. No existe entre ellos, como ya expresé, hierro alguno; así es que no tienen armas, como que les son desconocidas; ni son aptos para su manejo, no por la mala construccion de su cuerpo, pues son bien formados, sino porque son tímidos y llenos de cobardía; llevan no obstaute por armas cañas secas al sol, en cuyo punto inferior ó mas grueso fijan ó introducen un astil de madera seca y aguzado en punta, y ni aun de esto se atreven á usar continuamente; porque ha sucedido muchas veces que habiendo enviado dos ó tres de los mios á ciertas poblaciones para que tratasen con sus moradores, salian los indios como escuadron desordenado, y al notar que se acercaban los nuestros, huian con tal velocidad que el padre abandonaba á los hijos y los hijos á los padres; y esto ocurria no porque se hubiese causado á ninguno daño ó injuria, antes bien les dí á cuantos me acerqué y hablé cuanto tenia, paño y otras muchas cosas sin tomar nada de lo suyo, sino porque están por naturaleza poseidos de pavor y de miedo. No obstante cuando se consideran seguros y han depuesto todo terror son muy sencillos, de buena fé y espléndidos con cuanto tienen: ninguno niega lo que posee á quien lo pide, y convidan ellos mismos aun para que se les ruegue. Ofrecen hácia todos un gran cariño; dan por cosas pequeñas aun las mas grandes, contentándose con lo mas mínimo ó nada; yo prohibí por tanto que se les diesen cosas de tan poquísima estimacion y de ningun valor, cuales son fragmentos ó trozos de platos, escudillas y vidrios, clavos y correas; aunque si podian lograr alguna de estas cosas les parecia haber llegado á ser dueños de los mas bellos juguetes y prendas que hay en el mundo. Ha sucedido que un marinero haya adquirido por una correa ó cuerda tanto oro cuanto es valor de tres sueldos de oro, y otros mas ó menos cantidad por otras cosas de me

nos precio, especialmente por blancas nuevas ó nuevamente acuñadas, ó ciertas monedas de oro por las cuales daban cuanto les pedia el vendedor; esto es, onza y media y dos de oro, ó treinta y cuarenta libras de algodon que ya ellos conocian. Asimismo compraban como idiotas, por algodon y oro trozos ó fragmentos de arcos, de vasijas, de botellas y de tinajas, lo que prohibí por ser injusto, y les dí muchos utensilios bellos y preciosos que habia llevado conmigo, sin exigir recompensa para atraérmelos con mas facilidad, para que reciban la fé de Jesucristo, y para que estén mas dispuestos é inclinados al amor y obediencia al Rey, á la Reina, á nuestros Príncipes y á todos los españoles, y para que cuiden buscar, reunir y entregarnos lo que abunda entre ellos y nosotros necesitamos absolutamente. No conocen la idolatría, antes bien creen con toda firmeza que toda fuerza, todo poder y todos los bienes existen en el cielo, y que yo he bajado de tan alta mansion con mis naves y marineros, habiéndome recibido en sus playas bajo este concepto, luego que habian desechado su temor. Ni son perezosos ni rudos sino de un grande y perspicaz ingenio, y cuantos surcan aquel mar dan, no sin admiracion, razon de lo que observaron en sus viajes; pero jamás vieron gentes vestidas ni embarcaciones semejantes á las nuestras. Luego que arribé á aquel mar, tomé con violencia en la primera isla algunos indios que aprendiesen de nosotros y nos enseñasen igualmente cuanto conocian en aquel país, y esto uos fué de gran ventaja, porque en breve tiempo los entendimos á ellos y ellos á nosotros, así por demostraciones como por señales y palabras; por lo que nos fueron de grande utilidad. Están ahora conmigo, y aunque hace algun tiempo que permanecen en nuestra compañía, conservan siempre la idea de que he bajado de los cielos y publican esto mismo en cualquier parte adonde arribamos; exclamando en seguida en alta voz á todos los demás, venid, venid y vereis gentes que han venido de la region etérea. A virtud de esta exclamacion, así mujeres como hombres, niños y adultos, jóvenes y ancianos, despues de haber depuesto el miedo que poco antes habian concebido, nos visitaban á porfía inundando los caminos, trayéndonos unos comida, otros bebida y todos con el mayor cariño y obsequio increible. Cada una de estas islas posee muchas canoas de sólida y compacta madera, aunque estrechas, parecidas no obstante en la longitud y forma á nuestras fustas, pero mas veloces en su curso: se les da solo á remo la direccion. Las hay grandes, medianas y pequeñas: con todo, las mayores tienen disposicion para diez y ocho bancos de remeros, y con ellas navegan á todas aquellas islas, que son innumerables, y con las que tienen su mútuo comercio. Vi algunas de estas canoas que llevaban hasta setenta y ochenta remeros. No hay en todas estas islas diversidad alguna, en la fisonomía, en las costumbres ó lengua, antes bien todos se entienden recíprocamente: lo que es en mi dictámen muy ventajoso para que se verifiquen los deseos de nuestro Serenísimo Rey, reducidos á que se conviertan ó profesen la santa fé de Cristo, á la que, segun mi entender, están prontos y dispuestos. He dicho que anduve en recta direccion de poniente á oriente trescien

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