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aquella ciudad, la mayor que hasta entonces habian visto en el Nuevo-Mundo, llamándola algunos Sevilla y otros VillaViciosa.

A la puerta del templo mayor se presentó á recibirlos el señor de aquel Estado, incapaz de movimiento á causa de su extremada gordura; dicho señor era hábil y de buen ingenio.

Fueron alojados los españoles en grandes y hermosos edificios situados en el interior del templo mayor, y provistos de todos los víveres necesarios.

En una conferencia que tuvieron con los zempoaltecas, manifestó Cortés por medio de los intérpretes, la grandeza y poder del soberano español, quien le habia dado la comision, entre otras muchas, de auxiliar á la inocencia oprimida; expresando que si podia servir de algo con su persona ó sus tropas lo haria de buena voluntad. Al oir el señor zempoalteca esta oferta, manifestó el estado miserable que guardaban los pueblos tributarios sujetos al despotismo de Moctezuma, y la dificultad de vencer el inmenso poder de los mexicanos, fundado en la alianza estrecha y constante que tenian con los reyes de Acolhuacan y Tlacopan.

Luego que Cortés conferenció con el gefe de los totonacas y se impuso de las condiciones á que estaban reducidos los países conquistados por los mexicanos, hizo saber á todos los habitantes de las montañas, que desde aquel dia quedaban libres del tributo que pagaban al rey de México, y que si llegaban los recaudadores fueran estos presos, ordenando que así se hiciera con cinco de aquellos que llegaron á la sazon á Zempoala. En la noche los puso libres con objeto de aparecer ante los mexicanos como salvador de ellos, haciendo recaer el atentado sobre los zempoaltecas. A consecuencia de aquellas promesas concibieron la dulce esperanza de libertad todos los pueblos que dependian de Zempoala, y los gefes de la nacion Totonaca prestaron obediencia al rey católico en Zempoala, con intervencion del notario y las demas formalidades usadas en aquel tiempo.

Los enviados que libertó Cortés llegaron á México, y elogiando al gefe español, hicieron que Moctezuma retirase la órden que habia dado al ejército para que escarmentase á los temerarios extranjeros, enviando en prueba de gratitud dos sobrinos suyos, acompañados de muchos nobles y una lucida servidumbre, con regalos que importaban mas de 2,000 pesos; los mexicanos manifestaron al conquistador el sentimiento del rey al ver que habia hecho amistad con los rebeldes totonacas, cuya nacion habia tenido el atrevimiento de negar el tributo, y que solo por el respeto debido á los huéspedes no habia venido un ejército á escarmentar á esos pueblos, para que no quedaran impunes. Cortés defendió á los totonacas, diciendo, que habiendo sido abandonado por los mexicanos, él habia solicitado la amistad de aquellos y que no pagaban el tributo por no poder servir juntamente á dos señores.

A su paso por los pueblos de Zempoala destruyeron los conquistadores los ídolos que adoraban los indígenas, con cuyos actos se enajenaron en parte las simpatías que estos tuvieran por ellos al llegar, fundadas dichas simpatías en las esperanzas de independencia y libertad que concibieron los zempoaltecas por las promesas de los castellanos.

Despues de destruir los ídolos en Zempoala pasó Cortés á la nueva colonia de Veracruz, donde recibió un pequeño refuerzo de dos capitanes y diez y seis soldados; ahí escribió al rey de España y le envió todo el oro que se habia recojido, suplicándole que admitiera como bueno todo lo hecho por él. Tambien escribieron los magistrados nuevamente nombrados, conduciendo las cartas para España Alonso Portocarrero y Francisco de Montejo, quienes se dieron á la vela de Veracruz en 19 de Julio de 1519.

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Tres leguas al de Zempoala fundó Cortés la colonia llamada Veracruz, distante cerca de cinco leguas de la que hoy tiene el nombre de Nueva Veracruz, fundada en 1599 por el

conde de Monterey, en el mismo lugar donde desembarcó la espedicion que mandaba Cortés. Ademas de esas dos ciudades que se llamaron Veracruz, existió otra cerca de Quiatuizilan, doce leguas al Norte de la que hoy es el punto mas comercial de México.

Para quitar á los soldados el deseo de volver á Cuba, mandó Cortés barrenar dos buques, por medio de algunos marineros con quienes se puso de acuerdo, y manifestó que los demas estaban inservibles, por lo cual hizo sacar de ellos el velámen, clavazon y todo cuanto podia ser de alguna utilidad, obligando así á los que lo acompañaban á vencer ó á morir.

Cortés dejó en la colonia de Veracruz á Juan de Escalante con 50 hombres y llevóse consigo 415 infantes españoles, 16 soldados de caballería y 200 zempoaltecas que ocupó en cargar bagajes y artillería, y algunas tropas totonacas entre las cuales iban 50 nobles.

La expedicion, en su marcha para México, pasó por Jalapa y Jico, fijando Bernal Diaz, que formaba parte de ella, la ruta en los términos siguientes: "La primera jornada fuimos á un pueblo que se dice Jalapa, y desde allí á Socochima, y estaba muy fuerte y mala la entrada.... y desde Socochima pasamos unas altas sierras y puerto y llegamos á otro pueblo que se dice Tejutla y desde aquel punto acabamos de subir todas las sierras y entramos en el despoblado, donde hacia muy gran frio...."

Prescott asegura que pasaron por Naolinco; pero no es creible que estando en Jalapa llevaran un rumbo tan contrario al que se sigue para ir á la capital de México.

El tránsito del ejército castellano por Jalapa, lo confirman Gomara, Torquemada y Clavijero, quien lo llama Talapam, tal vez por un error de imprenta de la edicion hecha en Londres.

El pueblo de Socochima es el que hoy lleva el nombre de Jico-Chimalco cinco leguas al S. O. de Jalapa, entre los rios Tepetlacalapa y Chapulapa, cuyo terreno es sumamente accidentado, así como el de Ixhuacan por donde tambien pasaron,

siguiendo por esos pueblos el camino mas corto para llegar á la mesa central partiendo de Zempoala.

Los castellanos gozaron deliciosas impresiones al pasar por aquellos lugares regados por innumerables rios de agua dulce y clarísima, donde ostentaba la naturaleza con profusion, las galas brillantes y perfumadas de la vejetacion tropical. Tenian el Oceano á sus pies, á la izquierda el Orizava de inmutable blancura, y á la derecha la montaña que está coronada por una enorme piedra que tiene la figura de un cofre. Marchaban á la falda de esta montaña con las imaginaciones exaltadas con la idea de que fácilmente serian dueños de aquellas bellísimas comarcas.

Detuviéronse algunos dias en Xocotla, que hoy ya no existe, y Cortés mandó cuatro mensajeros zempoaltecas, para que pidieran al senado tlaxcalteca el permiso de pasar por el territorio de aquella República.

Los enviados pidieron dicho permiso á nombre de los totonacas y no de Cortés; fueron cortesmente recibidos y alojados en Tlaxcala en la casa destinada á la morada de los embajadores, y despues que hubieron comido y descansado fueron introducidos al senado.

Dichos enviados totonacas habian esparcido aterradores pormenores acerca del tamaño de los buques, de la agilidad y de la fuerza de los caballos, del espantoso estruendo y de los efectos destructores de la artillería.

Despues que los zempoaltecas expusieron su mision en el senado, se dividió este en dos partidos; Maxixcatzin, jefe de uno, opinaba por que se debia dejar pasar á los héroes que eran los anunciados segun la tradicion, expuso que los terremotos que poco antes se habian sentido, así como el cometa que entónces estaba en el cielo, eran indicios muy claros de que se

acercaba el cumplimiento de aquella tradicion, y que el rey de

México se llenaria de placer, al ver entrar en Tlaxcala por la fuerza á los que no querian admitir de buena voluntad.

A este parecer se opuso Xicotencatl, anciano de gran autoridad por su larga práctica en los negocios civiles y militares, manifestó que los recien venidos parecian mas bien monstruos arrojados por el mar, no pudiendo ya sufrirlos en su seno, que dioses bajados del cielo, "como neciamente creian algunos." "Es posible que sean dioses los que con tanta avidez buscan el oro y los placeres? Y qué no debemos temer de ellos en un país tan pobre como el nuestro, que carece hasta de sal para el condimento de nuestros manjares? Agravio hace á la nacion quien la cree capaz de ser vencida por unos pocos de estranjeros.Si son mortales, las armas de los tlaxcaltecas lo harán ver al mundo, y si inmortales, tiempo tendrémos de aplacar con obsequios su enojo, y de implorar con el arrepentimiento su perdon. Rechacemos pues su demanda, y si quieren entrar por la fuerza, sea reprimida por las armas su temeridad."

Los comerciantes se adhirieron al parecer de Mexixcatzin y los militares al de Xicotencatl.

Temiloltecatl propuso un término medio: que se dejase entrar á los extranjeros segun lo pedian, y que el jóven Xicotencatl los atacase aparentando no saber que se habia concedido dicho permiso, y este parecer fué admitido.

Despues de haber aguardado por ocho dias la respuesta del senado, avanzó Cortés el 31 de Agosto, conduciendo tropas totonacas, españolas y algunas mexicanas de las que guarnecian el punto de Xocotla por donde pasó.

En el primer encuentro que tuvo perdió su fuerza 2 caballos que fueron muertos, y quedaron 3 heridos. Fué atacado por 1000 otomites que al ser derrotados, dejaron en el campo de batalla 80 combatientes muertos, teniendo los españoles dos heridos solamente.

Poco despues se aparecieron los embajadores tlaxcaltecas que conducian la órden que permitia á los españoles el que pasasen; manifestaron á Cortés que las hostilidades se habian

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