Imatges de pàgina
PDF
EPUB

das, que estuvimos bien dos horas que no se lo pudimos tomar (el templo de Huitzilopochtli)..... Aquí habia bien qué decir en qué trabajo nos vimos los unos y los otros en ganalles aquellas forlalezas, que ya he dicho otras veces que eran muy altas; y en aquellas batallas nos tornaron á herir á todos muy malamente, y todavia les pusimos fuego á los ídolos, y levantamos nuestras banderas, y estuvimos batallando en lo llano, después de le haber puesto fuego, hasta la noche, que no nos podiamos valer de tanto guerrero."1 Esto pasaba el 27 de julio. Alvarado "no pudo mas de llegar á vista..... (del mercado), y ganalles aquellas torres y otras muchas que están junto al mismo mercado, y es tanto casi como el circúito de las muchas torres de la ciudad, y los de caballo se vieron en harto trabajo, y les fué forzado retraerse, y al retraer les hirieron tres caballos."2 Al retirarse Alvarado, dejó puesto fuego al gran templo. "Levantóse una llama tan alta que parecia llegar al cielo. Al espectáculo de esta quema, todos los hombres y mugeres que se habian acogido á las tiendas que cercaban todo el tianguez, comenzaron á llorar á voz en grito, que fué cosa de espanto oirlos, porque quemado aquel delubro satánico, luego entendieron que habian de ser del todo destruidos y robados."3

4

Barruntado por Cortés el avance de Alvarado, á causa de las grandes humaredas que despidió la quemazón del templo, otro día quiso adelantársele y llegó hasta muy cerca del mercado. Disponíase ya á cegar una zanja llena de agua que le separaba de éste, cuando se presentó Alvarado "por la misma calle......... que fué sin comparacion el placer (exclama Cortés) que hobo la gente de su real y del nuestro, porque era camino para dar muy breve conclusion á la guerra............ cómo luego se aderezó el paso, yo con algunos de caballo me fui á ver el mercado, y mandé á la gente de nuestro real que no pasasen adelante...... E...... miré dende...... (el teocalli) lo que teniamos ganado de la ciudad, que sin duda de ocho partes teniamos ganado las siete; é viendo que tanto número de gente de los enemigos no era posible sufrirse en tanta angostura, mayormente que aquellas casas que les quedaban eran pequeñas, y puesta cada una dellas sobre si en el agua y sobre todo la grandísima hambre que entre ellos habia, y que por las calles hallábamos roidas las raíces y cortezas de los árboles, acordé

1 1931y 2.

2 Cortés, 247-48.

3 Sahagún, Relación, 194.

4 Díaz del Castillo, 193.2

de los dejar de combatir por algun dia, y movelles algun partido por donde no pereciese tanta multitud de gente." 1

Aquella mentida compasión no fué óbice para que Cortés y sus “españoles...... (comenzasen) á dar sacomano...... (á las) tiendas de que estaba cercado el tianguez," 2 donde se guardaban sin duda los últimos bastimentos de los mexicanos. "Como vieron esto los soldados viejos que estaban en la defensa del tianguez, salieron á ellos, y llevaban por su capitan un muy valiente soldado viejo, que se llamaba Axóquintzi, que era de la valía de los que se llaman Quauchicque, son como matasietes que usan los turcos. Este capitan con los que iban con él hicieron huir á los saqueadores...... En este mesmo tiempo los españoles (al mando de Sandoval) vinieron por el barrio de Zacoalco [que es á donde está agora la iglesia de Santa Ana] y comenzaron á pelear por aquella parte contra los mexicanos (que se fueron retrayendo)." 3

sea.

§ 32. ULTIMOS DÍAS DEL SITIO DE MÉXICO.

Tomado ya el mercado de Tlaltelolco, "Cortés nos mandó que pasásemos todas las capitanías á estar en él, é que allí velásemos, por causa que veniamos mas de media legua desde el real á batallar con los mejicanos; y estuvimos allí tres dias sin hacer cosa que de contar "4 Esta suspensión de hostilidades se debió á que Cortés, para suplir la pólvora que se le había agotado, dispuso se hiciera un trabuco, el cual "tardaron en lo asentar (en el centro de la plaza del mercado) tres ó cuatro dias...... (aunque no dió resultado alguno), la falta y defecto del trabuco, (dícenos Cortés con cinismo estupendo) disimulámosla con que, movidos de compasion, no los queriamos acabar de matar." 5

Á la sazón, los mexicanos habíanse retirado ya al "lugar donde finalmente les dieron mate, en un rincon deste Tlaltliulco, que se llama Tetenantitech donde ahora está edificada la iglesia de la Concepcion de la Madre de Dios Ntra. Sra. Santa María." 6

1 248-49.

2 Sahagún, Relación, 194.

3 Idem, 194-95.

4 Díaz del Castillo, 194.1

5 249.

6 Sahagún, Relación, 193.

y

Aquel rincón apenas ocupaba una octava parte de la extensión total de la ciudad, según nos indicó antes Cortés, y correspondía al actual extremo N.E. de la Capital, hacia donde quedan las calles de Granada de la Concepción Tequipehuca. "Estaban los tristes mexicanos, hombres y mugeres, niños y niñas, viejos y viejas, heridos y enfermos en un lugar bien estrecho, y bien apretados los unos con los otros, y con grandísima falta de bastimentos, y al calor del sol, y al frio de la noche, y cada hora esperando la muerte. No tenian agua dulce para beber, ni pan de ninguna manera para comer; bebian de la agua salada y hedionda, comian ratones y lagartijas, y cortezas de árboles, y otras cosas no comestibles, y desta causa enfermaron muchos y murieron muchos, y de los niños no quedó nadie." 1 Cortés nos dice: "hallamos las calles por donde ibamos llenas de mujeres y niños y otra gente miserable que se morian de hambre, y salian traspasados y flacos, que era la mayor lástima del mundo de los ver." 2

1

Extenuados ahora los mexicanos por el incesante batallar, las repetidas vigilias, el hambre y la peste, bien se pudo tomarles por fantasmas de la vida. Empero, aun conservaban incólume su espíritu de hierro, y todavía rebosaba en ellos su patriotismo sin igual. Aunque les faltaban ya no sólo los bastimentos sino también las armas, no por esto se rendían ni tampoco vacilaban en su resolución sublime de amparar á la patria hasta el último aliento: de la misma adversidad sabían tomar nuevas fuerzas para robustecer más y más su abnegación sobrehumana.

Dícenos Cortés: "los veiamos estar encima de sus azoteas cubiertos con sus mantas, que usan, y sin armas." No les doblegaba ni el enemigo infinitamente numeroso, ni tampoco el hambre que todo lo vence. Enteros, cual si entonces estuvieran en el primer día de la lucha, contestaban á las proposiciones de paz "que en ninguna manera se habian de dar, y que uno solo que quedase habia de morir peleando." 4

"E cómo vimos (agrega Cortés), que...... todos estaban apercibidos para pelear con nosotros......... (empezamos á combatirles) y fué tan grande la mortandad que se hizo en nuestros enemigos, que muertos y presos pasaron de doce mil;" 5 "estando en esta pelea las muge

1 Sahagún, Relación, 210.

2 249-50.

3 250.

4 Cortés, 149.

res tambien peleaban cegando á los contrarios con el agua de las acequias, arrojándosela con los remos:" 1 las excelsas heroínas ofenían al invasor con lo único que podían haber á la mano.

Al siguiente día, 8 de agosto, puestos al habla con Cortés algunos de los mexicanos principales, "dijéronme (manifiesta aquél) que pues ellos me tenian por hijo del sol, y el sol en tanta brevedad como era en un dia y una noche daba vuelta á todo el mundo, que porque yo así brevemente no los acababa de matar y los quitaba de penar tanto, porque ya ellos tenian deseos de morir y irse al cielo para su Ochilobus que los estaba esperando para descansar; y este ídolo es el que en mas veneración ellos tienen. Yo les respondí muchas cosas para los atraer á que se diesen, y ninguna cosa aprovechaba."2 Si Cortés insistía en la paz, no era porque le moviese la compasión, sino (como él mismo confiesa), "porque tomándolos por fuerza, habian de echar lo que tuviesen en el agua, y ya que no lo hiciesen, nuestros amigos habrian de robar todo lo mas que hallasen."8

Envió luego Cortés, para proponer la paz, á "una persona bien principal entre ellos...... (á quien no bien hubo oído Cuauhtemoc) luego lo mandó matar:"4 cumplía fielmente el Monarca lo solemne amenaza que hiciera antes á cuantos pensasen en hablarle de rendición. Dice Cortés: "y la respuesta que estábamos esperando nos dieron con venir con grandísimos alaridos, diciendo que no querian sino morir;"5 "y dan á Cortés tanta guerra (añade Díaz del Castillo), que no se podía valer; y otro tanto fué por nuestra parte de nuestro real; pues en el de Sandoval lo mismo; y era de tal manera, que parecia que entonces comenzaban de nuevo á batallar."

[ocr errors]

Aplazó Cortés sin embargo la hora del total exterminio, é insistió en la paz; sabía perfectamente, porque así se lo dijeron los mexicanos, que continuando la guerra, “todo.............. (el cúmulo de riquezas) que tenian...... lo habian de quemar y echar al agua, donde nunca pareciese." Poco interesaba á Cortés y á los suyos conservar el rincón más miserable de México, después de haber destruído la ciudad entera; tampoco podían los españoles preocuparse de la suerte de los pocos mexi

1 Sahagún, Historia de la Conquista, 53

2 251.

3 254.

4 Cortés, 251.

5 251-52.

6 1941.

7 Cortés, 249.

canos que quedaban en pie, supuesto que ya habían hecho perecer á casi toda la población. Lo único que les importaba era salvar los tesoros fabulosos allegados por el imperio mexicano durante siglos: si los castellanos inmigraban á América, debíase á una inextinguible sed de oro: los que acá llegaron jamás tuvieron otro fin que enriquecerse. De allí, pues, que Cortés entablara nuevas negociaciones de paz, las cuales prolongó Cuauhtemoc durante cuatro ó cinco días, enviando al real español algunos de sus principales, esperanzado quizá de que durante ese corto tiempo espirasen todos los mexicanos, porque para entonces la vida era ya absolutamente imposible en México; día á día caían muertos millares de dolientes, y sus cadáveres quedaban insepultos sobre la patria idolatrada, que poco tardó en verse completamente cubierta con ellos: con tal sudario, no sería hollada por el in

vasor.

Dice Cortés: "del agua salada que bebian, y de la hambre y mal olor, habia dado tanta mortandad........ que murieron mas de cincuenta mil ánimas. Los cuerpos de los cuales, porque nosotros no alcanzásemos su necesidad, ni los echaban al agua, porque los bergantines no topasen con ellos, ni los echaban fuera de su conversacion, porque nosotros por la ciudad no los viésemos; y así por aquellas calles en que estaban, hallábamos los montones de los muertos, que no habia persona que en otra cosa pudiese poner los pies."1

Como al fin hubo de convencerse Cortés, el 12 de agosto, de que México no se rendiría mientras quedara con vida uno solo de sus hijos, porque éste había de morir peleando, determinó acabar con el escaso puñado de mexicanos que aun sobrevivían, sin querer esperar á que el hambre y la peste le ahorraran en breve tiempo el trabajo de la matanza: "envié á llamar á los indios nuestros amigos (dícenos), que habian quedado á la entrada de la ciudad, casi una legua de donde estábamos; á los cuales yo habia mandado que no pasasen de allí, porque los de la ciudad me habian pedido que para hablar en las paces no estuviese ninguno dellos dentro; y ellos no se tardaron, ni tampoco los del real de Pedro de Albarado. E cómo llegaron, comenzamos á combatir unas albarradas y calles de agua que tenian, que ya no les quedaba otra mayor fuerza; y entrámosles, así nosotros como nuestros amigos, todo lo que quisimos. E al tiempo que yo salí del real habia proveido que Gonzalo de Sandoval entrase con los bergan

« AnteriorContinua »