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sangrienta guerra que á la sazón hacían los Reyes Católicos á los moros, y la cual, puede decirse, personalmente dirigían los más altos dignatarios de la Iglesia cristiana. Refiérenos Bernáldez que en el asedio de Málaga, estuvieron presentes "el cardenal de España arzobispo de Toledo, D. Pedro Gonzalez de Mendoza...................... e algunos obispos;" 1 y que el propio arzobispo asistió asimismo, junto con el de Sevilla "e el Rey e el Príncipe e todos los Caballeros e gente..... á la Vega de Granada e sus comarcas, donde estubieron diez ú doce dias atalando e faciendo mal e daño en los bienes e haciendas de los Moros, donde les talaron panes, viñas, huertas e havales;" 2 Hernando del Pulgar nos hace saber que el repetido arzobispo capitaneaba á gente propia. 3

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"Fue abuso comun durante la edad média (dice Clemencín), que los eclesiásticos ejercitasen las armas.......................... No hablo solo de las guerras contra infieles, en que se repitieron con mas frecuéncia los ejemplos de tal desorden, cubiertos con el pretexto de religion, sino tambien de las guerras entre príncipes cristianos, y aun de las civiles que agitaron á Castilla en el siglo en que nació y vivió la Réina Doña Isabel." 4

La victoria de Olmedo, alcanzada en 1445 por don Juan II sobre los grandes del reino, se debió en gran parte al arzobispo de Toledo y á otros eclesiásticos; durante la batalla, formó una de las alas "la gente del Obispo de Cuenca." 5 Allí mismo, once años después, en el encuentro que tuvieron don Enrique IV y los partidarios de su hermano don Alonso, aparece entre aquéllos, capitaneando á "seiscientos rocines, hombres d'armas é ginetes...... el Arzobispo de Toledo (don Alonso Carrillo)...... (quien) fué herido....... en el brazo izquierdo.” 6 Durante la batalla habida cerca de Toro en 1476, entre el rey don Alonso y el rey don Fernando, se encontró al lado de éste "D. Pedro Gonzalez de Mendoza, Obispo de Siguenza, Arzobispo de Toledo que despues fué, e le sirvió mucho e peleó con el roquete sobre el arnés." 7 "En el siglo XVI, después del fallecimiento de Doña Isabel, en tiempo ya al parecer de mayor cultura y suavidad de costumbres, leemos del arzobispo de Zaragoza D. Alonso de Aragon, hijo del Rei Católico,

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que era gran caballero de la brida, y que sirvió personalmente en la guerra de Navarra como capitan de los caballeros de su casa y otros aragoneses. En la misma guerra y en las de las comunidades de Castilla militó D. António de Acuña, obispo de Zamora, de revoltosa memoria, como dijo D. Francesillo, truhan de Cárlos V, en la crónica del Emperador que anda manuscrita entre los curiosos." 1

Si así se conducían los eclesiásticos españoles en las disensiones civiles, ¿cuál sería su comportamiento en las guerras contra los infieles? Pero volviendo á nuestra anterior relación, diremos que tan pronto como se entregó Granada, el “Lunes 2 dias de Enero (de 1492)," 2 volvió el clero sus iracundos ojos hacia lo judíos, resolviendo acabar con ellos de una vez.

Para lograr el abominable intento, pidieron los altos prelados al reino, de manera enérgica y decisiva, el destierro inmediato de todos los judíos no bautizados. Sabedores éstos de la terrible suerte que se les deparaba, ocurren con presteza á los Monarcas, les prometen 30,000 ducados y sujetarse á cuantas condiciones les impusiera el reino, en cambio de que se les permitiera continuar viviendo en España, su tierra natal. Inclinábanse ya Fernando é Isabel á aceptar los tentadores 30,000 ducados, cuando se les presenta repentinamente fray Tomás de Torquemada con un crucifijo en la mano, y les dice trémulo de ira: "Judas vendió una vez al Hijo de Dios por treinta dineros de plata: Vuestras Altezas piensan venderlo segunda vez por treinta mil: ea, señores; aquí le teneis; vendedlo." 3 Aunque manifiestamente no se trataba de vender á Cristo, sino sólo de dejar en el reino á "la parte mas hábil é industriosa de sus súbditos," aquellas palabras exaltadas que profirió el fraile sin guardar miramiento alguno á los soberanos, bastaron para desvanecer en éstos todo sentimiento de humanidad, y hacerles firmar, el 31 de marzo de 1492, el execrable edicto por el cual se "condenaba á la expatriacion, á la miseria, á la desesperacion y á la muerte, muchos millares de familias que habian nacido y vivido en España."5 Dentro del perentorio plazo de cuatro meses, bajo pena de muerte y confiscación de bienes, los judíos tenían que salir para siempre, sin que nunca jamás pudiesen tornar á ella, "de la tierra en que

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1 Clemencín, 388.

2 Bernáldez, 1, 228.

3 Llorente, II, 114.

4 Prescott, Reyes Católicos, I, 493.

5 Lafuente, II, 304.2

nacieron, de la tierra donde vivia ó descansaba todo lo que mas amaron, de una tierra, no adoptiva, sino heredada, donde sus antepasados habian vivido por espacio de siglos, y á cuya prosperidad y gloria estaban tan íntimamente adheridos como cualquiera español antiguo; é iban á ser arrojados sin auxilio, sin amparo, y cubiertos de infamia." 1 Como según el propio edicto, los desventurados proscritos no podían sacar oro, plata, ni moneda acuñada, la expoliación vino á preceder arteramente al destierro. Andrés Bernáldez, testigo presencial nada sospechoso, manifiesta que los tristes desterrados "vendieron, e malvarataron quanto pudieron de sus haciendas...... (y agrega): e en todo ovieron siniestras venturas; ca ovieron los christianos sus faciendas mui muchas e mui ricas casas, e heredamientos por pocos dineros, e andaban rogando con ellas, e no hallaban quien se las comprase: e daban una casa por un asno, e una viña por poco paño ó lienzo, porque no podian sacar oro ni plata." 2 En verdad que "no habia compasion para la raza judaica: el clero predicaba contra ella en templos y plazas," 3 y Torquemada lanzaba "graves censuras contra los cristianos que, pasado el término de los cuatro meses fijado por los Reyes Católicos, y nueve dias más que él concedia, osáran recibirlos en sus posadas ó heredades, comunicáran con ellos ó les dieran mantenimiento alguno." 4

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Llegado el momento del éxodo, los judíos viéronse obligados á abandonar sus antiguos hogares. Sin embargo, aun en aquel momento supremo, no podían conformarse con su horrible suerte; y alimentando la ilusión de que los reyes les concederían un nuevo plazo, se dirigieron á los cementerios de sus antepasados "alvergadose en las sepulturas de sus mismos difuntos,"5 mientras regresaban algunos de los suyos que habían ido á la corte en demanda de tan humilde merced. Mas negada ésta y perdida ya toda esperanza, tuvieron que salir al fin "de las tierras de su nacimiento, chicos, e grandes, viejos, e niños, a pié e caballeros en asnos, e en otras vestias, e en carretas, e continuaron sus viajes, cada uno á los puertos que havian de ir, e iban por los caminos, e campos...... con muchos trabajos e fortunas, unos cayen

1 Prescott, Reyes Católicos, I, 495.

2 I, 254.

3 Lafuente, 11, 309.1

4 Amador de los Ríos, Judíos, III, 308.

5 Colmenares, 488.

do, otros levantando, unos muriendo, otros naciendo, otros enfermando."1

La peregrinación fué en efecto un dolorosísimo calvario: los que pasaron al África, que fueron los más, "en el viaje, eran robados por diversas maneras, e les tomaban las mozas, e las mugeres, e los lios de la hacienda...... faciéndoles mil plagas, y mil desventuras...... (los que sobrevivieron andaban después) desnudos, descalzos, e llenos de piojos, muertos de hambre, e muy mal aventurados, que era dolor de los ver:" 2 No cupo mejor suerte á los proscritos que se dirigieron á otros lugares; refiriéndose á los que emigraron á Italia, dícenos Senarega, testigo genovés ocular: "Nadie podía mirar sin dolor los sufrimientos de los desterrados judíos: una gran parte murieron de hambre, especialmente los de tierna edad; las madres, que apenas tenían fuerzas para mantenerse en pie, llevaban en brazos á sus hambrientos hijos, y morían juntamente con ellos; muchos perecieron víctimas de frío, otros de sed además, las molestias inherentes á un viaje por mar, y á que no estaban acostumbrados, exacerbaban sus enfermedades. No me detendré en pintar la crueldad y avaricia de los patrones de los barcos que los transportaban desde España, y los cuales asesinaron á muchos para saciar su ambición, y obligaron á otros á vender á sus hijos para pagar los gastos del pasaje. Llegados á Génova, en grupos diversos, no les permitieron permanecer allí por mucho tiempo, porque existía una ley antigua que vedaba á los pasajeros judíos detenerse en aquella ciudad por más de tres días. Se les permitió, sin embargo, que pudieran reparar sus barcos y reponerse durante algunos días del cansancio del viaje. Cualquiera podía tomarlos por espectros: tan demacrados y cadavéricos estaban sus rostros, y tan hundidos sus ojos; no se diferenciaban de los muertos más que en la facultad de moverse, que apenas conservaban."3

"El número de los judíos que salieron de Castilla y Aragon no se sabe; los mas autores dicen que fueron hasta en número de ciento y setenta mil casas, y no falta quien diga que llegaron á ochocientas mil almas; gran muchedumbre sin duda, y que dió ocasion á muchos de reprehender esta resolucion que tomó el rey don Fernando en echar de sus tierras gente tan provechosa y hacendada y que sabe todas las

1 Bernáldez, I, 257.

2 Idem, 259-60.

3 En Muratori, XXIV, 531-32.

veredas de llegar dinero;"1 "todos eran mercaderes, vendedores, e arrendadores de alcavalas, e rentas de achaques, e hacedores de señorios, tundidores, sastres, e zapateros, curtidores, zurradores, sederos, especieros, bujoneros, texedores, plateros, e de otros semejantes oficios...... Eran entre sí muy caritativos...... havia entre ellos muy ricos hombres, que tenian mui grandes riquezas e faciendas que valian un cuento e dos cuentos, e tres. Personas de diez cuentos donde era asi, como Abraham, señor que arrendaba la mas de Castilla."2 España perdió, pues, la parte más hábil é industriosa de sus súbditos, como indicamos anteriormente.

Antes de dejar el reinado de los Reyes Católicos, manifestaremos con un autor bastante moderado, que los Estados de la monarquía se encontraban "casi en un todo corrompidos por una general destemplanza......(y que) Las Iglesias, los clerigos, los Monges, y las Monjas, padecían un general desorden."3

§ 10. CARLOS V.

La reina Isabel murió en 1504; doce años después falleció su esposo, dejando nombrado sucesor á su nieto Carlos de Austria, quien tomó posesión del reino tras de una efímera regencia del ilustre Cardenal Jiménez Cisneros.

Al decir de un competente historiador, Carlos V "fue por su gerarquía y dignidad el primer soberano de su siglo." No por esto deja de dar vivas señales del inmoderado espíritu religioso español. En el razonamiento que hizo en 1555, sobre su renuncia del trono, pasa á referirse á las muchas guerras que había sostenido, y pone en primer término aquellas á que le obligó la defensa de la fe católica.5 Separado del poder durante el siguiente año, su celo le lleva al monasterio de Yuste, donde confiesa llanamente "que lo que mas auia deseado en esta vida era ser Fraile, ó Donado de vn Monasterio, y, servir alli como el menor de la casa." Descubre todavía mejor las tendencias religiosas del Monarca, otra declaración que hace en el mismo convento:

1 Mariana, II, 2421.

2 Bernáldez, I, 256.

3 Flores, Reinas, II, 814-15.

4 Robertson, IV, 303.

5 Sandoval, Carlos V, 466.

6 Idem, pág. 4722.

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