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das las cuales se "multiplicaron infinitamente en Castilla los eclesiásticos, con especialidad los de menores órdenes ó tonsurados, y todo el reino estaba lleno de clérigos casados ó ignorantes."1 Á decir verdad, don Alonso el Sabio prohibió á los eclesiásticos, aunque sin resultado tener mujeres ó barraganas.2

§ 7. DON SANCHO EL BRAVO.

De este rey, hijo de don Alonso X, bástenos referir un episodio. Hacia fines del siglo XIII, hízose fuerte en la ciudad de Badajoz el bando de los Bejaranos; mas rindiéronse luego á las fuerzas del Rey "Que los aseguraban de parte................. (de éste) que non les farian mal ninguno, é ellos por este aseguramiento dieron el castillo; é dado el castillo, mandó el Rey que matasen á todos aquellos que eran del linaje de los Bejaranos, é mataron entre omes é mujeres cuatro mill é más."3 Pedro de Medina osa escribir que el Rey "los hizo a todos matar por iusticia.1

§ 8. DON JAIME I DE ARAGÓN DON ENRIQUE III DE CASTILLA.

El número exorbitante de eclesiásticos, su crasa ignorancia y depravadas costumbres, eran los factores más apropiados para acabar de desvirtuar los sentimientos religiosos, y hacer que degenerasen en el fanatismo ferozmente intolerante que tantos males produjo á España, siendo sin duda el más lastimoso, la matanza general de judíos ejecutada en 1391, reinando en Aragón don Jaime I, y en Castilla don Enrique III. Oigamos al entendido historiador don José Amador de los Ríos.

Por instigaciones de una parte del clero, que desde hacía tiempo incitaba á las muchedumbres en contra de los judíos, vióse repentinamente agitarse en masa la población de Sevilla el 6 de junio de 1391; "silenciosas y resueltas, movíanse las turbas, como impulsadas de misterioso resorte, corriendo de consuno á la Judería que era asaltada por todas partes. El hierro, el saqueo y el incendio, degollaban, aniquilaban y des

1 Idem, II, 37.

2 Partida 13, tít. V, 1. 1. 73, 38, 43 y 44.

3 Crónica del Rey don Sancho, 821.

4 Fol. 1XXIX fte.

truian, con prodigiosa rapidez, cuanto se oponia al paso de la furiosa muchedumbre, sin perdonar á los que huian ni á los que imploraban misericordia. Entre los gritos de los asesinos é incendiarios, escuchábanse los inexorables acentos del arcediano don Ferran Martinez, que, como otro fray Pedro Olligoyen, canonizaba con su ejemplo y su sacrilega predicacion aquellas terribles escenas. Más de cuatro mil judíos perecian al furor del fanatismo: las sinagogas menores eran derribadas en el acto por los feroces satélites del arcediano, y sólo encontraban salvacion los que escaparon de tan bárbaro estrago, pidiendo á voces las aguas del bautismo. Yerma en su mayor parte la judería y reducidas á escombros sus más notables sinagogas y edificios, desvanecíanse como el humo las riquezas laboriosamente allegadas en tantos siglos, quedando condenadas á la mendicidad las tristes reliquias de aquel espantoso naufragio." De la capital, la matanza y el saqueo cundieron rápidamente por toda Castilla y todo Aragón. "Fama fué por aquellos dias que excedieron en toda España las víctimas, inmoladas en tal manera por la furia popular, de cincuenta mil almas, y no han faltado tampoco historiadores modernos, que sólo al reino de Aragon hayan cargado tan espantosa suma."2 Resta saber que don Ferrán Martínez acabó "sus dias quieto y pacífico, con opinion de sólida virtud.”

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La monarquía española no sólo no cuidó de impartir protección y justicia á las desvalidas víctimas, sino que, en cuanto pudo, también las dañó; sin el más leve escrúpulo, hizo donación á los magnates y favoritos del reino, de "todas las sinagogas, tierras, casas y demás bienes y heredades, poseidos por los judíos en Sevilla y sus términos.... (y mandó expresamente) que no se molestára con penas, ni ménos se apremiase al pago de las multas, en que habian incurrido, á los complicados en dichas matanzas, robos y desafueros."4

§ 9. Los REYES CATÓLICOS.

Durante el siguiente siglo XV suben al trono Fernando V é Isabel I, denominados los Católicos, á quienes tocó extender el dominio español hasta el Nuevo Mundo, y cuya época ha sido considerada como la

1 Amador de los Ríos, Judíos, II, 358-59.

2 Idem, II, 382.

3 Idem, II, 389. 4 Idem, loc. cit.

"mas gloriosa que presentan los anales (de España),"1 todo lo cual no impidió que fueran ellos también dignos émulos de san Fernando, mostrándose excesivamente inhumanos hacia los infieles.

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. Con el objeto de hacer meritorio su reinado á los ojos de Dios y del pueblo, los Reyes Católicos proyectan el exterminio completo de la herejía, y sin que les detenga sentimiento de conmiseración alguno, decretan el establecimiento de la Inquisición y la expulsión general de los judíos.

Decía Gerónimo Zurita: "sse afirma por personas muy graues, y de gra religio, como cosa cierta, q siedo cōfessor de la Reyna (fray Tomás de Torquemada) en vida del Rey dō Enrique, y del Principe dō Alonso sus hermanos, en tiēpo que no se imaginaua, q auia de suceder en aquellos reynos,....... la cōjuro en nōbre d nuestro Señor, q quãdo Dios la ensalçasse en la dignidad real, boluiesse por su gloria y hōra: y de tal manera mādasse proceder contra el delito de heregia, q aquello se tuuiesse por el mas principal negocio de su estado real." 2 Con este conjuro pudo fácilmente el terrible fraile obtener de Isabel, ya de por sí "irreconciliable contra los enemigos de la Fe," la temprana promesa de que, cuando ascendiese al trono, se consagraría á la extirpación de la heregía para gloria de Dios y exaltación de la fe católica. Proclamada soberana Isabel en 1474, no olvidó su religiosa promesa, y cuatro años después, con anuencia de su esposo, solicitó del Papa Sixto IV una bula para la introducción del Santo Oficio en Castilla, bula que se expidió sin ninguna dilación con fecha 1o de noviembre 1478.

"Entendieron el Rey, y la Reyna, q era este...... necessario remedio para el beneficio de sus reynos."4

Aquel tribunal no quedó establecido, sin embargo, sino hasta el 2 de enero de 1481; pero desplegó desde luego tal actividad, que "en muy pocos dias...... prendieron algunos de los mas honrados e de los mas ricos veinte y cuatros e Jurados, e Bachilleres, e Letrados, e a hombres de mucho fabor, e a estos prendia el Asistente...... e comenzaron de sentenciar para quemar en fuego, e sacaron a quemar la primera vez a Tablada seis hombres e mujeres que quemaron."5 El 6 de Enero de

1 Prescott, Reyes Católicos, II, 619.

2 Fol. 323.

8 Flores, Reinas, 11, 788.

4 G. Zurita, fol. 323.

5 Bernáldez, I, 100-1.

1481 fueron quemados estos infelices: "en 26 de marzo diez y siete; en 21 de abril muchos; y hasta 4 de noviembre doscientos noventa y ocho, ademas de haber condenado los inquisidores á carcel perpetua setenta y nueve; y todo esto en solo la ciudad de Sevilla."1

Refiriéndose Mariana á los tremendos principios de la Inquisición, nos dice: "se reconciliaron hasta diez y siete mil personas entre hombres y mujeres de todas edades y estados; dos mil personas fueron quemadas, sin otro mayor número de los que se huyeron." 2 Bernáldez nos manifiesta á su vez: "Esta Santa Inquisicion ovo su comienzo en Sevilla...... e despues fueron puestos Inquisidores por toda Castilla e Aragon e son infinitos quemados e condenados y reconciliados encarcelados en todos los Arzobispados e Obispados de Castilla e Aragon...... digo, que pues el fuego está encendido, que quemará hasta que halle cavo al seco de la leña." Marineo Sículo pinta bien la blanda indulgencia del Santo Oficio, cuando refiere que á los que se arrepentían con sinceridad, no obstante la hediondez de sus culpas, se les sentenciaba meramente á prisión perpetua. Juan de Mariana escribe con peregrina ingenuidad: "Lo que sobre todo extrañaban era que los hijos pagasen por los delitos de los padres, que no se supiese ni manifestase el que acusaba, ni le confrontasen con el reo ni hobiese publicacion de testigos, todo contrario á lo que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales." 5 Á pesar de tantas extrañezas, Mariana concluye por llamar al horrendo tribunal: "Remedio...... dado del cielo." 6 Si hemos de creer que la obra de Mariana es "reproduccion fiel de los sentimientos, de las pasiones, de las creencias, de los instintos, de los amores y de los odios (de España),"7 podemos afirmar que la Inquisición era vista con muy buenos ojos por la nación entera; y en verdad que el Santo Oficio "no hubiera podido existir (como atinadamente asienta don Marcelino Menéndez Pelayo), si el principio que dió vida á aquel popularísimo tribunal no hubiese encarnado desde muy antiguo en el pensamiento y en la conciencia del pueblo español." 8

1 Llorente, I, 266.

2 II, 202-8.

3 I, 103-4.

4 Libro XIX.

5 II, 202.1

6 Idem, 203.1

7 Godoy Alcántara, 256.

8 I, 24.

Veamos ahora cómo se llevó á cabo la expulsión general de los judíos, incontestable ejemplo de la cruel intransigencia española en materia religiosa.

Desde 1478 los Reyes Católicos habían ordenado que ningún judío, bajo pena de muerte, morase en las ciudades de Córdoba y Sevilla, por considerarse perjudicial el trato que tenían los hebreos con la gente cristiana; como consecuencia de esto, viéronse "abandonadas y desiertas en aquellas ciudades...... más de cuatro mil casas." 1

Dos años después los mismos reyes dispusieron que todos los judíos de los dominios castellanos fuesen forzados á vivir recluídos en barrios separados de los de los cristianos; esta disposición se ejecutó con extremada dureza.

Sin embargo, los judíos todo lo sufrían con resignación abnegada; sin mostrar justos resentimientos ni dejar oir una sola queja, apresurábanse cada día á dar mayores muestras de adhesión al reino; fué la Aljama de Zaragoza la que sobresalió "por lo concertado del recibimiento y la riqueza de los dones (hechos á Fernando é Isabel cuando se dirigieron á Aragón para que allí fuese jurado y recibido por heredero el príncipe don Juan)." 2 Sin limitarse los judíos á estos valiosos agasajos y obsequios, igualmente prestaban á la monarquía, con desusada liberalidad, servicios de la mayor importancia; fueron así aquellos aborrecidos infieles los que abastecieron al ejército español de cuanto necesitó durante los cercos de Málaga, Baza y Granada; refiriéndose al último, dice don José Amador de los Ríos: "causaban por cierto verdadera maravilla, el órden y la abundancia con que eran abastecidos la ciudad y el campo de todo linaje de artículos de vestir, de comer y de guerrear." 3 Fué también un descendiente del Rabí Azarías Ginisllo, el generoso don Luis de Santángel, quien proporcionó el dinero necesario para el descubrimiento de América, según veremos en el capítulo siguiente.

Mas inútilmente multiplicaban los judíos con afanosa solicitud sus trabajos y sacrificios; jamás habrían logrado aminorar, ni en pequeñísima parte, el hondo aborrecimiento que España profesaba á cuantos no seguían la fe de Cristo.

Si no había sonado aún la hora del exterminio para los judíos, debíase únicamente á que el clero tenía puestas todas sus energías en la

1 Amador de los Ríos, Judíos, III, 284.

2 Idem, 111, 291-92.

3 III, 301.

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