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disfrutaba de gran crédito en ella, como lo prueban los elogios que en 1571 le tributaba el general de la órden, y el encargo que le daba de escribir la historia de la provincia. (3)

No sabemos si el P. Mendieta pasó á Europa por su voluntad ό por mandato de sus superiores, si bien Torquemada dice que fué llevado por su celo del bien y aprovechamiento de los indios: lo cierto es que en 1570 (4) emprendió el viaje con el P. Fr. Miguel Navarro, cuando concluido su provincialato fué por custodio al capítulo general de la órden. Consta que el P. Mendieta se detuvo en el camino por causa de enfermedad; pero se ignora dónde. Llegado á España, fijó su residencia en Castrourdiales, sin pensamiento de volver á México; de suerte que incurrió en lo mismo que más tarde censuró en otros. Puede verse en varios lugares de su Historia lo que dice de algunos religiosos que despues de haber venido á esta tierra la desamparaban para volverse á su patria. Fué necesario que el general de la órden le mandase por santa obediencia que volviese á su provincia de México, para que así lo verificara en 1573, trayendo consigo algunos religiosos; bien que la órden.

(3) Véase la Obediencia en la pág. 3. Por no intercalar nada en la obra del P. Mendieta, no quise poner allí la traduccion castellana de este breve y curioso documento. Hela aquí:

Fray Cristóbal de Capitefontium, Ministro General y siervo de la Orden de los Menores, al venerable y muy amado Padre Predicador y Confesor Fray Gerónimo de Mendieta, de la provincia de Cantabria, salud:

Habiendo entendido que al venir de la Nueva España á nuestro Capítulo general, nen compañía del R. P. Custodio de la Provincia del Santo Evangelio (en la cual pia y loablemente habeis vivido hasta ahora), os detuvísteis por enfermedad en el camino, y que los útiles y fieles trabajos con que os habeis distinguido, son todavía necesarios en la Nueva España, os mando por el tenor de la presente, bajo santa obediencia, y en virtud del Espíritu Santo, que tomando de cualquiera de las provincias de España un compañero á vuestro gusto, pero que vaya de su voluntad y no forzado, volvais á la dicha provincia del Santo Evangelio en la primera ocasion que Fazgueis cómoda y oportuna, para que de allí en adelante moreis en el convento de la misma provincia que más os agradare. Y queden especialmente entendidos los » RR. PP. Comisarios de. Indias, que han de trataros como á Padre meritísimo de la república cristiana. Y porque en los años pasados han obrado los santos religiosos » de nuestra órden, en la conversion de los gentiles, muchas cosas dignas de memoria, »os mandamos tambien por la presente, que de todo cuanto podais saber acerca de »ello, hagais una historia en lengua española, y nos la envieis en primera ocasion, para lo cual os concedemos el tiempo y lugar necesarios. Y bajo pena de inobedien›cia contumaz, inhibimos á todos nuestros inferiores, para que en nada de esto os >> puedan contrariar ni poner impedimento alguno. Salud en Cristo. Dado en Roma, >> en el convento de Araceli, á 26 de Junio, del año del Señor de 1571.» El padre Fr. Cristóbal de Capitefontium, 559 general de la órden de S. Francisco, fué electo el dia de Pentecostés del mismo año de 1571, y por consiguiente uno de sus primeros actos fué esta obediencia enviada al P. Mendieta. (FR. ANTONIO DAZA, Quarta Parte de la Chrónica General de N. P. S. Francisco y su apostólica órden, Valladolid, 1611, lib. III, cap. 66.)

(4) Betancurt dice que en 1569, y lo mismo Torquemada en la vida de nuestro Mendieta; pero en el cap. 3 del lib. XVII habia dicho que en 1570. Esta fecha señala el mismo Mendieta en la pág. 411. Todo puede conciliarse, suponiendo que partió en 69, y por causa de su enfermedad no llegó á España sino hasta el 70.

del general solo le prevenia que escogiese un compañero que voluntariamente quisiera venir con él. No queda noticia alguna de lo que hizo el P. Mendieta en los dos ó tres años que pasó en España.

Vuelto á México, donde fué muy bien recibido, tanto por lo que todos le estimaban, como por el socorro de religiosos que traia, le vemos ya desempeñar cargos en la órden. En 1575 y 76 era guardian en Xochimilco, durante la gran peste que afligió á los indios: hácia 1580 estaba en Tlaltelolco, no sé si como prelado, y en 1588 residia en Santa Ana, cerca de Tlaxcala: en esta última ciudad era guardian hácia 1591, y lo fué tambien en Tepeaca y Huexotzingo, aunque no he podido averiguar en qué años. Llegaron á nombrarle guardian del convento de México; pero renunció el cargo: obtuvo por dos veces el de definidor, y me admira que no llegase á provincial. Llama la atencion que habiendo vuelto á la Nueva España con el encargo de escribir la historia de la provincia, para lo cual necesitaba tiempo y sosiego, y aun por eso se le concedió la facultad de residir en el convento que más le acomodara, fuese entonces cuando le distrajeran con esos nombramientos, lo cual fué sin duda causa de que no concluyera su grande obra sino veinticinco años despues de haber recibido la órden de escribirla.

Pero el considerable trabajo que hubo de gastar en ella, y el desempeño de los oficios que se le confiaban, no era lo único en que ocupaba su tiempo. Si bien el P. Mendieta no era á propósito para predicar en lengua castellana, como antes hemos dicho, todos estaban contestes en reconocer su mérito como escritor. Llamábanle el Ciceron de la provincia, y se le encomendaba la redaccion de todos los documentos que se extendian en nombre de ella, así como la de las cartas que se habian de dirigir á personas constituidas en dignidad. Pedíanle muchas veces su parecer vireyes y consejeros, por ser conocido y generalmente apreciado su buen juicio, y aun le confiaban negocios de gobierno. El mismo nos refiere que era guardian en Tlaxcala cuando salieron de allí cuatrocientas familias para ir á poblar entre los chichimecos, y no fué él quien menos trabajó en el negocio. Ocupóse asimismo con todo empeño en la empresa de reunir en poblaciones á los indios que vivian desparramados por los campos; empresa que tomó muy á pechos, por creer indispensable su ejecucion para facilitar la doctrina y civilizacion de los indígenas.

Entre las distinciones que recibió de sus hermanos en religion, hubo una, quizá la mas notable de todas y que dá mayor idea de la estimacion en que era tenido. Sabida es la importancia que entonces se daba á las elecciones de oficios que los religiosos hacian en sus capitulos; cosa muy natural cuando las órdenes desempeñaban un papel tan importante en la organizacion religiosa y aun política del pais. Cierto que en los primeros tiempos de su establecimiento entre nosotros aun se conservaba vivo el verdadero espíritu religioso, restaurado en ellas por la reforma que con tanto celo y

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energía habia llevado á cabo el insigne cardenal Jimenez, apoyado por la reina D. Isabel la Católica, y que no se veian en los capítulos aquellas ambiciones y aun discordias que más adelante hubo que lamentar en ellos; mas no por eso es menos honroso para nuestro Fr. Gerónimo, que la provincia entera, representada por sus más distinguidos moradores, le creyese capaz de verificar por sí solo una buena eleccion de todos los oficios. Torquemada es quien nos 1efiere este caso con las siguientes palabras: «Sucedió, que en cier› to capítulo que se celebró en esta provincia del Santo Evangelio, » en aquel siglo dorado, cuando se sustentaban los de esta sagrada » religion, como los de los primeros siglos del mundo, con castañas » y manzanas, como refiere Virgilio, y otras legumbres, para solo » pasar lo forzoso de la vida, que los padres congregados en él le >> encomendaron los oficios de la Tabla, así de guardianes como de »>intérpretes (porque el guardian que no era lengua llevaba uno, como ahora tambien se usa), y le dijeron que comprometian en él, por la satisfaccion que de su buen juicio tenian, y que mientras » la estaba haciendo y distribuyendo, ellos lo estarian encomendan» do á Dios en las horas ordinarias del coro y misa, y con otras par>> ticulares oraciones. Y encargándose Fr. Gerónimo de la dicha Ta» bla y distribucion de oficios, la hizo como mejor supo y Dios se >>lo dió á entender, porque entonces nadie pedia, ni á nadie por pe»ticiones y ruego se le daba. Acabada la dicha Tabla, hizo juntar »á definitorio, y en él la leyó; y como la iba leyendo, la iban apro>>bando los padres de él, y el prelado superior confirmando. De » manera que ni añadieron ni quitaron de como venia en borron, y >>firmándola, la leyeron y se concluyó el capítulo: de donde se in>>fieren dos cosas: la una, el crédito grande que de este P. Mendieta » tenian todos, y el buen juicio que en esto mostró; y lo otro, el »poco cuidado que causaban entonces los oficios, pues más se aten»dia á la oracion, que á procurarlos; cosa necesarísima para el buen » acierto de un capítulo. »

A pesar de esta muestra de confianza, y Á de que ella manifestaba bien, como dice Torquemada, el poco caso que entonces se hacia de los oficios, el P. Mendieta previó sin duda que ese desprendimiento no seria de larga duracion, pues escribió al general de la órden, Fr. Francisco Gonzaga, una carta proponiéndole la fundacion de una cofradía cuyos individuos se obligaran á no pretender nunca oficio en la órden ni fuera de ella, y á no tener presente, al hacer las elecciones, mas que el mérito del sugeto, sin atender á su nacionalidad ó residencia. Trae Torquemada la carta del P. Mendieta y la protesta que proponia hicieran los cofrades; mas los buenos deseos del autor no llegaron á tener efecto. Como el P. Gonzaga gobernó la órden desde 1579 hasta 1587, entre estas dos fechas hay que colocar la de aquella carta.

Quien así procuraba que los demas siguiesen el espíritu del instituto que habian profesado, no podia ser omiso en la observancia

para

de su regla, y los cargos que desempeñó no fueron obstáculo que siguiese siempre la vida comun, sin excederse de lo permitido á todos los religiosos en general. Aunque en sus escritos descubre un carácter fogoso y enérgico, era sin embargo, muy sufrido, silencioso y reportado, haciendo que su compañía fuese agradable á todos. Amaba á los indios y los defendia en cuantas ocasiones se presentaban, como á cada paso se echa de ver en su Historia. Era muy devoto de la Virgen, y para extender su devocion hacia pintar en tablas los misterios del rosario, como tambien los principales misterios de la fe y algunas historias de ambos Testamentos, á fin de que todo se grabase mas fácilmente en la memoria de los naturales. De estos cuadros dejó varios en los conventos donde moró. Aborrecia la ociosidad, diciendo con razon que era la puerta por donde entraban todos los vicios; y por huir de ella, se ocupaba en rotular los libros del convento, cuando le sobraba tiempo despues de cumplidas sus obligaciones. Uno de sus biógrafos nos cuenta, que siendo nuestro P. Mendieta guardian en Tlaxcala, y estando alli el V. Fr. Sebastian de Aparicio, oyó este una música celestial, y buscando dónde se hallaria, encontró que era en la celda del guardian. Dése á esto el crédito que se quiera, prueba por lo menos el alto concepto que se tenia de sus virtudes.

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En santas y útiles ocupaciones llegó nuestro autor al término de su larga carrera. Había pedido á Dios que su última enfermedad fuese penosa, y tal que le sirviese de expiacion á sus culpas: su peticion fué escuchada, porque sufrió largo tiempo de una diarrea ó disenteria, sin que se agotase nunca su paciencia, hasta que llegó la última hora el dia 9 de Mayo de 1604. Tenia próximamente ochenta años. (7) Fué sepultado en el convento de México, y sus cenizas, como las de tantos otros insignes varones, han sido dispersadas por el huracan revolucionario que arrasó el venerable edificio donde reposaban.

Entre las innumerables cartas que escribió el P. Mendieta al rey, al consejo de Indias, á los vireyes, á los prelados de la órden, y á individuos particulares, siendo muchas de ellas en favor de los in

(5) « Fué guardian de Tlaxcala, donde el V. P. Fr. Sebastian de Aparicio acre>> ditó su virtud, porque oyendo cantar á los ángeles, fué buscando dónde, y viendo >> que era en la celda del V. P. Fr. Gerónimo, preguntó á los religiosos, cúya era la » celda, y diciéndole que del guardian, dijo: A quien los zagalejos cantan, buena » alma tiene.» (BETANCURT, Menologio franciscano, pág. 46.) La noticia original es de Fr. Juan Bautista. (Ubi supra.)

(6) «Fué la enfermedad un desbarato del estómago que rompió en sangre, la cual »le duró mucho tiempo, y le obligó á irse á la enfermería, donde estuvo muchos me>>ses, padeciendo de ella mucho. » TORQUEMADA, lib. XX, cap. 73.

(7) Beristain (Biblioteca Hispano-Americana Septentrional, México, 1816-21, tom. II, pág. 289), dice que setenta, y de ser cierto resultaria que vino de veinte años, ordenado ya de misa, lo que no es creible. Segun Fr. Juan Bautista, el P. Mendieta murió el 10 de Mayo; pero prefiero la fecha que señala Betancurt, quien para escribir su Menologio consultó los registros de la órden, y está conforme con Torquemada.

dios, solo dos han llegado hasta ahora á mi noticia. Una es la mencionada arriba, que dirigió al general Gonzaga: tráela Torquemada, segun tambien queda dicho. La otra es la que publiqué en el tomo II de la Coleccion de Documentos para la Historia de México, donde puede verla el lector. Tiene la fecha de 1562: va dirigida al padre comisario general Fr. Francisco de Bustamante, y es tan extensa como importante. Su contenido puede resumirse en lo que dije acerca de ella en la introduccion de aquel volúmen: «Es una vigo>>rosa apología de los frailes, una defensa de la autoridad del virey, » una terrible acusacion contra la audiencia, y de paso contra los »empleados del gobierno en general, y hasta contra todos los espa»ñoles que no eran frailes. El estilo es vehemente, y con frecuen>>cia cáustico. » Si se conservaran los escritos sueltos de nuestro Fr. Gerónimo, formarian una coleccion inestimable para el futuro historiador de aquella época. (8)

Pero la principal memoria que el P. Mendieta dejó á la posteridad, es su Historia Eclesiástica Indiana, que ahora ve por primera vez la luz pública, despues de haber permanecido doscientos setenta y cuatro años en la oscuridad. Acabóla en 1596, segun en varios lugares de ella misma se expresa, é inmediatamente la envió á España, como se le tenia mandado, para que allá se imprimiese, lo cual no tuvo efecto, ni volvió á hablarse mas de la obra. Ningun autor, posterior á Torquemada, la cita: el diligente Barcia no pudo hallarla; y como nadie habia logrado descubrir el menor rastro de ella, se consideraba generalmente como perdida sin remedio. Mas el año de 1860 recibi de Madrid un aviso de que entre los papeles que dejó á su fallecimiento el célebre D. Bartolomé José Gallardo, se encontraba el MS. de la Historia Eclesiástica Indiana de Fr. Gerónimo de Mendieta. Tal noticia, de cuya exactitud no podia yo dudar un momento, por dármela quien me la daba, despertó en alto grado mi deseo de adquirir aquel manuscrito, no para esconderle en mis estantes, sino para hacer partícipes á todos de mi buena fortuna, y salvar del olvido una obra tan celebrada, dándola inmediatamente á la prensa. Y como ocurriese que pocos meses despues hiciera viaje a Europa mi antiguo y excelente amigo el Sr. D. José María Andrade, le dí el encargo de arreglar el negocio. En efecto, el Sr. Andrade hizo aun mas de lo que yo le habia encargado, pues adquirió el manuscrito á su propia costa, y el mismo dia de su llegada á México, le puso en mis manos, dejándole enteramente á mi disposicion. La primera dificultad, que era la adquisicion del manuscrito, estaba ya vencida: la segunda, que era la impresion de él, queda hoy superada á expensas mias.

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Betancurt (Teatro, 4a parte, pág. 127), y el P. Florencia (La Estrella de! Norte de México, México, 1688, en 4o, cap. 13, § 8, fol. 77), manifiestan intenciones de atribuir á nuestro Mendieta una Relacion de la Aparicion de Nuestra Señora de Guadalupe; pero la especie está tan destituida de fundamento, que los mismos que la indican no se atreven a sostenerla.

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