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Española.

tractar oro ni dinero, pudiera fácilmente acertar como acertaron el obispo santo Zumárraga y los primeros doce frailes franciscos que vinieron á la Nueva España á la ciudad de México. Y fuera parte para que aquella multitud de gentes, que tan en breve fué consumida se conservara, y no fuera la peor ganancia para nuestros españoles que se dieron priesa á acaballos: á lo menos para los que se avecindaban y pretendian perpetuarse en aquellas islas. Por Obispos de la Isla muerte de este obispo malogrado, fué electo el Maestro Alejandro Geraldino, romano, que fué buen prelado y de sana intencion; por cuya muerte fué proveido en obispo de ambas Iglesias, es á saber, de Santo Domingo y de la Vega, Fr. Luis de Figueroa, prior del monasterio de la Mejorada, de la órden de S. Gerónimo, que habia gobernado un poco de tiempo la isla juntamente con otros dos religiosos de la misma órden enviados por Fr. Francisco Jimenez, cardenal y arzobispo de Toledo, el año de mil y quinientos y diez y seis, cuando gobernaba á España. Este Fr. Luis de Figueroa, estando ya sus bulas despachadas en Roma, antes que llegasen á España, murió electo en su monasterio de la Mejorada. Al cual sucedió Sebastian Ramirez de Fuenleal, presidente que habia sido de la real audiencia de la misma ciudad de Santo Domingo, y despues de obispo, tambien lo fué de esta real audiencia de México. De aquí fué á España, donde por sus buenos y fieles trabajos le dieron el obispado de Cuenca, y benemérito, porque ejercitó en Indias los cargos ya dichos con mucha cristiandad y rectitud. Proveyeron en su lugar, por obispo de Santo Domingo, á D. Alonso de Fuenmayor, año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, que poco despues fué primero arzobispo, haciendo aquella Iglesia metrópoli de las de Cuba y San Juan de Puerto Rico y Santa Marta; que la de la Vega, en la misma de Santo Domingo, se habia resumido cuando entró por obispo D. Sebastian Ramirez. Muerto Fuenmayor, fué electo el Dr. Salcedo, provisor de Granada, el cual murió viniendo por la mar el año de sesenta y tres, no mucho antes que la flota llegase á su diócesi, á cuya causa salaron su cuerpo y lo llevaron á la ciudad de Santo Domingo, donde está enterrado. Tras de él vino por arzobispo Fr. Andrés de Carabajal, franciscano de la provincia de Toledo. He querido nombrarlos aquí todos juntos, por haber sido prelados de la primera Iglesia de las Indias, y porque (si particular ocasion no se ofrece) no pienso hacer mas mencion de ellos. Volviendo, pues, á nuestro propósito de la conversion de los indios que á los principios en aquella isla se hizo, no puedo

Descuido culpabilisimo de cristianos

y convecinas.

decir sin mucha lástima lo que hallo testificado de persona gravísima, que á todo lo sucedido se halló presente, y despues fué prelado de una Iglesia de estas Indias. El cual afirma, que ningun eclesiástico ni seglar supo enteramente alguna lengua de las que habia en aquella isla que llamamos Española, si no fué un marinero, natural de Palos ó Moguer, que se decia Cristóbal Rodriguez, el intérprete, porque sabia bien el lenguaje mas comun de aquella tierra; y que el no saber otros aquella ni las demas lenguas, no fué por la dificultad que habia en aprendellas, sino porque ninguna persona eclesiástica ni seglar tuvo en aquel tiempo cuidado de dar doctrina ni conocimiento de Dios á aquellas gentes, sino solo de en la Isla Española servirse todos de ellos, para lo cual no se aprendian mas vocablos de los que para el servicio y cumplimiento de la voluntad de los españoles eran necesarios. De solas tres personas hace memoria el sobredicho autor, que mostraron algun celo y buen deseo de dar conocimiento de Dios á aquellos indios. El primero fué un hombre simple y de buena intencion, catalan, que vino allí con el almirante Colon; al cual, porque tomó hábito de ermitaño y casi andaba como fraile, llamaron Fr. Ramon. Este supo medianamente una lengua particular de aquella isla, y de la lengua comun algo mas que otros: y empleó esto que supo en enseñar á los indios, puesto que como hombre simple no lo supo hacer, porque todo era decir á los indios el Ave María y el Pater Noster, con algunas palabras de que habia Dios en el cielo, y era Criador de todas las cosas, segun él podia dárselo á entender confusamente y con harto defecto. Los otros dos fueron frailes legos de la órden de S. Francisco, naturales de Picardía ó Borgoña, el uno llamado Fr. Juan el Bermejo ó Borgoñon, y el otro Fr. Juan Tisim, que oida la fama de los nuevos infieles, hobieron licencia de sus prelados para venirles á predicar á Cristo crucificado, en simplicidad de su buen espíritu, y hicieron lo que pudieron, que no pudo ser mucho por no ser sacerdotes ni tener autoridad ni favor, aunque por medio de ellos (como sabian alguna lengua y andaban entre los indios con aquel buen celo) se informó el almirante de los ritos y ceremonias y maneras de sacrificios que tuvieron en su infidelidad, para dar sus relaciones á nuestros reyes católicos, los cuales estuvieron ignorantes de este gran descuido que en la conversion de los indios habia, y del estrago que por otra parte en ellos se hacia; porque por estar tan lejos y haber tanto mar en medio, no sabian de lo que acá pasaba, mas de cuanto sus criados y factores

que acá estaban ó á España iban, les querian escribir ó decir. Ni podian tener otro concepto de los indios ni de sus cosas, sino el que aquellos mismos les querian pintar: y como los desventurados no tuvieron en aquellos principios ministros libres del temporal interes, sino que los unos y los otros se codiciaron mas al oro que al prójimo, no hubo quien de ellos de veras se apiadase, ni quien con celo de conservar sus vidas, ó siquiera de que se salvasen sus ánimas, escribiese á los reyes lo que en este caso convenia. Y si hobo alguno, seria solo, ó tan pocos y tan desconocidos, que su sentimiento, en respecto de los muchos y mas acreditados, seria de poco momento. Y así, de ruines principios se siguieron malos medios y peores fines; porque al fin todos aquellos indios se acabaron, como adelante se verá.

CAPÍTULO VII.

De cómo estos indios tuvieron pronóstico de la destruicion de su religion y libertad, de algunos milagros que en los principios de su conversion acontecieron.

y

No quiero detenerme en contar la manera de ídolos que estos

indios tenian, ni las diferencias de sacrificios y ceremonias con que los adoraban, que todo era poco en respecto de lo que se halló en la tierra firme de la Nueva España; mas por poco que era, cotejado con lo de México y otras partes, basta decir y que se entienda, cómo el demonio estaba de ellos tan apoderado y hecho tan señor y servido, cual pluguiera á Cristo que su Divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales criaturas, ó siquiera de los que indignamente usurpamos el nombre de cristianos: y digo que lo usurpamos, pues no queremos hacer por amor de Cristo la centésima parte de lo que estos hacian por mandado del demonio y de sus ministros que para ello tenia escogidos, el cual se les aparecia muchas veces y en diversas figuras, y siempre feas como lo es él, y les hablaba dando respuestas á lo que le era preguntado, ó mandando á sus ministros lo que queria que persuadiesen al pueblo. Los caciques, que eran los señores, y los bohiques (que llamaban los sacerdotes) en quien estaba la memoria de sus antigüedades, contaron por muy cierto á Cristóbal Colon y á los españoles que con él pasaron, que algunos años antes de su venida lo habian ellos sabido por oráculo de su Dios. Y fué de esta manera: que el padre

Pronóstico que tuvieron los de la isla

truicion.

del cacique Guarionex, que era uno de los que lo contaban, y otro reyezuelo con él, consultaron á su Zemí (que así llaman ellos al ídolo del diablo), y preguntándole qué es lo que habia de ser despues de sus dias, ayunaron, para recibir la respuesta, cinco ó seis dias arreo, sin comer ni beber cosa alguna, salvo cierto zumo de yerbas, ó de una yerba que bastaba para sustentarlos para que no falleciesen del todo; lloraron y disciplináronse reciamente, y sahumaron mucho sus ídolos, como lo requeria la ceremonia de su religion: finalmente, les fué respondido, que aunque los dioses esconden las cosas venideras á los hombres por su mejoría, agora las querian manifestar á ellos por ser buenos religiosos, y que supiesen cómo antes de muchos años vendrian en aquella isla unos Española de su deshombres barbudos y vestidos todo el cuerpo, que hendiesen de un golpe un hombre por medio con las espadas relucientes que traerian ceñidas, los cuales hollarian los antiguos dioses de la tierra, destruyendo sus acostumbrados ritos, y derramarian la sangre de sus hijos ó los llevarian captivos, haciéndose señores de ellos y de su tierra; y por memoria de tan espantosa respuesta, dijeron que habian compuesto un doloroso cantar ó endecha, la cual despues cantaban en sus bailes ó areitos, en las fiestas tristes ó llorosas; y que acordándose de esto, huian de los caribes, sus vecinos, que comen hombres, y tambien de los españoles cuando los vieron. Todas estas cosas pasaron sin faltar como aquellos sacerdotes contaron y cantaban. Ca los españoles abrieron muchos indios á cuchilladas en las guerras y aun en las minas por lo que se les antojaba; derribaron los ídolos de los altares, sin dejar ninguno; vedaron todos los ritos y ceremonias con que eran adorados; hicieron esclavos á los indios en su repartimiento, y sirviéronse de ellos hasta acabarlos, tomándoles la tierra que ellos antes poseian. Todo lo cual bien pudo sacar algunos años antes el demonio por conjecturas, considerada la pusilanimidad de los indios. y la condicion y brío de los españoles, que por ventura á la sazon andaban aprestándose en España, ó se comenzaba á tractar de la navegacion que se habia de hacer en descubrimiento de estas tierras. Puesto que estos indios por su desnudez y nuevo lenguaje, á los nuestros pareciesen bárbaros, y por estar tan acostumbrados á los ritos de su infidelidad, con que servian al demonio, pareciese dificultoso el traellos al conocimiento de la verdadera fe, la experiencia enseñó ser ello al contrario de esta opinion, porque antes se halló ser de su natural la gente mas mansa, doméstica y tractable que en el mundo se ha

la Española.

descubierto. Esto bien se prueba en el caritativo acogimiento que hicieron á Cristóbal Colon y á sus compañeros en su primera llegada; pues dice su historia que andaban tan humildes, tan bien criados y serviciales, como si fueran esclavos de los españoles. Y cuanto á ser fáciles á traer á la creencia de nuestra fe, lo mismo se verificó; pues en el mismo lugar se cuenta: que viendo á los cristianos adorar la cruz, la adoraban ellos y se daban en los pechos, y se hincaban de rodillas al Ave María; lo cual debia de causar el poco fundamento que en lo interior del corazon tenian para defender y sustentar su idolatría, y mucha facilidad para subjetarse al juicio de los mas entendidos y capaces, como veian que lo eran los españoles, y portales los reconocian: y así, sin contradiccion alguna se baptizaron todos aquellos que por los predicadores del Evangelio fueron convidados, ó por otros cristianos persuadidos, aunque fueron muy muchos los que al principio murieron sin baptismo y sin recibir la fe, así por las guerras que con ellos los españoles tuvieron, como por el poco celo que por entonces hubo de su conversion. Hizo muy gran efecto el Santísimo Cuerpo Sacramental de Cristo nuestro Milagros en la is Señor que se puso en muchas iglesias, porque con él y con las cruces que por todas partes se levantaron, huyeron los demonios y no hablaban como de antes á los indios, de que mucho se admiraban ellos. El cacique del valle, Quoanhau, quiso dormir con una su mujer que estaba haciendo oracion en la iglesia: ella le dijo que no ensuciase la casa de Dios, porque se enojaria contra él y lo castigaria; mas no curando él de estos temores, respondió con un menosprecio del Sacramento, que no se le daba nada de que Dios se enojase: cumplió su apetito, y luego allí de repente, enmudeció y quedó tullido; y arrepintióse despues y sirvió en aquella iglesia mientras vivió, no consintiendo que otro la barriese sino él. Tuviéronlo á milagro los indios, y visitaban mucho aquella iglesia por la devocion que de este acaecimiento cobraron. Acaeció tambien que cuatro indios se metieron una vez en una cueva porque tronaba y llovia; el uno, con temor de rayo, se encomendó á la Madre de Dios, invocando el nombre de Santa María; los otros hicieron burla de él, y permitió Dios que los mató un rayo sin hacer mal al devoto. El segundo viaje que hizo 'Colon á aquella isla Española, mandó levantar una cruz hecha de un árbol rollizo, en la Cruz del palo de ciudad de la Concepcion de la Vega, la cual en todas estas partes ha sido tenida en mucha veneracion y demandadas con mucha devocion sus reliquias, porque segun fama pública hizo milagros, y

la Vega.

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