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rente, y menos en los niños: Si no produce bien, con seguridad hace mal. El castigo inoportuno, injusto ó ineficaz endurece en el vicio contraido, ó produce otros. El riesgo de que sea mal aplicado en las escuelas es grande por la posicion en que se encuentra el maestro ; fiscal, juez y ejecutor á un tiempo, y tambien con frecuencia parte interesada, ofendida y apasionada. De esto nace principalmente la circunspeccion con que se dispone en el reglamento cuanto dice relacion á esté asunto. Se propone la especie de castigos que tienen nienos inconvenientes, y con que un maestro previsor y discreto puede con seguridad dirigir su escuela. No se ha resuelto la cuestion de si serán ó no necesarios en algun caso los castigos corporales, y cuáles hayan de ser estos. No deben suponerse necesarios; y si en realidad lo fuesen alguna vez, scria preciso encomendarlo á los propios padres; y en último caso, y con anuencia de estos, remitirse á la prudencia de los maestros y celo de las comisiones; sin necesidad de espresar que el castigo frecuente en otro tiempo, y en realidad menos nocivo or lo mismo que se le daba menos importancia, pero que conocidamente ofende al pudor y degrada la dignidad del hombre, cual es el de azotes, no debe ya tolerarse; como tampoco ningun otro que pueda dañar la salud. Cualquier castigo de esta especie, por ligero que sea, que haya de usarse, se habrá de impouer con gran moderacion, sin cólera, sin crueldad y sin acompañarlo con palabras injuriosas; teniendo presente los maestros que la frecuencia de estos castigos denota por lo comun mala direccion y desacredita la escuela.

Como sistema de instruccion pública elemental se han tenido presentes en la formacion del reglamento los principios mas importantes y mas conducentes al verdadero objeto de la institucion de escuelas; á saber: 1.° que estos establecimientos destinados en general para todos, lo están especialmente para aquellos que carecen absolutamente de medios de adquirir los conocimientos necesarios á todo hombre en la sociedad civil: 2.° que para obtener algun dia todo el fruto que espera de estos establecimientos, y hacer que la instruccion sea verdaderamente útil, es preciso que la educacion moral y religiosa esté combinada con la intelectual y ocupando el primer lugar.

No se puede negar que en todos los pueblos civilizados se ha considerado la instruccion moral y religiosa como esencial á la buena educacion; mas no siempre se ha entendido bien esta enseñanza, ni ha esta lo en todos tiempos y paises debidamente atendida. Se han dado muchas veces ideas equivocadas, erróneas y nocivas en esta materia; y los ejemplos numerosos y repetidos en todas las épocas antiguas y recientes son notorios, y bien tristes en el dia entre nosotros; ejemplos mas funestos á la verdadera religion y sana moral que cuantos ataques han podido darles los escritores mas audaces y de mayores medios. Cierto es que los abusos nada prueban contra el buen uso en esta materia como en todas; mas no por eso dejan de ser un grave mal. Tampoco se negará que esta parte de la educacion ha sido frecuentemente descuidada; y en estos últimos tiempos, si no ha sido desatendida enteramente, por lo menos no ha' merecido tanto aprecio como el estudio de las ciencias y artes. De aquí ha provenido que el grande impulso dado á la educacion pública desde fines del siglo último, y que ha hecho de ella una verdadera ciencia, cultivada con la intencion y el celo correspondientes á la magnitud del objeto, no se haya hecho sentir notablemente en la reforma moral de los pueblos. No se ha perdonado medio que pueda contribuir á la mayor inteligencia de los jóvenes; se ha procurado suministrarles toda especie de conocimientos positivos y útiles en diferentes materias; y sin embargo la esperiencia muestra que toda esta masa de instruccion no basta por si sola para producir la reforma moral de los hombres, ni influye tanto como es de desear en la felicidad del género humano. Se ha

que

Visto el establecimiento de innumerables escuelas en algunos paises, no ha sido bastante para contener los progresos de la corrupcion de costumbres, y que era preciso dar á la educacion en estas mismas escuelas un giro mas conveniente, si habian de remediarse los desórdenes que afligen á la sociedad.

Mientras que las escuelas han estado reducidas á lo que se dice en ellas, leer, escribir y contar, poco menos que maquinalmente, y la instruccion religiosa adquirida en ellas ha consistido sustancialmente en palabras cuyo significado ignoran los niños ó entierden mal, que es aun peor, se concibe muy bien que no han podido influir sensiblemente en la moral pública ni privada. Pero despues que con tanto empeño y por tan diferentes medios se ha procurado desarrollar y dirigir la razon desde la infancia del hombre, es de admirar que no se hayan obtenido mayores resultados en la mejora de costumbres. Esta observacion ha convencido por último á todos los promovedores celosos de la educacion pública de que no solo es preciso establecer escuelas, sino arreglarlas de manera que las facultades morales sean tan cultivadas por lo menos como las intelectuales, ejercitándose la voluntad de los niños como se ejercita ó debe ejercitar su entendimiento. Preciso es confesar que el conveniente ejercicio de las facultades morales no está todavía bien conocido para poderlo dirigir por medio de una enseñanza metólica y regular; que no se poseen medios de enseñar paciencia, sobriedad, valor, docilidad, etc., como se poseen los de enseñar otras materias; y sin embargo, no puede negarse que ha de haber mé todos para ello como los hay para formar nuestros modales. Este estudio interesaute habrá de hacerse por los maestros en los seminarios y escuelas normales, hasta tanto que se haya generalizado una práctica bien entendida y al alcance de todos. Pormenores sobre esta materia no pueden por ahora tener lugar en un reg'amento general, y estarán mejor en manuales acomodados á las circunstancias de los que tienen á su cargo las escuelas.

Las disposiciones que contiene el capítulo 5.o y las indicaciones hechas en diferentes artículos, podrán conducir á los maestros al descubrimiento de verdades luminosas y útiles para conocer y distinguir lo bueno de lo malo, y de consejos y ejemplos que proponer como modelos á sus discípulos, para que no Sean lanto las palabras como las ideas y. las obras las que estos aprendan.

Se ha procurado dár á los prelados y comisionades eclesiásticos la intervencion que corresponde á su ministerio, como se la da la ley. Se ha querido que tengan la influencia que conviene en la instruccion del pueblo, porque esta, como se ha dicho, debe ser esencialmente religiosa; y al efecto nadie dudará de que aquellos pueden prestar grandes servicios.

Despues de haber reflexionado detenidamente sobre las ventajas y desventajas de señalar ó no libros de testo, ha parecido conveniente autorizar á los maestros y comiciones locales para que elijan los que les parezcan mejores, con el conocimiento siempre é implícita aprobacion de la respectiva comision provincial, que á su vez dará noticia al gobierno de los libros de uso en las escuelas. Esta disposicion, arriesgada á primera vista, deja de serlo en el supuesto de que los niaestros y comisiones cumplan con su deber. Si no cumplen, nada se adelantaria con ordenar otra cosa que pudiera igualmente dejarse de cumplir. El riesgo de que en las escuelas se haga uso de malos libros, ha de provenir necesariamente de una de tres causas; ó de malos principios religioFos, morales ó políficos, ó de ignorancia, ó de falta de medios para adquirir litros buenos. La primera será por fortuna la mas rara; y si alguna vez se verifica, no serian los libros determinados que se impusieran los que remediasen el mal. La contradiccion ó impugnacion de la doctrina de estos mismos libros seria el medio de seduccion para los niños que creen naturalmente las pa

Jabras del que los enseña. Es de suponer que los libros no serán los instru mentos de que se vaiga un maestro de escuela pública, á lo menos los libros de que se sirve en la escuela, para pervertir á sus discípulos. Los libros están á la vista, los compran los padres y presentan una prueba material capaz de confundir á los mal intencionados. De otros medios menos peligrosos y mas cficaces se valdrán, si por desgracia tienen este designio; y el solo recurso contra estos medios es el celo de los encargados de vigilar la conducta y opiniones del maestro, juzgándola principalmente por los resultados de la enseñanza en todos sentidos.

Cuando se a loptan malos libros por ignorancia de los maestros, es el remedio natural y directo el ilustrar á estos, ó valerse de otros. Se prevendria sin duda este inconveniente señalando el gobierno de antemano los libros que han de usarse en las escuelas, como se hacia en otro tiempo en todas partes, y se ha hecho hasta el dia en España. Mas la esperiencia ha mostrado que la solicitud del gobierno en este como en otros negocios, no siempre evita loś males que teme, y los produce á veces mayores. No puede dudarse que esta oficiosidad es una de las principales causas de que carezcamos de libros elementales, y de que no los tengamos mejores, conviniendo en que hay algunes buenos. La sola circunstancia de obligar á que se lean determinados libros en las escuelas, y no otros aunque sean buenos, es bastante poderosa para retraer á los que estén dispuestos á publicar nuevas obras, y arredrar en vez de alentar á los que pudieran ocuparse con utilidad pública en tan importante servicio. Este es un resultado necesario, aun cuando el gobierno por su parte esté pronto siempre á dar un nuevo decreto por cada obra de mérito que se publique, y aunque su juicio sea en todos los casos acertado y justo; pues el temor de un fallo de esta especie es natural, y pocos querrán esponerse a una indirecta reprobacion.

Sería por otra parte necesario ir comprando todas las obras designadas, ó desechar unas y adoptar otras cada dia, si alguna vez se llega á escribir en España tanto como en otros paises. A estos se agregarian otros inconvenientes inayores, y sobre todo se correria el riesgo de que esta viniese á ser una especulacion, ó mas bien un monopolio con los conocimientos humanos. Mas conforme á la razon sería y menos peligroso ordenar que no se haga uso en las escuelas de libros que no hayan tenido la aprobacion de la direccion general de Estudios "ú otra corporacion literaria y científica; y sin embargo, mientras haya esperanzas de que las comisiones acierten en el desempeño de este encargo y correspondan á la confianza que han merecido, no parece necesaria ni an esta restriccion. A mas de esto podrá ser que en aldeas y pueblos miserables haga oficio de maestro alguna persona que no tenga noticia de los libros comunes en las escuelas, bien que no son estos los maestros de que trata el plan provisional, ni á quienes ha de servir el reglamento. Este supone maestros examinados que han de haber visto por necesidad algunos buenos libros que se leen en todas partes con crédito universal. Y por otra parte, para que por ignorancia precisamente se haga uso de los malos libros, no habian de ser solos los maestros los que desconozcan los huenos; seria preciso que los individuos de las comisiones locales y superiores fuesen tambien en tanto grado ignorantes, y esto no es posible. La libre eleccion, por el contrario, será para muchos maestros un medio de progresar en la enseñanza y acreditarse, procurando tener pronta noticia de los adelantamientos que se hagan por otros.

Cuando la falta de medios ocasiona la privacion de libros, nada importa que se designen ó no los que deban usarse. En este caso es preciso facilitarlos. Todas estas consideraciones persuaden que se debe dejar en libertad á los

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maestros de adoptar los libros que crean mas á propósito para la enseñanza, siempre que se puedan precaver con racional seguridad los abusos de esta libertad. A este fin, y tambien el de poder juzgar de los adelantamientos de maestros y discípulos, el gobierno de S. M. cuidará de estar informado de lo que se lee en las escuclas. Y por último, cuidará tan pronto como las circunstancias lo permitan, de proporcionar en abundancia obras útiles para la enseñanza elemental, de fácil adquisicion por su coste para toda clase de compradores, y de que se provea de ellas á los pobres en todas partes.

Con el mismo objeto de fomentar los progresos útiles, dejando espedito el ingenio y habilidad de cada uno, se permite á los maestros elegir método de enseñanza. Esta medida, como la anterior, no producirá inmediatamente sus resultados; serán lentos, pero seguros. La doctrina de métodos es por ahora poco conocida en España; ha estado descuidada como lo estaba en la mayor parte de la Europa hace pocos años; y no es estudio que pueda hacerse en las actuales escuelas, sino que se hará despues con otros indispensables en los seminarios normales. Entre tanto los maestros que hayan aprendido varios méto→ dus, y los que se dediquen en lo sucesivo á aprenderlos, elegirán el que les parezca mas útil en sus circunstancias, y mas conforme á su inclinacion. Desde luego sentirán la ventaja inherente a toda empresa espontánea, cuyo móvil es el interés individual, y cuyos resultados crecen con los esfuerzos. Sabido es que la habilidad del maestro es el gran resorte de un método, cualquiera que sea; y que no hay buen método para un mal maestro. Los ensayos, variaciones y reformas emprendidas con circunspeccion en los que se dicen métodos especiales: esto es, en el de enseñar á leer, el de enseñar á escribir ó á contar, son necesarias y deben tentarse con oportunidad por los individuos. Lo que uno inventa se somete á la prueba de otros; se mejora si corresponde á las esperanzas concebidas, marchando de este modo progresivamente, o bien sufre la suerte de ser desechado por convencimiento. Los métodos generales de direccion y arreglo de individuos, secciones, clases, etc., para el aprovechamiento general, podrán ser inalterables en la base; pero son susceptibles de infinitas combinaciones y modificaciones de que pueden sacar mucho partido los maestros inteligentes.

Se conocen tres métodos generales con los nombres de individual, simultá– neo y mútuo; y por cuanto la diferencia consiste en el número de niños enseñados á la vez, podian en rigor reducirse á los dos primeros; pues realmente, ó se enseña á cada uno de por sí, lo que se llama método individual, ó se enseña á un mismo tiempo á varios que se hallan en estado de recibir la misma instruccion, y entonces se dice enseñanza simultánea. El primero, que es natural y aplicable cuando el maestro tiene á su cargo dos, tres ó cuatro discípulos, porque puede llevar á todos tan adelante como permitan las facultades intelectuales de cada individuo, sin tener que esperar un momento por los adelantamien tos de otro, no es de útil aplicacion á las escuelas públicas por el tiempo que necesariamente pierden todos. Con este método el maestro que tenga sesenta discipulos y emplee tres minutos con cada uno, ocupará las tres horas de escuela; el discípulo aprovechará los tres minutos y perderá el tiempo restante. De aquí ha provenido el abandono cada dia mas general de semejante método sin necesidad de haber sido prohibido. Apenas queda vestigio de esta práctica, sino en aquellos pueblos muy cortos donde por fortuna es menos perjudicial en razon del menor número de niños. Queda, pues, ó debe quedar el método simultáneo; esto es, aquel que tiene por objeto hacer partícipes de una misma leccion á todos los discípulos que pueden recibirla y là necesitan. Consiste en formar secciones ó pequeñas divisiones de los niños que con certa diferensia tieTouo II.

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nen la misma instruccion, y hacerles trabajar en leer, escribir y contar, etc., colectivamente en la seccion que corresponde, de modo que estudien y aprendan todos los de una seccion una misma cosa. Con este método puede ya el, maestro adelantar sensiblemente y por grados toda una escuela bastante numerosa, y puede tambien mas fácilmente hacer guardar el órien y la disciplina.

El método dicho de enseñanza mútua, relativamente à la base enunciada, no es mas que un método simultáneo. Hay sin embargo una diferencia importante entre estos dos, en la cual consiste principalmente el mérito relativo de cada uno. Conforme al método simplemente simultáneo, el maestro debe dar leccion por sí mismo á todas y cada una de las secciones; y por el de enseñanza mútua cada seccion y cada clase están al cuidado inmediato y reciben la leccion de un discípulo mas adelantado, en vez de recibirla del maestro. En este, instruye por sí el maestro con especial cuidado á los instructores ó monitores, y estos instruyen á los demas. A primera vista se percibe la ventaja de que el maestro mismo instruya á las secciones conforme al método simple simultáneo; mas tiene la desventaja de que esto no puede verificarse cuando el número de discipulos es crecido y hay precision de multiplicar las secciones y comprender en cada una mayor número de individuos. En tal caso el maestro no tiene tiempo para oir á todos, corregir, etc., y se ve obligado á valerse de otros niños que no pueden hacerlo tan ordenada y útilmente como el maestro mismo.

Cuando la concurrencia de niños de una escuela no pasa de sesenta ó setenta, es preferible el simultáneo, suponiendo igual disposicion en el maestro. De aquí se infiere que en los pueblos de corto vecindario, y en los medianos y grandes donde haya abundancia de maestros, convendrá que este sea el que prevalezca; y en los de gran vecindario pobre, donde suelen faltar maestros, será preferible el mútuo. Ni uno ni otro método se pueden observar rigorosamente aislados; pues ni es fácil por el método simultáneo que pueda un maestro sostener la aplicacion y órden en las secciones que no están trabajando con él, sin que le auxlien algunos de los mismos niños para el frecuente repaso y correccion de las secciones inferiores; ni en la enseñanza mútua puede ó debe dispensarse el maestre de recorrer las secciones y asegurarse de que los monitores enseñan como. deben, y tomar parte en ello cuando no lo hacen bien.

Los detalles de uno y otro método no se conocen á fondo sin haberlos aprendido prácticamente en una buena escuela, ni se perciben á primera vista el objeto y las ventajas morales é intelectuales de los diferentes medios de ejecucion sin una esplicacion detenida que no corresponde á este lugar.

Los exámenes públicos se han considerado siempre útiles, y en el último plan y reglamento de escuelas se ordenaban terminantemente. Aliora se proponen, no una vez al año y alternando en las diferentes escuelas que puede haber en una poblacion, como se disponia en aquel, sino dos veces al año, y en todas y en cada una de las escuelas dependientes del gobierno. Son en general de tan grande y tan decisiva influencia los exámenes para el sostenimiento y progresos de la enseñanza pública, que sin ellos apenas habria medio eficaz de gobierno para este ramo. Todas las medidas de precaucion, toda la fuerza y rigor de cualesquiera otras disposiciones serian comparativamente ineficaces ó de póca soguridad. Con este barómetro á su disposicion puede el gobierno cerciorarse en todo tiempo del ascenso ó descenso de la instruccion en los establecimientos que tiene á su cargo, y aplicar el remedio que convenga segun los casos. Penetrado de esta idea, insistirá con perseverancia en que los exámenes de toda clase vengan á ser una prueba irrefragable de saber en el que los sufre, y muchas veces de saber, aptitud y celo en los que enseñan. Y aun cuando los exámenes en la

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