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edad y sexo, y como el Almirante había dado tan buenas órdenes a su tripulacion, aquellos indios fueron bien tratados, y tatisfechos se retiraron del buen modo de los nuestros, que como algunos castellanos fueron á ver algunos pueblos de las islas, fueron recibidos de los habitantes y avisados de todo con demostraciones de júbilo. No podian persuadirse estos isleños que los españoles fueran hombres ordinarios, ó como los demás: se acercaban á ellos con el mayor respeto, besando el suelo por donde pasaban, y les ofrecian todos sus bienes con la mayor sinceridad.

Guacanagarix (13), Rey del Marien, tenia su habitacion cuatro leguas mas al Léste en el puerto del Cabo Francés, y estaba situada su casa enfrente de donde está en el dia la ciudad del Cabo. Enamorado este príncipe de lo que habia oido decir de los forasteros recien saltados en tierra, envió á saludarle al Almirante, y pedirle que lo fuese á ver á su habitacion, acompañando sus ruegos de varios regalos de mucha entidad. De allí á poco fué avisado el Almirante que el Rey venia, llevando consigo mas de doscientos hombres, y aunque muy mozo, lo llevaban en andas sobre los hombros, y luego que llegó à las naves se notó la gran ve neracion con que lo trataban los suyos; cuando entró debajo del castillo hizo señas que todos se quedasen fuera: asi lo hicieron con mucho respeto, sentándose sobre la cubierta, escepto dos viejos, quienes desde luego eran sus consejeros, los que se sentaron á sus pies: mandó el Almirante que le sirviesen de comer: no hizo mas en comer y en beber que probar un poco de todo, enviando á los suyos lo demás. Estaban todos con notable gravedad, hablaban poco, los dos viejos miraban al cacique á la boca y hablaban con él y por él. Despues de la comida un indio principal le trajo al Almirante una cinta semejante en la hechura à las de Castilla, aunque de labor diferente, con mucha reverencia, la cual tomó en la mano el cacique, y se la regaló con dos piezas de oro labra do. Creyendo el Almirante que les agradaria una colcha que estaba sobre su cama se la dió, juntamente con una hermosa corona de ambar, que traia al cuello, un par de zapatos encarnados, y un vaso de agua de azar, con lo cual quedó muy contento, y segun se le entendió le dijo que tenia toda la isla á su disposicion. Siendo ya tarde y queriendo irse el cacique, le honró mucho, y vuelto á entrar en su barca, breve se puso en tierra y se fuè en sus andas con mas de doscientos hombres á su casa.

Deseando el Almirante descubrir la tierra, se hizo á la vela y no pudo salir de aquel pequeño golfo por la mucha calma, sino es con un poco de viento que le llevó al mar de Santo Tomás, hasta la Punta Santa, y se fué á descansar por no haber dormido en dos dias, y una noche despues de haber encomendado al piloto no de samparase el timon, hubiese viento ó no, con cuya, disposicion iba

[13] Este nombre le da á D. J. Bautista Muñoz, que es el escritor mas exacto en esta relacion, y por eso lo sigo. E. E.

seguro de bagios y de escollos; pero fué mal obedecido, y querien do descansar tambien el piloto, fió el timon á un grumete, mucha❤ cho y sin esperiencia: como el mar estaba en calma muerta, y tan quieto como una tasa de leche, la nave con la fuerza de las corrientes, fué à dar á un banco de arena, donde tocó, y al ruido que fue muy grande, gritó el timonel muy recio, y oyéndolo el Almirante, despertó y se levantó al punto bien admirado de hallar á toda su gente dormida, sin que ninguno hubiese sentido que la na❤ ve hubiese encallado. Mandó luego al instante descargar el navio, pasar la carga en el bote, y la mayor parte de los marinerot se fueron al bote, y lejos de hacer lo que se les mandaba, bogaron huyendo y dejaron bien embarazado al Almirante, quien viendo que la nave estaba en peligro, mandó cortar luego el mastelero mayor; mas no pudo con esa diligencia ver si pod a sacarla de la arena, y como entraba mucha agua per la quilla que se habia abierto, reconociendo que no habia remedio para poder la libertar, trató de salvarse en el Sereny. El banco donde varó el navio es.. taba á la entrada de un puerto que está en la mitad del camino desde Santo Tomàs, ó el Acúl al Cabo Francés. Los españoles le pusieron despues el nombre de Puerto Real, v los franceses en el dia le dan el nombre de Raya del Caracol.

Estaba cuando varó la nave del Almirante cerca de una legua de allí la carabela de Vicente Pinzón, quien luego que tuvo aviso de aquella desgracia, vino de bordo, hizo fuerza de vela, y llegó tan á buen tiempo que pudo salvar la gente, que 'á no estar la mar en calma, hubiera perecido toda. Contemporizó el almirante con la carabela, y envió á avisar al Rey Guacanagarix, lo que le sucedia por querer irle á visitar à su puerto, y que habia perdido el navio en un bajio á legua y media de su pueblo. Enterado este príncipe del suceso, manifestó gran sentimiento y lágrimas de nuestro daño, y al instante envió al navio toda la gente de su pueblo en muchas y grandes canoas, con lo cual ellos y los nuestros, en poco tiempo descargaron toda la cubierta, y fuè grande la ayuda que dió el Rey. De cuando en cuando enviaba sus parientes llorando á rogarle que no tomase pesadumbre, que él le daria cuanto tenia, (14) Hizo poner toda la carga junta cerca de su morada, hasta que se desocuparon las casas que queria prevenir para salvarla: puso tambien guardias para que no se tocase á nada,' y se perdió únicamente lo que la mar habia enteramente averiado. Miércoles diez y seis de diciembre fué el Rey Guacanagarix á la carabela del Almirante, mostrando gran tristeza y sentimiento, y le consolaba ofreciendole todo lo que quisiese recibir, y le presentó un poco de oro; y viendo que lo estimaba el Almirante, le dijo que le haria traer de Cibáo cuanto quisiese. Sus vasallos movidos del ejemplo de su soberano, mostraron muy buena voluntad á lós cris

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[14] Ya veremos como fué correspondida esta sensibilidad heróica. E. E

tianos, y trocaron todo el oro que traian por birretes colorados, campanitas, alfileres, sartas de vidrio y otras cosas semejantes. Nunca mejor se conoció el precio arbitrario de las cosas, y cuanto alcanza el imperio de la opinion sobre los hombres, pues en esta ocasion daban los castellanos por el oro, lo que en la Europa el mas pobre no hubiera levantado del suelo, como por ejemplo, tepalcates ó trastos de vidrio quebrados, y de losa, que estimaban en tanto grado aquellos isleños, que luego que los recibian, se huian, temiendo que los españoles no se llamasen à engaño. [15]

En fin, no se puede esplicar cuan contentos quedaron unos de otros, y entonces formó Colón el intento de plantar allí un establecimiento en los estados de aquel Rey. Algunos historiadores dicen, [*] que se habia concertado con su piloto, para hacer naufragar su nave, à fin de tener ese pretesto para dejar en aquella isla una porcion de gente; pero se hace increible este hecho úni➡ camente fundado en congeturas. Retiròse el rey Guacanagarix, y por las nuevas instancias que le había hecho el Almirante de visitarle se determinó de allí à poco à hacerle la visita en su casa, que le habian preparado con la mayor decencia. Llegado à tierra el Almirante, fué a su encuentro aquel Rey, y le convidó à comer axi y casabe [16] que era su principal comida, y le dió algunas màscaras con ojos, nariz y orejas de oro, y le echó una cadena de oro al cuello: despues se quejó de los caribes que hacian á los su yos esclavos, y se los llevaban para comérselos, diciendo que esta fué la causa que él y los suyos huyeron al principio pensando que los castellanos eran caribes; pero se animó mucho cuando consolàndole el Almirante, le mostró nuestras armas, ofreciendo de defenderle con ellas, y para inspirarle temor y respeto, hizo disparar unos cuantos cañonazos, y era tanto el asombro de los indios que al oirlos caian en tierra como muertos. No se asustó menos Guacanagarix; mas Colón le alentó con asegurarle, que con esas armas se haria victorioso de sus enemigos, y para convencerle, hizo disparar un tiro que pasó una nave de parte à parte, de que se asombró tanto el Rey del Marien, que se volvió á su casa pensativo, creyendo que aquellos forasteros eran hijos del trueno. (17)

Estando ya para partir el Almirante, volvió aquel Rey á ha cerle la visita, y Colón se aprovechó de aquella ocasion para proponerle su intento. Le dijo, pues, que pensaba dejar en sus estados

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[15] Esta reflexion es muy filosófica; lo mas sensible es que á pesar de la ilustracion de nuestro siglo, el oro es el soberano regulador de la fortuna, libertad y vida de las naciones cultas, [*] Entre otros Oviedo que cita Vertot.

[16] Lo que daba el pais. Todavía algunos habaneros cuan, do llegan á Veracruz dicen á sus amigos. Convídame á pan. [17] Tenia razon; esta desigualdad de armas debia darle en que pensar, pues à ella debió ser esclavo de los mismos, á quienes hospedaba.

bajo de su proteccion á alguno de los cristianos de su equipaje, en tanto que iba à Castilla à traer joyas y otras cosas que darle. Hi zole enseñar nuestras espadas como cortaban y se defendia n de ellas asegurándole, que quedando aquellas armas en su defensa, cesaría el temor de los caribes A ésto el cacique, que no cabia de gusto, se quitó la corona de oro que traia en la cabeza, y se la puso sobre la del Almirante, que correspondió con agasajos estimados del cacique. Habiendo el Almirante hallado tanta voluntad en aquellos indios, y tan buenos modos en su gefe, se persuadió que podia contar sobre la conducta de aquel Rey bàrbaro; pareciéndole igualmente que la tierra era fértil, y tenia tantas muestras de oro, juzgó que la pérdida de su nave habia sido por permision divina, (18) para que se poblase aquella tierra de cristianos, y se comenzase por aque→ lla isla la predicacion del evangelio. Inclinóse mas à esto, por que muchos de los suyos se ofrecian à quedar voluntariamente, y vivir en aquella tierra; y así luego que volvió à Puerto Real, mandó fabricar una torre con la madera del navio que se habia ido à pique, y abrir fosos grandes al rededor, persuadido que era lo bastante pa. ra contener à unas gentes desnudas, sin armas y poco aguerridas. Llamóse el fuerte de la Navidad, en memoria de que en este dia habia saltado en tierra, salvandose del peligro del mar.

Acabóse dicho fuerte en diez dias, porque trabajaban hombres sin número, y ayudó mucho á acelerar la obra la noticia que se tuvo de que una carabela estaba en la costa àcia el Cabo de Levante de la isla, y sospechando el Almirante que podia ser la Pinta, para saberlo de cierto, pidió al Rey Guacanagurix una canoa con algunos indios, y en ella despachó un marinero castellano con una carta suya pera Martin Alonso Pinzón, pidiéndole amorosamente que se fuese à juntar con él, ofreciéndole el perdon por haberlo desamparado. Volvió la canoa diciendo que habia andado mas de veinte leguas sin hallar cosa, lo que dió màrgen al Almirante para creer que la carabela habia hecho vela para España, queriendo Pinzón tener la honra de llevar á la córte las primeras nuevas del descubrimiento de tantos y tan hermosos paises, y atribuyéndose así toda la gloria, prevenir el ànimo de los Reyes contra él. Estas sospechas le determinaron á apresurar su vuelta á España, temitiendo el reconocimiento de las minas de Cibá para otro viage. Eligió para que. darse en la fortaleza treinta y nueve hombres, los de mejor disposicion y de mejor conducta, á quienes encargó que viviesen como buenos cristianos, obedeciesen à su capitan D. Diego de Arana, natural de Córdova, que les dejaba, y à los que nombraba en caso que muriese este, à saber Pedro Gutierrez, y Rodrigo de Escobedo, natural de Segovia, pues que el rey que les mostraba tan buena voluntad

[18] Hé aquí como los visionarios y fanàticos saben hacer intervenir al cielo en sus mayores maldades. Cada página de la historia de la conquista, está manchada con semejantes imputaciones al cielo. E. E.

sin molestar á sus vasallos, ántes bien que procurasen hacerles bien, y aprender su lengua, pues les seria necesaria para cultivar la amistad de los naturales y muy provechosa: que no se dividiesen ni ejecutasen violencia alguna á hombres ni mugeres, ni entrasen en la tierra, y en que sin descuidarse de sus obligaciones de cristianos, hiciesen por tener un perfecto conocimiento del pais para instruirle á él à la vuelta que seria breve; y encomendó mucho á Guacanagarix su gente, y los que dejaba por gobernadores de la fortaleza. Les dejó vituallas para un año, armas y artillería, y demás que era necesario para el fomento de este establecimiento. Despues de eso se dispuso con gran presteza, para volver derecho á Castilla, recelándose de alguna desgracia que ocasionase, que los reyes católicos no su→ piesen de aquellas tierras nuevamente descubiertas.

Salió el Almirante de Puerto Real, haciéndose á la vela el dia cuatro de enero de mil cuatrocientos noventa y tres, llevando bastante oro, para que en la córte de España se concibiesen grandes esperanzas de la riqueza de la tierra, porcion considerable de algodon, y mucho pimiento ó axi. Contaba hacer algunas ganancias considerables de este último efecto, porque por los celos del comercio, que fueron siempre grandes desde este primer viage de Colón, entre españoles y portugueses tenia algun corriente el pimiento americano; mas no duró mucho, y se quedó su uso regional en las tierras de donde salió, no gustando á los europeos por su acrimónia. (19) Navegó primero al Leste con el intento de reconocer toda la costa ee la Isla Española. Luego que se hubo apartado del Cabo Francés, percibió un monte alto que le parecia estender su base sobre la mar, y es una peninsula muy elevada que llamó MonteCristo, y está diez y ocho leguas de Cabo Santo, cuatro leguas del puerto de Navidad; y como le habian dicho al Almirante que junto á ese monte estaba la embocadura del rio Yaque que tenia su pacimiento en las minas de Cibáo, quiso reconocerlo, entró en él, y hayando que sus arenas estaban mezcladas de algunas pajuelas de oro, lo llamó el Rio del Oro; pero despues los españoles lo han dejado con su nombre primitivo, y los franceses lo han llamado Rio de Monte-Cristo. Entonces mas que nunca se persuadió Colón, que la Isla Española era el verdadero Cipango de Marcos Pablo de Venecia: error que conservó siempre. Hizo aguada en ese parage, y luego levantó velas. Apenas se hubo apartado del rio del oro, que se descubrió la Pinta que venia al navio del Almirante, viento en popa, y al instante que llegó y entró Martin Pinzon su capitan en la carabela del Almirante, comenzó á disculparse de haberse apartado de él, diciendo que habia sido contra su voluntad, sin haber podido hacer otra cosa; y aunque el Almirante sabia bastante lo contrario, disimuló con él preponderando mas en su áni

[19] Bastante se usa en Europa donde gusta mucho la salsa de chile colorado que llevan remolido en botes para Inglaterra.

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