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dependientes de la córte y criados de los Reyes habian pedido por merced indios en la Española, con ànimo de irse á establecer en ella, y grangear grandes fortunas, y otros beneficiaban estos repar→ timientos, sacando el fruto y administràndolos por sus criados, que fué á mas de lo dicho el principio de la perdicion de la isla; daño que no pudo evitar del todo el comendador mayor, por no estrellarse con los criados de la casa real, que queria tener gratos para sus ideas particulares: en todo lo demàs obraba conforme à las órdenes de la córte, pues no dejaba el Rey de mandar que con los indios se tuviese cuidado de que no fuésen maltratados, y que los castellanos vecinos viviesen arreglados sin consentir que ningun casado que tuviese muger en Castilla, viviese en las Indias, sino que fuesen compelidos á ir España à vivir con ellas. Como se trataba entonces de dar cumplimiento à los santos deseos de la Reina Doña Isabél, erigiendo obispados en la isla Española que habia suplicado antes de su muerte al pontífice que la hiciese gracia, que se pudiesen erigir los que pareciese convenientes, y por varios embarazos no pudieron tener efecto hasta el año de mil quinientos once; (*) sin embargo para mostrar mas el Rey católico su piedad (122) mandó labrar à su costa la iglesia catedral de Santo Domingo: envió varias providencias para el mejor gobierno espiri➡ tual, y mandó al gobernador que tuviese mucho cuidado de la conformidad entre eclesiàsticos y religiosos, castigando cualquier escándalo ó mal ejemplo que pudiese apartar à los indios del conocimiento de nuestra santa fè: que se diesen solares á los clérigos para labrar sus casas: que se fabricasen iglesias en parages convenientes con el dinero de los diezmos; (*) que se honrasen los sacerdotes

[*] Véase el sumario del compendio indico del señor Rivadeneira en el cap. 11. bula 11 de Julio II. con su nota pag. 20.

[122] Siempre procuran entrar en transacion con Dios los usureros y tramposos á la hora de la muerte, como si Dios fuera venal.... Dii non placantur donis... mejor hubiera sido que le hubiese cumplido á Colón lo que estipuló con él ante escribano, y no que fué necesario ponerle pleito ante el consejo de Indias donde obtuvo el hijo de Colón. Fernando Vera de suyo bribón, astuto, hombre de mala fé, y en todo diverso de su buena muger Doña Isabel que solo cometió el yerro de poner la inquisicion y sacrificar veinte mil víctimas.... ¡Vagatela! suje◄ tando á toda la nacion española bajo la férula del inquisidor Torquemada. Así vivieron trescientos años, y todavia hay quien defienda semejante establecimiento.

[*] Véase el sumario del compendio indico del señor Rivadeneira que está al fin del tomo 1. cap. 11 bula III de Julio II. con su nota pag. 21. Para entender el origen del real patronato de las Indias, y para inteligencia en materia de diezmos véase dicho sumario cap. 1. bula V. del señor Alejandro VI con su nota pag. 9. Véase tambien la obra moderna inti

guardandoles su decoro; y en cuanto à los religiosos el-gobernador los favoreciese, sin consentir que fuesen molestados y perturbados en su ministerio: que diese licencia á los frailes que quisiesen ir á descubrir tierras y convertir indios: que no se les prohibiese la predicacion, ántes bien que los dejásen enseñar libremente á los indios las cosas de nuestra santa fé, con facultad de entrar á los pueblos à saber como eran tratados los indios: que á los religiosos que se aplicasen á la doctrina de los naturales y diesen buen ejemplo, que se les guardasen sus privilegios, dándoles buen sustento; pero

que los que fuèsen escandalosos y omisos en la conversion, fuésen

castigados por sus prelados: en una palabra que el gobernador favoreciese y honrase á los que honestamente se portasen, y à los religiosos que no viviesen bien, los enviàse à Castilla. Que se diese à los religiosos los sitios y lugares que hubiesen menester para fabricar monasterios, en especial de Franciscos, y no estuviese mas cerca uno de otro que cinco leguas al deredor: (123) que se cumpliese el breve del pontífice á cerca de que se bautizasen todos los niños de los infelices infieles: que no se permitiese que los indios estuviesen amancebados, sino que se procurase que se casasen, y se trabajáse en un todo en que fuésen buenos cristianos, cuidando asimismo de que sus hospitales fuésen proveidos de lo necesario. Estas y otras providencias dirigidas al mejor gobierno de aquellas gentes, no pudieron efectuarse bien, sino algunos años despues, como se dirá adelante; y entre tanto llegamos á tratar de su puntual cumplimiento, serà del caso que demos noticia, aunque sucinta para mayor inteligencia de lo que se trabajó en la conversion de los indios de la Española, de los usos, ritos y costumbres de aquellos habitantes de dichas tierras nuevas.

CAPITULO 20.

Descripcion sucinta de algunas particularidades de los indios de la Española en su gentilidad: de los aumentos de su conversion. Ereccion de la provincia de Santa Cruz de la Española; y de los primeros obispados en las Indias.

Algunos autores han pretendido que cuando los europeos entraron la primera vez en esta grande isla era tanto el número de los pueblos que la habitaban, que se componia su poblacion de tulada: Libertades de la iglesia española en ambos mundos.

[123] La tercera parte ha dado el Rey para las fábricas de parroquias de los tributos de Indias. Lo de diezmos se ha distribuido entre el Rey, obispos, y canónigos, ¡bello patronato! Los curas para alimentarse han chupado la sangre de los infelices, debiendo mantenerse de los diezmos.

tres millones de almas; otros cercenaban la tercera parte, y como en este punto estos ponian un número en su cuenta demasiado corto, y aquellos de excesivo en gran manera, es conveniente tomar un medio entre estas opiniones. Estos isleños aunque no muy altos, eran de una estatura regular y proporcionada; tenian la cabeza aplastada porque desde niños sus madres se la ponian muy apretada entre las manos ò ertre dos planchas de madera como en una prensa; de donde provenia que doblado el cráneo, y criándose mas espeso con este artificio, se volvia el casco tan duro que los españoles hicieron pedazos mas de una vez sus espadas, queriendo descargar el golpe de tajo sobre las cabezas de estos infelices. Esta mala conformidad de la cabeza y frente les agradaba mucho; y si se junta á eso, que tenian las narices muy abiertas, los razgos de los ojos muy toscos, largos cabellos negros, ni un pelo en todo lo, demàs del cuerpo, de color el cutis entre negro y rojo, parte porque todos los dias sufrian desnudos los ardores del sol que es muy ardiente en aquel clima, y porque se refregaban á menudo con almagre:: agrégase que tenian: la dentadura podrida y un no se que de horrible en los ojos: todo este conjunto de facciones contribuia mucho à este aire salvage, y feròz que se observaba en aquellos pueblos..

Los indios andaban desnudos, tapadas muy mal sus verguenzas: as indias ordinarias llevaban unos pañitos que cubrian apenas lo que la honestidad no permite ver, y las principales usaban para este fin de unas enagüillas que llevaban solo hasta las rodillas: jas doncellas no llevaban ropa alguna. Todos eran de una complexion delicada; su temperamento flecmàtico, algo melancólicos, y comian muy poco, de modo que no tenian fuerzas: no trabajaban; pasaban su vida en la mayor flojedad, por que no se inquietaban de nada de este mundo: despues que pasaban los dias en sus bailes, se echaban á dormir; en lo demàs eran muy mansos, sencillos y tan humanos, sin hiel, sin ambicion y casi sin pasiones, que mas parecian niños que hombres: ignorantes por estremo, y no cuidaban de saber, ni aun tenian noticia de su origen; motivo por que ignorando todo estos indios, y no pudiendo saberse de él sino por ellos, no tenemos mas que muy débiles congeturas sobre esto, como se manifiesta en la relacion que hizo de órden del Almirante Colón fr. Roman Ponce, que se puede ver por estenso en la historia de D. Fernando Colón cap. 61 página 62, llena de sus fábulas, tocante à sus tradiciones que demuestran lo persuadidos que estaban estas gentes, de que la tierra habia comenzado à poblarse por su isla, y esta es preocupacion que se halla generalmente en casi todas las naciones de la América movidas del amor á su pais. Con todo es muy creible que primero se poblò la tierra firme que las islas; pero de qué lado hayan venido los que la han poblado, es asunto dificil de averiguar, y no es posible hacer pie en cosa fija: no es facil tampoco dar razon sobre esta diferencia tan notable que se encuentra entre los historiadores, y habitantes de las grandes

Antillas que son tan mansos, y tan poco aguerridos, de los de las pequeñas Antillas que son tan feroces, tan belicosos é inhumanos. Fuera de eso la Española tenia muy cerca por el sud los caribes, y por el norte los de la Florida que eran igualmente antropófagos, y sin embargo no hay razon de dudar, que los pueblos de la Española no tomen su ascendiente de unos ó de otros pueblos, y qui zás de ambos, y cualquiera opinion que se adopte quedará siempre la dificultad para esplicar de donde vienen estas diferencias de natural y costumbres en uno y en otros pueblos, y la conexîon que puedan tener las de estos isleños con la de las naciones donde han tomado su origen.

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Por cualquiera motivo armaban sus danzas, y cantaban sus canciones que les servian de anales, y en las fiestas públicas como en casos importantes bailaban, y cantaban al son de un tambor que tocaba el mas principal del pueblo y aun el cacique. No era otra cosa el tambor que un trozo de un arbol enhuecado en forma de cilindro, al que en el medio hacian un ahujero á modo de H. su sonido era bien desagradable, y para tocarle acostaban este á lo largo sobre la abertura mas ancha que tenía y daban con un palo en la que le correspondia. Despues de sus bailes y jue→ gos de batos que es el balán que se usa mucho en la Francia, y corresponde en algun modo al juego de pelota, celebraban su destreza con borrachera general, fumando de un modo raro el tabaco: estendian sobre unas barras medio prendidas unas ojas de tabaco casi verdes, y con una pipa en figura de Y que aplicaban por los dos cañones en las narices, y por el otro al humo del tabaco encendido, respiraban aquel humo que bien presto subia al cerebro. Cada uno quedaba tirado à donde le cogia la borrachera, y solo al cacique le venian à llevar sus mugeres para su cama. Si les acontecia tener algun sueño en esas embriaguézes, lo miraban como aviso del cielo.

Gonzalo Fernandez de Oviedo cuya historia es mas circuns. tanciada que ninguna tocante á los habitantes de esta isla, se queja mucho de nuestros descuidos, diciendo que no se ha pensado en saber de sus costumbres, usos y religiou, sino despues que estaban ya casi destruidos, y cierto es, que antes de su destruccion mas se aplicaban sus conquistadores á sacar de ellos servicios, oro y todo el provecho que podian, que el preguntarles cosas que pudiesen avivar su curiosidad tocante al origen de estos hombres. Otros historiadores al contrario se quejaban de que este autor, se ha excedido mucho hablando de la deprabacion de costumbres de estos isleños, y sobre todo sienten mal de que les haya achacado que el pecado de sodómia era comun en ellos, habiendo muchos autores que aseguran, que ni era conocida entre aquella gente esta abuminable maldad. No hay duda que esta diversidad de opiniones entre autores contemporáneos embaraza mucho á un historiador amante de la verdad; pero no se dejan de manifestar entre tanta obscuridad algunos rayos de luz que alienten á descubrirla; pues con

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solo reflejar en las miras diferentes que tenian estos autores cuando escribian, basta. En efecto se deja ver en unos, que el amor de la nacion ha guiado sus plumas para disminuir en lo posible la indignacion del público y de la posteridad contra sus padres y paisanos, y en otros demasiado celo por la religion; motivos que los animaban à atribuir con exágeracion estos y otros excèsos para hacerlos odiosos, ó disculpar à los autores de las crueldades que se ejecutaban con estos indios, à quien quisieron mas bien acabar que atraerlos al culto del verdadero Dios. Para esto ningun pretesto mejor que de representar por un lado estos pueblos, come que no tenian mas que la figura de hombres, y que estaban dados á las mayores abominaciones, y por el otro pintándolos al contrario, como hombres sin vicios ni pasiones: no habrá pues engaño en seguir el medio entre los dos estremos. No es posible absolver del todo à los primeros castellanos que entraron en la isla: contra las crueldades que ejecutaron han levantado casi un grito general viéndose desaprobadas por la parte sana de la misma nacion española; pero tampoco se puede contradecir en un todo lo que Oviedo, Herrera y otros historiadores asientan, que estos indios eran viciosos en el pecado nefando, excepto las mugeres que lo aborrecian, no por vergüenza ó escrúpulo, siendo bien lascivas; pero sí porque este infame coinercio no les tenia cuenta. De cualquiera modo que se opine, aun cuando no fuesen dados á este pecado que aborrece la misma naturaleza, parece evidente que en órden á otras especies de impurezas no guardaban medida, y las mugeres eran muy continentes con los naturales, y muy deshones➡ tas con los castellanos á quienes comunicaron el virus venereo, de que adolecian, teniendo la masa de su sangre siempre infecta de esta infame y cruel enfermedad, con la que muchos de ellos de vuelta á España en el segundo viage del Almirante, que fueron à la guerra de Napoles, contagiaron á las mugeres napolitanas, y estas à los franceses. Admirados los italianos de ver nacer esta enfermedad en el centro de su pais, en ódio de los franceses le llamaron mal francés, y estos echando este daño á las mugeres y al mal tem‐ ple del pais, lo llamaron mal de Nápoles. (124) Los españoles mas avisados y espectadores de una contienda à que habian dado lugar, lejos de meterse en ella, y de conciliar aquellas dos naciones, que tenian tanto interès de dividir, y que se enredàsen entre sí, supieron disimular; despues aunque Oviedo y Guichardino, el uno español y el otro italiano, y casi todos los h.storiadores de ambas naciones hayan hecho justicia á las dos partes interesadas cuando han hablado de este mal, ha quedado en el uso comun de hablar la denominacion que tuvo desde el principio, y las demàs naciones: segun su afecto à los italianos ò à los franceses lo adoptan con este ú otro nombre; de modo que en Italia y en las Españas se prosigue en llamarlo mal francés, y en Francia mal de Ná❤

[124] Véase á Astruk de morbo gàlico.

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