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recompensa en comparación de lo mucho que serví y de lo que Su Majestad suele hacer en aquellas partes con otros que no le han servido tanto, y estos dichos indios estuvieron en mi cabeza cinco meses, porque luego me los quitaron los comisarios, de hecho, sin ser oído ni vencido, y lo que en este tiempo dieron de tributos y algo más que yo puse de mi casa se gastó en su doctrina y en edificar un monasterio en su pueblo.

Y visto que se me había quitado todo esto, el virrey Conde de Nieva y comisarios me señalaron dos mil pesos de renta, y en esta sazón llegó una cédula de Su Majestad en que me mandaba venir á España, y ansí luego dentro de quince días me los quitaron y me libraron diez mil ducados por una vez á cuenta de mi salario, los cuales, antes que saliese de la tierra, pagué en deudas forzosas, que aún no me quedó con qué llegar á España.

A lo que se dice de los cargos que se hicieron al Marqués mi padre en la visita que se le tomó, no se halló ninguno, y visto esto, le pusieron por cargos trasladados de los libros reales los gastos ordinarios que en aquella tierra suelen hacer los virreyes y gobernadores para el gobierno de ella desde que se fundó y aún por los que después acá se han hecho por los que han gobernado, se verá cuan moderados fueron, y más bastantemente por las probanzas y recaudos de sus servicios y haber muerto sirviendo, que no es justo se oscurezca con semejantes cargos, que aunque se hicieron apasionadamente, no resulta haberse aprovechado el dicho marqués en cosa alguna de la hacienda de Su Majestad, antes haber gastado la suya en gobernar la tierra en servicio de Dios y provecho y utilidad de Su Majestad, como es notorio, y así no impide, antes ayuda y pone mayor causa, para que se me haga la merced y gratificación que suplico.

Y en cuanto á los veinte mil ducados que se me libraron en el Perú no es gratificación bastante á mis servicios ni para pagar las deudas hechas para servir à Su Majestad, ni recompensa de lo que se me ha quitado, por lo cual ahora pido la merced y gratificación que ahora he suplicado á Su Majestad y á Vuestra Señoría en su nombre, pues ninguno le ha servido mejor en aquella tierra que mi padre y yo, y ninguna gratificación he recibido sino la dicha libranza, y esa me ofrezco á dalla á Su Majestad para que se me haga la dicha merced con que yo me pueda sustentar.

Y pues para hacérseme merced cuando se me libró la dicha cédula se hallaron causas bastantes, las cuales se consultaron con Su Majestad por el Consejo, sin ningún obstáculo de los que ahora se ponen, como Vuestra Señoría verá por las consultas que este Real Consejo tiene hechas con Su Majestad, suplico á Vuestra Señoría sea servido de mandallas ver, por do entenderá que lo que ahora se opone á la gratificación que pido no es conforme á las dichas consultas, ni obstan las dichas objeciones á lo que por mis servicios y gastos he merecido.

Y cuando alguna cosa de las susodichas fuera concluyente para impedir la dicha gratificación, es justo Su Majestad tenga consideración á los muchos y leales servicios que yo he hecho y á la gran importancia dellos, y aunque por vía de justicia faltase en algo la obligación de gratificarme, es justo me haga mercedes en lo que suplico, pues es para mejor serville, y para recibilla concurren en mí méritos y calidad y en Su Majestad costumbre de hacer mercedes á los que le sirven. (No tiene fecha).

Sin fecha.

LXX.-Relación de los soldados, marineros, artilleros, piezas de artillería, mosquetes, arcabuces, pelotas, arpones de fuego, alcancías de cal viva, rollos, mechas, picas, medias picas, gorguces, rodelas que lleva el almirante Hernando Lamero en el galeón nombrado «San Jerónimo,» que por orden del Excelentísimo señor don García de Mendoza, visorrey de estos reinos, va á Chile.

(Archivo de Indias, 70-1-32).

Ciento y sesenta y cinco oficiales y soldados que van en las dos compañías que llevan los dos capitanes don Pedro Páez de Castillejo y Diego de Peñalosa Briceño, que han de quedar en Chile para el socorro de aquel reino....

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Treinta y cuatro oficiales y soldados que van para volver en el
galeón, para la guarda dél y de la artillería.................
Treinta y dos oficiales y marineros que han de volver....
Cinco artilleros que han de volver con la artillería...................

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Ocho piezas de artillería, las cinco bastardas de á diez y nueve y

veinte quintales y un medio sabre de á trece quintales y dos falcones de á nueve quintales que han de volver en el galeón. Doce mosquetes con sus horquetas y moldes.............. Noventa arcabuces: los sesenta para los soldados que han de quedar allá y los treinta para los que han de volver á este puer

to........

Treinta y cinco botijas de pólvora: las veinte para la artillería y
las quince para los mosquetes y arcabuces...
Ciento y veinte pelotas rasas: quince para cada pieza....
Cuarenta balas de naranja y de cadena á medias: ocho para cada
uno de los bastardos........

8

12

90

35

120

40

...

600

10000

12

24

Seiscientas balas de mosquete y plomo y moldes para hacer más.
Diez mil balas de arcabuz......

Doce arpones de fuego....

Veinte y cuatro alcancías de cal viva...

Quinientos y cincuenta rolletes de mecha para la artillería y ar

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LXXI.-Parecer dado por don García Hurtado de Mendoza al Rey acerca de despoblar ciertas islas en Chile.

(Archivo de Indias, 129-3-19).

Señor: Tengo por cosa de mucha importancia que Vuestra Majestad sea servido mandar resolver lo que en este papel digo, entre las cosas que hay que proveer en las provincias de Chile, porque así conviene al servicio de V. M.

En aquellas provincias, enfrente del estado y provincia de Arauco hay ciertas islas, que la una se llama de Santa María y la otra de la Mocha, y otras semejantes; estas islas tienen cantidad de indios y de

comida y muy buenos puertos, y estos indios nunca quieren estar de paz, antes cuando los de Arauco, que es la provincia más belicosa de aquella tierra, andan de guerra, luego los vienen á ayudar.

Cuando los vencen los españoles, todos los delincuentes y más culpados se pasan á estas islas.

Todas las veces que han entrado cosarios en la Mar del Sur han tomado el primer puerto y noticia de lo que hay en la tierra, y proveídose de comida y agua en ellas.

Agora, últimamente, el capitán Tomás Candis, corsario, anduvo reconociendo y sondando los puertos de la isla de Santa María, y quiso trazar allí un fuerte y poblar en ellas.

Y todos los demás cosarios reconocen aquellas islas para poder, me. jor que en otra parte, permanecer en ellas.

El primer lugar de la provincia de Chile de españoles se llama la Serena, y este tiene más de sesenta leguas de término muy bueno, y en todo él no hay mil quinientos indios, y es tan rico de minas de oro que sólo estos mil y quinientos indios dan de provecho en cada un año á sus encomenderos más de cien mil pesos de oro, y si estuviese poblado de más gente, sería la más rica cosa que hubiese en aquellas provincias, por ser tan ricas y perpetuas las minas de aquel término; y así, siendo V. M. de ello servido, se podría mandar que los indios de estas islas de la Mocha y Santa María y las demás se fuesen sacando de ellas y llevándolos á este término de la Serena, y que se sacase oro con estos indios, y ellos poblarían y labrarían la tierra, y sería cosa de gran servicio de Nuestro Señor quitarles de donde no pueden rescibir ni reciben doctrina.

que

Vuestra Majestad acrecentaría mucho sus quintos reales de manera hubiese para pacificar la tierra del todo y para mucho más. Y los soldados y gente que fuesen á la pacificación de Chile se podrían remediar con repartirles destos indios que así se trajesen de las islas que digo.

Están estas islas á tres y á cuatro y cinco leguas de la tierra firme de la costa de Chile, y está la ciudad de la Serena, que es el término á donde éstos se habían de poner, ochenta leguas la costa abajo, y así con facilidad se podría alcanzar que no tornase ninguno.

Haríase de esta manera tan buen efecto, que despobladas estas islas no hallarían los cosarios el refresco y favor que allá en los naturales

de ellas, cuando entran en la Mar del Sur, porque quitándoles las gentes, cesaría el haber comidas y bastimentos en ellas.

Y despoblar estas islas se podrá hacer á muy poca costa ó casi ninguna, porque las islas son pequeñas y no tienen fuerza para poder resistir de cien españoles y doscientos indios amigos.

Y los navíos en que hubiese de ir esta gente, bastarían los mismos barcos y navíos que hay en la misma costa de Chile, sin hacer armada para ello.

Después que las provincias de Arauco están de guerra van con grandísima dificultad á ellas soldados y gente de guerra por el mucho trabajo que se pasa en aquella guerra, y lo más principal por el poco provecho que de ello se les sigue.

La causa de esto es que todos los indios, así los de guerra como los de paz, están partidos, y en allanándose y pacificándose algún repartimiento de indios, luego goza dél el que antes cuando estaba de guerra lo tenía en encomienda, y así dice el soldado que va de acá que cómo ha de trabajar él para meter al otro en su casa y que tenga de co

mer.

Y para esto sería necesario que Vuestra Majestad fuese servido de mandar tomar alguna nueva orden, porque yendo á pacificar la tierra los soldados y gente que va á ello y á meter á los que allá están en sus casas, no será justo que no les quepa parte de lo que se conquistare y pacificare con su ayuda.

Sabiendo los soldados que han de tener su parte en lo que conquistaren y ganaren, hallaránse muchos que vayan, sin que sea á tanta cos· ta de V. M., como lo ha sido y es agora, y así suplico á V. M. se sirva de mandar se vea y provea lo que aquí digo, porque así conviene al servicio de V. M.-Don García de Mendoza.-(Hay una rúbrica).-(Sin fecha, ni referencia.)

DOC. XXVIII

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