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vir á Su Majestad y sustentar esta tierra, sin que de todo ello me haya quedado ni unos manteles en qué comer; y por ser todo hecho en servicio de Su Majestad y pensar que el Marqués de Cañete, mi padre, lo pagará de su hacienda por mí, lo daba por bien empleado y hecho con la merced y favor que Su Majestad le ha hechro de dalle licencia para irse á su casa y hallarse con alguna necesidad no acude á la mía, y quedo en esta tierra cargado de deudas y sin remedio de cómo podellas pagar ni entretenerme, ni poder salir de estas partes á suplicar á Su Majestad me haga merced.

Suplico á V. S. que, pues, por mi persona y servicios no merezco menos que los demás á quienes Su Majestad la hace cada día, me haga merced de conceder á lo que de mi parte se le suplicare, que con ello podré mejor servir á Su Majestad, que con la pobreza que ahora tengo y los servicios hechos por mi padre en el Perú y los míos y los de nuestros antepasados, que siempre han hecho y hacemos á la Corona Real de España, son dignos de merced y remuneración, con que pueda pasar conforme á mi calidad.

Nuestro Señor la muy ilustre y muy magnífica persona y casa de V. S. guarde y acresciente, como sus servidores descamos.

De Arauco, treinta de agosto de mil quinientos cincuenta y nueve. Muy ilustre y muy magnífico señor, besa las manos de V. S.-Don García de Mendoza--(Con su rúbrica).

1.o de diciembre de 1559.

LIX-Carta de doña Jerónima de Sotomayor, mujer del Doctor Bravo de Saravia, al Rey.

(Archivo de Indias).

S. C. R. M.-Bien creo V. M. estará informado cómo después quel Doctor Bravo de Saravia, mi marido, pasó á este reino del Perú, siempre se ha desvelado en servir á V. M., así en la administración de la justicia y buen gobierno del reino, y lo que os sirvió cuando se alzó don Sebastián de Castilla hasta ser desbaratado y muerto, y principalmente al tiempo que se alzó Francisco Hernández Girón, que hizo campo de gente contra él, y él por su persona fué en su seguimiento más de ciento ochenta leguas con gran trabajo y cuidado, hasta que le dió batalla, en la cual se halló en la delantera defendiendo la causa de V. M. hasta que le desbarató é hizo justicia dél; y después que vino el Marqués de Cañete por visorrey deste reino, viendo el mal gobierno que en él tenía y los grandes y excesivos gastos que hacía de vuestra hacienda y patrimonio real, distribuyéndola y gastándola en sus criados y paniaguados y en otras personas que no lo han merecido, y en cosas que no eran necesarias, sin darla á los que la merecían por servicios que á V. M. habían hecho, con el celo y entera fee que siempre mi marido tuvo de serviros, le iba á la mano que no lo hiciese; y á esta causa fué tanta la enemistad que siempre le ha tenido, que no solamente no ha honrado ni tratado su persona como era justo que la honrara, así por ser criado y oidor de V. M., como por lo mucho que os ha servido, mas siempre ha procurado de afrentarle y oscurecer sus [servicios], así en obras como en palabras, publicando que la había de matar ó quitarle el cargo y enviarle desterrado á España; hasta que ha venido en tanto rompimiento su mala intención, que por haber suspendido el oficio de secretario á Pedro de Avendaño por información que contra él hay de causas muy justas por donde se le debía suspender, por ser, como es, tan íntimo amigo del dicho Visorrey, y que tiene casado á don Pedro de Córdoba, su sobrino, con una hija suya; quiso

de hecho volverle á la posesión del oficio sin ninguna orden de justicia, y porque le daba á entender con todo el comedimiento posible que con justicia no se podía hacer, le mandó que estuviese encarcelado en su casa y no saliese della; y estando así preso y el Visorrey una legua desta ciudad, sin haber de venir á ella, aquel día vino por la posta y de noche, habrá tres días, secretamente, y le hlzo cercar la casa con mucha gente, y don Pedro de Córdoba, su sobrino, con otra gente y criados del dicho Visorrey, entraron en ella armados, sin ser sentidos, estando mi marido seguro, á las nueve de la noche, que se quería acostar, y con muy gran desvergüenza y alboroto le quisieron prender y llevar preso por mandado del dicho Visorrey, y sin saber ni entender la causa, se tiene por cierto que le querían matar ó por lo menos hacerle alguna afrenta muy grande, sino porque Dios fué servido de guardarle de tal manera que se les fué de entre las manos, y desque vieron que se les había ido, anduvieron toda la casa con hachas encendidas, sin dejar cama ni otro ningún aposento que no buscasen, con las espadas desnudas, poniéndolas á los pechos á los criados y criadas de mi casa, y haciendo grandes promesas á otras personas para que dijesen dél, que fué cosa tan desatinada que puso harto escándalo en aquella ciudad y aún en todo el reino; y aquella noche, después de pasado el alboroto, mi marido se fué al monasterio de Santo Domingo, donde ahora está retraído y con harta sospecha de su vida, por estar tan lejos el socorro de V. M.; yo estoy muy confiada no consentirá sea tratado desta manera, pues sus obrás y lo que á V. M. ha servido no lo

merecen.

Y así suplico á V. M. sea servido de poner el remedio con el castigo que la calidad de tan feo caso lo requiere, pues todo lo que ha padecido y padece es por lo que conviene á vuestro servicio y acrecentamento de vuestra real corona.

Nuestro Señor la real persona de V. M. guarde y prospere por largos tiempos con acrecentamiento de mayores reinos y señoríos.-De los Reyes, y de diciembre primero de mil é quinientos cincuenta y nueve. —S. C. R. M. los reales piés y manos de V. M. besa.-Doña Jerónima de Sotomayor.

6 de diciembre de 1559.

LX.-Carta de los oficiales reales de la provincia de Chile, en que refieren lo acaecido en el gobierno de don Garcia Hurtado de Mendoza, hijo del Marqués de Cañete.

(Archivo de Indias, Patronato, 2-2-1/13).

Sacra Católica Real Majestad:-Porque en otras, antes desta, hemos escripto á Vuestra Majestad largo, dando relación de cosas pasadas, an. sí acerca de la real hacienda como de negocios sucedidos en este reino, ésta sólo servirá para dar cuenta de lo sucedido en él después que entró á gobernar en él don García de Mendoza, hijo del Marqués de Cañete, visorrey del Perú; y aunque fuera justo escrebir antes, no lo hemos hecho porque eran tantas las espías que andaban sobre las cartas por mandado del Gobernador, para las abrir y ver lo que iba en ellas, que no hemos osado escrebir hasta agora, y porque con la nueva venida del visorrey don Diego de Acevedo estos negocios han parado algo, teniendo entendido que ésta podrá llegar á noticia de Vuestra Majestad,. hemos acordado de escrebir y dar aviso de lo que somos obligados.

Llegado que fué el dicho Gobernador á este reino y cibdad de la Serena, primera desta gobernación, despachó un capitán llamado Juan Ramón, dende allí con treinta hombres arcabuceros y alabarderos, los cuales llegaron á esta cibdad de Santiago y entraron por las calles con las mechas encendidas, hasta llegar á la posada y casa del corregidor y justicia mayor Francisco de Villagrán, proveído por el Abdiencia Real de los Reyes, el cual tenía esta tierra en paz y en justicia; y llegados, llamó el dicho capitán Juan Ramón á cabildo, y estando todos en su ayuntamiento, sacó un treslado de la provisión del dicho Gobernador, con un sello mal formado del sólo Marqués de Cañete, y refrendado de un secretario, é ansimismo sacó un poder que traía para que le recibiesen en nombre del dicho Gobernador, el cual fué rescebido con voluntad de todos, y le recibieron porque toda esta tierra estaba y está en servicio de Vuestra Majestad, aunque el dicho capitán Juan Ramón no pusiera tanta diligencia en tener en el Cabildo á las espaldas de sí

y de los regidores todos los arcabuceros que traía con las mechas encendidas mientras se hacía el dicho recibimiento, en lo cual, cierto, si alguna cosa á los del dicho Cabildo les faltó de pedir, á más de su derecho, no les es de culpar como hombres que á la sazón de ninguna manera hablaran, por estar, como estaban, escandalizados viendo sobre sí los arcabuces, que el dicho Juan Ramón no le diera el entendimiento que quisiera, y parece claro que el fin del dicho Juan Ramón fué de ponerles temor, pues dentro del ayuntamiento, como dicho es, tenía los arcabuceros rodeados á los del Cabildo con las mechas encendidas, y si él lo hizo á fin de prender á Francisco de Villagra, como le prendió, para esto no era menester venir con gente armada, porque, un hombre que estaba tan en servicio de V. M., lo mismo que él obró con sus arcabuceros, obrara un alguacil con un mandamiento.

E estas cosas fueron ocasión ansimismo de escandalizar y poner temor á los oficiales de la real hacienda, porque luego dende á pocos días llegó á este pueblo Jerónimo de Villegas, mayordomo del dicho Gobernador, y nombrándose juez de cuentas, nos mostró una provisión firmada al tenor de la arriba dicha, que era de sólo el Virrey, y aunque entendimos de presente que era menester más poder para ser legítimo juez de cuentas, no osamos hacer otra cosa, por lo que habíamos visto acerca de lo arriba dicho, sino admitille; y hecho esto, vino á la real caja y con un mandamiento del Gobernador, que para ello traía, sacó todo el oro que en ella estaba y se fué á entender en las cosas que le eran encomendadas por el dicho Gobernador, como su mayordomo, sin que acerca desto le osásemos pedir ni demandar otra cosa; por donde parece que sólo obró el intimarnos la provisión de las cuentas para sacar el oro, porque no entendió más en ella hasta mucho tiempo adelante, como en ésta se dirá. Luego, dende á pocos días, se supo en esta cibdad de Santiago cómo el dicho Gobernador en tiempo fortuito y no para navegar, contra el parescer de los que entendían esta costa, salió de la cibdad de la Serena en un galeón con toda la gente y munición que traía del Perú, y fué derecho á donde es agora la de la Concebción, y antes que saltase en tierra, por serle el tiempo contrario, estuvo á punto de se perder él y todos cuantos con él iban, y con este peligro fué Nuestro Señor Dios servido de salvalle, y salió en tierra á tiempo y á sazón que los indios rebelados comenzaban á sembrar, por la cual llegada dejaron muchos ó todos los más de hacer sus sementeras y en

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