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puesto en orden mi campo, fuí contra todo el estado de Arauco, que era la mayor fuerza de los indios alterados; y al pasar de un río grande llamado Biobío, que está en un principio, salieron otra vez más de veinte mil indios, con los cuales hube otro encuentro, y también fueron desbaratados; y de allí proseguí mi camino para la dicha provincia de Arauco y Tucapel, que es donde mataron al gobernador Valdivia y desbarataron á Francisco de Villagrán; y allí me tornaron á salir al camino mucha cantidad de indios en escuadrón y también fueron desbaratados, y siempre tuve grandísima cuenta de que no se les hiciese más daño de lo que era menester para nuestra defensa; y visto ser gente tan belicosa y que de la cibdad de la Concepción no se podían sojuzgar, poblé allí la cibdad de Cañete de la Frontera, y hice allí una casa fuerte, donde se tuvo dos años guerra continua con los naturales, dando muchas batallas y rencuentros, sin querer dar la obediencia á Su Majestad; y de allí envié un capitán con ciento y cincuenta hombres á poblar la dicha cibdad de la Concepción, y dejando en Cañete la gente necesaria para la sujeción, fuí con la demás á visitar las cibdades de la Imperial y Valdivia y Villarrica, que estaban en grande aprieto y muy desproveídas de lo necesario, por estar todos los demás indios de sus términos alzados y de guerra; y dejando en ellas el asiento que convino, pasé adelante de los términos de Valdivia, última cibdad que era entonces de aquella gobernación, hacia el Estrecho de Magallanes, para descubrir y conquistar la tierra que dicen de los Coronados, en el cual camino pasé muy grande trabajo, atravesando mucha tierra adentro, hasta que llegué á un archipiélago; y por ser tan grande, que llegaba desde la mar á la sierra, no pude pasar más adelante; y por no tener barcas en qué pasallo, y así di la vuelta, y con hasta sesenta mil indios que descubrí y con algunos que estaban lejos de la cibdad de Valdivia, poblé la cibdad de Osorno, que es una de las buenas de toda aquella tierra, por servilla más de ochenta mil indios y tener ochenta vecinos y ser muy fértil de comidas y muy más de oro; y de allí volví á la cibdad Imperial, por estar en comarca de las cibdades nuevamente pobladas, y de allí las hacía proveer por mar y tierra de todo lo necesario; y viendo que los dichos indios del estado de Arauco y de los términos de las cibdades de la Concepción y Cañete andaban huidos por los montes y se menoscababan y no sembraban, procuré con muchos halagos y dádivas traellos á paz; y así vinieron y

estuvieron cinco meses sirviendo, y como es gente belicosa y amiga de su libertad, se tornaron todos á alzar y rebelar y se juntaron más de veinte mil dellos y pusieron en grande aprieto á la dicha cibdad de Cañete, lo cual yo supe en la Imperial, y vine.con gran presteza al socorro; y fué á tan buena coyuntura mi llegada, que estando determinados á dar en la cibdad, sabida mi venida, se retiraron á un fuerte de maderos que habían hecho, el cual tenían con albarrada de cavas y terraplenes, y se metieron dentro, en el cual tenían muchos arcabuces. y dos piezas de artillería de la que habían tomado á Francisco de Villagrán, los cuales nos comenzaron á tirar luego; y fuí sobre ellos, y estando allí tres días, siempre requiriéndoles viniesen de paz, nunca lo quisieron hacer, antes peleaban con grande ánimo; y viendo su pertinacia, los acometí por tres partes con gente de á pie y de á caballo, y con la buena orden que allí se tuvo y ánimo con que se peleó, fué Nuestro Señor servido de que fuesen desbaratados y presos muchos de ellos y tomándoles las dos piezas de artillería y arcabuces que tenían; y fué de tanto efecto este desbarate, que dentro de tres días vino toda la tierra de paz, y yo me fuí con la gente necesaria á residir en Arauco, donde hice una casa fuerte; y allí estuve ocho meses sustentando á todos los que allí estaban, á mi costa y misión, con lo cual se acabó de asegurar todo; y dende allí envié un capitán con la gente necesaria á poblar la cibdad de los Infantes en la provincia de Engol, la cual se pobló, y era muy necesaria á causa de estar al pié de una cordillera y ser los indios de aquella comarca muy belicosos; y hecho esto, me vine á la cibdad de la Concepción, la cual hallé que iba en gran aumento, ansí por ser puerto de mar como por estar en la comarca de toda la tierra y tener gran noticia de minas de oro; y allí comencé á proveer la orden que se debía de tener en el buen tratamiento de los naturales y en su conservación y aumento y en tasar lo que habían de dar á sus encomenderos, lo cual se hizo y se guarda hasta hoy; y por más acabar de ennoblecer la dicha tierra, conociendo lo mucho que para ello importaba que se descubriese el Estrecho de Magallanes, como Su Majestad lo había mandado, envié á hacer el dicho descubrimiento y navegación con un capitán de mucha plática y de experiencia y con dos navíos y un bergantín; y lo descubrió hasta pasar al Mar del Norte, y trujo relación de cómo se podía navegar con mucha facilidad; y teniendo noticia que detrás de la cordillera había una provincia que se llamaba de

Cuyo, de mucha gente, que había sido sujeta al Inga, envié un capitán con sesenta hombres para que poblasen allí otra cibdad y que abriese camino y tomase noticia de lo que había adelante.

De manera que con estas cosas se pacificó toda la tierra de Chile, y se puso sacramento en las iglesias, que nunca lo había habido, y se fundaron muchos monasterios y hospitales y iglesias, y con la gran diligencia que hice poner se han descubierto mu has minas de oro, las cuales labran los indios con gran contentamiento, y viendo que se les paga su trabajo con la orden que puse en las tasas, y ansí comienzan á estar ricos y contentos, y los españoles ni más ni menos; y, finalmente, de la tierra más pobre y perdida de las Indias y de la gente más descontenta y sin esperanza de remedio, está agora al presente una de las buenas de ella y cada día irá en gran crescimiento.

En la cual dicha jornada, demás de los trabajos que he pasado, he gastado más de ciento y cuarenta mil pesos, todos en servicio de Su Majestad, y de ellos debo más de sesenta mill, como tengo escrito.

Por quitar prolijidad no se ponen otras muchas cosas que se hicieron en servicio de Nuestro Señor y de Su Majestad, bien y aumento de aquella tierra, mas de la sustancia, que es que con mucha cristiandad y teniendo el descargo de la conciencia de Su Majestad por delante se pacificó todo el reino, y poblé y reedifiqué en él y en los Juríes y Diaguitas ocho cibdades, y se puso tan buena tasa y orden en el buen tratamiento y aprovechamiento de los naturales, que todos están, como digo, ricos y contentos; y se saca oro en todas las dichas cibdades; y el año pasado se trujeron de allá más de quinientos mil pesos de oro, y créese que de hoy en adelante valdrá tanto á Su Majestad aquel reino como este Perú; y que si el Estrecho se navega, como está descubierto, será grande el provecho que á Su Majestad y á estos reinos les vendrá de ello; y todo esto se ha hecho á muy poca costa de Su Majestad y á mucha mía, como se verá por las cuentas que de ello enviaré; y porque todo esto es la relación cierta y verdadera y que por tal se podrá dar á Su Majestad, la firmo de mi nombre.-Don García de Mendoza.

28 de octubre de 1559.

LV.-Carta del Virrey del Perú al Rey en recomendación de don Francisco de Irarrázabal.

(Archivo de Indias, 70-1-28).

S. C. R. M.:-Don Francisco de Irarrázabal vino en mi compañía en las armadas en que vine, y después que llegó á esta corte, por más servir á V. M., fué con el gobernador don García de Mendoza á la provincia de Chile, donde sirvió en la pacificación, población y asiento de aquella tierra, hasta que del todo se asentó, como él informará; ha mostrado ser caballero y cuerdo y de buenas costumbres, y como quien se ha criado en casa de V. M., y así se ha determinado volver á ese reino á besar las manos de V. M. y dar relación de lo de acá; cabrá en su persona cualquier merced que V. M. sea servido hacelle.

Nuestro Señor la S. C. R. M. de Vuestra Majestad conserve con acres. tamiento de más reinos y señoríos, como su real corazón desea. De los Reyes, á veinte y ocho días de octubre de mil quinientos cincuenta y nueve. S. C. R. M., humillde criado de V. M., que sus reales pies besa.-El Marqués de Cañete.

A la S. C. R. M. del Rey (roto) señor.

9 de noviembre de 1553.

LVI-Acta de fundación del convento de San Francisco de Concepción.

En la ciudad de la Concepción, reino de Chile, en nueve días del mes de noviembre de mil quinientos cincuenta y tres años, se juntaron en su cabildo y ayuntamiento el muy ilustre señor gobernador don Pedro de Valdivia é los muy magníficos señores justicia y regidores de esta dicha ciudad, conviene á saber: don Cristóbal de la Cueva, alcalde, y el capitán Diego Díaz, don Antonio é Juan Cabrera, regidores, por ante mí Antonio Lozano, escribano público y del cabildo; y lo que en el dicho día se hizo, acordó é mandó, es lo siguiente:

En este dicho día, el dicho señor don Pedro de Valdivia, gobernado r

y capitán general en estas provincias por S. M., é de la Nueva Extremadura, y los dichos señores justicia é regidores, dijeron: que por cuanto esta tierra es nuevamente poblada y conquistada, y porque en semejantes tierras se necesita que la santa fe católica sea plantada y ampliada entre estos bárbaros nuevamente conquistados para que vengan al verdadero conocimiento, y conozcan y entiendan quien los hizo, crió y redimió, é para este efecto son venidos ahora nuevamente á esta dicha ciudad frailes de la Orden del Señor San Francisco, los cuales vienen para se emplear en tantos y tan buena obra, como lo que queda dicho, y para este efecto son enviados; y su señoría y los dichos señores regidores para que con más é mayor voluntad se animen á facer lo susodicho, y por la veneración, contemplación y reverencia que se debe tener á personas semejantes y que administran y celebran los divinos oficios, dijeron que era muy bien señalarles casa, sitio y lugar para donde tengan su habitación y residan en los divinos oficios; y ponién dolo en efecto su señoría y los dichos señores, habiéndoles sido pedido y suplicado por el reverendo padre fray Martín de Robleda, comisario de la dicha Orden del Señor San Francisco, por virtud de las bulas y breves que para ello tiene, le dieron y señalaron para en que haga su casa, el día del señor San Martín, primero que viene, para que su señoría con los dichos señores justicia y regidores desta dicha ciudad, le vayan á señalar el dicho sitio y lugar para la dicha casa y monasterio a amojonar, como es uso y costumbre; é se siente en este libro de ayuntamiento.-Don Pedro de Valdivia.-Diego Oro.-Cristóbal de la Cueva.-Diego Díaz.-Don Antonio é Juan Cabrera.-Juan de Vera.— Agustín Juárez.-Antonio Lozano, escribano público é de cabildo.

Y después de lo susodicho, en este día del dicho mes de noviembre del año de mil quinientos cincuenta y tres años, sábado día del señor San Martín, su señoría el señor gobernador don Pedro de Valdivia y los señores justicia y regidores arriba declarados de esta dicha ciudad, por ante mí el presente escribano, fueron á dar, medir y señalar el sitio é tierra en que se haga la dicha casa é monasterio del señor San Francisco, y por su señoría é mercedes le fué dado y señalado un buen pedazo de tierra, que es en la playa de esta dicha ciudad junto á la mar, que comienza á correr desde do solía ser y agora está la ranchería del capitán Diego Oro, que linda con la playa y con el camino real, que quedó señalado, que pasa por junto á la quebrada, por huerta de

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