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14 de agosto de 1559.

LII-Sobre el Hospital Real de la Serena.

(Archivo de Indias, 77-6-3).

En la noble y leal ciudad de la Serena, en catorce días de el mes de agosto año del Señor de mil y quinientos y cincuenta y nueve años, estando juntos en cabildo y ayuntamiento, según lo han de uso y costumbre de se ayuntar, é siendo y estando en el dicho cabildo el muy mag. nífico señor el licenciado Hernando de Santillán, teniente general y justicia mayor de este reino é oidor de la Audiencia Real de el Perú, é los magníficos señores Pedro Moyano Cornejo y Luis de Cartagena, aldes por Su Majestad, é los señores Diego Sánchez Morales y Alonso de Torres, regidores, é por ante mí Nicolás de Gárnica, escribano de dicho Cabildo, estando así juntos para tratar en cosas tocantes al servicio de Su Majestad, su merced mandó se pusiese en este libro un mandamiento que dió sobre la orden que se ha de tener en la distribución de los sesmos de los indios para que se guarde y cumpla, su tenor del cual es este que se sigue:

Y estando así juntos los dichos señores, el dicho señor oidor propuso é platicó cómo es servicio de Dios, nuestro señor, y de su gloriosa Madre, que en esta ciudad haya una casa y hospital donde alberguen é sustenten los indios naturales de este reino, é fuera dél, é para cualquier cristiano y españoles; y estando tratando de ello en este Cabildo, los dichos señores é dicho señor oidor capitularon, proveyeron é mandaron y establecieron lo que de suso se hace mención.

Que se haga dicho hospital, por ser obra tan acepta á Dios, nuestro señor, y para la fundación de él dieron y señalaron un solar que esta ciudad tiene por propios, que está á linde de el solar de Isabel Mondragón é de solar de el Gobernador, que haya gloria, para que se edifique en él dicho edificio y casa.

Y otrosí acordaron que el dicho hospital que así se instituye sea á honor de Nuestra Señora de la Asumpción, cuyo día es mañana, é se llame así para siempre jamás.

Otrosí, ordenaron y mandaron que para que el dicho hospital tenga algún calor é posibilidad para que se haga en el servicio de Dios, nuestro señor, que lo que sacaren todas las cuadrillas é indios é yanaconas en los términos é minas de esta ciudad é su jurisdicción, víspera de Nuestra Señora de la Asumpción de cada su año, para siempre jamás sea para dicho hospital, que es á catorce días de el mes de agosto, é que no se saque suma ninguna de ello atento que es para su beneficio de el dicho hospital y naturales.

Y los dichos señores de cabildo suplicaron á dicho señor oidor que las ordenanzas y lo demás que es menester para fundación de el dicho hospital, su merced lo ordene y mande, y que sea con cargo de que este Cabildo ha de ser patrón de dicho hospital, y que no se entrometa en ello ni [en] el dicho hospital, fraile, ni clérigo, ni persona de religión, ni obispo, ni arzobispo, ni otra persona, salvo S. M., debajo de cuyo amparo é protección de él este Cabildo lo ponen. Y lo firmaron de sus nombres.-El licenciado Hernando de Santillán.-Pedro Moyano Corne. jo.-Luis de Cartagena.-Diego Sánchez de Morales.-Alonso de Torres. -Ante mí.-Nicolás de Gárnica, escribano.

Sin fecha.

LIII.-Relación que hace don García Hurtado de Mendoza de lo que sirvió durante los seis años que siguieron á su partida de España.

(Archivo de Indias).

(Publicada por Amunátegui, Cuestión de Limites, t. I, p. 355).

Muy poderoso señor:-Don García de Mendoza Manrique, digo: que de seis años á esta parte que ha que partí de los reinos de España para éstos, yo he servido á Su Majestad muy principal é importantemente en todo lo que se ha ofrecido en este tiempo, y especialmente en las provincias de Chile, á donde fuí luego que llegué á esta corte, á pedi mento de los procuradores de aquellas provincias, proveído por esta Real Audiencia, por gobernador y capitán general, por la necesidad que tenían de ser socorridas, y para ello llevé seis navíos de armada,

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y en ellos, muchos bastimentos y municiones de guerra, y trescientos hombres bien aderezados; y por tierra, otros ciento y cincuenta, con muchos caballos y otros aderezos; y hallé en las dichas provincias despobladas tres ciudades, y todos los términos de las demás de guerra y tomados y cercados por los naturales, que estaban rebelados y de guerra habían muerto al gobernador Valdivia y á los que con él iban y habían desbaratado á Francisco de Villagrán y á doscientos y cincuenta hombres que llevaba, y le mataron más de los ciento, y los demás escaparon huyendo, dejando en poder de los indios las armas é artillería que llevaba; é ilegado que yo fuí, después de haberse hecho las diligencias é amonestaciones necesarias, les di ocho batallas campales, en las cuales los desbaraté, é reducí aquellas provincias á vuestro real servicio; y torné á reedificar y poblar las ciudades despobladas, y de nuevo poblé otras seis ciudades en Chile y los Juríes; y conforme á una cédula de vuestra real persona, envié con dos navíos é un capitán á descubrir el Estrecho de Magallanes y la costa de esta mar hasta el Estrecho, que son más de trescientas leguas, y de todo se tomó posesión en nombre de Su Majestad hasta la Mar del Norte; y descubrí por mi persona la provincia de los Coronados é islas de Ancud, donde poblé una ciudad que se llama Osorno, que tiene ochenta vecinos con repartimientos en más cantidad de ochenta mill indios, y se saca mucho oro de las minas que allí hay; y hice poner dotrina y tasas en toda la gobernación, y la puse toda en mucha justicia y orden; de manera que de la más despoblada y perdida tierra que había, se ha hecho una de las mejores é más ricas de las Indias y de que más oro é quintos se dan á Su Majestad. En todo lo cual, y en otras muchas cosas de que tengo hecha probanza en particular, conforme á la real ordenanza, yo trabajé y gasté mucho, de manera que consumí en aquella tierra más de ciento é cincuenta mil pesos de la hacienda del Marqués de Cañete, mi padre, que haya gloria, y mía, y debo más de los ochenta mil pesos de ellos, por lo cual se me encomendaron los indios de Callapa, Hayo-Hayo y Chuquicota y Machaca, que valen los tributos y tasas de ellos de diez y ocho á veinte mill pesos; y es venido á mi noticia que vuestro visorrey ha declarado por vacos los repartimientos quel dicho Marqués de Cañete, mi padre, vuestro visorrey que fué, dió, y entre ellos, éste, y que en el auto reservó en sí de confirmar ó hacer merced de nuevo á las personas que tuvieren méritos en quien estuvieren encomendados los

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dichos repartimientos; é porque yo soy una de las personas beneméritas y en quien puede caber la merced que se me hizo, y la que Vuestra Alteza fuere servido de hacerme, con que me pueda sustentar y pagar mis deudas, á Vuestra Alteza suplico sea servido de declarar no deberse entender conmigo el dicho auto; y si necesario fuere, de nuevo me haga merced y confirmación de los dichos indios, pues para ello tengo calidad y méritos, por la vía y orden que más Vuestra Alteza fuere servido; y en ello se me hará merced.

Otrosí: á Vuestra Alteza suplico mande despachar lo susodicho con brevedad, porque estoy de partida para España y no estoy detenido por otra cosa.-Don García de Mendoza.

1559.

LIV-Relación enviada por don García de Mendoza de lo que hizo para recuperar la provincia de Chile.

(Publicada en Amunátegui, Cuestión de Limites, t. I, 357).

Entendiendo el Marqués de Cañete, visorrey del Perú, que para la pacificación de aquella tierra convenía que la gente ociosa que había en la tierra convenía que saliese de ella, acordó sería bien que fuesen á las provincias de Chile, por cuanto le vino nueva que estaban en mucho aprieto y trabajo y necesidad en que los indios de las provincias de Chile tenían á los vecinos y habitadores de aquella tierra después de la muerte del gobernador don Pedro de Valdivia y desbarate. de Francisco de Villagrán, por lo cual habían despoblado tres ciuda des y las demás estaban en mucha necesidad; y que el adelantado don Jerónimo de Alderete, á quien Su Majestad había proveído por gober nador, murió antes de llegar á esta tierra; y que en esta coyuntura estaban en la ciudad de los Reyes procuradores de las dichas provincias, suplicando al Marqués proveyese de remedio con brevedad para aquella tierra no se acabase de perder, la cual estaba tan desacreditada y en tanta pobreza, que no querían ir allá las personas que eran necesarias para su pacificación y población; y ansí, con acuerdo del Marqués y los oidores que á la sazón había en esta cibdad, fuí proveído por gober

nador y capitán general de aquella tierra, lo cual yo acepté, entendiendo que así convenía al servicio de Su Majestad; y así comencé de hacer gente y á aderezarme de muchas armas y caballos y otros aderezos y pertrechos de guerra; y dentro de seis meses junté más de cuatro. cientos é cincuenta hombres y más de quinientos caballos, los cuales despaché por tierra con sus capitanes, y con otros ciento é cincuenta me embarqué en cinco ó seis navíos en el puerto de esta cibdad, llevando en mi compañía doce ó quince religiosos y clérigos y frailes, los más de ellos teólogos, para la conversión y predicación de los naturaes; y llegué á la dicha cibdad de la Serena, que es la primera de las dichas provincias de Chile, donde había ya llegado la gente de á caballo que iban por tierra; y de allí envié un capitán con cien hombres á las provincias de Tucumán, Juríes y Diaguitas, que también estaban á mi cargo, el cual por mi orden dió asiento en las cosas de Santiago del Estero, cibdad que allí estaba poblada, y pobló otras tres cibdades en tierra muy fértil y donde hay mucha cantidad de indios; y di orden en la tasa ó tributo que los naturales de la dicha cibdad de la Serena habían de dar á sus encomenderos, porque hasta allí no la había; y torné á despachar la gente que iba por tierra, y yo, con la que llevaba, me torné á embarcar para el puerto de la cibdad de la Concepción, que estaba despoblada; y en una isla que está en el mismo puerto me desembarqué, en la cual hallé mucha cantidad de indios que me estaban aguardando en escuadrón y á punto de guerra para me defender la entrada, los cuales, vista mi determinación, la desampararon, y con dádivas y promesas y otros buenos medios los procuré traer de paz. Ansí vinieron algunos, los cuales envié por mensajeros á los demás indios de los términos de la dicha cibdad de la Concepción, diciéndoles que Su Majestad les perdonaba y recibía en su clemencia, los cuales no lo quisieron hacer. Ansí estuve en la dicha isla más de dos meses de invierno, esperando la gente que venía por tierra, en el cual tiempo pasamos grandes fríos y trabajos, y viendo que se tardaban, me fuí á tierra firme con los dichos ciento cincuenta hombres, todos á pie, y con nuestras propias manos hicimos un fuerte; lo cual sabido por los indios, se convocaron y juntaron dentro de sus términos. Una mañana al cuarto del alba vinieron sobre mí y cercaron el dicho fuerte, y torné á requerir con la paz, y desde algunos días, llegada la gente que venía por tierra, con la cual se había juntado allí la questaba en la cibdad de Santiago,

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