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Y, ansimismo, que estando el dicho Hernando de Ibarra en la ciudad de la Serena y en ella por teniente el Licenciado Escobedo, sobre cosas é tocante á la ejecución de la justicia, el dicho Hernando de Ibarra quiso ir á la mano al dicho teniente, mostrándose valedor y parcial de Francisco de Aguirre, incitando á otros para el mismo efecto, y dijo palabras desacatadas contra el dicho teniente é tuvo é mostró en obras é palabras gran desacato á la justicia real.

Y ansimismo, habiéndolo sentenciado el dicho Licenciado Escobedo en destierro perpetuo de este reino, con pena de muerte natural, y embarcádolo en cumplimiento de él para el Perú, y siendo por él consentida la sentencia, en menosprecio é desacato de la real justicia é quebrantamiento del dicho destierro, se volvió á este reino y se embarcó en un navío en el puerto de Arica, donde, siendo informado dello, el señor gobernador don García Hurtado de Mendoza le mandó desembarcar á el Licenciado Martínez, corregidor de Arequipa, y habiéndolo desembarcado, prosiguiendo en el dicho desacato y menosprecio de la justicia, se vino por tierra hacia este reino; y viniendo debajo de la bandera del capitán Pedro del Castillo y enviádolo á cierto negocio delante á que lo esperase en el valle de Atacama, sin hacer caso del dicho capitán é contra la obediencia que debía tener, se le huyó y vino, sin más parescer ante él; y en el dicho camino dijo palabras escandalosas en deservicio de Su Majestad, dando á entender é publicando que Francisco de Aguirre estaba alzado contra el servicio de S. M., y otras cosas perjudiciales, y siendo por ello preso por mí en la ciudad de la Serena y habiéndolo enviado á la cárcel de esta ciudad de Santiago, y de ella llevándolo con prisiones á ponello en un navío para lo llevar á los reinos del Perú é de allí á los reinos de España, quebrantó las prisio. nes y cadenas y se huyó y ausentó; por lo cual fué visto é hase hecho reo de los dichos delitos de que le estaba hecho cargo; é después el susodicho se ha estado en esta ciudad, en escándalo y desasosiego de la república é desacato de la real justicia; y visto lo que contra él resulta acerca de las cartas é libelos infamatorios que se han echado en este reino, y ser el dicho Hernando de Ibarra hombre alborotador é inquietador de la república, desasosegador, como parece por los procesos é informeciones contra él acomuladas sobre la cuestión con Sancho de Figueroa y otra con el dicho Sancho de Figueroa y otra con Diego de Herrera, mercader; y otra con Garci Hernández, vecino de esta ciudad; y otra

con Juan Ruiz de Llanos; y otra quistión con Diego Pérez y otros en la ciudad de la Serena, y las palabras escandalosas que dijo en esta ciudad, queriéndolo desarmar Francisco Martínez, alguacil mayor, y los desacatos que dijo contra el maestre de campo Pedro de Villagra, siendo su capitán; y visto el desacato que últimamente tuvo en la resistencia que hizo cuando por mí fué preso en esta ciudad en las casas de Martín de Arcas, defendiéndose con una espada desnuda, en mi presencia, tirando muchas cuchilladas á los alguaciles é personas que por mi mandado le prendían; y todo lo demás que del dicho proceso resulta contra el dicho Hernando de Ibarra, etc.

Fallo que debo declarar, é declaro, al dicho Hernando de Ibarra por hechor y perpetrador de los dichos delitos contenidos en los cargos é cabeza de procesos que por mí le han sido hechos, y, en consecuencia de ello le debo condenar é condeno en pena de muerte natural, la cual sea ejecutada en su persona, en esta manera: que de la cárcel donde está sea sacado en una bestia de albarda, con una soga á la garganta, con voz de pregonero que manifieste sus delitos, y sea llevado al rollo de esta ciudad y allí ahorcado hasta que realmente muera, para que á él sea castigo é á otros ejemplo; é por esta sentencia juzgando así lo pronuncio é mando.-El licenciado Hernando de Santillán, etc.

Dada é pronunciada fué esta dicha sentencia por el dicho señor licenciado Hernando de Santillán, que en ella firmó su nombre, estando sentado donde hace audiencia pública. A veinte é cuatro días del mes de otubre de mill é quinientos é cincuenta y ocho años, siendo testigos Rodrigo de Quiroga y Francisco Pérez de Valenzuela y Juan Martín, alguacil. Tristán Sánchez, escribano de S. M.

Yo, Tristán Sánchez, escribano de Su Majestad é del juzgado del muy magnífico señor licenciado Hernando de Santillán, oidor de la Audiencia Real del Perú é justicia mayor é teniente general de estas provincias de Chile, por el muy iluзtre señor don García de Mendoza, gobernador é capitán general de ellas por S. M., doy fee y verdadero testimonio á todos los que la presente vieren, cómo en la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de estas provincias de Chile, á veinte é cuatro días del mes de otubre de mil é quinientos é cincuenta y ocho años, Hernando de Ibarra, estando en la escalera del rollo de la plaza de esta ciudad, al tiempo que se quería ejecutar una sentencia de pena de

muerte contra él dada por el dicho señor licenciado Hernando de Santillán sobre ciertos delitos, se volvió hacia la gente que estaba en la dicha plaza é dijo: «Señores, yo hice y escrebí las cartas que están puestas en el proceso que se ha tratado contra mí é otras de la manera que éstas seis ú siete ú ocho é yo tengo la culpa de ellas; por amor de Dios, que me perdonen todos los que en ellas he injuriado é yo les pido perdón;» á lo cual fueron presentes por testigos Alonso de Córdoba y el bachiller Bazán y Bartolomé de Arenas é Diego de Jeria y otras muchas gentes; y de mandamiento del dicho señor oidor que aquí firmó su nombre, di la presente, que es fecha en la dicha ciudad de Santiago, en el dicho día, mes é año susodicho, é por ende, fice aquí mío signo, á tal, en testimonio de verdad.-Tristán Sánchez, escribano de S. M. Y entre mes y días estaba firmado de una firma que decía: El licenciado Hernando de Santillán.

10 de enero de 1558.

XXX.-Carta de don García Hurtado de Mendoza á Felipe 11, avisándole la sujeción de Arauco.

(Archivo de Simancas).

(Publicado por Salvá, t. XXVI, 217).

S. C. C. M.:-Desde el asiento de la ciudad de la Concebción escribí á V. M. por principio de otubre pasado, cómo dentro en seis días que llegué allí por mar con la gente de á pié que truje en dos navíos para la pacificación de los indios alterados en estas provincias, vinieron á me cercar en un fuerte que tenía hecho y los desbaraté; y cómo envié luego á acabar de descubrir la navegación del Estrecho de Magallanes y á tomar noticia de la tierra que hay hasta la Mar del Norte, y me quedaba aderezando con la gente de por tierra, que ya había llegado, para venir á la pacificación deste estado de Arauco y de los demás alterados. Lo que después ha subcedido es que desde á quince días vinieron de paz algunos caciques y repartimientos comarcanos á la Concebción, y con ellos, no obstante los robos y muertes y destruciones que han

hecho en los que en esta tierra han estado, envié á decir á los de Arauco la clemencia que V. M. manda se tenga con ellos, y que enmendando lo de adelante la tendría yo en su real nombre, y por no querello hacer, sin tomalles cosa ninguna de comida ni lo demás que fuese menester para nuestro sustento, ni hacelles otro daño alguno, entré en su tierra, y avisados dello y ayudados de secreto por los de la Concebción que estaban de paz, salieron á mí, dos leguas antes que llegase á ella, al pasaje de un río grande que dicen de Biobío, donde los desba. raté; y entrado en el estado y paseado todo, juntamente con los términos de la ciudad Imperial, en que solía haber grand cantidad de indios, hallé la tierra tan perdida y destruida, que en este estado faltan más de la mitad dellos y la Imperial casi todos, que ha sido cosa de grand lástima y pena para según dicen estaba hoy á cuatro años. La causa, después de haberlo Nuestro Señor permitido, dicen que es haber tenido enfermedades y guerras entre sí y grand falta de comidas agora tres años, de que nació otro daño de mayor lástima, que es venirse á comer unos á otros, sin tener respeto padre á hijo, ni hermano á hermano, sino que han hallado tanto gusto que ninguno toman en la guerra que no lo comen, ni en la paz que esté seguro de su vecino que no lo maten para ello. Desde allí á un mes, se volvieron á juntar y me dieron otra guazábara, en que ansimismo fueron desbaratados, y después acá han venido y están algunos de paz y otros se fueron huyendo á una serrezuela que está cerca de aquí, y dentro de pocos días lo estarán todos y en sus casas, porque, aunque quieran, la tierra no tiene dispusición para hacer otra cosa; y entendido que, aunque todos estén de paz, no servirán bien si siempre no tienen sobre sí gente de guarnición, he poblado en medio dellos una ciudad y tornado. á poblar é reedificar la de la Concebción, que estaba despoblada desde el tiempo de la muerte del gobernador Valdivia, y depositado en algu nos caballeros y otras personas que han servido y sirven en la población, pacificación y sustentación de la tierra algunos repartimientos, dejando otros vacos en ella, y proveídas por capitanes y justicias de las ciudades de arriba, llamadas Imperial, Valdivia y Villarrica, algunas per sonas con gente que las tengan en justicia y trayan de paz algunos repartimientos dellas, que los indios deste estado con amonestaciones y miedos hicieron alzar cuando yo quería entrar en él, que aún hasta esto no quisieron dejar de intentar para ocupar los españoles en muchas

partes. Yo estaré aquí hasta dejar esto más sosegado, y luego subiré á reformar y dar orden en las ciudades de arriba, que con los trabajos que de los de acá les han alcanzado, lo han bien menester, y desde Valdivia iré ó enviaré un capitán á poblar otro pueblo, ques en el lago que dicen de Valdivia, que es asiento donde hay buena cantidad de indios, bien que creo que con los que quedan aquí, que es razonable número, y las ricas minas que hay, estando, como estará de aquí adelante esta tierra pacífica, será bueno y de provecho; y que estas dos ciudades que agora pueblo, ternán en breve lustre, por estar en lo mejor de lo que hay en la tierra, aunque, cierto, estoy corrido y aún lastimado de que trayendo en mi compañía tan buenos caballeros y soldados como se han juntado en estas partes, no les haya dado lugar esta tierra de que hiciese á V. M. el servicio que deseaba; y ansí, mostrando mi deseo, pienso, con el favor de Nuestro Señor, ir este verano ó al principio del otro á la conquista y pacificación de la tierra que dicen de los Coronados, que tengo noticia que es muy buena y de gran población, y de hacer lo mismo en otras comarcanas, de que V. M. sea muy servido y el real patrimonio acrecentado. También envié cuatro meses ha un capitán con cierta gente á conquistar y poblar cierta provincia llamada los Juríes, que es tierra de mucha gente, ganados y otras cosas, y en que hay buenas minas de oro y plata. Los indios de los términos de la ciudad de Valdivia han dicho que tienen noticia de los Coronados, que ha entrado por el Estrecho cierta cantidad de gente con siete ó ocho navíos, y que tienen comenzado á poblar, y sospéchase que podrían ser portugueses. Yo he enviado á tomar más lengua de todo: si así fuere, yo iré á servir á V. M. en echallos de allí, para que acaben de perder la pretensión de tan buena y mejor gana que en esto, y no pudiera venir á mejor coyuntura para que sepan que en cualquier tiempo y parte tiene V. M. criados y vasallos que saben bien defender su tierra, pues tengo aquí soldados y municiones, no solamente para echar de ahí la armada del Rey de Portugal, pero la de Francia que estuviera con ella. De todo lo que sucediere daré á V. M. relación. Nuestro Señor la real persona de V. M. guarde con acrecentamiento de más reinos y señoríos, como sus criados y vasallos deseamos. De la ciudad de Cañete de la Frontera, diez de enero de mil quinientos cincuenta y ocho años. —S. C. C. M.-Criado de V. M. que sus reales pies besa.-Don García de Mendoza.

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