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mas, Sumanas. Estas no cojen ni siembran, y son cortas de gente, y á distancia de cien leguas de dicho paraje de Guadalupe, se junta con éste otro río, que siendo su principio en la nación Tepeguana, que está al Occidente del Real de minas del Parral, y pasando por la nación Taraomara, Conchos, Sublimes y Tobosos, cuyas naciones son circunvecinas á dicho Real de minas del Parral, se entra en la dicha caja del río del Norte, y por esta razón se llama aquel puesto la Junta de los ríos, al cual el año pasado de 1684, bajó el Maestre de Campo Juan Dominguez de Mendoza con algunos soldados, y en su compañía el padre predicador Fray Nicolás Lopez, de dicha orden de N. P. San Francisco, y hallaron que el puesto era bueno, con disposición y tierras para sembrar y cojer, y juntamente vieron muchos indios Jumanes, Rayados, Oposmes, Poloaques y otros, y que algunos de ellos sembraban maíz, frijol, trigo, calabazas Ꭹ otras semillas; y los indios de estas naciones van por sus tiempos á trabajar á las sementeras del dicho Real del Parral y á sus minas, que distan de dicho paraje cien leguas. Y prosiguiendo el dicho río del Norte al Oriente con reconocimiento del Sur, se le junta otro río que llaman el Salado, á distancia de diez leguas, y también tiene su origen en dichas montañas del Nuevo México, que miran entre Oriente y Sur, y le dan nombre de río Salado, y desde este paraje prosigue el dicho río del Norte con crecido caudal y el mismo rumbo por entre unos cerros muy ásperos, que muestran ser minerales; y á distancia de su corriente como sesenta leguas está el Real de minas de Quencamé, á la parte que mira al Sur, habiendo de por medio muchos y crecidos cerros, y en la misma dirección, á distancia de otras sesenta leguas, poco más ó menos, deja á la parte del mismo Sur con la misma atravesía de cien leguas la provincia que llaman Parras, poblada de españoles, y que toma el nombre de haber en ella muchas viñas y que se coje vino, y en este distrito referido se albergan los indios que hacen daño, que llevan las caballadas de los españoles que viven á la parte del Sur. Y distancia de sesenta leguas más abajo, en su corriente, deja por la banda del Sur al Nuevo reino de León, con travesía de noventa leguas de tierra muy áspera, y desde este paraje al mar del Norte y golfo mexicano, tendrá de distancia como cien leguas, y por ser sus corrientes rápidas y crecidas, le dan nombre en aquella costa de río Bravo; sale en 26° entre Tampico y la bahía del Espíritu Santo.

>>Y volviendo otra vez á los cerros y montes que están al Septentrión de la villa de Santa Fé, centro del Nuevo México, por la parte que está al Nordeste del pueblo que llaman Pecos, se forma de aquellas vertientes otro río que endereza su corriente entre Oriente y Sur, y á distancia de

doscientas leguas de su origen iguala con el dicho río del Norte, cayendo éste á la parte interior de los llanos de Cíbola y banda del Norte, ochenta leguas de atravesía de dicho puesto, que llamamos la Junta del río de Conchos y Norte. Y á éste le llamamos el río de las Noeces, por haber en sus riberas y vegas muchos árboles de este género, morales, ciruelas, uvas silvestres y otras frutas, y por su amenidad hay en todo él y su vecindad muchas vacas silvestres que llaman cíbolas, y muchas gallinas de la tierra que en España llaman pavos, y todo género de venados á cuyo puesto el año 1632 fueron algunos soldados del Nuevo México, y con ellos los padres Fr. Juan de Salas y Fr. Diego de Ortego; y hallando allí á los indios de la nación Jumana amigables, y que mostraban inclinación á ser cristianos, se volvieron los españoles á la villa de Santa Fé y el P. Fr. Juan de Salas, dejando, como dejaron, en dicho puesto y con dichos indios al dicho P. Fr. Juan de Ortega, que estuvo con ellos tiempo de seis meses sin haberle hecho mal ni daño alguno. El año de 1650, el Capitán Hernan Martin y el Capitán Diego del Castillo con otros soldados y algunos indios cristianos, salieron de la villa de Santa Fé con orden del General Hernando de la Concha, Gobernador que entonces era de las provincias de Nuevo México, los cuales habiendo caminado por otro rumbo como doscientas leguas, llegaron á este paraje del río de las Noeces y nación de los Jumanas, adonde estuvieron de asiento más de seis meses, así porque los indios les mostraron afecto, como por haber hallado en aquel puesto suficiente y sobrado bastimento; y en el tiempo de dichos seis meses, sacaron del río cantidad de conchas que quemándolas despedían algunas perlas, que si bien no tenían el oriente de finas, por ser de agua dulce, mostraban serlo. Y caminarón estos dichos capitanes el río abajo en deresera del Oriente con reclinación al Sur, por las naciones de los que llaman Cuitoas, Escanjaques y Aijados, y despues de haber andado como cincuenta leguas, llegaron á los límites de la nación que llaman Tejas y no entraron dentro de su distrito por reconocer ser muy dilatada y haber mucha gente. Esta nación de los Tejas corre de Sur á Norte la distancia que hay del río del Norte hasta el río de las Noeces, que serán como cien leguas, y de ancho tendrá otras tantas de Oriente á Poniente, y desde el extremo de esta nación hasta la costa y Golfo Mexicano habrá como otras cincuenta leguas á la parte de Levante, y dichas cincuenta leguas las ocupan indios sueltos que ni cojen ni siembran, porque según las noticias de la cercanía de la costa, tiene muchos arenales y médanos. Por esta parte de los Tejas, que por la banda del Norte confina esta nación con los Quiviras, y una y otra se

dice tienen príncipes naturales ó caciques que los gobiernan, siembran y cojen sus sementeras de maices; sus tierras fértiles, abundantes de riegos por las corrientes del Norte, y que gozan de las vacas silvestres que llaman cíbolas y las demás frutas que contiene el río de las Noeces en que rematan. En estas naciones estará en 28° la nación de los Tejas, de cuyos límites se volvieron dichos Capitanes Hernan Martin y Diego del Castillo, por el mismo rumbo á la villa de Santa Fé, subiendo á la parte del Norte lo que va á decir de 28 á 37° y distancia de 250 leguas, y luego que llegaron á la dicha villa, manifestaron las perlas que llevaban y habían cogido, al dicho General Hernando de la Concha, el cual las remitió al Excmo. Sr. Virey con el P. Fr. Antonio de Aranda, Custodio, y habiendo llegado á esta ciudad de México, las entregó al Excelentísimo Sr. Conde de Alba de Liste, Virey que era entonces, el cual, con consulta de los Sres. Oidores de esta Real Audiencia y parecer del señor Fiscal, remitió despacho para que de nuevo el Gobernador de dichas provincias del Nuevo México, por aquella parte enviase soldados y Capitán que los gobernase de su satisfaccion, y que reconociesen el dicho río de las Noeces, y pasasen á vista de sus corrientes hasta donde pudiesen llegar, y trajesen razón verídica de aquella tierra y la marcasen en la mejor forma que pudiesen, el cual orden ejecutó el Capitán D. Juan de Samiago, Caballero del Orden de San Juan, Gobernador que era entonces de dichas provincias del Nuevo México, remitiendo, como remitió, el año 1654 al sargento mayor D. Diego de Guadalajara y treinta soldados á su orden y algunos doscientos indios cristianos por el rumbo referido, hallaron en él cantidad de indios de la nación Jumana, y queriendo proseguir su viaje, estos mismos indios advirtieron al dicho Sargento mayor D Diego de Guadalajara, que los Cuitoas, Escanjaques y Aijados estaban de guerra, y el dicho Cabo y Capitán para reconocer si era así, envió al Capitán Andrés Lopez y algunos indios cristianos y muchos de los jumanas que salieron de buena gana á reconocer dichas naciones, quedándose el dicho Capitán y Cabo en aquel paraje con el resto de los soldados, y habiendo caminado el dicho Capitán Andrés Lopez con los doce soldados é indios cristianos y jumanas como 30 leguas al Oriente, dieron con una ranchería de indios de la nación Cuitoas, con quienes tuvieron una guerra bien reñida y reconocieron que los indios de la nación Escanjaques y de la nación de los Aijados en diferentes tropas iban entrando á socorrer á los Cuitoas, con quienes estaban peleando, y después de haber durado la batalla casi un día, quedando por los nuestros la victoria, y con pérdida de muy pocos indios nuestros y muchos de los con

y

trarios, y cogiendo los vencedores los despojos y prisioneros, que llega ron á 200, fardos de gamuzas, de antas y cueros de cíbolas, se volvieron al puesto de los Jumanes y río de las Noeces, en donde tenía asentado el real D. Diego de Guadalajara, que luego que llegaron los soldados á su presencia se volvió á la villa de Santa Fé, y en esta ciudad está al presente el Maestre de Campo Juan Domingo de Mendoza, que se halló en esta jornada y guerra.

>>El año de 1606 el Adelantado D. Juan de Oñate, salió de la villa de Santa Fé con 80 hombres bién dispuestos de armas y caballos, y por su capellán el padre Fr. Francisco de Velasco, con firme intención de descubrir el mar del Norte, y cogió el rumbo al Oriente, y después de haber andado casi 300 leguas por los llanos de Cíbola, se halló en la nación de los Aijados, que hace frente por la parte del Oriente y casi confina con la nación Quivira por la parte del Norte, estando vecina de los Tejas por Levante; los cuales indios Aijados recibieron afables á dicho Adelantado y á sus soldados, y después de haber descansado algunos días en aquel paraje, los dichos indios Aijados, que entonces tenían guerra con los quiviras, conmovieron á D. Juan de Oñate á que fuese á la Quivira, y que ellos le acompañarían; y el dicho Adelantado, ó por corresponder á su agasajo, ó por astucia mañosa de reconocer aquel reino, se resolvió á condescender con el pedimento de los Aijados, y fueron con él más de dos mil de esta nación. Y luego que entraron por tierras de la Quivira, salieron algunos indios naturales de aquel reino á recibir al Adelantado sus soldados, y viendo que los indios de la nación Aijada, sus enemigos, iban en su compañía, recelosos de algún daño se retiraron á la parte interior de sus tierras; y los indios Aijados que iban en compañía de dicho Adelantado, comenzaron á quemar las casas y ranchos de los quiviras, y viéndolo el dicho Adelantado, les vedó el que las quemasen, y se sintieron de esto tanto, que revolvieron sus armas contra los españoles, y tuvieron con ellos una muy reñida batalla, y murieron en ella más de mil indios, y los demás se retiraron, sin haber muerto ningún español. Y habiendo visto el Adelantado que había mucha gente en la Quivira y que había de pasar por ella á reconocer el mar, de que no tenía noticia, porque reconoció estar lejos, y desde este puesto se volvió á la villa de Santa Fé por el mismo rumbo que había hecho el viaje, sin descubrir más tierra.

»>Y porque la villa de Santa Fé, centro del Nuevo México, nos sirve de guía para dar á entender las tierras y naciones que están á la parte de aquella región, se ha de advertir que después de los cerros que se si

guen inmediatamente después de dicha villa, que están en 28° en derecera del Norte, á distancia de 30 ó 40 leguas está una sierra muy alta, que llaman la Sierra Blanca, y más adelante, por la misma línea, al llegar á 54° hay unas sierras muy altas é inaccesibles, que todo el año están cargadas de nieve, por lo cual las llaman Sierras Nevadas; entran mucho distrito por la parte equinoccial, son muy dilatadas por la parte del Oriente, y llegan casi cerca de aquellas poblaciones de las naciones extrañas que están al Nordeste de la Florida, y pueden haber sido estorbo para que no se hayan dilatado á la tierra dentro; y de las vertientes destas Sierras Nevadas que miran al Oriente, salen los ríos que entran en dichas poblaciones, como lo es el que llaman Pohuatan, que está en 38°, el río Chuare en 35°, el río de San Lorenzo y el río Jordán en 34°, y de las vertientes de dichas sierras que están al Mediodía, se riegan aquellas provincias de la Florida y sus circunferencias, y de las vertientes que están al Mediodía rectas, bajan sus vertientes á la Quivira, y para mejor conocimiento es á saber: que la Sierra Blanca que está entre las Sierras Nevadas á la parte del Oriente, se forma un río que corre recto al Levante; y de las Sierras Nevadas baja otro con la corriente al Sur hasta juntarse con éste, de que se forma un río caudaloso y Grande, que así lo llaman, y prosiguiendo como 250 leguas al Oriente con reclinación á la banda del Sur, da una vuelta al mismo Sur como de 30 leguas y revuelve sobre mano derecha entrando por medio de la Quivira, en que según el rumbo de su corriente, proporcionadamente considerando la bahía del Espíritu Santo, que está en la costa, parece ser que es el mismo que emboca en dicha bahía 1.

>>El año de 1634, el capitán Alonso Vaca salió de la villa de Santa Fé cogiendo el derrotero al Oriente, llevando en su compañía algunos soldados y no cargando su dirección al Sur, como se hizo en las demás jornadas; después de haber andado casi 300 leguas por el dicho derrotero, llegó á este río Grande, y queriendo pasarlo, le dijeron los indios amigos que llevaba en su compañía no hiciese tal, porque de la otra banda entraba la Quivira; y tomando noticias de la tierra, le dijeron los indios que estaba muy poblada de gente, que cogían y sembraban sus maices, y gozaban de las vacas cíbolas, que también las había en aquella tierra; y prosiguiendo el capitán Alonso Vaca en querer pasar á ella, y ya que quiso formar balsas para el río, le volvieron á repetir los indios amigos que mirase lo que hacía, que aunque era muy valiente, por último lo

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