Imatges de pàgina
PDF
EPUB

de la religión de San Juan de Malta; el duque de Tursis, que lo es de las galeras de la escuadra de Génova; el marqués de Villafranca, de las de Sicilia, y el marqués de Bayona, de las de España. A éstos seguían los dos hermanos del duque de Alburquerque, los marqueses de la Guardia y Povar, mayordomos de semana; el Padre confesor y el capellán mayor, y después el eminentísimo cardenal D. Jerónimo Colona (que murió al séptimo día en el Final, de enfermedad de cuartanas), y á lo último las damas, que iban delante de la carroza de la persona imperial. Con esta comitiva marchó la Majestad Cesárea al Burgo, en cuya puerta estaba aguardando el gobernador de Milán, asistido de los tribunales eclesiásticos y seculares del Estado, y allí se repitieron las salvas de artillería y mosquetería, el vivo clamoreo de las campanas y los vítores y aplausos populares, que se continuaron hasta llegar á la iglesia de San Juan Bautista, á donde fué recibida por el mismo prelado, que la condujo á la capilla mayor en el íat rin que con toda solemnidad se cantaba el himno Te Deum laudanus en hacimiento de gracias por la felicidad deste viaje. Desde la iglesia se encaminó la Majestad Cesárea, en la misma carroza, por la calle Mayor (la cual y las demás accesorias se ostentaron en esta ocasión galantes, con diferentes aderezos de brocado y lucidas telas de oro, plata y seda) al Palacio ducal, que estaba riquísimamente alhajado; y en medio de los salones se veían majestuosas mesas colmadas de copioso número de viandas diversas y preciosas aguas. Y habiéndose sentado la señora Emperatriz en la mesa del mayor salón, la presentó D. Luis Ponce de León cantidad de riquísimas joyas, y entre otras curiosidades, se llevaron el aplauso seis cajas de vara y media de largo y una de ancho, forradas en tela encarnada y plata, tachonadas sobre muy ricos galones de puntas de oro de Milán. Estas cajas contenían varios dulces de Italia, dispuestos en ellas con tanto primor y aseo, que merecieron llevarse la vista de los circunstantes; dos de los cuales envió su Majestad Cesárea á la Reina nuestra señora en una falúa que al día siguiente salió la vuelta de Barcelona, con aviso de la feliz entrada en el Final. En este puerto se entretuvo la señora Emperatriz once días, asistida y festejada del gobernador del Estado, con famosas meriendas y bebidas extraordinarias, y en ellos recibió los parabienes de diferentes príncipes; como fueron del conde de Montecuculi, enviado con grande séquito de caballeros alemanes por el señor Leopoldo Ignacio de Austria, Emperador siempre augusto de Alemania; de monseñor Turiano, gentilhombre de nuestro beatísimo Padre Alejandro séptimo, quien la envió los Breves dilatando la legacía para después de consumado el matrimo

nio en Viena, y del príncipe Matías de Médicis de Florencia, en nombre del Gran Duque de Toscana.

Miércoles primero día de Setiembre, salió del Final la Señora Emperatriz, acompañada de D. Luis Ponce de León y de numeroso congreso de títulos y caballeros italianos que la condujeron aquella noche á la villa del Caño, y el día siguiente á Sping, adonde el marqués de Palavicino, capitán de las guardas del duque de Saboya, visitó á Su Majestad Cesárea en nombre de su príncipe.

Viernes tres, se hizo jornada en Ayguas, y allí fué visitada y hospedada magníficamente por la duquesa de Mantua y Monferrato. El día siguiente se hospedó en el convento de religiosos dominicanos del Bosco del Figuerol. Domingo cinco, en Alejandría de la Palla; en cuya plaza se le hizo á Su Majestad Cesárea famosísimo recibimiento. Lunes seis en Castelnovo de Scrivia. Martes siguiente en Vogera. Aquí fué visitada de D. Antonio de Saboya, gobernador de Villafranca de Niza. Y el miércoles ocho se hizo jornada á Pavía: en esta tan insigne como memorable ciudad recibió la señora Emperatriz mil norabuenas de un gentil-hombre enviado por la señoría de Luca, y allí descansó hasta sábado once del mismo mes, que se encaminó á la de Milán, si bien con impedimento de la mucha agua que llovió este y algunos días siguientes. En aquella ciudad entró Su Majestad incógnita con cincuenta carrozas de seis caballos cada una, asistida del duque de Alburquerque (que por entonces se hallaba muy congojado de cuartanas) y del gobernador del Estado, y con ellos fué á dar gracias á Dios á la iglesia del Domo de aquella populosísima ciudad, y después se alojó en el palacio ducal en el ínterin que se perfeccionaron los arcos triunfales, que para la entrada en público estaban prevenidos y maltrataron las aguas.

Esta entrada se celebró miércoles quince de Setiembre, y fué de las más ostentosas y graves que se han ejecutado en Italia á honor de príncipe católico, así en nuestros tiempos como en los antecedentes. Fueron tantos y tan costosos los arcos triunfales y el aderezo de calles, balcones y ventanas de la ciudad por donde se celebró esta felicísima entrada, que han merecido darse á la estampa la mayor parte de ellos, delineados en láminas de bronce, para que de los esmeros con que D. Luis Ponce de León se adelanta en el servicio de la augustísima casa de Austria, quede perpétua memoria en los venideros siglos.

Fueron muchos los fuegos artificiales que esta noche se esparcieron por la vaga región del aire, los cuales parece que gozosos de ver en aquella ciudad á la más preciosa Margarita de la austriaca casa, preten

dían ufanos competir con las brillantes antorchas del firmamento. Las máquinas y nuevas invenciones que famosos artífices fabricaron con el violento artificio de la pólvora, fuera de la entrada cubierta del castillo, fueron tales y tan extraordinarias, que admiraron generalmente á los ingenios más relevantes de aquella ciudad, formando las unas, ya las invencibles águilas del imperio de Alemania, ya los incontrastables castillos y leones de España. Festejo de que Su Majestad Césarea (que le estaba mirando desde los baluartes del castillo) se dió por muy servida, y lo manifestó en lo risueño de su semblante, como asímismo de la opulenta merienda con que la sirvió el castellano, que lo erá el muy noble caballero D. Baltasar Mercader.

Después de los fuegos se representó en Palacio una comedia con varias perspectivas y divertimientos de música y otros sainetes, los cuales se continuaron por algunos días siguientes.

Pero el viernes 17 del mismo mes de Setiembre (día en que la Iglesia nuestra Madre celebra fiesta al Santísimo nombre de María, y en que cumplió un año la muerte del Rey D. Felipe IV nuestro señor) quiso la señora Emperatriz que se celebrase en la iglesia del Domo, aniversario por el ánima del Rey su padre, y con efecto, se ejecutó en aquel día, vistiéndose en traje lúgubre, así Su Majestad Cesárea, como las damas y demás nobleza de aquel Estado.

Sábado 18 entró en Milán el marqués de Grana á visitar á la señora Emperatriz, de parte del señor Emperador, y la presentó un collar de diamantes y cantidad de cadenas de oro y ricas joyas.

Lunes 20 hizo esta función el marqués Alfonso Palavicino, capitán de las guardas de archeros del duque de Parma; el día siguiente el marqués Silvio Molza, gobernador de la ciudad de Reggio, de parte de D. Francisco Este, duque de Módena. Jueves 23, D. Francisco de Palma, en nombre de la república de Luca. Viernes 24, el procurador Vallier, embajador de la de Venecia, visitó á Su Majestad Cesárea y ofreció asistirla, hospedarla y regalarla en nombre de su príncipe, en los lugares del Estado veneciano, por donde se había de hacer el tránsito á Alemania.

El conde Filipe de Aglie, marqués de Rivaro, mayordomo mayor del duque de Saboya, superintendente de las Finanzas, ministro de Estado y de los más antiguos caballeros del orden de Su Alteza, entró en Milán á 24 de Setiembre, y hizo el cumplimiento de la bienvenida de parte del duque de Saboya.

Finalmente, miércoles 29 de Setiembre salió de aquella ciudad la

Majestad Cesárea, y por un navillo ó canal hizo la primera jornada en una vistosísima góndola betunada de verde y bruñida de oro, con vidrieras de cristal, cortinas y cielo de damasco y alfombrada de ricos tapices ajustados á la capacidad del bajel. Llevaba seis remeros vestidos de damasco verde, franjado de rica plata, y navegó á la Canomía, villa distante veinte millas de Milán, á donde ya estaban esperando los coches de su comitiva. Desde aquí se prosiguieron las jornadas por las tierras del milanés estado, y hasta entrar en las del veneciano fueron todas muy penosas por la abundancia de agua que llovió en aquellos días. En estos confines estaban los embajadores de aquella república, esperando á nuestra princesa, los cuales la recibieron, hospedaron y convoyaron con tanta majestad y grandeza como merecía su imperial persona, de quien se despidió D. Luis Ponce de León, y se volvió á Milán, colmado de honras favores.

Ꭹ A 8 de Octubre se hizo jornada en Roveredo, primero lugar de Trento (cuyo estado junto con los de Inspruk y Tirol ha heredado nuevamente el señor Emperador de Alemania), y allí fué majestuosamente recibida y agasajada del eminentísimo Cardenal de Harrac, Obispo de aquella ciudad, y del Príncipe de Dietenrechstein, Mayordomo mayor que ha de ser de la señora Emperatriz, asistidos de copioso número de príncipes y caballeros, y de las milicias de aquellos estados.

Domingo 10 de Octubre se hizo tránsito á Trento, y en ella el Gobernador (que lo era el Conde Juanelo) recibió, hospedó y regaló á la señora Emperatriz con grandes ventajas y demostraciones de regocijo. Aquí fué visitada del Conde de Sbalata, quien de parte del César le dió la bien venida y presentó un cofre con que le enviaba cantidad de cadenas de oro y joyas de diamantes, esmeraldas y rubíes; las cuales mandó su Majestad Cesárea repartir esta misma noche á la gente de su familia, así entre la que se había de volver á Italia y España, como la que había de entrar en Alemania en servicio desta Princesa. La cual fué otro día por la mañana conducida á la iglesia de San Marcos de aquella ciudad, y después de oir misa en su mayor capilla (á donde con toda solemnidad se cantó el himno Te Deum laudamus), salió á la puerta de la iglesia, y en ella el duque de Alburquerque, en nombre del Rey y de la Reina gobernadora, nuestros señores, entregó la persona de la señora Emperatriz al príncipe de Dietenrechstein y al eminentísimo Cardenal Harrac, diputados nombrados para este efecto por el señor Emperador de Alemania; los cuales la recibieron con la solemnidad y ceremonias contenidas en las instrucciones y órdenes que llevaban de sus monarcas. Y después de hecha

una profundísima cortesía, se despidió su Excelencia de la señora Emperatriz: él (aunque todavía con valeciente de las cuartanas) á embarcarse en el Final, en las galeras de Sicilia, y su Majestad Cesárea á proseguir el viaje de la Germania..... 1

4 Academia de la Hist. Colecc. Jesuitas, tomo 473, fol. 166. El Sr. D. Genaro de Alenda posee otra relación impresa de la entrada de la emperatriz en Barcelona y embarco en el puerto, mas en ella sólo se dice del duque de Alburquerque que daba el brazo á S. M.

FIN.

« AnteriorContinua »