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RELIGION DE LOS INDIOS CHILENOS

Muchos escritores han pintado estos indios por hombres sin religion, de modo que los han creido por ateístas verdaderos, pero ello bien examinado no es así. La manera libre de vivir y el no ver en ellos sacerdotes, sacrificios ni lugares sagrados, ha inducido a estos autores a desterrar de ellos toda religion, como que no se pudiese encontrar alguna que se acomodase a éstos. En efecto, la religion de los chilenos es muy conforme a la manera que ellos tienen de pensar y de vivir.

Ellos primeramente reconocen un ente supremo, a quien dan el nombre de Guen pillan, que quiere decir alma del cielo. Confiesan en él la omnipotencia, la eternidad, la infinidad, y lo hacen criador de todo; porque con todos estos títulos o atributos, esto es, Uilpepilun, Mologhelu, Aunolu, Uilvemuoe lo apellidan. El es, dicen, el gran Toqui del mundo invisible, y en tal cualidad tiene sus Apo Ulmenes y sus Ulmenes, a los cuales deja el gobierno de las cosas inferiores. Los Apo-Ulmenes son el Epunamun, que es su Marte o dios de la guerra, del que cuentan cuasi todas las fábulas que se cuentan de los duendes, y de quien tienen una idea nada ventajosa de su figura, porque lo creen de unas piernas grandísimas, robustísimas y mal formadas, los brazos asimismo largos y recios, y lo demas del cuerpo regular. El segundo es el dios Meulen, benéfico y amante del género humano; y el tercero, el Guecubu, espíritu maligno, al que atribuyen todas las desgracias e infelicidades que suceden aquí en la tierra. Reconocen tambien otra divinidad, pero que no se sabe en qué órden la pongan, ni de qué cualidades la revistan, esto es la Antumalghen o sea la mujer del sol, a la cual conceden la divinidad que niegan a su marido, a quien no conceden ni aun que sea ente viviente. Los Ulmenes, esto es, señores de territorio, son los Genios, los cuales presiden particularmente a las cosas criadas, y de acuerdo con el buen Meulen procuran de contrapesar el formidable poder del Guecubu. De éstos suponen ma

chos y hembras, éstas quedan siempre vírgenes, porque la generacion no tiene lugar en el mundo intelectual. Los machos los nombran Gen, que es decir, los señores. A las hembras llaman Amchimalghen, esto es las ninfas espirituales; creen que ellas hagan con los hombres los oficios de los espíritus familiares. No hay indio que no se jacte de tener una a su servicio. Nien-cai ñi Amchimalghen, yo tengo tambien mi ninfa dicen, cuando han salido con sus intentos. De ninguno de estos dioses tienen imágen alguna, ni sacerdote, ni templos, ni otros lugares sagrados, ni tampoco usan ofrecerles sacrificios. Ellos, acomodando el gobierno del Supremo Ente a su gobierno, dicen que así como sus Ulmenes no pueden poner pension o contribucion alguna a sus vasallos, así los Ulmenes, Apoulmenes y Butathoqui no pueden a los de acá de la tierra gravar en las cosas de la tierra y principalmente no necesitando de ellos.

No obstante este principio, cuando ellos se ven constreñidos a hacer la paz, usan algunas ceremonias de veneracion y obsequio, porque matan algunas de sus ovejas, esto es, de las Chilihueques: rocian con su sangre el ramo de canelo, significativo de la paz, y cierran esta funcion con el incienso del tabaco. En el tiempo tambien de sus enfermedades graves no dejan de recurrir al dios Meulen, presentándole algunos pequeños donecillos, como cuando van a sus baños de Pismanto, a los que dicen él preside y asiste particularmente. Arrojan en la agua estos donecillos, y si por su natural peso ellos se van a fondo, creen que han sido aceptados, y, por consiguiente, cierta la recuperacion de su salud; pero si por su natural ligereza ellos se quedan nadando, que los ha rechazado, porque no le agradan, sin que por eso desconfien de conseguir lo que pretenden.

No confian precisamente en estos dones, sino que ponen los medios que creen mas oportunos para obtener la salud. Llaman sus médicos, que ellos nombran Machi. Estos primeramente no omiten cosa alguna de aquellas que alcanza su ciencia para sanar el enfermo. Usan de la sangría, de los purgantes, de lenitivos, confortantes, sudoríficos, etc. Si ellos ven que con cuanto han usado, el enfermo no mejora sino que va a morir, comienzan a usar de términos muy ambiguos y a mover las mujeres, padres o hijos del enfermo, a un sacrificio que lleva, entre ellos, el nombre de Machitun, por medio del cual creen descubrir el mal. Determínanse ordinariamente a él y se convidan algunos para que se hallen presentes. El Machi, que se puede decir hace tambien en esto de sacerdote, juntos todos, pone en el sitio que mas le agrada una rama de canelo, abre por medio una oveja, sácale el corazon, le chupa la sangre y con ella rocia al enfermo; despues finge ponerlo entre la rama de canelo, vuelve inmediatamente al enfermo, lo mira con gesto horrible, finge abrirle el pecho para observarle el corazon, y artificiosamente le acomoda sobre su pecho aquel de la oveja. Entretanto, las mujeres que se hallan presentes entonan un canto el mas lúgubre que se pueda oir. El Machi inciensa con humo de tabaco el ramo de canelo hacia las cuatro partes del mundo, y todo muy pausado para dar lugar a que acaben con su tristísima cancion las mujeres. De aquí, tomando él su tamboril, suena un rato como para descanso de las mujeres, las cuale entonan otro canto aun mas lúgubre que el primero, con lo que, fingi adose que le viene el espíritu, se deja

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caer en tierra, da saltos terribles y ciertos movimientos y gestos, con que infunde el horror y espanto en todos los circunstantes; da un silbo, que parece sale de una caverna, con el que suspenden el canto las mujeres, y él comienza a exponer el orígen, progresos y consecuencias de la enfermedad, todo con términos ambiguos para no ser cogido en falsedad. No pocas veces son por él culpados los enemigos del enfermo. En esto, mientras los hombres rodean al enfermo a observar casi en medio de las tinieblas su corazon, para confrontar lo que ven con lo que dice el Machi, el enfermo, entretanto, invoca al dios Meulen, u otro por él, si no está en estado de hacerlo, como es lo comun. Cuando ha dicho todo, el Machi muda de tono y las mujeres empiezan otro ménos triste, con lo que él se alza de tierra, inciensa de nuevo el ramo y las cuatro partes del globo y vuelve al enfermo a deshacer su ficcion. A mas de ser este un sacrificio imprecatorio, tiene fatalísimas consecuencias, como se verá en su lugar. Aun mas extravagante es el que hacen a su dios Huecubu, cuando sus sementeras se hallan infestadas de ratones, o de langostas, o de gusanos. A este dios, como dejo dicho, atribuyen todas las infelicidades de la tierra; si un caballo se les cansa, el dios Huecubu se ha sentado sobre sus ancas; si la tierra se mueve, el Huecubu le dado un empujon, y en fin, ninguno muere que no sea por el Dios Huecubu. Confirman ellos esta extravagancia de pensar con el sacrificio que le ofrecen y voy a referir. Cuando sus campos están infestados de dichos animales se convocan todos los comarcanos para el sacrificio, a que no se niegan. Procura cada uno coger los mas que puede de dichos animales, y puestos en un saco los llevan a un cierto prado, lugar determinado para este sacrificio, donde todos se ponen en dos filas diversamente vestidos de lo que acostumbran ordinariamente, porque se cubren la cara con unas máscaras de leño, y la espalda con un cuero de vaca bien seco, del cual penden muchos pedacitos de aquellas cañas llamadas coliu, dispuestas de manera. que se tocan unas con las otras y hacen un grandísimo ruido. Todo el restante del vestido es muy ridículo. En el medio de las dos filas se colocan los ulmenes. Estando todo prepado, una de las filas camina hácia el oriente, y la otra hácia el occidente, pero no tanto que se separen totalmente la una de la otra, porque cuando el último de aquella que va al oriente empareja el último de la otra que va a occidente, esta vuelve al poniente, la otra al oriente. Durante este sucesivo movimiento las dos filas se dicen mútuamente todas aquellas injurias y oprobios que les vienen a la boca. Las mujeres, que entre ellos siempre tienen nombres de cosas despreciables, son el objeto como de atribucion y contra quienes se desbocan mas. Cuando así se han bien encolerizado, los ulmenes se salen fuera y se separan de ellos, y los que componian las filas comienzan a sacudirse con los puños y los bastones que llevan consigo, de modo que muchos de este sacrificio salen con las cabezas y brazos rotos y con heridas considerables, y tal vez queda alguno muerto en el campo. Cuando se han bárbaramente apaleado, los ulmenes interponiéndose en el medio y con la voz imperante hacen la paz, y entónces dejando salir de los sacos los ratones, corren detras de ellos y los matan con sus mismos bastones.

A la mujer del sol que entre ellos goza el órden de divinidad, no se sabe que en ocasion alguna le tributen algun sacrificio, como ni a los dioses ulmenes, sino es que se quiera referir a adoracion de esta las consultas que hacen a sus adivinos, que ellos llaman lligua o dugul, esto es, habladores en los negocios de grande importancia. Algunos de estos para adquirirse mas crédito y mas veneracion a sus dichos, se despachan entre ellos por genguenu, ghenpuñu, ghenpiru, es decir, por señores del cielo, de las epidemias y de los gusanos, que pueden hacer llover, impedir las fatales consecuencias de las enfermedades, etc., con lo que son temidos. El valeroso araucano que intrépido hace frente a la muerte en los combates, tiembla en la presencia de uno de estos. Lo mismo le sucede a la vista de alguno de los pájaros, que han calificado de funestos anuncios. No menos temen los calcu, esto es, las brujas, las cuales, por lo que ellos dicen, habitan de dia en la caverna con sus discípulos, llamados por ellos ibunche, que es decir, hombres animales, y de noche se trasforman en pájaros nocturnos, vuelan por el aire, y despiden sus flechas invisibles contra sus enemigos. La firme persuasion en que están de esto, lo manifiestan bien en la séria narracion de las apariciones y fantasma y de los duendes, acerca de lo que despachan infinitas fábulas. La pueril debilidad en este género parece incompatible con su corage, si el exámen del espíritu humano no nos hiciese ver contínuos ejemplos de semejantes contradicciones. Mucho ha ayudado y favorecido a nuestros españoles esta credulidad de los indios, como se notará en la historia. Con todo, no falta uno u otro que no preste asenso a estos agüeros y que se ria de tales necedades.

Van sí todos de acuerdo en órden a la inmortalidad del alma. Esta verdad fundamental está arraigada en sus juicios. Conocen al hombre por un compuesto de dos sustancias muy diversas y opuestas, esto es, el cuerpo que llaman anca, y la alma que dicen am o pulli, aquel corruptible, y esta otra, ancanola, incorpórea, y mugheolu, eterna, o que dura para siempre. Esta distincion es tan cierta entre ellos, que mucha veces se sirven metafóricamente de la voz anca para decir la parte, la mitad, o el sugeto de alguna cosa. Acerca del destino que tendrán despues de la separacion del cuerpo sus almas, convienen todos en decir como los otros americanos, que despues de la muerte van a la otra banda del mar hácia el occidente, a un cierto lugar llamado Gulcheman, es decir, lugar de los hombres pasados. Quien de ellos dice que en este lugar los buenos gozarán de un territorio lleno de delicias y sin fatiga alguna, y tendrán sus mujeres, pero que no engendrarán, y los malos un territorio falto de todo. La alma será trasportada a las espaldas de una ballena, pero que antes de entrar a dicho lugar deben pagar todos un cierto tributo a una vieja, llamada Tempulcague, que hay a la puerta, la cual saca un ojo a aquellos que no le quieren pagar.

Como ellos crean que la alma ejercite en la otra vida las mismas funciones que en esta unida al cuerpo, de aquí es que ellos se persuaden que las almas de los suyos pudien lo volver a pasar el mar, vienen no pocas veces a ayudarles en las gurras, como tambien las de sus enemigos a ofenderlos, por lo que estos espíritus se hacen mútuamente la gue

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321 rra, combaten furiosamente unos contra otros. Estas batallas de las almas las ven ellos en las tempestades de truenos, relámpagos y piedras, descifrándolas de este modo. El rumor de las nubes es el patear de los caballos; el frecuente rumor del aire, el sonido de los tambores; el ruido de los rayos es el de los cañones de la artillería, y su resplandor el fuego de la pólvora; el granizo son las piedras que tiran sus espíritus contra los espíritus españoles. Si la tormenta la lleva el viento hácia la parte de los españoles se alegran grandemente, diciendo que sus espíritus hacen huir a los espíritus españoles y con grandes aplausos los animan gritando: inabimen, inabimen, puenlaghentimen, uruquivilmen, que quiere decir, seguidles, seguidles amigos, no les tengais compasion; pero si la tormente va del septentrion al mediodia, esto es, hácia sus tierras, se entristecen, diciendo que sus espíritus van huyendo vencidos por los espíritus españoles y exclaman: ciavolamen, puen no mun tumen, deteneos amigos, esforzaɔs.

De esta firme persuasion en que estan de la inmortalidad de sus almas dependen algunas ceremonias que usan en los mortuorios de sus difuntos. Cuando alguno muere, inmediatamente circundan el cadáver las mujeres, los hijos y los parientes, y sentados en la desnuda tierra, lo lloran por un buen rato y cantan funestísimas canciones. Las mujeres despues lo visten con sus mejores vestidos y joyas y lo colocan sobre un túmulo alto que llaman pilluay y segun el sexo le ponen o sus armas o instrumentos femeniles con alguna cosa de comer: en este estado queda ocho o tal vez veinte dias hasta que se juntan todos los parientes. Esta junta se dice caricahuin, esto es, convite negro, porque este color es tambien para con ellos la distincion del luto. Antes de llevarlo al sepulcro, el machi, estando los parientes al contorno, lo desnuda, lo lava y registra diligentemente para descubrir en él alguna señal del veneno, porque estos médicos maliciosos e ignorantes, atribuyen a maleficio cuasi todas las enfermedades. Si por alguna casualidad descubre alguna cicatriz de herida vieja, o señal que haya dejado alguna contusion que en lo pasado hubiese sufrido el muerto, lo que es moralmente cierto encontrar entre estos indios, afirma haber entrado por aquella parte el veneno que le dieron; abre el cadáver, saca de él el corazon y pretende ver en él las señales e indicios evidentes de esto que asegura. Mientras se hacen estas ceremonias indispensables, dos jóvenes corren furiosamente a caballo enfrente de la puerta de la casa. Vestido despues de nuevo el cadáver, lo llevan en el mismo féretro procesionalmente al eltun, esto es, a la sepultura de su familia. Los parientes mas inmediatos cargan el cuerpo, al que circundan mujeres que lloran el difunto. Una mujer va esparciendo por el camino ceniza inmediatamente despues del féretro, a fin que la alma de aquel muerto no pueda volver a casa. Llegados que son al lugar de la sepultura, giran dos o tres veces en contorno, ponen el cadáver sobre la superficie de la tierra y todos los parientes le hacen. su regalo, poniendo, finalmente, en la sepultura y al lado de él, todos aquellos regalos y todo el viático necesario para un viajante. No pocas veces matan tambien un caballo y lo ponen allí a fin que el difunto se pueda servir de él en su viaje, si la ballena no le agrada. Hecho todo

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