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HISTORIA DE CHILE. LIB. V.-CAP. III

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La única especie de culebra que hay en Chile, es la que los naturalistas llaman culebra de Esculapio. Ella es inocente y sin veneno. No obstante, ella hace un grave daño a las criaturas, porque yendo a robarles la leche, pone su cola en la boca de la criatura en tanto que ella se cuelga del pecho, como para engañar la criatura y que no haga advertir a la madre con su llanto del robo que ella hace. Estas criaturas se les ve macilentas y desmedrarse cada dia mas. Sucede esto con bastante frecuencia en las casas de los campesinos, porque, por su miserable construccion, hallan estos reptiles toda comodidad de esconderse al menor rumor que sientan, y aun de escapar fuera, si la necesidad lo pide. Casi no hay casa de los campesinos chilenos donde no se encuentren de ellas, por lo que algunos suelen criar dentro de casa águilas que les hagan la caza. Su cuerpo es listado de blanco y negro, y tambien de amarillo y de pardo, con graciosa distribucion de dichos colores. Las mas grandes no pasan de tres piés.

PECES DE MAR

El mar de Chile es tan rico de peces, que, queriendo significar su abundancia, él no deja lugar a hipérboles. Estoy persuadido que por mucho que parezca, digo, nunca llegaré a explicar lo que ella es en realidad. De solo los que se comen en Chile y que a corta distancia de tierra se pescan, cuentan los pescadores chilenos setenta y seis especies, las cuales, por la mayor parte, son diferentes de estas de Europa, o por decir mejor, exceptuados la raya, el torpedo, la cascaria, el pejecan, el pejesierra, la rana pescadora, la anguila, el congrio, el pez espada, el bacalao, el merluzo, el bonito, la cabrilla, la trilla, la sardina, la vesuga y algunos otros, todos los demas son totalmente diversos. En esta gran multitud de especies hay muchos de ellos de carnes excelentes y delicadas, y no se encuentra uno, ni entre los pequeños ni entre los grandes, que tenga espina entre medio de su carne, y así se comen sin el recelo en que ponen muchas especies de acá de Europa.

La multiplicacion de individuos de cada una de las especies, o sea por propiedad de aquel mar o por el poco número respectivo de gentes, excede toda ponderacion. Los viajantes que allí han estado unánimemente se acuerdan a dar testimonio de esta verdad. El que quiera cerciorarse de esto lea a Frezier en el tomo I, página 212, al almirante Anson en el libro II, capítulo I, página 103; a Byron en los viages de Herr Keursorth, tomo I, capítulo VIII, página 126 de la edicion de Lujan, y el Carteret en la misma obra, capítulo II, página 241, omitiendo otros muchos que se podian citar.

Sucede no pocas veces ver las playas, principalmente desde el grado 33 hasta el 41, todas cubiertas de peces amontonados unos sobre otros hasta el alto de una vara, los cuales, huyendo de los peces grandes, sus enemigos, se arriman a ellas, de donde son botados afuera por la fuerza de las

olas del mar. Muchos de los naturales persuaden que esto suceda por alguna peste que haya encendido entre ellos, por lo que se abstienen de comerlos. Pero la mayor parte los come, así frescos como secos, y hace de ellos una gran provision, cogiendo solo los que hallan aun vivos, sin que se experimente algun detrimento en la salud. Aunque a la luz del dia haya muchos pescadores que estén prontos a coger los que llegan vivos, aun no pueden ellos coger ni un centésimo, y creo no arriesgar la verdad si digo ni un milésimo de los que bota el mar vivos, y así con los que mueren en las playas, particularmente de los que bota la noche, se hace un monton por toda su ribera del alto que he dicho.

La hedentina que la putrefaccion de tanto pez muerto causa, se siente en distancia de mas de cuatro leguas, y si no se tuviese la providencia de enterrarlos, se podia recelar una infeccion del aire con fatales consecuencias en la salud de los habitantes del Reino.

El rio Cauten o de la Imperial, que es ancho novecientos piés, y tan profundo que puede sostener navíos gruesos en ciertos tiempos del año, se llena de tal suerte de peces grandes desde su boca hasta siete leguas dentro, que los indios, desfilados por una y otra banda, pescan en cantidad fijándolos con cañas agudas, de las sólidas del país. Cuasi nunca dan en falso sus tiros. Lo mismo sucede en la mayor parte de los rios australes. ¡Qué tiempo tan precioso para hacer en la boca de estos rios una pesca copiosa, que daria una actividad grande al comercio de Chile!

En el archipiélago de Chilué, donde la multiplicacion de los peces es por ventura mayor que en lo restante del Reino, los indios usan un modo extraordinario de pescar, que hace ver, a mi juicio, aun mas que lo dicho, la abundancia de pescado del mar de Chile. En la boca de los rios o en las playas del mar, hacen ciertas estacadas de leño, que enlazan entre sí con ramas entretegidas lo mas estrechamente que pueden, a fin que no se pueda escapar alguno que caiga dentro. A estas estacadas dejan hácia el mar una puerta que cierran por medio de una cuerda larga, cuando el mar comienza a bajar. Dentro queda una tan grande cuantidad de peces, que, tal vez, así por el número como por su corpulencia, suelen, con el esfuerzo que hacen, arrancar los leños y escaparse. Cuando no sucede esto, es tan copioso el número de peces, que la gente que allí concurre, no siendo de ordinario bastante a cargar con todos, deja escapar de ellos la mayor parte. Es de notar que estos pescadores cogen solo una especie, que llaman robalo, y de éstos los mas gruesos para comerlos luego, o para secarlos al humo, despues de haberlos limpiado muy bien y tenido en agua del mar por veinte y cuatro horas, a fin de que se salen. Cuando están bien secos los enfardan, poniendo ciento de ellos por fardo, el cual venden a razon de dos hasta tres pesos, por ropa.

En las islas de Juan Fernandez, a mas de los otros muchos peces, se pesca el bacalao. En la pesca que se hace de éste, en dicha isla, pasa lo mismo que se dice del Banco de Terranova, esto es, que el tirar el anzuelo y retirarlo con su pesca es todo uno. Este pez, que jamas desampara todas las costas de Chile, se le ve venir a ellas en tropas innumerables los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre. Los chilenos que antes no hacian cuenta alguna dél, de pocos años a esta parte, con el ejemplo

HISTORIA DE CHILE.-LIB. V.-CAP. IV

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de un frances que se estableció allí, han principiado la pesca de este pez. Si esta pesca se recela bien y ella se hace con empeño, será a los chilenos de una suma utilidad, y si ella se extiende a las otras especies y otros modos de beneficiar los peces, podia solo Chile proveer a la España abundantísimamente de bacalao y de otros peces regaladísimos, de modo que los navíos que vuelven del sur pueden venir enteramente cargados de peces secos, de peces en vinagre, de peces en aceite, con lo que las naciones extrangeras no harán tanta extraccion de dinero de la España, como hacen de estas cosas.

La descripcion de las setenta y seis especies seria una cosa muy larga. Yo emprendo solo la descripcion de los mas estimados por los chilenos, que no se conocen en Europa, y unos pocos de los mas singulares. Del primer órden son el ya mencionado robalo, el pezrey, la lisa, la corbina, y del segundo el pezefajado, el pezegallo y el tollo.

El robalo es cuasi cilíndrico, largo de dos o tres piés, y vestido de escamas angulosas, doradas sobre el lomo, y plateadas aquellas del vientre: tiene las agallas todas suaves o sin espinas, la cola truncada, y la espalda señalada longitudinalmente de una capa azul ornada de amarillo. Su carne es blanca, un poco trasparente, de delicado sabor; cuando está recientemente muerto hace pocas hojas, y su carne es muy gustosa, pero, despues de un dia, toda ella se convierte en hojas gruesas, poco mas del canto de un peso duro hácia la cabeza, y las de hacia la cola son sutiles como un medio real. Se estima, particular mente el que se pesca en las costas de Arauco, donde se cogen algunos que pesan hasta 28 libras. Algunos pretenden que los del Archipiélago sean no solo mayores, sino tambien mas delicados. El robalo seco es mas gustoso que todo otro pez.

El pezrey, se ha merecido este nombre por excelencia de su carne, en gusto y delicadeza. Es poco diferente de la grandeza del arenque: su cuerpo es cilíndrico, su espalda dorada en el lomo y plateada en los costados; tiene el hocico corto, obtuso, sin dientes, y los ojos amarillos con la fride purpúrea, y la pupila azul; sus aletas son suaves, de color amarillo, y la espina dorsal se extiende desde la cabeza hasta la cola, la cual es dividida en dos partes. Este pez es tan abundante en todo aquel mar, que, no obstante la estimacion que se hace dél, suelen los pescadores dar sesenta y ciento y aun mas por un medio real. No tiene otras espinas que las que forman sus costillas, las cuales se quitan con tanta facilidad, que, puesto en agua, un poco mas que tibia, despues de abierto, con pasar un dedo por dentro vienen todas ellas fuera y el pez queda solo con la dorsal.

La lisa se asemeja mucho al múgil ordinario por la figura y por las escamas y por el gusto, pero se distingue dél por la aleta dorsal, que es solitaria. Hay de mar y de agua dulce, esta última es de un sabor exquisito, y que por algunos es antepuesto, aun a aquel de las mejores truchas. Ambas a dos tienen poco mas de un pié de largo. Asada, y despues aliñada con un poco de aceite y vinagre y pimienta, es un regalado manjar. La de mar es muy grande, y dicen que continuada causa la sarna, por lo que la desprecian.

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