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DEL ORO Y SUS MINAS

El oro es tan comun en Chile que se puede afirmar, sin arriesgar la verdad, que no hay monte, ni colina, ni llano, ni rio, ni torrente en que no se encuentre. El mas y el ménos es solo en lo que consiste la diferencia de los lugares, y lo que hace que sus habitantes apliquen su trabajo mas antes a uno que a otro. No todo este oro es de una misma cualidad. El empieza desde doce quilates y llega hasta el mas subido que se ha encontrado de 23 quilates y medio. En suma, si se hubiesen de trabajar las minas solo que están descubiertas y que frutan mucho y buen oro, no bastarian 40,000 obreros, y el oro bajaria en todo el mundo a mas de lo que ha bajado de su extraccion desde que se ha descubierto la América.

Las que presentemente se trabajan son la de Copiapó, Guasco, Coquimbo, Pelorca, Ligua, Thitil, Putaendo, Caren, Algue, Chibato y Huillipalagua, las cuales, a excepcion de las tres últimas que son recientemente descubiertas, han rendido siempre, desde el tiempo de la conquista, un producto constante y muy considerable. Muchas otras hay que no se trabajan, no obstante que les consta de su gran riqueza, sino, o porque están en las provincias araucanas, como las celebérrimas de Osorno y las de Angol, o porque han dado en agua, como las famosas de Peldehue, vecinas a la capital del Reino, o porque en la realidad han quedado engañados los mineros. Muchas prometen mucho a sus principios, e internándose el trabajo, faltan de un golpe, continuan frutando muy escasamente. Solo anima a seguir en este segundo caso el ejemplo que han visto en várias de ellas, que, despues de algun tiempo de este cortísimo fruto, se hallan de repente con un pozo de una gran riqueza que ellos llaman bolson, con el que compensan no solo los trabajos antecedentes, sino que llenan las arcas del dueño. De estos bolsones, cuya extension, por lo comun es circu

lar, se hallan tambien, de cuando en cuando, en las mas ricas minas, de modo que todos los mineros de Chile viven siempre con esta esperanza, la que tarde o presto viene a tener su efecto.

La matriz de este metal (diré con don Juan Ignacio Molina) es muy varia, de lo que pende la variedad de quilates que se nota en los oros de Chile, y se puede con razon decir que no se halla especie alguna de tierra, de piedra o de metal que no sirva a este precioso de criadero o de proporcionado receptáculo. Por todas partes se le ve lucir o en granos o en hojas o en masas irregulares. Con todo, la mas comun matriz es una piedra arcillosa, roja y frágil. Son tambien muy diversas las fajas que acompañan la matriz, que los oritologistas chilenos llaman capas. Algunas son cuarzosas, otras espatosas, y otras dominadas del pedernal de la roca, de cuerno o del mármol, etc. Las vetas madres se extienden en diferentes venas riquísimas, que han engañado no pocas veces a los mas expertos mineros, que las han tomado por las matrices; por lo que han dirigido hacia ellas el trabajo de la mina, pero que a poco las han hecho volver al verdadero tronco con el fin que han visto de ellas. No obstante, algunas costean horizontalmente una montaña a pocos piés de profundidad, pero son muy pocas. Su direccion es muy inconstante; pero, por lo comun, parece se inclinan de mediodia hácia septentrion.

Dos especies de minas de este metal se trabajan en Chile; una que se dice de piedra y otra de lavadero. La primera es muy costosa, fatigosa y ella requiere mucha gente y muchos instrumentos, pero al mismo tiempo trae una utilidad mayor y mas constante que aquella que traen las minas de lavadero, a cuyo trabajo se aplican solo aquellos, que, por sus pocas facultades, no pueden proveer a lo necesario para las otras. De las minas de piedra se extrae el metal, o rompiendo éste con picos o tal vez con taladros llenos de pólvora. Estas piedras metálicas se reducen a pedazos mas pequeños y últimamente a polvos en un molino que lleva el nombre de trapiche. El mecanismo de este molino es tan simple como el que tienen los molinos de moler la aceituna para sacar de ella el aceite: dos piedras forman el todo de su máquina, una horizontal y otra verticalmente puesta. La horizontalmente puesta es inmoble y la otra es la que gira. A la firme, o como dicen solera, dan algunos en su circunferencia un borde de siete o mas pulgadas de alto para retener los metales. Tiene en su centro un agugero por el cual pasa un cilindro vertical, cuyo extremo superior entra en una viga del techo de la oficina, de modo que él pueda fácilmente girar, y su extremo inferior plantado en una rueda puesta abajo de dicha piedra, por medio de la cual recibe movimiento la otra piedra, teniendo ésta un brazo, que sale de dicho cilindro, por eje. Su diámetro es ordinariamente de cerca de cuatro piés y el grueso de diez a quince pulgadas, segun la mayor o menor dureza del metal. Un canal de agua hace, hiriendo en los dientes de la rueda, girar esta piedra. No pocas veces el borde dicho se forma del leño bien ajustado a la solera, porque no escape por abajo, ni el metal molido, ni el agua que contínuamente le está entrando por arriba por un pequeño canal. A proporcion que ella entra sale por un agugero puesto en la parte superior, llevándose consigo la tierra que contenian los minerales.

HISTORIA DE CHILE.-LIB. IV.-CAP. IX

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Cuando éstos los ven suficientemente molidos, echan dentro una proporcionada cantidad de azogue, el que luego junta todo el oro y se mezcla con él. Este, por su peso, lo precipita al fondo en pequeños globos blancos y manejables. Cuando lo creen así, hacen salir toda el agua juntamente con el polvo del mineral, y en el fondo encuentran todo el oro en la forma dicha. Para no perder nada, hacen correr esta agua por un canalito, que, en su curso, tiene dos o tres pozos pequeños que llaman martatas, donde ella depone todo el oro que el movimiento de la voladora no habia dado lugar a que se precipitase. Despues, con la accion del fuego, hacen evaporar el azogue, como he dicho, de la plata, y él vuelve a su color amarillo, toma su brillo y su natural dureza. Un molino de éstos suele moler cada dia mil y quinientas libras de metal, de las que se saca oro a proporcion de la riqueza de la mina. Por no tener muchas veces proporcion de la agua para estos molinos no se han emprendido labores sino pocas minas, aunque en sus ensayes ellas prometan de frutar mucho. Me admiro como con bestias no se hayan industriado a hacer girar estos molinos y de ese modo evitar los gastos de la conduccion de los metales a partes lejanas, que es la causa que hallan para que dichas minas no les den la ganancia que buscan con su trabajo. Débese, pues, confesar que la ninguna noticia de la mecánica que se tiene en el Reino y la falta de ideas que presentan las artes es la verdadera causa de esto y de tantas otras utilísimas producciones naturales que dejan perder.

La segunda especie de minas de oro llaman de lavadero, porque se saca el oro lavando la tierra. Aquellos que se dedican al trabajo de esta especie de minas, en cuasi todas partes encuentran donde emplearse útilmente, mas o ménos, segun el conocimiento que han adquirido con la práctica.

Estos, recogida una porcion considerable de tierra mineral, o ya de un rio, o ya de la que ellos han extraido cavando con unas estacas de leño, la ponen en un plato hondo, donde empastándola con agua, disolviéndola con ella y moviéndola para que ella salga y quede por su natural peso en el fondo el oro, hacen que al fin no se vea otra cosa sino una pequeña porcion de arenilla reluciente. Esta la pasan a una especie de naveta hecha de cuerno de vaca, en la que con muy poca agua van separando con el dedo la arenilla negra del oro, dándole, de tiempo en tiempo, un ligero movimiento y un poco de inclinacion, con lo que el oro va quedando solo, y continúan de este modo hasta que él esté puro. Muchas veces, de muchacho, fué esta mi diversion estando con mis padres en la campaña, y me acuerdo que, aunque sin el conocimiento necesario para discernir la tierra mas cargada de este metal, siempre encontré oro, y algunas veces mas de aquel que me prometia y se podia esperar de uno que lo hacia por juego.

Este método de lavar no es ciertamente el mas económico, porque con tal modo no puede ménos que perderse muchas partículas metálicas que por su pequeñez se las llevará el agua, y las partes de tierra no perfectamente disueltas. Yo me persuado que si al disolver la tierra pusiesen azogue, seria mucho mayor su producto; pero como la gente que a esto se aplica es de la que no puede gastar en comprar este, ella se contenta

de lo que le queda en el fondo de su vasija. Y en la realidad se puede contentar porque, no obstante ello, el frutado es muy considerable y tal vez exhorbitante. Tal vez han encontrado con una pepila de oro (así llaman ciertos pedazos de oro macizo) del peso de una libra, y muy frecuentemente como granos de trigo. Por lo ordinario, él viene en polvo o en pequeños granos redondos o lenticulares. Este oro es el mas estimado de Chile, porque siendo de un color mas vivo, pasa aun mucho mas de 23 quilates.

En las provincias de Puchacay, Concepcion y Huilquilemu estan los lavaderos mas célebres, y en esta última se descubrió, en estos últimos tiempos, una riquísima en la hacienda de un Prelado, a quien, como se dice, le frutó, en poquísimo tiempo, mas de cincuenta mil pesos. En ella se hallaba como a capas de arena, greda y oro este precioso metal, parte en polvo, parte en pepitas de diversas grandezas, y parte como si hubiese sido fundido. No son raros estos ejemplos en Chile.

La cantidad de oro que actualmente se extrae, así de estas como de las otras minas, sube a la suma de mas de cuatro millones. Cada año se acuña algo mas de dos millones en la Casa de Moneda de Santiago; el restante se extrae fuera dejando alguna parte que se emplea en hacer útiles sagrados, vasos de Iglesia, de casa y joyas, especialmente de mujeres. Esto se sabe por el oro que se quinta, que del que no paga este tributo al rey nuestro señor no es posible determinar la cantidad, y solo se puede decir que no es poco.

De la platina, no tengo sino congeturas, que creo bien fundadas para poder decir que Chile tiene tambien minas de este metal, y así, no pudiendo hablar fundadamente, me abstengo de hablar de él.

LIBRO QUINTO

REINO ANIMAL DE CHILE

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