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Con esta experiencia nunca falta quien por solo el dicho de uno de estos, se ponga al trabajo de una de ellas.

Este trabajo de las minas está lleno de infinitas dificultades y acompañado de grandísimos peligros. Es preciso penetrar en las entrañas de la tierra, y esto no se hace sin grandes gastos en salarios e instrumentos para los operarios; los cuales, no solo por el gran trabajo, sino tambien por el peligro grande en que ponen su vida, piden una recompensa muy gruesa. ¡Cuántas veces los vapores maléficos han privado de la vista a los laborantes! ¡Cuántas veces, des fondándose las bóvedas, los han sepultado vivos! Estos operarios deben ser asalariados y alimentados; los instrumentos muchos y multiplicados; y, en una palabra, entrar gastando una gruesa suma con solo la lisonjera esperanza de una próxima opulencia, la cual, por lo comun, no llega, no porque las minas no correspondan, sino porque al paso que ellas de dia en dia van frutando, ellos en el juego y otros vicios la botan con una increible prodigalidad. Tienen, de contínuo, en la boca como una ley de su profesion «La mina lo da, la mina no pide cuentas», que es decir si esta noche pierdo dos mil o tres mil y aun mas duros, mañana me los da la mina. Han llegado a tal punto de exceso en este punto, que si alguno no entra en estos juegos, ponen todos los medios posibles de arruinarlo, hasta despojarlo, como ellos dicen, de un vicio tan deshonroso a la profesion metalúrgica, cual es el amor al dinero. No es, pues, de maravillar que los mineros en Chile no hagan grandes caudales, y que ellos muchas veces mueran en una grande miseria.

Los que ordinariamente disfrutan de estas riquezas de las minas son los vivanderos y los mercaderes; porque apénas se ha abierto una, que concurren de todas partes a llevar cosas de vender, de modo que en poquísimo tiempo se forma un pueblo abastecido de todo, porque todo se paga bien. Cuanto mas se divulga la voz de lo rico de la mina, tantos mas son los que concurren a aprovecharse del trabajo de aquellos despreciadores del oro y de la plata. Esta es la causa por que muchos hacendados procuran tener ocultas las minas que hay dentro de sus haciendas; porque una vez descubiertas no se puede impedir el trabajo de ellas ni el concurso de gentes. Una hacienda con mina es una hacienda perdida. Nada hay seguro y cuanto en ella se tenga o se ponga, será para fomento de los ladrones, que, con el pretexto de ir a las minas, discurren por toda la hacienda para apoderarse de lo que mas les agrada.

Son de ordinario estos daños tan considerables que la riqueza de la parte que tiene de la mina el dueño del terreno, no llega a compensar la grandeza de aquellos. Bien lo sienten mucho los poseyentes de Chile, que, antes de descubierta la mina, tenian su hacienda poblada de ganados de todas especies y bestias de servicio en gran número, frutas deliciosas, viñas lucrosas, y desde que se empezó el trabajo de la mina, ella ha sido reducida en poco tiempo a un desierto, en donde no se ve ni una vaca lechera, ni una oveja, ni una cabra, ni un caballo, que de todo han dado cuenta los ladrones. Los mejores frutos son para ellos, y las uvas ellos las vendimian ántes que lo pueda hacer el dueño. En suma, la hacienda que antes rendia mucho fruto a su dueño, despues de la mina no le da ni con qué comer.

HISTORIA DE CHILE.LIB. IV.-CAP. VII

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De aquí, por ventura, inferirá alguno que las minas son sumamente perjudiciales a Chile y que mas le convendria el no tenerlas. Yo digo que no, si el Gobierno pone mano en corregir los excesos. Todo está prevenido en las ordenanzas reales. En tanto que éstas no se observen, son muy perjudiciales y lo serán si no se pone el oportuno remedio. El vicio del juego se ha introducido tanto que él pide el mas pronto remedio, y él está tan arraigado, que, si no es con un cáustico, no se podrá cortarlo de raíz. Los latrocinios son tan frecuentes que a poco mas que ellos crezcan, como se debe temer, si no se castigan severamente, vendrán a ser éstos contínuos.

Todo desertor del real servicio, todo quebrantador de las leyes divinas y humanas, todo mal viviente y aun los descontentos de la casa de Dios; en suma, todo hombre que teme por sus excesos algun grave castigo, recurre a las minas, como a lugar de refugio y de salvamento. De la junta de una gente sin honor y sin religion no puede resultar sino un pueblo desenfrenado en costumbres. Los vicios que no tenia los adquiere aquí, los de uno se hacen comunes. Unos a los otros se incitan al vicio, se provocan al mal y se espaldean, para que la justicia no pueda castigar a alguno. En ninguna parte se cometen mayores excesos en todo género de vicios como en las minas, y en ninguna con mayor impunidad; porque todos van de acuerdo para defender al reo aun con la fuerza, cuando no lo puedan ocultar. Hay jueces, pero éstos sin la fuerza competente: hay leyes, pero éstas no se respetan; se les predica, pero no oyen la razon; se les amenaza, pero como no ven el castigo, se rien de eso; en suma, parece se han formado un domicilio donde todo les es lícito, por el sin temor con que viven de una vida la mas criminosa y delincuente.

En tanto que no se vaya a las raíces de estos males, ellos existirán siempre, y el castigo no hará sino adormecer las pasiones. Mientras no se quite la libertad de discurrir por las haciendas de otros, o esto solo se permita con ciertas limitaciones, con las que se eviten los daños de los poseedores, no se quitará a los ladrones este escudo de impunidad. Mientras no se permita domiciliarse en estos lugares sin licencia in scriptis del gobierno, y sin que ésta pase por los ojos del juez del territorio o alcalde de minas, no se quitará este refugio de foragidos. Miéntras el alcalde de minas y juez competente del lugar no esté autorizado con la fuerza para hacer observar las leyes y ordenanzas, y esté sobre ellas, no se doblará y vencerá la resistencia a la justicia, y en suma, mientras no se tomen otras providencias que las que hasta aquí, las minas serán perjudiciales a Chile. Yo he querido insinuar este punto para dar alguna luz al gobierno del mal grande que amenaza, y que si se deja arraigar, puede venir a ser irremediable. Hasta ahora está como en sus principios, y por eso mas fácil de cortar sus progresos. Lo que ahora se puede remediar con una simple voz de mando, puede llegar a grado de no poderse extirpar ni con todo el peso de la potestad soberana. Lo que ahora es una centella que una gota de agua la apaga, se hará un incendio que rios de sangre no la puedan apagar. No será difícil que de las breñas de las minas nazca una rebelion. Esta siempre viene de los de costumbres no arregladas, y qué gente de mas desarreglos que los mine

ros y que de los que se recogen a los lugares de minas? Esto siempre viene de gente sin apego al interés y sin amor a la comodidad; y dónde se podrá encontrar gente que desprecie tanto su trabajo y busque ménos la comodidad que dichas gentes?

El mal no está hasta ahora sin remedio en Chile, pero él ha llegado ya a grado, como se ha visto, que es absolutamente necesario poner remedio. Ved aquí lo que me ha movido a apartarme un poco de la historia, aunque no del fin de ella, que es de escribir de modo que el público, principalmente la nacion, pueda sacar de mi trabajo alguna utilidad. No ménos se concurre a esta descubriendo las fuentes de ella, que manifestando sus impedimentos, y así como no basta esto solo, sino que es necesario dar los medios de aprovecharse de ella, así tambien me he creido en obligacion de no solo descubrir las fuentes de muchas utilísimas producciones, como lo he hecho hasta aquí, sino de hacer manifiestos los vicios de los mineros que impiden los adelantamientos del Reino, que pueden causar su ruina, para que, a quien toca, ponga remedio al mal y se quite este oprobio de Chile, con lo cual, ciertamente, hará ver al mundo la riqueza de sus minas en toda especie de metales, de los que yo voy a hablar, segun la division que de ellos hacen los naturalistas, es a saber, metales suaves y fáciles de fundirse, metales duros y difíciles en disolverse, y metales nobles y constantes en el fuego.

METALES SUAVES Y FÁCILES EN FUNDIRSE

Del primer órden son el plomo y el estaño. Como en estos metales no ven luego el oro y la plata, los chilenos se entregan poquísimo al trabajo de dichas minas. Acostumbrados, por otra parte, a usar los mas nobles metales, aun en las funciones mas bajas, desprecian estos otros. Mas, el poco éxito que ellos tendrian aun en la Europa, donde ellos abundan, hace con los chilenos que solo saquen del plomo aquel poco que creen les basta para la fusion de la plata, y los pocos usos en que lo emplean muy limitadamente, de modo que si se hubiese de calificar Chile por la extraccion que se hace en él de este metal, se debia decir que es pobrísimo dél. Pero ello no es así.

A mas del plomo que se halla en las minas de plata y que se saca junto con ella, tiene Chile minas de plomo vírgen, nativo, ya en ramos, ya en granos, gruesos como de pequeños nabos; de plomo sulfúreo y arsenical; del espático blanco y verde, los cuales todos, a excepcion del sulfúreo, contienen siempre plata y oro, lo que no basta para que ellos hagan de estas minas algun aprecio. Yo atribuyo esto mas a la ignorancia de las opera ciones que se hacen con el plomo, que a otra cosa, el no aplicarse a este trabajo. Cuando sepan que del plomo sale el atáxico, el plomo quemado, el minio, la cerusa, el albayalde, las cenizas de plomo, el litargirio, la sal de Saturno, etc., materias todas de grande uso en la pintura, en los tintes y para los barnices de los vasos de tierra, como para la medicina, yo me persuado no mirarán estas minas con la indiferencia que hasta aquí, sino como un ramo utilísimo de comercio, porque en la realidad, el comun de estas minas no pide grandes gastos, ni de suerte que sus utilidades no los compensen abundantemente.

Mas abandonadas aun que las del plomo, tienen las riquísimas del estaño, excelente por las mismas razones que dejo dichas del plomo. Las

minas de este metal, por lo comun, se hallan en montes arenosos, donde no forman vetas como los otros metales, sino que consisten en ciertas piedras negras, irregulares, frágiles, muy pesadas y separadas unas de las otras, las cuales contienen gran cantidad de este metal, cuasi puro y solamente mineralizado de un poco de arsénico, y unido a un poco de fierro. Los cristales de estaño de varios colores son muy comunes.

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