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HISTORIA DE CHILE.-LIB. IV.-CAP. II

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mo el mármol lesbio; porque ninguna de estas minas se trabaja, y así están aun ocultas sus cualidades. Solo diré que con la ocasion de la fábrica de la Catedral de la capital y la Iglesia de los Dominicanos, se trabaja en una posesion de éstos una mina de mármol, que no es perfectamente blanco, sino de un blanco que tiene algo del color del plomo, aunque él es duro, no recibe bien el pulido por la grandeza de su grano, y hay toda razon para temer que él no haga la mayor resistencia a las impresiones del aire y de la agua, porque debiendo ser en él menor las partes glutinosas que las calcáreas, que constituyen este mármol, por consiguiente, él debe hacer menor resistencia al tiempo.

No es así el rojo con pequeñas manchas blancas, que se halla y trabaja dentro de la misma capital en la pequeña colina llamada Santa Lucía. Este es de un grano muy fino y de una dureza tal, que ella es mayor aun recientemente sacado de la mina, que lo que es el otro despues de mucho tiempo de sacarlo de la suya. Este es capaz del mas bello bruñido, pero los señores de aquella ciudad que se sirven de él para ornamento de las puertas de sus casas, no usan el bruñirlo.

Entre los manchados o de varios colores se halla el ceniciento con manchas de blanco, de amarillo y azul; el verde roseado de negro y amarillo, el tirante al amarillo con manchas irregulares negras, pardas y verdes. Este se halla en las vecindades de San Fernando. Se trabaja con facilidad, recibe muy bien lustre y adquiere notable dureza fuera de la mina. A excepción de éste, no se trabaja ninguno de los otros mármoles manchados. Quienes han discurrido los Andes inferiores, atestiguan haber visto piedras de este género de todos colores, como otros por las costas. Entre estos montes se hacen notar dos, uno entre las cordilleras de Copiapó y otro en las costas de Maule, ambos a dos internamente compuestos de un mármol listado por caras de diferentes colores y puestos a capas desde la base hasta su cima con tal simetría que encantan la vista.

El mármol figurado, o la lamachela de los italianos, se halla en las planuras de Coquimbo, de tres a cuatro piés de profundidad. Dicho mármol está a capas de cinco hasta ocho; él es blanquizco, granudo y sembrado de conchas mas o ménos enteras, y en lo ya formado mármol quedan como rastros de aquellas. Las capas, que se extienden en largo y ancho mas de legua y media, tienen de grueso cerca de dos tercias, y son alternativamente interrumpidas por capas ligeras de arena. Esta piedra es mas fina y mas dura en razon de la profundidad en que se halla. La primera, o mas superficial, es basta y no sirve sino para hacer cal. La siguiente no tanto, y ya en estado de servir a los edificios. La tercera, y lo mismo las que se siguen, aunque muy compactas, ceden al hierro, de que se valen para cortarlas y sacarlas de las dichas minas. En los edificios adquieren la suficiente dureza para resistir a las impresiones del aire y del agua, como se ha visto en las pocas que de dicha piedra se han hecho en la sobredicha ciudad.

Finalmente, el espato calcáreo es comunísimo en Chile. Este, como inseparable compañero de las minas de metales, sirve de guia a los mineros para descubrir y para caracterizar la cualidad de las minas. Todas

sus especies son bastante bien conocidas de la gente que se ocupa en la extraccion de los metales; y así de los colores de que están teñidos como de su figura, concluyen con seguridad la especie de metal que contiene la mina; del amarillo y cúbico el plomo; del rojo y figura de romboide el fierro; del negro y figura cuadrilátera el estaño; del azul y verde el cobre, etc. De todos estos espatos coloridos que se hallan cristalizados en muchas de las minas de Chile, viene la abundancia que hay en él de topacios, de esmeraldas y záfiros falsos. Entre éstos es singular el espato exágono de diversas grandezas, que se saca de una de las minas de Quillota, porque él está vergado en mil maneras de sutiles hilos de oro, con lo que presenta a la vista uno de los obgetos mas bellos.

No abunda menos Chile de las piedras de tercer orden, esto es, de piedras que nada se disuelven con los ácidos, pero que con el fuego forman un estuque. No conocen especie alguna los naturalistas que en él no se encuentre. El hierro comun, o el propiamente dicho, piedra de estuque, el cristalizado, el selenite, el lameloso, el rayado, el dicho alabastro falso se hallan frecuentemente. Cada uno usa el que tiene mas a la mano, pero, con todo, este último es el que mas frecuentemente usan por ser el que mas abunda y se halla por casi todo el reino.

En el orden de piedras vitrificables o arenosas, es Chile, por ventura, mas abundante que ningun otro. En él son comunes las piedras blancas, las cenicientas, las amarillas, de afilar, las molares, las cementarias o de construccion. Las cuarzas opacas y coloridas y tambien las nobles se ven cuasi en todos sus montes, como tambien las pedernales. Diaepros de un solo color, como el rojo verde, el blanco y el azul. Este último es perfecto, y con todo que no se ignora el aprecio que él tiene para con los hombres, no se hace caso alguno de él. Los caracteres de esta piedra estan bien distinguidos para que ella no se tome por la piedra armenia, y cuando ella fuese así seria siempre Chile recomendable por esta piedra, que no es comun en otros reinos, pues hasta el siglo pasado se creyó que en solo la Armenia se encontraba: en fin, entraria Chile por ella, en el número de aquellos países donde ella hoy dia se sabe que la hay, esto es, Nápoles, Tiro, Bohemia, Witemberga y Albernia, si sus habitantes la hiciesen conocer al mundo, extrayéndola fuera del reino y formando de ella un ramo de comercio.

Por todo el reino se encuentran pequeños cristales de rocas, y la muerte repentina de un sugeto inteligente, quitó a Chile el hacer manifiesto al mundo que sus cordilleras poseen minas copiosísimas de esta piedra fundamental de cuasi todas las piedras preciosas. Cuando se preparaba para entrar dentro de la cordillera, al lugar en que ya habia observado, para sacar todo el necesario para un altar que él mismo habia ideado, y cuyas columnas pensaba hacer de una pieza de esta materia, no quiso Dios aceptar este sacrificio, pues se lo llevó para sí. No se debe pues, extrañar, que se encuentren algunas veces por las campiñas de Chile algunas piedras preciosas. En Coquimbo se encontró una bellísima esmeralda, y en la provincia de Santiago un topacio de considerable grandeza. Entre las arenas de sus rios, no pocas veces se han hallado pequeños rubíes y záfiros y otras piedras de valor, lo que es señal evidente que por donde

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ellos corren, hay minas de estas piedras; pero no por eso alguno se ha movido a correr sus márgenes y buscar el depósito de este tesoro. Tal es la desatencion de aquellas gentes a estos otros ramos de riqueza.

Vése esto manifiesto con las amatistas de que está compuesta una pequeña colina en las vecindades de la villa de Talca, y otro monte de las mismas amatistas en la provincia de Chillan, los cuales no les han merecido la mas minísima consideracion. Estan aun intactos, y sin que aun los hayan examinado, no obstante que aun las que estan en su superficie indiquen la fineza de las que están dentro del seno de la colina. Algunas que se sacaron a un solo pié de profundidad, eran enteras y vivamente coloridas y cortaban el vidrio seis y siete veces sin despuntarse, como lo probé. Yo estoy firmemente persuadido que en lo interno y mas adentro las haya perfectísimas. Son ellas de un rojo morado y se hallan atacadas a una especie de cuarzo pardo, que les sirve de matriz, o tal vez desprendidas de él y envueltas en la arena. Se encuentran algunas que tienen la agua misma de los diamantes; lo cual por ventura indica que en el centro de dicha colina haya tambien esta preciosa piedra.

En distancia de poco mas de un tiro de fusil de la Plaza de Santa Juana, hay un monte, todo él resplandeciente por la infinidad de piedrecillas cristalinas de figura irregular y de diversos tamaños. Su brillo es nada inferior a las célebres de Bohemia, pero esto no ha bastado para aficionarlos a ellas, y ni aun para probar si fuera del reino tendrán ellas alguna estimacion. Todo el monte es espatoso, y con solo rascar con los dedos se les desprende de su sitio.

Al quinto y último órden, los litologistas reducen todas las piedras compuestas de várias partes heterogéneas, como los guijarros, pórfidos, granitos. De los primeros se debe decir que la mayor parte de los montes de Chile están compuestos de ellos, lo que no pocas veces hace sus caminos, por la costa y la cordillera, sumamente fatigosos y molestos. Las faldas de los montes que dan paso de Cuyo para Chile, están manifestando los pórfidos rojos, negros y verdes, con puntas de varios colores, entre los cuales se hace notar uno de todos los pasajeros, por su fondo amarillo, curiosamente manchado de rojo y azul. Del mismo pórfido, aunque de color oscuro, con manchas negras, se ha descubierto estos últimos tiempos en las vecindades de las juntas del rio Claro con Maule, una vastísima mina, de la que aun no se sabe su extension y profundidad. Estos pórfidos empiezan a dos piés de profundidad, y están dispuestos a capas de cerca de dos piés de ancho y cuatro pulgadas de grueso, observando constantemente estas medidas en la capa misma, pero no en todas las que se le siguen. A veces se halla cortado el largo de éstas por algun otro cuerpo extrangero, pero no por eso se dejan de sacar de ocho y mas piés de largo. La superficie de estas tablas es de tal suerte lisa, que los pintores para moler sus colores, lo pueden hacer sin tener que poner mano en ellas. Todo el terreno de aquellas campiñas es arenoso y parte arcilloso, y entre tabla y tabla no se encuentra otra cosa sino arena cuarzosa y espatosa, por lo que talvez alguno dificultará ponerlas en el órden que las he puesto, ni tenerlas por pórfido, suponiendo que esto sea la materia de su composicion, pero se debe decir que estas

piedras son de grandísimo peso; no dan ellas fuego al golpe del acero y a ser otras, quedaran en fusion con aquel grado de fuego que las cristalizadas resisten, lo que es señal que el espato que las forma es friable.

SALES DEL REINO DE CHILE

No seria Chile tan fértil, cual lo he pintado, no tan sanos, robustos y fuertes sus animales, ni de tan buen gusto sus carnes, si él no abundase de sales. Otros habitantes mas industriosos y que supiesen aprovechar las producciones naturales de su país, hubieran ciertamente hecho que Chile, en esta parte, hubiese sido nombrado en todo el orbe; porque él solo podria dar la suficiente sal comun para todo el mundo; mucha sal amoniaca, inmenso salitre, cuantidad grande de alumbre, y de las cuatro especies principales de vitriolo. Porque, en efecto, a mas de las lagunas de sal marina, que dejo indicadas, muchos de los montes de las cordilleras pertenecientes a las provincias de Copiapó y Coquimbo, no se componen de otra cosa que de sal mineral, diáfana, cristalizada en bellísimos cubos de color, ya rojo, ya amarillo, ya blanco, ya azul. Esta, que es una excelente sal, no la usan sino los circunvecinos a dichos montes, porque creen que el trasporte les costaria mas que la utilidad que sacarian de irla a vender a donde están bastante bien provistos de sal marina. Si el trasporte se hubiese de hacer solo por tierra, o todo él por esta, no hay duda que ninguna utilidad les traeria este tráfico; pero haciendo éste por tierra, solo al puerto que tiene cada una de estas provincias del Reino, no seria poco lo que sacarian y quitarian este censo, que no es indiferente, que paga Chile al año al Perú, de donde le viene no poca de esta sal. Pero estos naturales son puntualmente los mas desidiosos del Reino y por no ponerse ellos en el mar, perecerán de desnudez, de miseria y de hambre.

La sal amoniaco, tanto en cristales como en eflorescencia, es comun en varias partes de Chile, como tambien la sal amoniaco fosil, de diversos colores. Los volcanes, en cuyas vecindades se halla la tan verisímilmente sublimada, y de aquí se ve la cantidad grande que se podrá sacar de esta utilísima sal, abundando la cordillera de Chile de tantos volcanes.

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