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LIBRO CUARTO

REINO MINERAL DE CHILE

Como buen estimador, no contento con lo que he hecho observar de la superficie del terreno de Chile, debo entrar en sus entrañas a descubrir las partes que lo componen, las que, manifiestas al mundo, yo me prometo haga éste mayor aprecio del rico Reino de Chile. Hasta ahora los autores han procurado manifestar sus riquezas por los preciosos metales oro y plata, y se han dejado en silencio la variedad de sus tierras utilísimas a las artes, las piedras, las sales, los betumes y los semimetales con que aquellos resaltan y con que se ven florecer muchas ciudades de Europa, no teniendo otros fondos de su riqueza y magnificencia que la que por medio de ellos sacan. De todo esto abunda Chile, y aunque ahora no hagan caso alguno de ellos, llegará tiempo en que los habitantes de él los busquen para la perfeccion de sus manufacturas. Cuando se despierte en ellos el espíritu de comercio y se avive la industria y se cultive la ciencia de las artes, serán estas cosas la fuente inagotable de sus riquezas, no ménos reales y verdaderas que lo que creen ahora las minas de oro, plata y cobre, que con tanto sudor trabajan para no gozarlas, sino para que las disfruten los extrangeros.

TIERRAS APRECIABLES DE CHILE

Sin internarse en el terrono, con solo la vista que echo sobre él, descubro un sinnúmero de tierras, ya arcillosas y calcáreas, ya minerales y arenarias. Todas las especies y variedades de arcillas de que hablan los agricultores y naturalistas, yo las encuentro en Chile. En una Historia Natural es imprescindible hablar de ellas, pero como yo no tomo aquí la Historia Natural de Chile, sino en cuanto a aquellas producciones que traen utilidad a sus habitantes o se la pueden hacer, por eso me dispenso de hablar de lo que todos suponen que hay, y me limito a hablar de unas pocas que parecen diferenciarse de las ya conocidas.

La primera que se me presenta es una suerte de tierra bolar, muy fina, ligera, olorosa, de color rojo oscuro con algunas manchas amarillas, la cual se disuelve en la boca y se ataca a la lengua como los otros bolos. Yo creo tener toda razon para sospechar que esta arcilla, en su composicion, tenga muchas partes de las que componen la preciosa arcilla del Village Hedgerli en Inglaterra, de que se hace tanto aprecio en el comercio: porque yo hallo en la de Chile muchas de las señales que caracterizan aquella de Inglaterra, como son, adquirir, a medida que ella se calienta, un color rojo muy bello, conservarse sin alteracion muchos años y sin petrificarse, como sucede con la arcilla comun. Ni el que ella sea fina y suave al tacto y olorosa, cuando la otra es muy áspera, me apartan de esta opinion, porque estoy persuadido que no le vienen de su aspereza las indicadas cualidades que la hacen apreciable, sino de la combinacion de ésta con las partes colorantes, las cuales yo hallo las mismas, y, por ventura, en mas feliz combinacion con la arena de que le viene la aspereza. Porque, en efecto, todos los vasos en que ésta se emplea, se les ve resistir al fuego y basta que ella se mezcle con las otras arcillas o gre

das para que los vasos se endurezcan y resistan a la violencia y voracidad del fuego. Si no es la misma, por lo ménos le es muy análoga.

Pero sea de esto lo que fuere, hará siempre mas apreciable esta arcilla la singular propiedad de que está dotada, es a saber, que la agua puesta en un vaso hecho de ella contrae un sabor y un olor muy agradable, el cual nunca pierde. Uno y otro puede provenir de algun betume mezclado o disuelto en la tierra, en la cual, concentrándose mas con la accion del fuego, lo hace inseparable del vaso. Da lugar a esta sospecha una especie de untosidad o pegajoso que se nota en estos vasos, aun en lo interno, porque, puestos en la boca, se siente en el paladar y la lengua una cierta especie de melosidad, que, con el olor y gusto agradable hace que las mugeres, particularmente las peruanas como ciertas magalesas con los vasos de Pádua, se coman esta tierra, por lo que le viene justamente el nombre que le ha dado el señor Molina de arcilla bucarina.

La segunda tierra arcillosa es la que los araucanos llaman rovu, de que ellos se servian para teñir de negro sus ropas, y de que se valen hoy dia los españoles de Chile para el mismo color, y que tanto celebran el P. Feuillée y Mr. Frezier. Esta arcilla, que se puede llamar arcilla rovia, es de grano fino, negrísima, un poco bituminosa y vitriólica; ella se halla en cuasi todos los bosques y muy comunmente al pié de los montes altos: ella dá un negro bellísimo a las lanas, no solo indeleble, pero que ni aun va en degradacion con el uso o con el tiempo, por cuyas circunstancias no dudarán los citados autores el preferirlo al mas bello que se pueda dar en Europa. Hacen hervir una determinada porcion y en ella ponen a la lana peinada o hilada o tejida, porque de todos modos es igual el efecto, con solo la diversidad que la última requiere mas tiempo y la segunda ménos que la hilada pero mas que la solamente peinada. Cuando se excede en cualquiera de estos o en la dósis, corre mucho riesgo de quemar la lana, lo que prueba el mucho vitriolo que ella contiene: por cuyo motivo usan poner poco de ella y añadir la raíz del pangue para estár léjos de este peligro, no porque ella sola no sea mas que suficiente para dar un negro bellísimo, pues ella sola se ve y experimenta basta para teñir de negro toda madera que se entierre en ella. Tanto mas admirará esta virtud el que considere la dureza de la cáscara lisa, luciente y compacta de la caña brava de Chile, y sepa que, con solo lo dicho, esto es, enterrándola en un lugar de estas tierras, a pocos dias la saca de allí negrísima, tanto de fuera como de dentro, para nunca dejar aquel color y lustre. Hé aquí una tierra que puede ser utilísima al comercio activo de aquel Reino, por dos respectos; el primero, por su color, y el segundo, por el vitriolo que de ella se puede extraer. Ninguno ignora lo necesario que es éste para muchas artes, pero en Chile ninguno ha pensado ni a comerciar con ella ni a extraer el vitriolo.

Hacian en Chile los indios, y aun hasta hoy se ven entre ellos, unos vasos de tierra, que, cocidos, son de un negro bueno por de fuera, y dentro de un negro que tiene del pardo. No he podido averiguar si los hagan de dicha arcilla o de otra; pero malicio sea de otra, porque de estos vasos se hallan tambien en el Perú, donde no sabemos que haya de la arcilla rovia. En Santiago las monjas trabajan algunas jícaras de una

HISTORIA DE CHILE.-LIB. IV.-CAP. I

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arcilla parda, las cuales, despues de quemadas adquieren este mismo color. Esta arcilla no es de grano tan fino como la dicha rovia y mas despojada de arena que lo que esta roja que dejo descrita. Yo la creo análoga de la de Norrearse, porque en parte tiene la singular propiedad de ponerse azul al fuego, porque el negro que tengo dicho, hace visos azules en ciertas posturas del vaso, y aun, mirándolo fijamente, un azul como quemado. No puedo menos que notar, que así como los antiguos romanos preferian esta arcilla a todas las otras para las urnas sepulcrales, así los indios de Chile prefieren los vasos de arcilla que acabo de indicar, a los otros vasos de las otras tierras, pues de estos solos se encuentran en sus sepulcros.

Del color de esta, esto es, parda, es la que usan platos, acueductos y otros utensillos, pero que despues de cocida, conserva su color con poquísima alteracion. Ella tiene para lo dicho todas las cualidades que se pueden desear. Ella resiste a la mas violenta accion del fuego sin reventar ni vetrificarse.

Finalmente, es de notar una arcilla blanca que se halla en las márgenes de algunos rios. Esta es muy lúbrica, de un grano finísimo, con algunas partes resplandecientes. Vista de lejos, parece un lienzo tendido por el suelo, sembrado de gotas de agua heridas por el sol. Lo lúbrico de ella es tanto que no se puede estar de pié firme en ella. Está a capas, cuyos intermedios son otras capas de arena de rio. Esto me hace creer que pasando tales rios por minerales de esta arcilla, en sus mayores crecientes, porque entonces se les ve de este color, en los remansos que hacen aquellas, deponen estas tierras que despues son cubiertas de las arenas. De esta especie de arcilla no se hace uso alguno, lo que naturalmente procede de la ignorancia en que estan aquellas gentes de las artes y de las ciencias útiles. Si ellas supieran que la arcillla blanca es la mas pura de todas, y que se endurece tanto al fuego que ella, herida con el acero, llega a brotar fuego, no la tuvieran en un perfecto abandono. ¿Y quién sabe si ella es una tierra fosfórica? ¿Quién, si es una tierra de porcelana? Cualquiera de estas cosas que ella sea, será siempre de una grande utilidad al reino, una vez que sepan aprovecharse de ella.

Del mismo modo, tienen en Chile de todas las especies de tierras gredosas o calcáreas. Entre estas, hallo una que merece alguna atencion. Ella es blanca, granosa y friable. Hace esta alguna efervescencia con los ácidos y forma con ellos cristales irregulares, sin tener por esto la cualidad cáustica de la sal comun. Hay una mas fina que otra, la fina se halla en las provincias de Colchagua y Maule, y la otra en la de Chillan. Se cree esta última mas imperfecta, porque de su naturaleza tira al amarillo y con el tiempo se pone pálida; la otra se conserva en su primitivo color. Ambas se reducen a un polvo sutilísimo. Los campesinos la emplean en blanquear sus casas. Don Juan Ignacio Molina, cree esta greda un efecto de los volcanes o de los fuegos subterráneos, por lo que él la ha denominado cal volcánica, porque las minas de esta greda las supone solamente existentes en las montañas de la cordillera y en vecindades de los volcanes, en lo que ha padecido equivocacion, porque yo he visto minas de esta greda fuera de la cordillera, en distancia grande de ella y mucho

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