Imatges de pàgina
PDF
EPUB

Castigos de los delincuentes.

Homicidas.

Forzadores.

Adúlteros.

vian de emplazadores y de mensajes, que en mandándoles la cosa iban volando como gavilanes: ora fuese de noche, ora de dia, ora lloviese, ora apedrease, obedecian sin jamas saber rezongar, ni dilatar el tiempo. En las otras provincias sujetas á México y Tezcuco, estaban jueces ordinarios que tenian autoridad limitada para sentenciar en pleitos de poca calidad: mas prender podian á todos los delincuentes, y examinar los pleitos árduos, y estos pleitos guardaban para los ayuntamientos generales que tenian de cuatro en cuatro meses de los suyos de á veinte dias, que eran ochenta dias, en el cual término siempre venian todos los jueces á la cabecera principal, y ayuntados todos, el señor presidia y tenian consulta general, y allí se sentenciaban todos los casos criminales, y duraba esta consulta diez ó doce dias. Y demas de los pleitos, en ella conferian tambien sobre todas las cosas tocantes á sus repúblicas, y á todo el reino, á manera de cortes, y llamaban á esta consulta (como arriba se dijo) nappoallatolli, que quiere decir: «consulta ó plática de ochenta en

ochenta dias.>>

CAPÍTULO XXIX.

De los castigos que daban á los culpados y delincuentes.

SENTENCIABAN á muerte á los que cometian enormes y graves delitos, así como á los homicidas. El que mataba á otro, moria por ello. La mujer preñada que tomaba con que abortar y echar la criatura, ella y la física que le habia dado con que la lanzase, ambas morian. Á las mujeres siempre las curaban otras mujeres, y á los hombres otros hombres. El que hacia fuerza á vírgen, ora fuese en el campo, ora en casa del padre, moria por ello. El que daba ponzoña á otro, con que moria, el homicida y el que le dió la ponzoña con que lo mató, ambos morian. Si el marido mataba á la mujer que le cometia adulterio, aunque la hallase en flagranti delicto, moria por ello, porque usurpaba el oficio de la justicia, porque la habia de llevar ante los jueces para que convencida muriera por sentencia. La mujer que cometia adulterio y el adúltero, tomándolos en el delito, ó habida muy violenta sospecha, prendíanlos, y si no confesaban, dábanles tormento, y despues de confesado el delito condenábanlos á muerte. Unas veces los mataban atándolos de piés y manos, y tendidos en tierra, con una gran piedra redonda y pesada les daban en las sienes de tal manera, que á pocos golpes les hacian

la cabeza una torta. Á otros achocaban con unos garrotes de palo de
encina hechizos. Otras veces quemaban al adúltero, y á ella ahor-
caban. Otras veces á ambos los ahorcaban, y si eran principales,
despues de ahorcados les emplumaban las cabezas, y poníanles sendos
penachuelos verdes, y así los quemaban, y decian que aquella era
señal de que se compadecian de ellos, quemándoles los cuerpos de
aquella manera. Á otros adúlteros mandaban los jueces que fuesen
apedreados, y llevábanlos á la plaza adonde se juntaba mucha gente,
y puestos en medio de la plaza, á él atábanle las manos, y luego dis-
paraban piedras como llovidas sobre ellos, y en cayendo, no pena-
ban mucho, porque luego eran muertos y cubiertos de piedras. Á
los
que estando tomados del vino cometian adulterio, no los excu-
saba de la muerte la beodez, antes morian como los demas. El hom-
bre que se echaba con su madrastra moria por ello, y ella tambien
si lo consentia; y lo mismo si el hermano se echaba con su her-
mana, ora fuesen hermanos de padre y madre, ora de solo padre ó
de sola madre. El padrastro que se echaba con su entenada, ambos
morian. Todos los que cometian incesto en el primer grado de con-
sanguinidad ó de afinidad, tenian pena de muerte, salvo cuñados y
cuñadas: antes cuando uno de los hermanos moria, era costumbre
que otro de sus hermanos tomase la mujer ó mujeres de su her-
mano difunto, aunque oviese tenido hijos, quasi ad suscitandum semen
fratris, al modo judaico. La pena que daban á las alcahuetas, era
que averiguado usar aquel ruin oficio, las sacaban á la vergüenza,
y en la plaza delante todos les quemaban los cabellos con tea en-
cendida, hasta que se les calentase lo vivo de la cabeza, y así afrentada
y conocida por los cabellos chamuscados, se iba. Mas si la persona
que alcahuetaba era de honra y principal, mayor pena y castigo le
daban, hasta quitarle la vida: como lo hizo Nezaualpitzintli, rey
de Tezcuco, á una alcahueta que metió en su palacio dentro de una
petaca 'á un mancebo señor de Tecoyuca que se habia enamorado
de una su hija, y descubierto el negocio, á ambos los mandó ahor-
car. Los que cometian el pecado nefando, agente y paciente, morian
por ello. Y de cuando en cuando la justicia los andaba á buscar, y
hacian inquisicion sobre ellos para los matar y acabar: porque bien
conocian que tan nefando vicio era contra natura, porque en los
brutos animales no lo veian. Mas el de la bestialidad no se hallaba
entre estos naturales. El hombre que andaba vestido en hábito de

1 Petaca dicen los españoles lo que los indios petlacalli: es como caja encorada.Nota del MS.

Incestuosos.

Alcabuetas.

Sodomitas.

Ladrones.

Traidores,

por

mujer, y la mujer que andaba vestida en hábito de hombre, ambos
tenian pena de muerte. El ladron que hurtaba hurto notable, espe-
cialmente de los templos ó de la casa del señor, ó si para hurtar
rompian casa, por la primera vez era hecho esclavo, y por
la segunda
lo ahorcaban. Al ladron que en la plaza ó mercado hurtaba cosa
algo de precio, como ropa, ó algun tejuelo de oro, ó frecuentaba
hurtos pequeños en el mismo mercado (porque habia algunos la-
drones tan sutiles, que en levantándose la vendedora ó en volviendo
la cabeza, le hurtaban lo que tenian delante), al tal ahorcábanlo
el hurto y por la circunstancia del lugar. Porque tenian por grave el
pecado cometido en la plaza ó mercado. Los que conspiraban ó tra-
taban traicion contra algun señor, ó los que lo querian privar del
señorío, aunque fuesen deudos suyos muy cercanos, eran punidos
con sentencia de muerte. Las cárceles que estos indios tenian eran
crueles, en especial á do encarcelaban los del crímen y los presos en
guerra porque no se les soltasen. Tenian las cárceles dentro de una
casa escura y de poca claridad, y en ella hacian su jaúla ó jaulas; y
la puerta de la casa que era pequeña como puerta de palomar, cer-
rada por defuera con tablas, y arrimadaŝ grandes piedras: y allí es-
taban con mucho cuidado las guardas; y como las cárceles eran
inhumanas, en poco tiempo se paraban los presos flacos y amari-
llos, y por ser tambien la comida débil y poca, que era lástima de
verlos, que parecia que desde la cárcel comenzaban á gustar la an-
gustia de la muerte que despues habian de padecer. Estas cárceles
estaban junto adonde habia judicatura, como nosotros las usamos,
y servian para los grandes delincuentes, como los que merecian pena
de muerte; que para los demas no era menester mas de que el mi-
nistro de la justicia pusiese al preso en un rincon con unos palos.
delante. Y aun pienso que bastaba hacerle una raya (porque tanto
montaba) y decirle no pases de aquí. Y no osara menearse de allí,
por la mayor pena que le habian de dar, porque huir y no parecer
era imposible debajo del cielo. Á lo menos el estar preso con solos
los palos delante sin otra guarda, yo lo ví por mis ojos.

CAPÍTULO XXX.

De cómo los indios usaban del vino antes y despues de la conquista,
y de la pena que daban al que se embeodaba.

DESPUES que se conquistó esta Nueva España, luego por todas

partes comenzaron todos los indios á darse al vino y á emborracharse

así hombres como mujeres, así principales como plebeyos, que pa-
rece que el demonio doliéndose de perder esta gente, mediante la
predicacion del Evangelio, procuró de meterlos de rota batida en
este vicio, para que por él dejasen de ser verdaderos cristianos. Y
esto introdujo fácilmente con la gran mudanza que hubo de apode-
rarse los españoles de esta tierra, quedando los señores naturales y
jueces antiguos acobardados sin la autoridad que antes tenian de
ejecutar sus oficios. Y con esto se tomó general licencia para que
todos pudiesen beber hasta caer, y irse cada uno tras su sensualidad,
lo que no era en tiempo de su gentilidad. Antes estos naturales
condenaban por muy mala la beodez, y la vituperaban como entre
nuestros españoles, y la castigaban con mucho rigor. El uso que
antes tenian del vino era con licencia de los señores ó de los jueces,
y estos no la daban sino á los viejos y viejas de cincuenta años ar-
riba ó poco menos, diciendo que de aquella edad la sangre se iba
resfriando, y que el vino era remedio para calentar y dormir. Y
estos bebian dos ó tres tazuelas pequeñas, ó cuando mucho hasta
cuatro, y con ello no se embeodaban, porque es vino el suyo que
para emborrachar han de beber mucha cantidad. Mas lo de Castilla
poco les basta, y á todos ellos, hombres y mujeres, les sabe bien.
En las bodas y en las fiestas y otros regocijos podian beber largo.
Los médicos muchas veces daban sus medicinas en una taza de

vino. Á las paridas era cosa muy comun darles en los primeros dias
de su parto á beber un poco de vino, no por vicio, sino por la ne-
cesidad. La gente plebeya y trabajadora cuando acarreaba madera
del monte, ó cuando traian grandes piedras, entonces bebian unos
mas y otros menos para esforzarse y animarse al trabajo. Entre los
indios habia muchos que así tenian aborrecido el vino, que ni en-
fermos ni sanos lo querian gustar. Los señores y principales, y la
gente de guerra, por pundonor tenian no beber vino; mas su bebida
era cacao (que es una fruta seca á manera de almendras, que tam-
bien sirve de moneda, y esta se bebe molida y revuelta con agua)
y otros brebajes de semillas molidas. Y aunque eran inclinados á
este vicio de la embriaguez, no se tomaban del vino tan á rienda
suelta como el dia de hoy, no por la virtud sino por el temor de
la
pena que daban á los borrachos, y aun á los que co-
pena. La
menzaban á sentir el calor del vino, cantando ó dando voces, era
que los trasquilaban afrentosamente en la plaza, y luego les iban á
derribar la casa, dando á entender que quien tal hacia, no era digno
de tener casa en el pueblo, ni contarse entre los vecinos, sino que

Vino, cómo usaban de él los indios.

Borrachos, la pena que se les daba,

pues se hacia bestia perdiendo la razon y juicio, viviese en el campo como bestia, y eran privados de todo oficio honroso de la república. Ahora los gobernadores, y alcaldes, y regidores del pueblo, son los que mas facultad y poder tienen para emborracharse cada dia, porque no hay quien se lo impida, sino quien les dé el vino, á trueque de que les vendan gente de servicio. Y con esto, ellos mal pueden reprender y castigar á los otros. Remédielo Dios que puede, que á los que les duele por el daño de sus almas, no les es dado el poderlo remediar.

Danzas ó bailes de los indios.

CAPÍTULO XXXI.

De la manera que estos naturales tenian de bailes y danzas, de la gran destreza y conformidad que todos guardaban en el baile y en el canto.

UNA de las cosas principales que en toda esta tierra habia, eran los cantos y bailes, así para solemnizar las fiestas de sus demonios que por dioses honraban, con los cuales pensaban que les hacian gran servicio, como para regocijo y solaz propio. Y por esta causa, y por ser cosa de que hacian mucha cuenta, en cada pueblo y cada señor en su casa tenia capilla con sus cantores, componedores de danzas y cantares, y estos buscaban que fuesen de buen ingenio para saber componer los cantares en su modo de metro ó coplas que ellos tenian. Y cuando estos eran buenos contrabajos teníanlos en mucho, porque los señores en sus casas hacian cantar muchos dias en voz baja. Ordinariamente cantaban y bailaban en las principales fiestas, que eran de veinte en veinte dias, y en otras menos principales. Los bailes mas principales eran en las plazas, otras veces en casa del mayor señor en su patio, porque todos los señores tenian grandes patios. Bailaban tambien en casa de otros señores y principales. Cuando habian habido alguna victoria en guerra, ó levantaban nuevo señor, ó se casaban con señora principal, ó por otra novedad alguna, los maestros componian nuevo cantar, demas de los generales que tenian de las fiestas de los demonios, y de las hazañas antiguas, y de los señores pasados. Proveian los cantores, algunos dias antes de la fiesta, lo que habian de cantar. En los grandes pueblos eran muchos los cantores, y si habia cantos ó danzas nuevas, ayuntábanse otros con ellos, porque no oviese defecto el dia de la fiesta. El dia que habian de bailar, ponian luego por la mañana una grande estera en medio de la plaza adonde se habian de poner los atabales, y todos se

« AnteriorContinua »