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nasterio de San Gerónimo; pero no estaban enteramente concluidos para recibir al difunto rey D. Enrique, por lo que no se verificó la conduccion del real cadáver hasta el dia 19 por la tarde, en que á la hora de las tres salió el entierro, precedido de atabales y clarines, y los criados del rey con lutos y hachas: seguian los caballos de las reales caballerizas, con bayetas negras, plumeros y escudos de plata, y los pecheros llevando en la mano banderas con gasa detrás venian las bandas de tambores de la casa real (1), llevando las cajas destempladas y cubiertas de paño negro, las vocinas roncas y desacordes: luégo venian los honrados ancianos del colegio de Santa Catalina, con becas y pelucas empolvadas, presidiéndolos su jóven patrono Fernandez de Lorca, ilustre descendiente del esclarecido Pero Fernandez, fundador de este piadoso asilo: continuaban las cofradías y los penitentes de la hermandad de San Onofre (2), y la comunidad de Observantes detrás las mangas y cruces parroquiales con los porcionarios, y el venerable cabildo con su guion, presidiendo la real parroquia de San Gil (3). Seguian los jueces reales con el con ejo y regidores de la villa, y el alcaide con el pendon de Madrid, llevando delante en cabalgaduras los atabales y trompetas, con las gentes de armas y rodelas. A esta corporación seguian los contadores y tenientes del tribunal de la contaduría mayor de rentas generales (4), con criados vestidos con capuchones, Ilevando en las manos cirios y cazoletas con grandes llamaradas de fuego, presidiendo el notario mayor Rui Mendez de Badajoz: acompañaba tambien el supremo tribunal de Justicia, entonces llamado audiencia real, el consejo del rey y la sala de alcaldes de casa y corte, agrega

(1) En aquellos tiempos habia bandas de tambores en la casa real de Castilla, por lo que todavía conservan el uso de entorchado ó grecas en las mangas, como los palafreneros.

(2) Establecida en una capilla en el convento de Jesus y María, de frailes Franciscanos, donde tuvo su retiro y oracion la reina doña Juana, madre de la Beltraneja. Por estar en el ámbito suyo el antiguo alcázar. Este tribunal recibió su perfecta formacion en el reinado de D. Eurique.

da en aquella época al mis:no consejo, que presidia el noble Lopez de Mendoza, canciller del rey: despues los criados de los ricos-hombres, llevando sus mulas de la brida, adornatas con mantas negras y escudos de relieve de plata; y montado en una, ricamente enjaezada, el merino mayor de Castilla, que llevaba el pendon de los nobles, rodeado de varios escuderos tambien á caballo.

Seguia la cámara régia con el estandarte del rey: detrás los capellanes músicos y los reales, los monteros y la guardia de honor que rodeaban al real cadáver, que traian á hombros sus camareros, vestidos de gran gala con birrete y plumas, en unas andas, cubierto el ataud con un. paño de brocado y almohada de glasé: sobre ella las insignias reales: detrás el obispo de Cuenca, revestido de pontifical con pluvial negro y nitra blanca; el justicia' mayor de S. A.; el marqués de Villena, D. Pedro de Acuña, el marqués de Buendia, el conde de Benavente, el. duque de Medina-Sidonia, Fernan Alvarez de Toledo, los condes de Alba y Castañeda; canciller de Castilla, don Juan de Luna; los condes de San Esteban y de Osorna; el cardenal arzobispo, y los obispos de Jaen, Sigüenza, Badajoz y Mondoñedo, cerrando el cortejo fúnebre los heraldos vestidos con faldellinas y gorras con plumas negras, con enormes picas al hombro; y despues las tropas de lanzas á caballo con armaduras y rodelas, llevando delante las saucas con ronco sonido. En esta forma se dirigió la pompa fúnebre por la puerta de Balnadu (1) al arrabal y lago de Lujan (2), por las viñas de Santa Cruz (3) al olivar (4), á bajar por las puertas de San Gerónimù (5).

(1) Puerta que daba á los baños, segun algunos autores; pero los inteligentes en la lengua arábiga deducen que significaba puerta de las Atalayas, porque des te ella se iba á las que estaban construidas en aquel sitio. Todavía una calle, inmediata conserva el nombre de uno de los dos miradores que alli habia, que en latin se decian Specula, de aquí la palabra espejo, título de la calle..

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V

mencde hoy está la plaza Mayor.

Donde está esta parroquia.

Por lo que torna nombre una calle en la de Atocha. (5) De aquí se deriva la calle del mismo epíteto.

Llegaron al monasterio á las cinco de la tarde. Las campanas anunciaban la entrada del entierro en su jurisdiccion. El templo estaba magníficamente decorado, cubiertas sus paredes de lujosas cortinas negras y glasé de oro con los escudos del rey, brillando infinitas luces alrededor del suntuoso túmulo, y sobre él pusieron el real féretro del monarca. A la puerta de la iglesia esperaba el prior con los monjes: reconocieron con gran ceremonia el cadáver que le entregaban los monteros, sobre una tumba con cubierta de terciopelo carmesí.

La música cantó vísperas y nocturnos, luégo maitines y laudes, y por último el responso, que ofició el obispo de Sigüenza Quedó aquella noche depositado el rey en el monasterio. Al toque de la plegaria matutinal del día siguiente, anunciaron las campanas los funerales del rey D. Enrique, cantando la misa los monjes. A la hora competente la real capilla, oficiando la misa del Espíritu Santo, con ornamentos encarnados, el cardenal Mendoza; y la segunda misa, llamada de la Virgen, con ornamentos blancos, el obispo de Cuenca: en ambas estuvo descubierto el retablo. La tercera fué de requiem, y la dijo el nuncio de S. S. el papa Sisto IV, residente en la corte de D. Enrique.

El rey fué sepultado al lado del presbiterio, y los fune-rales duraron hasta el dia 22, en que los celebró el ayuntamiento de nuestra villa, oficiando el obispo de Mondoñedo.

Durante el tiempo que el rey estuvo enterrado en el monasterio de San Gerónimo, no cesaron los sufragios; pues aquella casa nunca olvidó á su fundador especialísimo.

Parece que, pasado algun tiempo, se hizo la exhumacion para conducirlo á otro monasterio de la misma órden, titulado de Ntra. Sra. de Guadalupe. La traslacion

se verificó con bastante pompeachnidad: criados á

caballo con lutos, capuchones y grandes y caballeros de la corte en igual forma, acompañando el reverendo obispo de Mondoñedo; y los restos del rey don Enrique conducidos en una litera rodeada de los monteros Y guardias, haciendo las jornadas precisas hasta el monasterio indicado.

y

Dia 23.

En los tiempos antiguos siempre fué más estimado el servicio de á caballo que el de á pié; porque las operaciones de la guerra, ó la táctica militar de aquellos tiempos, lo exigian así, principalmente despues que los morɔs se apoderaron de nuestra península, y los encuentros eran contínuos y en parajes distantes unos de otros. Estas cir cunstancias requerian disposicion de ligereza y prontitud en los soldados, porque era preciso chocar con el enemi go por diversas partes, y no aventurar la victoria en una accion general, y evitar de pronto el acometimiento de los contrarios, cuando no bastaban las fuerzas de oposicion.

Quieren algunos que hayamos aprendido la práctica de los árabes, y parece ser posible, respecto á que su milicia fué de esta especie principalmente, y ágiles en el manejo del caballo por naturaleza, y mucho más por circunstancias de sus conquistas: fué necesario guerrearlos del mismo modo que nos guerreaban, y de aquí la necesidad de fomentarse entre los españoles la caballería. En efecto, ninguna de las órdenes militares, cuya institucion en aquellos siglos de la reconquista tuvo por objeto hacer la guerra á los mahometanos por enemigos de la religion, leemos que hiciese el servicio de las armas sino á caballo. La aptitud que para este servicio hubiese, fué en aquella edad motivo de varias exenciones y privilegios, y la necesidad de tener aparejado siempre un número grande de guerreros; y esta circunstancia produjo en los reyes la política de poblar villas y ciudades enteras, despues que las ganaban de los moros, con la indispensable condicion de que sus vecinos y pobladores mantuviesen caballos y armas. Ultimamente, no hallamos documentos que nos prueben privilegiada de algun modo la milicia pedestre en España por los siglos de que vamos hablando, como los tenemos con abundancia respectivos á la milicia de á caballo. Estos mismos documentos nos hacen distinguir tres clases: una de caballeros religiosos; otra de caballeros distinguidos, por recibir armas y ceñírselas los soberanos ú otras personas grandes en su nombre; y otra de aquellos que, por calidad de naturaleza en los pueblos, debian hacer el servicio militar á caballo, bajo el pendon

cívico del pueblo en que moraban, al par que los otros ciudadanos lo hacian á pié. Esta última clase quiso con el tiempo igualarse en todo con la segunda, é introducido el abuso de solemnizar su armadura, á imitacion de aquellos á quienes el origen de su nobleza daba toda xencion de tributos para sí, su familia y descendientes, reclamaban esta prerogativa fuera de los términos de personal, que únicamente les competia en virtud de los fueros antiguos.

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Como el número de ellos era tan considerable y grande, iba aumentándose la carga de las contribuciones sobre sus convecinos, al mismo tiempo que crecia; y este daño al Estado exigió varias providencias, entre las cuales es notable la que D. Juan II publicó en Toledo en 23 de diciembre de 1422, declarando que todo caballero que hubiese sido pechero ántes de recibir la caballería, no fuese exento de contribuciones, aunque gozase de los demas privilegios concedidos á la caballería por las leyes del reino.

En este dia del año 1163 mandó el arzobispo de Toledo, llamado D. Juan, agregar la ermita de Ntra. Sra de Atocha, esto es, sus rentas, que eran pingües, á la abadía de Santa Leocadia, aunque conservando su título, que daba nombre á una de las dignidades de aquella santa primada iglesia. Despues parece que el ayuntamiento de Madrid hizo varias gestiones y no pudo conseguir la exención que solicitaba; pero se cree, segun algunos documentos fidedignos, que hubo avenencia entre la villa de Madrid y el presbitero que obtenia la abadía, fecho el primero de estos documentos en la era de 1317, que corresponde al año 1279; y el segundo en la era de 1449, Correspondiente al de 1381. En estos dos documentos se da á la Vírgen el título de Atocha, y no el de Antioquía, porque el primero le trae originado de una yerba parecida á las atochas, que habia alrededor del antiguo santuario, junto al que habia una hermosa huerta, abundantísima en aguas potables.

En igual dia del año 1474 se celebraron magníficos funerales por el ánima del rey D. Enrique IV, á espensas de los ricos-hombres, en la iglesia parroquial de San Miguel de la Sagra (1), oficiando de pontifical el cardenal

(1) Esta parroquia es de grande antigüedad, y estaba inmediata al alcázar. Llamábase de la Sagra, porque des

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