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El santo rey, cuando tomó las riendas del Estado, concedió un privilegic al monasterio y á la sacramental (no lo hemos visto, pero Tarsis Villarreal le cita).

Tambien aseguran que el derecho parroquial se les concedió á los monjes por un servicio estranadinario que prestaron en el reinado de Enrique III, en 1393, con motivo de haberse desarrollado una terrible epidemia, en que huyeron los moradores de nuestra villa, acometiéndoles á muchos la enfermedad en los campos, en los que morian sin auxilio alguno; por lo que determinó el prior cerrar las puertas de Madrid, y poner de guardia un monje en cada una, que impidiera la emigracion, saliendo los demas por las afueras á recoger los atacados, sin abandonar á los que habia en la poblacion. En otra epidemia que se desarrolló en el reinado de Felipe II, llamada del catarro, el prior de esta casa, el P. Fr. Juan de Heredia, salvó á los habitantes de una calle de Madrid de ser invadidos, única en que no habia atacados, porque tomó la precaucion de atajar con madera las entradas, para evitar la comunicacion con los demas vecinos (1).

El P. Fr. Pedro de Guevara, que tambien fué obispo del Priorato, refieren que fué el que arrebató la cruz á la parroquia de San Andrés, en una procesion en que llevaban el cuerpo de San Isidro, porque invadieron su jurisdiccion con motivo de solemnizar las fiestas de la beatificacion del santo, no obstante mediar la influencia de los dos regidores Mendoza y Salas Barbadillo. Otros opinan que sucedió en el entierro de la reina Isabel de Valois, cuando la conducian á las Descalzas Reales. Y en este dia del año 1603 dió por concluida la obra, y se estrenó la nueva iglesia que Fr. Alonso de Figueroa mandó hacer al arquitecto D. Gaspar Ordoñez, cuyos diseños eran de muy buen gusto, siguiendo el órden dórico. Los piadosos

sacramental de San Martin un aniversario solemne por sus individuos fenecidos en el combate de los Laras, saliendo procesionalmente al sitio donde antiguamente estuvo el postigo, en que se levantó una cruz en memoria del heróico suceso.

(1) Por lo que se denominó de la Salud hasta hoy. El monje fué nombrado abad de Santo Domingo de Silos, por su celo y prevision en tan apurado caso.

señores D. Alonso Muriel y Valdivieso, y su esposa doňa Catalina de Medina, dotaron la capilla mayor, en la que fueron sepultados; veíanse en el presbiterio sus escudos de armas y la magnífica lámpara de plata que mandaron labrar á Juan de Alfe. El caballero Alonso Gutierrez, contador del emperador Cárlos I (1), costeó la capilla del Santísimo Cristo de los Milagros (2), en la que estuvo enterrado el famoso filólogo Rmo. P. Fr. Martin Sarmiento, abad que fué de esta casa.

Habia otra capilla cuadrilonga y poco menor que la iglesia, llamada de Nuestra Señora de Valbanera, en la que estaban los dos magníficos sepulcros de Alonso Gutierrez y de su esposa, y doña María de Pisa, que se colocaron allí en el año 1684, con licencia del patrono, el ilustre Sr. D. Manuel Zapata y Mendoza, comendador de Calatrava. Eran dos urnas que figuraban escudos de armas, mascaroncillos, niños, figuritas quiméricas, hojas y otras muchas cosas al estilo de Berruguete, quien acaso los hizo, ú otro artista que le imiló. La estátua del varon, dice D. Antonio Pons que era suntuosa, y se re presentaba armada. En el muro de la misma capilla estaba la tumba del caballero Jorge Juan, jefe de la escuadra real. Su busto lo hizo D. Felipe de Castro, y era de bajo-relieve con su inscripcion latina. Allí tambien estaba depositado D. Pedro Gazola, conde de Esparavara, Cereto, Landi y Macineso, comendador de Carrion en la orden de Calatrava, y teniente general de los ejércitos, director del colegio militar de Segovia: falleció en 14 de mayo de 1780.

Igualmente estaba en la misma capilla otra memoria sepulcral del Excmo. Sr. D. Manuel Ventura Figueroa, arzobispo de Laodicea, patriarca de las Indias, comisario general de Cruzada, gobernador del Consejo, que murió en 1783 (3).

(1) Vivia en donde hoy es el Monte de Piedad, que

eran sus casas.

(2) Cuya imágen de Jesus crucificado, que es muy espresiva y bella, aún se conserva en la parroquia de San Martin. Refiérese que habló á la devota Regina, madre del místico P. Eusebio de Nieremberg.

(3) Intervino en el Concordato que se celebró con la Santa Sede en tiempos de Fernando VI.

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El primer abad que hubo en este monasterio, fué el venerable Fr. Sebastian de Villoslada, varon santísimo. Erigieron esta casa en abadía contra la voluntad del convento de Santo Domingo de Silos; pero la corte exigia abad mitrado en San Martin, por lo que se acordó que siempre hubiese allí una seccion de monjes de la casa de Silos, y que cada ocho años fuese el abad hijo de aquel monasterio.

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En la invasion francesa se demolió la iglesia, desapareciendo los sepulcros y gran parte de su selecta librería, en la que habia muchos volúmenes de la biblioteca del poeta Quevedo. Poseian los monjes asimismo riquísimas pinturas de Alonso Cano, de Carreño, de Eugenio Caxesi, de Claudio y de Donoso Coello. La sacramental tenia asimismo la sublime custodia de plata que labró el aventajado artista Juan de Alfe Villafañe.

De sus minas estrajeron los cadáveres de los inmortales Daoiz y Velarde. Hoy este mutilado edificio sirve de cuartel á la Guardia Civil, y la parroquia reside en Porta cœli, habiéndose hecho en ella últimamente por su celoso párroco mejoras notabilísimas.

Dia 21.

En este dia del año 1590 se incorporó el Maestrazgo de Montesa á la corona de Castilla.

Dia 22.

1

Dice el historiador Castillo, que hallándose en el real alcázar de Madrid el rey D. Enrique IV, en el año de 1474, sentíase fatigado por los dias de prueba que habia sufrido en su turbulento reinado; á lo que unido sus costumbres algo indiscretas de pasear por el campo á horas avanzadas en la estacion de otoño, le produjeron disenteria y vómitos, poniendo en grave riesgo su vida: los profesores de la ciencia de curar acordaron purgar á S. A., con cuyo oportuno medicamento notó un ligero alivio. Su repostero le sirvió despues algunas viandas saludables, las que comió y le agradaron, logrando descansar. A la hora y media de haberse dormido, despertó, aquejándole un fuerte dolor de costado, que fué tomando incremento por espacio de diez horas; los facultativos, alarmados

con tan inesperado sintoma, formaron junta, acordando en ella el prevenir el peligroso estado del rey, por lo que el cardenal de España, D. Pedro Gonzalez de Mendoza, el condestable conde de Benavente, y el marqués de Villena, determinaron que el monarca recibiese los auxilios divinos, pues se le calculaba á lo más tres horas de vida. Al efecto hicieron venir prontamente á la real cámara al R. P. Fr. Pedro Mazuelos, prior que era del monasterio de Santa María del Paso (1), cuyo monacal prelado confesó á S. A.; y despues, á instancia de los grandes, se acercó otra vez al lecho del rey, preguntándole respetuoso de qué manera se dignaba ordenar su real testa» mento. El licenciado Quintana refiere que designó para cumplir su última y augusta voluntad al cardenal Mendoza, al duque de Arévalo, marqués de Villena y conde de Benavente: su cronista y el P. Mariana convienen en que no le otorgó, y que sólo aparecia un memorial en poder de su secretario Juan de Oviedo Sin embargo, el doctor Castillo afirma lo contrario en sus Anales, cuando escribe que en él dejaba algunas cosas contrarias á la verdad y å la legítima sucesion de estas coronas, efecto de la facilidad que este monarca tenia para creer cuanto se le anunciaba. El citado escritor pone por testamentarios al obispo de Sigüenza, marqués de Villena, y condestable conde de Benavente: aquí ya se advierte diferencia en el personal: pero siguiendo al mencionado historiador, parece que Juan de Oviedo entregó el testamento al cura de la parroquia de Santa Cruz de esta villa, el que con otras escrituras encerró en un cofrecito, enterrándolo en Al

(1) Nombre que dió el mismo rey á este monasterio, cuando le fundó donde al presente está situado el Puente Verde, frente á San Antonio de la Florida, en memoria de un paso agradable que dice dió allí, siendo mantenedor en unos torneos, el caballero D. Beltran de la Cueva, de cuyo título profano, dado á la Vírgen, se lamenta el Rmo. P. Sigüenza en sus Fastos geronimianos. Despues, por lo insalubre del paraje, mandó el soberano fundador trasladar los monjes al punto donde hoy se halla el monasterio (contiguo al Musee de pinturas), y entonces le mudó el nombre, quedando con el del máximo patriarca de la órden.

meida (Portugal), porque de este modo era difícil hallarlo.

Prescindiendo de esta digresion, volvamos la vista há. cia el lecho del rey D. Enrique IV, y escuchemos sus amortiguados ecos, disponiendo le entierren en el memorable monasterio de Ntra. Sra. de Guadalupe, deoajo del sepulcro donde se ocultaban las reales cenizas de su augusta madre, mientras que el Rio. P. Prior, instigado por la impaciente corte, se aproxima de nuevo á la régia cama del monarca, llamando su real atencion sobre la persona que habia de ocupar el trono de Castilla, por ser un asunto que afectaba su conciencia en tan preciosos instantes; á lo que el rey le contestó: que la princesa doña Juana era la designada para ceñir su diadema, como ya habia declarado. Despues llamó S. A. al marqués de Villena y al duque de Arévalo, recomendándoles fa přesunta heredera del reino, á quien deberian guardar y defender con eficacia; mandándoles al propio tiempo, que de su tesoro y alhajas fuesen satisfechos los salarios de sus criados. Volvió el rey á quedar tranquilo, recibiendo en seguida el sagrado Viático por mano del cardenal Mendoza, y sucesivamente la Estrema Uncion, poniendo la muerte término á sus agitados dias el 13 de diciembre, propio de Santa Lucía, vírgen, á los veintidos años de su reinado, poco más ó ménos. Su cadáver comenzó á desfigurarse por instantes; la gangrena hacia en él grandes estragos, de modo que se hizo imposible el embalsamarle conforme al método de entónces. Vistiéronle con grande dificultad, encerrándolo en una caja de plomo, la que metieron dentro de otra de tisú de oro, colocándole en medio de la real capilla del antiguo alcázar, en un cadalso de telas de brocado, rodeado de candelabros de plata, todo con el más lujoso aparato, cercado de los monteros y dignatarios de su real cámara, y de su guardia de honor: le cantaron vísperas y nocturnos, celebrando de pontifical el obispo de Cuenca; y al siguiente dia, la misa de requiem y responso el cardenal arzobispo de Toledo. Vinieron los monjes de San Gerónimo, al tercer dia de su depósito, con instrumentos músicos á cantar la vigilia y misa en sufragio de su régio fundador. Se hacia insufrible el olor que se percibia en la real capilla, por la putrefacción del real cadáver, que se hallaba en el mayor grado. Los preparativos fúnebres se estaban haciendo en el mo

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