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Por la parte esterior se ve una lámina del Nacimiento por la interior un cordero sentado sobre un libro; cercan el altar unos huecos con vidrieras y guarniciones de bronce dorado, y una puertecita con llave, y fijas en ellas las reliquias de diferentes santos. Remáta se este círculo por la parte de abajo, en el medio, con un nicho mas pequeño dentro, dorado, y en una puertecita con llave y en ella grabados los atributos de San Agustin, el corazon con las flechas: guárdase en este nicho el óleo de la Estrema-Uncion: lo restante del retablo es de órden corintio, que con follajes de varios colores cierra el adorno, con un cuadro de la Vírgen dando de mamar al niño. Está cercado el altar de unas barandas de palo santo y bronce.

Enriquecen esta pieza ciertos adornos de arquitectura y pilastras de palo santo con escelente labor y gusto; hay cuarenta y nueve medios cuerpos de santos, ocho brazos de diferentes santos mártires, pontífices, confesores y vírgenes, en reliquias doradas, matizadas de colores y oro, con óvalos, viriles y reliquias.

Estan estas divisiones, de alto á bajo, cubiertas de vidrieras cristalinas con sus marcos dorados y cerraduras de bronce: cúbrense todos con cortinas de tafetan doble azul con varillas doradas y cordones del mismo color, corridas de ordinario.

Los espacios ó claros del primer órden, que son pequeños, conservan treinta y tres cabezas de santos y veinte y tres tablitas bordadas, y en ellas preciosas reliquias con costoso adorno de telas, flores de seda y hojuela, frislados de oro, plata y pedrería.

En el segundo órden, que es mayor, hay colocadas otras treinta y tres cabezas de santos, y diez almohadillas con otras reliquias, entre ellas una muy señalada de Santa Ursula, traida de Roma de la Cámara Santa.

Estan distribuidos en los demás compartimientos trece cofres pequeños de terciopelo carmesí, bordados de chapería de plata y herraje dorado, enriquecidos con restos de ilustres mártires. Hay tambien catorce relicarios de bronce dorado, con ocho urnas que contienen igual número de cuerpos de bienaventurados, con muchas mas reliquias.

Guárdase una gran reliquia de Santa Margarita; es una pierna que resistió á la voracidad de las llamas; consérvase la piel y la carne algo morena.

Venérase además parte de la espalda de Santo Tomás de Villanueva, colocada en una pirámide de cristal. Rega ló Felipe IV dos custodias con multitud de reliquias. Otra reliquia del Apóstol San Felipe se venera en una alcachofa de oro, guarnecida de piedras preciosas.

Hay una imagen de la Vírgen, de oro, guarnecida de brillantes, que regaló la infanta doña Isabel cuando tomó el velo sor İsabel del Espíritu Santo. Otra reliquia muy buena que tambien se conserva, regalada por el Papa Paulo V, y es del cardenal San Carlos Borromeo. Hay asimismo dos pirámides de ébano negro guarnecidas de plata. Además se custodian los siguientes relicarios: un brazo de Santa Isabel, reina de Hungría; una cruz con fragmentos de santos; un precioso Lignum crucis con parte de los dos clavos y de la caña; otro pedacito de la vara en que colocaron la esponja; otra parte de los sarmientos con que flagelaron á Jesus; otro pedazo del velo con que le vendaron los ojos, todo en viriles de aljófar y esmeraldas con flores de lis de plata; otro pedazo de la piedra del sepulcro de Cristo; otro del de Nuestra Señora y de sus sagradas vestiduras. Grandes relicarios de los Santos Apóstoles San Pedro, San Bartolomé, San Mateo y Santiago el Menor, todos de plata, sostenidos por ángeles. Hay otro Lignum crucis precioso que el R. P. Provincial de Castilla, Fr. Diego de Guevara, de la órden de San Agustin, regaló á la venerable Jesus Mariana de San José: está en un corazon de oro con rubies: dícese que las manchas que se le notan, son de sangre que brotó para confusion de un hombre incrédulo que, dudando de su autenticidad, la partió. Además hay 40 reliquias de plata y marfil de diferentes santos. Hay además un cofrecito con huesos de santos que cayeron al mar y se sostuvieron encima de las olas, con una canilla de San Pantaleon, mártir, y una ampolla con sangre del mismo santo, que tambien vino sobre la marea. Esta es una pirámide de cristal con una pequeña redomita dentro, y en ella una cantidad de sangre del mártir, que todo el año está coagulada, y en las primeras vísperas de su festividad, que es el dia 26 de julio, se ve desleirse poco á poco, y al siguiente, que se celebra al santo, ya se nota fluida y moverse, y en las segundas vísperas vuelve á coagularse, quedando como una bolita de cera: este es un prodigio continuado que observa el público: las lecciones de maitines refieren el milagro.

Diferentes físicos, que dudaban tambien del suceso, la han visto entre año, la han analizado, y convienen en el fenómeno. Multitud de personas concurren en los dias 26 y 27 de julio á adorarla. La reliquia es de plata, con la figura del santo arriba; él parece que fué médico, y retirado á la soledad, vivió algunos años sobre una columna: despues sufrió el ser decapitado. Esta reliquia la regaló la condesa de Miranda á su hija, sor Aldonza del Santisimo Sacramento. Hace pocos años, cuando las religiosa s se hallaban reunidas á las del real convento de Santa Isabel, cayó al suelo y se rompió, salvándose la redomita; se volvió á colocar, sellandola el Excmo. Sr. D. Ramon Montero, arzobispo de Búrgos.

Hay tambien un Ecce homo muy célebre que arrojaron al fuego unos judíos cerca de los jardines de Barrionuevo, donde hoy es la calle de Isabel la Católica: está en un templecito precioso: se le conocen las señales de las llamas: dicen que lo salvó el venerable Gregorio Lopez, cuya cabeza existe tambien en este relicario. Asimismo está el féretro que contiene el cuerpo de doña Luisa de Carvajal y Mendoza, que murió en Londres, presa por católica, en tiempo de Enrique VIII. Felipe III la reclamó, depositando su cadáver en esta real casa; está incorrupta, y exhala una fragancia como la de los aromas mas suaves está en un cofre de terciopelo carmesí con cantoneras de plata. Además hay otra porcion de alhajas de gran mérito y valor. El suelo es todo de azule-jos y las paredes de chapado. En una pieza contígua al relicario está el sepulcro de la venerable madre, y dice así:

D. O. M.

Espera en este sepulcro la venida de su divino esposo la sábia y prudente vírgen, madre de innumerables vírgenes,

Jesus Mariana de San Joseph,

Fundadora de los conventos de las Recoletas Agustinas, favorecidas de los muy católicos y poderosos reyes

D. Felipe III y IV,

Y de las gloriosas reinas doña Margarita de Austria y doña Isabel de Borbon.

Por la escelencia de sus virtudes y méritos, santidad

de su vida, celo de la salvación de las almas, honra del culto divino, eminencia en el gobierno y maravilloso modo con que practicó las dos vidas activa y contemplativa, en que recibió de Dios grandes ilustraciones y fa

vores.

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Murió á esta vida mortal á XV de abril del año M.DCXXVIII, de su edad LXX.

Y comenzó á vivir á la eterna con los bienaventurados, donde con alabanzas

Que no pueden tener fin, con las almas
Canta las grandes misericordias que
Dios usó con la suya.

Sus religiosas hijas con cánticos y
Lágrimas dedicaron este sepulcro
A su piadosa y venerable Madre.

A los seis años despues de su muerte, las religiosas visitaron su santo cuerpo, descubriéndole á presencia de Felipe III, quien dijo que la conocia bien, pucs no estaba desfigurada. La caja era de terciopelo carmesí guarnecida de pasamanos y clavazon dorada, forrada por dentro de tela de oro. Llegó el tiempo de descubrirla jurídicamente: juntáronse la priora y la comunidad á campana tañida, y los médicos de cámara, los doctores Juan de la Serna y Gregorio Morales, que era tambien médico de hechiceros (1), y el doctor Carrillo, que asistió á sor Jesus Mariana en su última enfermedad, los cuales, despues de examinar detenidamente el cadáver y sacarlo fuera de la caja, declararon no haber corrupcion. En la invasion francesa la trasladaron al real monasterio de señoras Comendadoras de Santiago. En 1815 la devolvieron á su convento, y en 1841 la llevaron al de Santa Isabel, donde estuvo hasta que S. M. la Reina mandó que las religiosas volviesen al de la Encarnacion trajeron otra vez á la venerable madre, descubriéndola el Excmo. Sr. D. Juan. José Bonel y Orbe, obispo de Córdoba, y entonces tuvimos ocasion de verla. El cuerpo está entero, aunque consumido y seco, con toda su trabazon de huesos y piel, uñas, cabellos y nariz enteros, y tiene los ojos bastante frescos, las manos tiesas y levantadas: tiene una cruz pe

(1) Habia esta plaza en el tribunal de la Inquisicion.

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queña en la derecha, y todo el cuerpo formado, y las venas de la frente se le conocen mucho. Observamos que tenia en el rostro unas manchas doradas: preguntamos, movidos de curiosidad, y nos dijeron que era porque habia muerto de una enfermedad que llaman tabardillo pintado.

Tambien hay en esta casa un sepulcro en que yace doña Serenidad de Mendoza, hija natural de Felipe IV, habida en cierta señora principal, cuyo nombre no queremos revelar (1). La niña, á su debido tiempo, aún parvulita, se entregó á las religiosas de la Encarnacion para que la educasen: el rey la visitaba con frecuencia, y la distinguia como á los demás infantes. Cuando la vió la reina Isabel, esposa de aquel monarca, acariciándola, dijo: «No negará á Felipe.» En efecto, era muy parecida: lo revela su retrato, que está en el coro, encima del sepulcro: murió siendo religiosa; pero muy jóven y en buena opinion.

Por último, las religiosas de esta casa, por mandado de Felipe III, deben buscar pruebas de nobleza para tomar el velo: la venerable madre se opuso á esta real resolucion, diciendo que bastaba tener virtudes, y así que admitiria á las que tuviesen vocacion para ello, dando cuenta á S. M.; así lo trató en una conferencia que tuvo con D. Luis Carrillo, caballero del hábito de Santiago y ministro de Felipe III.

Mina.

La mina venia desde el alcázar real, por el Campo del Moro, al convento; era un largo pasadizo á manera de una agregacion de salas y galerías, adornadas de retratos

(1) La noble dama, para que no se advirtiese en la córte su embarazo, usaba un trage estraordinariamente ancho con tontillo ó ahuecador, como los miriñaques que hoy usan las señoras, aunque mas exagerado; y cuando se supo el motivo, le llamaron Guarda-infantes, y así siguió denominándose, porque la dama era muy elegante y la imitaron muchas en el trage. Dirémos más: cuando nació doña Serenidad, asistió al parto una comadre natural de Granada, y por ejercer se le dió un terreno que hoy lleva el nombre, en una calle en el barrio de Lavapies, de la Comadre de Granada.

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