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tísimo señor marqués de Valdecañas, de la órden de Santiago, capitan general de los ejércitos, virey de Valencia; falleció en 1719: y la señora doña Rosario Venegas de Valenzuela, marquesa de las Ormazas, en 1721. E escelentísimo señor príncipe Pio de Saboya, marqués de Castel-Rodrigo, virey de Cataluña y caballerizo mayor de la serenísima señora princesa de Asturias; murió en 1723: D. Francisco Valencia, comendador mayor de Castilla la escelentisina señora princesa de Pio dona Juana de Espínola, que finó en 1738. La escelentísima señora dona Leonor de Vintinmilla, marquesa de Valdecañas; murió en 1739: y su hijo D. Melchor de Avellaneda, canón go de Jaen y doña Leonor Pio de Saboya Espinola de la Cerda, duquesa viuda de Attri, dama de la reina; falleció en 1760: y el Excmo. señor D Gisberto Pio de Saboya Moura y Corte-Real Espínola; finó en 1776. La tierra les sea leve.

La reina dona María Luisa, esposa del rey D. Cárlos IV, visitaba con frecuencia este templo para a orar la reliquia de San Julian, á la que se encomendaba cuando estaba en cinta.

Hizo regalos de importancia, por devocion á la cruz del santo, y el pintor de cámara Maella inventó y ejecutó varios cuadros de mérito para esta casa: áun se conservan cuatro de ellos en la parroquia de Santiago.

El dueño de este desmantelado edificio lo es al presente, por derecho de patronato, el Excmo. señor duque de Alba, como esposo de la señora condesa de Miranda.

Dia 17.

Desde bien antiguo se advertia en la corte, que á la sombra de los grandes señores y poderosos, y contra la voluntad de ellos mismos, se ocultaba un gran número de vagos, que tomando el nombre de criados suyos, se ponian á cubierto de todos los malos efectos de la holgazanería. Son varias las leyes que se publicaron en CastiIla para evitar este perjuicio; pero principalmente se hizo notable la que se es pidió por D. Juan II en Rapariegos, aldea de Arévalo, en este dia 17 de diciembre de 1440.

Habíase tratado este punto en las Córtes celebradas aquel año en Valladolid; y retirado el rey, despues de concluidas, por el mes de setiembre á dicha aldea de Ra

pariegos con toda su comitiva cortesana, se volvió á conferenciar este asunto, tomando el rey consejo de los pre-: lados, grandes y caballeros que le acompañaban ; resolviéndose, para cortar los escasos nacidos de este principio, era preciso no consentir en la corte persona alguna que no tuviese destino, ó sirviese á señor conocido, arreglándose para personas de calidad, segun su clase, el número de criados que debian tener, cuyos nombres debian presentar al escribano de la justicia de la corte dentro de tres dias despues de pregonada la ley. Por ella consta que á la reina se señalaron doce; al rey de Navarra, primo del de Castilla, en cuya corte se hallaba, otros doce; los mismos al príncipe D. Enrique; á su mujer la princesa, ocho; izual número al cardenal de Sin Pedro, al almirante D. Alonso Enrique, al cardenal de Trujillo, al conde de Benavente, á Iùigo Lopez de Mendoza : seis á Rui Diaz de Mendoza, al conde de Rivadeo y á Pedro Alvarez de Osorio; al obispo de Cuenca, ocho; á los demas prelados, cinco; igual número á D. Ecrique, hijo del almirante, á Iñigo Ortiz de Zúñiga, á Diego Ortiz de Zúñiga y á Pedro Quiñones: á D. Alvaro de Zúñiga, como alguacil mayor del rey, se señalaron seis; á cada uno de los otros caballerizos de estado que tenian casa por sí, y no eran condes ni ricos-hombres, cuatro á cada uno; otros cuatro á cada uno de los doctores del Consejo; dos á cada uno de los otros caballeros que no tenian casa por sí; tres á cada alcalde de casa y corte; seis á cada uno de los tres alguaciles de la misma; cuatro á cada contador mayor; dos á cada tesorero y recaudador de rentas reaes; y últimamente, uno á cada arrendador de ellas.

Dia 18.

Luego que D. Enrique III cumplió los 14 años de edad, en que por la ley antigua del reino de Castilla debian cesar los tutores en su gobierno, y tomarlo sobre si los soberanos, hizolo del mismo modo, y á su consecuencia mandó juntar Córtes generales para esta villa de Madrid, donde estaban celebrándose á fines del año 1393. No hemos visto mas que unos manuscritos que son copias de las últimas actas de este famoso Congreso nacional, que lo autoriza Juan Martinez, chanciller del sello de la poridad de aquel rey, y su notario público en las Córtes del

reino, comprendiéndose este escrito original en dos hojas y media de papel. Su contenido se reduce á relacionar lo que el reino respondió al monarca, en vista de un manifiesto que se presentó á nombre suyo en estas Cortes, constando de tres capítulos. El primero era declarar que habia cumplido los 14 años, por cuya cau a habia empe zado por sí á gobernar sus Estados; y á esto le respondieron manifestándole todos la gran complacencia que de ello tenian, y lo que deseaban los gobernase dilatados años. El segundo capítulo se reducia á decir el soberano que habia llamado á Córtes para confirmar y probar los fueros, usos, costumbres, privilegios, franquicias y libertades que teuian los pueblos; todo lo cual le agradecen, y ruegan que lo verifique, jurando en mano de alguno de los arzobispos que se hallaban en las Córtes. En el tercer capítulo hizo presente el rey las urgencias en que estaba el Estado, para que dispusiesen el modo de ocurrir á ellas. En esta consideracion, otorgó el reino para el año inmediato, á más de los pechos y derechos ordinarios, el estraordinario de la alcabala á razon de tres meajas por maravedi, que llamaban veintena, recaudánduse como en los años anteriores; tambien le concedieron de pronto cuatro monedas, prometiendo que las continuarian en lo sucesivo; á cuyo efecto, siendo preciso salir de Madrid por la pestilencia que se iba esperimentando, nombraron personas que fuesen en su compañía y con poderes bastantes para otorgarlas, cuando fuese necesario. Despues suplicó el reino que el soberano viese, y respondiera á las peticiones generales que se presentaron en estas Cortes, y las particulares de los pueblos; que con consejo de ciertos procuradores se ordenasen y reformasen los gastos de la casa real y los sueldos que se daban á ciertas personas, aplicando para esto una o dos de las cuatro monedas concedidas; y últimamente, que si todo esto no bastase para ocurrir à las urgencias del dia, se valiese el rey de dos cuentos de maravedises que dejaban en depósito, con tal que no impusiese otro pecho ni tributo. Seguíanse á continuación dos leyes que se publicaron en estas Córtes, prohibiendo toda coligacion entre personas privadas, y la usurpacion ó impedimento de ren tas reales. Las sesiones para tratar de estos asuntos, tuvieron desde el dia 15 hasta el 18 de diciembre de dicho año, en el antiguo alcázar de Madrid.

se

En este dia del año 529, segun buenos historiadores, puso el patriarca San Benito la primera piedra para edificar el famoso monasterio de Monte-Casino, obra admirable que emprendió con sus monjes cuando subió de la célebre cueva de Sublago, la que habitó por espacio de 35 años. Con la fuerza y eficacia de la palabra que salia de sus labios, atemorizó á los infieles moradores de aquella comarca, que eran falsos adoradores de un ídolo de oro, los cuales huyeron, ocultándose entre la espesura de los bosques para cometer alli sus deshonestas abominaciones. El gran legislador Benito puso fuego á aquel detestable bosque, derribando las profanas aras del genio de la lascivia, aprovechando los ricos mármoles del suntuoso altar de Apolo para embellecer la capilla de San Juan Baulista, que eligió para su entierro, y el templo del délfico simulacro le dedicó en honor del bendito San Martin, concluyendo muy luego el monasterio mencionado, que fué una de las obras mas notables y ricas de su tiempo, por su elegancia y magnificencia; cuyo edificio suntuoso enalteció aquella sagrada cumbre, desde la que Benito, como otro Moisés desde la falda de Sinai, promulgó su incomparable código, cuyas preciosas páginas lo elevaron á la gerarquía de los doctores.

Luego este nuevo Jacob pasó á establecer sus pabellones por Italia, siendo dignos de enumerarse, entre otros templos, por sus tradiciones, los siguientes, á saber:

El denominado Vita eterna, por su escelente fábrica. El San Victoriano, por sus pingües riquezas. El que edificó sobre los asolados muros de la antigua ciudad de Tre barum, y el que levantó en el sitio que ocupaba el esqueleto de un celebrado alcázar que denominaron Roca devota, por las saludables aguas que de allí brotaban. El que fundó tambien junto al grande lago que corria cerca de la gruta donde residió San Benito, á setenta pasos de ella; el sitio era llano, aunque pequeño, al que llamaron Columbaria: y luego San Clemente, que fué el punto donde el esclarecida patriarca recibió á los ilustres Equicio y Tórtulo, y en el que vistió la cogulla á los muchachos Plácido y Mauro. Mas arriba del rio, y un poco apartado de la Peña, Jabró otro monasterio consagrado á los ínclitos mártires Cosme y Damian. Esta caga era poderosa en dotaciones y alhajas; pero un voraz incendio la redujo á cenizas, salvándose solo un catálogo de los abades de ella. El cronis

ta. Yepes dice que en sus tiempos todavía este espresado monasterio era cabeza de la insigne abadía de Sublago, con jurisdiccion espiritual y temporal exenta.

No es menos digno de mencion el monasterio construido con primor y esmero debajo de la primera grada de la especia de mina donde San Benito hizo vida austera; cuyo edificio sobrepujaba al poder humano, por lo difícil de su obra, gozando de una posicion hermosa, inmediato á las caudalosas corrientes que arrebataron al niño Plácido, salvándole milagrosamente su inspirado maestro. Se consagró á San Miguel Arcángel. Fué igualmente celebradísimo el monasterio denominado Equi, admirable por la alta torre que le distinguia elevándose sobre los montes, apartado como una milla del convento conocido por Magno Porsega, del que era titular el mártir San Donato: estuvo este monasterio situado en la hacienda que Tértulo Vatricio donó á San Benito. Hubo otros tres monasterios edificados en la eminencia de una peña, con poca comodidad por carecer de aguas, donde los solitarios es perimentaron grande escasez y peligro, descendiendo por riscos y encaramadas sendas para proveerse de ella. El primero de estos tres monasterios fué conocido por Santa María de Morrebota (segun consta de un privilegio del pontífice Eugenio III), y por otro nombre la Porciúncula (1).

El último monasterio que instituyó el santo, se conoció despues por San Lorenzo, en razon á haber morado en él un esclarecido monje que sufrió martirio; parece que floreció en los dias de los papas Inocencio IV y Gregorio IX.

El otro monasterio que quedó por concluir á la muerte del santo, era donde estuvo la roca cristalina.

En el año de 583, el sanguinario Solo, capitan de los longobardos, penetró de noche en Monte-Casino, y entregó á las llamas el monasterio, Despues varios de los que hemos espresado. Los fugitivos monjes fueron á buscar hospitalidad á Roma, amparándolos el papa Pelagio II,

(1) Por cuya devocion y respeto se denominó así otro monasterio en Aricio 6 Aris, porque feé filiacion de Monte Casino, el que el abad y monges dieron de lismona á San Francisco.

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