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Ja villa. Don Alonso dice espresamente por las almas de sus padres y por remision de sus pecados. Tiene á bien que los elérigos sean libres y quitos de pagar pecho alguno. Declara que los pobladores pueden disponer á su arbitrio de las heredades que labren 6 adquieran en los términos de la villa, que estiende por una parte hasta San Roman, Coeres y Vipaon, y por otra hasta Tallagna, que llaman Cadona. Las leyes penales que contenia este fuero son notables, aboliéndose los juicios de hierro y agua caliente y el de batalla, en lugar de los cuales se sustituyeron las penas prevenidas en el fuero de Logroño, segun los casos; y no espresándose alguno de estos en dicho fuero, decia que las determinara el rey. Despues de la carta-puebla se unieron á ella otros nueve capítulos, en que se comprendian otras tantas costumbres antiguas que el mismo rey les confirmó tres dias despues, con la condicion de que habian de murar á su costa toda la villa, cercándola de buen muro, torres y foso. Todos estos fueros Y costumbres confirmó D. Sancho IV, hallándose tambien en Burgos con su mujer doña María, su primogénito don Fernando, y los infantes D. Alonso y D. Enrique, sus hijos, en este dia 6 de diciembre de 1189, ratificando cuatro dias despues esta misma confirmacion.

Dia 7.

En este dia del año 445 empezó á verse en España un gran cometa que duró algunos meses, y fué anuncio de pestilencia general en todo el orbe.

En igual dia, la villa de Madrid, habiendo sabido el fallecimiento de Leon V, rey que fué de Armenia pidió al rey Enrique le alzase el pleito homenaje hecho al difunto; y así se hizo, despachando de ello cédula, fecha en esta villa á 13 de abril, con que volvió á la real corona, de que estuvo separada año y medio.

Una de las villas de que intentaron apoderarse los infantes D. Juan y D. Alonso, cuando se levantaron contra el rey D. Fernando IV, fué la de Mayorga, á quien pusieron cerco con todas las fuerzas de los faccionarios en el año 1296.

Distinguióse en la defensa de su castillo, á favor del rey, D. Garci-Perez de Casamayor, su vasallo, que por este servicio tan particular mereció que el soberano, con

beneplácito de sus tutores, le hiciese donacion de la villa de Pampliega, que era realenga. Esta merced se propuso al rey, á su madre doña María y á su tio D. Enrique, en este dia 7 de diciembre del mencionado año, y se espidió pcr cancillería á 2 del mes de enero inmediato de 1297, espresándose en la fecha que el rey se hallaba entonces en el Real de Paredes de Nava.

En la escritura del privilegio se hace memoria que don Juan Martinez, con otros ricos-hombres y sus gentes, seguian el partido de los infantes. La merced está á favor de D. Garci-Perez de Villa-Mayor, de su mujer doña Teresa y de sus herederos, perpétuamente; no reservándose el rey en Pampliega otra cosa que la moneda forera; la justicia sí, no la administracion; las minas, si las habia ó hubiese en adelante; y que no pudiesen hacer guerra á los reyes desde sus fortalezas. Les dió facultad para poderia enagenar de cualquier modo á quien quisieran, á escepcion de la iglesia, órden, hombre de religion y estranjero, sin permiso real.

En el archivo de Búrgos se conservaba una licencia, dada por D. Alonso XI en Illescas á 27 de junio de 1331, para poder comprar aquella ciudad la espresada villa de Pampliega á D. García de Villamayor, que parece hijo de D. García Perez, y á doña Sancha su mujer.

Esta compra se hubo de verificar; pues la ciudad, para hacerse dueña íntegramente de Pampliega, compró una parte que restaba á doña Mayor, hija de D. García Perez de Villamayor, la cual la poseia, y consta de instru mento otorgado ante el escribano Sancho Perez en Quintanilla de Monisiella á 8 de julio del mismo año de 1331.

Estos Villamayores eran de casa solariega en Búrgos, donde fueron Merinos, y algunos obtuvieron el Adelanta. miento mayor de Castilla por algunos años.

Dia 8.

En este dia del año 1624, se inauguró la órden militar titulada Milicia cristiana de la Inmaculada Concepcion de Nuestra Señora, que instituyó y confirmó por sus letras apostólicas el papa Urbano VIII, en 22 de junio del año mencionado. Consta de la relacion impresa que remitieron desde Roma D. Mateo Vazquez de Leca, arcediano

de Carmona, y el doctor Bernardo de Toro, á Gregorio Muñoz de Medrano, siendo esta la única memoria que hemos hallado sobre tal asunto, ignorado de muchos; por lo que nos ceñiremos estrictamente á lo que comprende su relato. La bula pontificia se dividia en cuatro regiones oriental, occidental, septentrional y meridio. nal; en la primera, se incluia la Italia, hasta la Grecia, en que era propagador el duque de Mántua; la segunda se estendia por toda la Francia y Paises-Bajos, reconociéndose por fundador al duque de Nivers; la tercera se redujo á la Alemania y demas reinos confinantes, estableciéndola allí el conde de Astan; la cuarta comprendia á España y Portugal, siendo encargado de establecerla un delegado de Felipe IV. Para su conservacion se estableció en Roma un consejo supremo de la órden, compuesto de cuatro personajes de cada una de las regiones ó distritos, á modo de diputados. A España la representaron en aquel tribunal solemne monseñor Manzanedo, auditor de la Rota y patriarca de Jerusalen; D Pascual Benemerin, infante de Fez; y los espresados Mateo Vazquez y Bernardo de Toro, reuniéndose la asamblea en el sacro palacio Lateranense los martes de cada semana, á la que concurria lambien el guardian ministro general de la religion Seráfica, cuyos estatutos modificados eran los que servian de base á los caballeros de esta órden: asistia ademas un prior que nombraba el pontífice, y varios oficiales. Su Santidad se declaró protector de ella, y cuando el consejo no daba solucion á ciertas cuestines, se apelaba á la congregacion de los ocho purpurados, entre los cules se encontraban los cardenales Borja, que lo era de España, y Esforza, que ejerció la presidencia. Habia caballeros de justicia, y otros con el título de compañeros de armas. De los primeros se creaban el gran maestre de la órden, que debia elegirse el domingo de Pentecostés del año próximo 1€25, los priores, comendado es y una gran cruz. El distintivo que usaban era cruz sobre, terciopelo ó raso azul, con cordoncillo de oro y canutillo en forma de círculo, y en el centro la imágen de la Concepcion, con el niño en los brazos, cetro en la mano, rodeada del sol, la luna á los piés y coronada de estrellas. La cruz de los compañeros de armas era de la misma forma, y solo se distinguia en el bordado de seda y matices sin oro. Las pruebas que se exigian para pertenecer á esta órden, eran las mismas

que las de nuestros capítulos militares, bastando á los segundos la nota de cristianos viejos y descender de padres honrados. Otras muchas cosas cons'an en la citada relacion sobre el gobierno de la espresada órden, y que omitimos en gracia de la brevedad; siendo en Roma el agente de ella por parte de España D. Enrique de Guzman. Solo advertiremos que en la sala llamada del De profundis del convento de Franciscanos de la Esperanza de Ocaña hubo una pintura de buen tamaño que significaba esta órden, que era el único monumento que quedaba de ella, y los dos caballeros que allí se veian, tal vez representaban al rey y á D Enrique de Guzman.

El inmortal Carlos III fundó la real y distinguida órden española que lleva su augusto nombre, en honor del inmaculado misterio de la Concepcion, en 8 de setiembre de 1771, con motivo de la deseada sucesion de los príncipes sus hijo. El lema de esta esclarecida asa blea es: Virtuti et merito. Su insignia consiste en una ancha banda azul para las grandes cruces, y para las menores, una cruz con la imágen de la Virgen. Ambas clases visten riquísimos mantos azules, sembrados de estrellas de plata, y birrete con pluma. La primera funcion en celebridad del misterio la solemnizaron en este dia del mismo año con mucha magnificencia, asistiendo debajo de la cortina el rey, en la iglesia del convento de San Gil el Real, contigua á palacio, oficiando de pontifical el cardenal primado de las Españas, cruzándose en este capítulo varios caballeros.

El ayuntamiento de esta heróica y coronada villa hizo voto en igual dia del año 1438, obligándose á tributar culto anualmente al inefable misterio de la Purísima Concepcion, con abstinencia en su víspera, en reconocimiento de haber cesado una contagiosa epidemia que diezmó á este vecindario en los dias de su terrible desarrollo. El mismo voto se revalidó en 1653 por nuestro municipio, y antes le reconoció el reino reunido en Córtes en 1621.

Tambien en el mismo dia del año 1697 se esperimentaron los síntomas horrorosos de la erupcion del Vesubio, que por la vigésima primera vez se notó en los Estados de Nápoles, el cual habia comenzado ya en 9 de setiembre; pero en este dia precitado, hallándose las gentes en la fiesta que á la Purísima Concepcion se estaba solemnizando en el convento de Capuchinos, situado entre los valles y la

torre del Griego, se verificó aquel atroz fenómeno, que amenazaba devorar con sus llamas los caseríos cercanos, arrojando betun encendido y líquido entre el bosque y Otajano, segun refiere el abate Pujadas, pues dice que se vian bramidos estraordinarios salidos del monte, y que los colonos luian despavoridos entre violentos terremotos en que caian piedras, y sobre el convento cenizas ardentísimas, estremeciéndose el edificio, que estaba cubierto de nieblas palpables procedentes de la montaña.

Hallábanse muchos vecinos de Madrid en igual dia del año 1374 en la vega, cerca de la ermita de Nuestra Señora de Atocha, que habian ido á visitarla, como dia dedicado á su Pura Concepcion; y como viesen atravesar por entre los bellicos (1) un hombre descalzo con las manos aladas, vestido de túnica y con una soga al cuello, y dirigirse al devoto santuario, movidos de una impertinente curiosidad, le siguieron todos. El desconocido penitente penetró en la reducida capilla, donde puesto su rostro junto al suelo, adoró el santo simulacro de María. Despues, quitándose la soga, la ofreció como presentalla preciosa, la que quedó á instancia suya colgada en las paredes de la ermita: volvió á despedirse de la Virgen, y se encaminó á Madrid. Este hombre, que llamó la atencion del público en aquella especie de romería, era Diego Fernandez de Gudiel, regidor de nuestra villa y su procurador á Cortes en Búrgos, á donde habia concurrido para asistir á las sesiones; dicese que con este motivo se le dió alojamiento, como á los demas procuradores de todas las ciudades, en el barrio llamado de Santisteban, y que aconteció que, hallándose el rey en una funcion religiosa, se suscitó una cuestion ruidosa en la posada donde D. Diego vivia, promovida por los criados de D. Sancho, conde de Haro, de Ledesma y Alburquerque, hermano de D. Enrique II, contra los de D. Pedro Gonzalez de Mendoza; y como la disputa fuese tomando un carácter sério y alai mante, creyó el conde deber presentarse á los alborotadores para aplacarlos. Fué la fatalidad, que los mozos acalora los desconocieron á su señor, atravesandole el rostro con una pica, lo que le causó al instante la muerte. El rey D. Enrique se indignó por el suceso atroz

(1) Yerba parecida á las atochas.

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