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rencia á este benéfico y sábio eclesiástico. Le sucedió en el patronate y cumplimiento de memorias el regidor perpétuo de la misma ciudad, D. Gerónimo de Urbina.

Dia 27.

Apenas puso en quietud el reino de Castilla su legitimo poseedor el santo rey D. Fernando en el año 1219, cortando las turbaciones que se habian levantado por causa de la sucesion, trató su madre, la reina doña Berenguela, de darle estado. Para ello tomó, ante todas las cosas, su beneplácito; y consultando despues el asunto con los ricos-hombres, quedó determinado pedir por esposa del rey á doña Beatriz, hija de D. Felipe, duque de Suevia, electo emperador de romanos, y sobrina de Enrique, emperador de Occidente, y de Ferdinando, rey de romanos, en cuya tutela estaba. Dióse este encargo tan honorífico á Don Mauricio, obispo de Búrgos; á Pedro, abad de Arlanza; á Rodrigo, abad de Rioseco, y á Pedro Odoardo, prior del hospital de Jerusalen, que llamaban entónces de Acre, por razon del lugar que habitaban los caballeros, así como ahora los llamados de Malta, por haber sido esta isla residencia del gran prior. Convínose desde luego en las bodas; y aunque las historias no nos declaran el paraje donde se verificaron, parece verosímil que fuese en la ciudad de Norimberga, pues los anales de Augusta dicen que era entonces habitacion de Federico, rey de romanos, a quien fué dirigida la embajada. En ella gastaron los comisionados cuatro meses, al cabo de los cuales llegaron con la reina novia á Vitoria, donde salió á recibirla la madre del santo rey. Despues de manifestadas en esta ciudad las pruebas de mútua complacencia entre madre é hija, fué conducida doña Beatriz con la misma grandeza con que habia hecho su viaje á Búrgos, donde la esperaba el rey y toda la corte. Inmediatamente, en este dia 27 de noviembre de dicho año, se celebraron los desposorios, oyendo el rey y la reina la misa que ofició de pontifical el obispo D. Mauricio en el monasterio de las Huelgas. Así consta de un privilegio real que inserta Papebroquio, fólio 317. A consecuencia de este acto tan solemne, bendijo el mismo prelado las armas con que el rey se armó á sí propio caballero, por no haber otro príncipe que lo hiciese estando presente. Solo la reina doña

Berenguela, á título de madre, de reina y de ser suyo en propiedad el reino, hizo los actos que podian competer á una señora, vistiendo el cingulo militar á su hijo. Siguió e en esto la loable costumbre de aquellos tiempos, en que se consagraban á Dios las armas que se habian de emplear en su defensa. Fueron continuos los regocijos y fiestas públicas hasta el dia inmediato de San Andrés, en que salieron los nuevos desposados con suma ostentacion, y acompañados de toda la corte, á recibir las bendiciones de la Iglesia y velo conyugal de mano del mismo D. Mauricio en el mencionado monasterio.

Despues de la batalla dada cerca de Nájera, en que el príncipe D. Enrique peleó contra su hermano el rey don Pedro el Justiciero, si bien con poco éxito, á pesar de la coalicion estranjera compuesta de ingleses y navarros, cuyas gentes fueron destrozadas, huyo aquel á Francia, quedando el castellano victorioso, á costa de la vida de D. Juan Ramirez, señor de la casa de Rivas, que fué derrotado, y de su hermano D. Diego, hecho prisionero, á quien el rey mandó degollar en este dia del año 1367, en union de otros desgraciad s.

En igual dia del año 1074 inauguraron los hidalgos de Espinosa la devota costumbre que hasta el siglo anterior vinieron practicando, de concurrir con lutos y hachas todos los años á los funerales que celebraban por su señor el conde D. Sancho en el real monasterio del Salvador de Oña, en reconocimiento á este príncipe porque en tiempos pasados les hizo señaladas mercedes. Rodeaban el sepulcro donde el conde estaba depositado, mientras que los monjes entonaban cánticos lúgubres en su sufragio. Esta piadosa ceremonia cesó por la penuria de los tiempos y falta de recursos de los monteros, y en atención tambien á que los monjes de Oña no podian tampoco facilitar el hospedaje y asistencia que otras veces daban á los vecinos de la villa de Espinosa en el dia en que se verificaban las honras.

El nombre de montero no se deriva, como sienta Argote de Molina, de que aquellos hidalgos ejerciesen el oficio de cazadores El cronista benedictino Yepes dice que traen el principio de su nobleza desde los tiempos del conde D. Sancho, que, como escribe el arzobispo don Rodrigo, «de nuevo ilustró á los nobles.» Esta inclita clase ya aparecia un cuerpo respetable, cuando aún no

eran conocidos los guardias de honor. Es indudable que el privilegio de que gozan se deriva de algun servicio prestado en favor de los reyes de Castilla por ciertos vecinos de la villa de Espinosa ó de los pueblos de Truey y Quintanilla, que estan próximos á ella en la montaña, y que, así como otros de allí mismo, tenian y acaso conservarán señalados fueros: entre otros es el de la custodia de los soberanos de España de noche en sus alcázares régios, permaneciendo á la entrada de sus reales cámaras. Opinan algunos que se llaman monteros porque D. Sancho llevaba este apellido; y segun otros, porque recibió el conde aviso de su madre acerca de la conjuracion que contra él habia, hallándose en un monte; pero los mas eminentes críticos convienen, que se denominan así porque todos son naturales de los pueblos de aquella montaña. El número de los cinco monteros instituido por don Sancho, recibió aumento en el reinado de D. Alonso el Bueno el de las Navas, al tiempo de hacerles confirmacion de un notable privilegio, en que da la antigüedad á los naturales del solar que pobló el mismo D. Sancho, y á los del barrio de Borrueza, cuya informacion rigurosa la verificó por orden del rey el abad de Oña D. Rodrigo, en la que invirtió cinco años.

El rey Felipe II, hallándose en el real sitio de San Lorenzo á 23 de febrero de 1517, exigió por su real decreto que los monteros fuesen hijos-dalgo y de familia conocida en Espinosa, que no hubiesen ejercido oficio mecánico ni servido á ningun señor, y que tuviesen la edad de 25 años. Su ministerio consistia antiguamente en hacer tres veladas en palacio, recogiendo al amanecer el hacha nocturna con el candelero de plata, entregándolo al que tenia las llaves del Tesoro. Todas las noches registraban la cámara del rey, y si hallaban alguna persona escondida, podian darle muerte. Cuando el emperador Cárlos I estuvo en Barcelona, hubo diferencia entre los monteros y los arqueros de Borgoña por conservar sus exenciones, decidiéndose en pró de los primeros, y conservando el privilegio de la guardia nocturna, aunque los soberanos se refirasen á algun monasterio ó quinta. Tambien acompañan el cadáver de los reyes, permaneciendo junto al féretro hasta el acto de hacerse la entrega en la capilla 6 panteon real. Su número ha sufrido alteraciones, segun el personal de príncipes que han tenido que custodiar, como sucedió

en los reinados de Cárlos I, Felipe V, y en la regencia de S. M. la reina doña María Cristina. Despues de cerradas las puertas de palacio, á la primera hora llamaban vela, á la segunda modorra, y á la tercera alba, turnando ellos en las tres guardias. Esta clase es una de las mas fielos de cuantas sirven á nuestros monarcas, sin poderse referir un solo hecho que eclipse sus relevantes méritos.

Dia 28.

Uno de los medios de que se valieron antiguamente nuestros soberanos para fomentar la poblacion en aquellos pueblos que por motivos particulares quisieron honrar y favorecer distinguidamente, fué concederles que en cierta's temporadas del año pudiesen tener feria franca, esto es, que fuese permitido á cualquiera concurrir á vender ý comprar todo género de mercaderías, en cualquiera especie que no fuese vedada la venta, aunque el vendedor y comprador no contribuyesen al fisco de modo alguno. Esta gracia dimana ba inmediatamente de la soberanía, y en tanto grado era propia, que por mucho tiempo se disputó á los señores territoriales, principalmente cuando fundados en nuestra antigua constitucion feudal, y conociendo las muchas utilidades que de las ferias francas se seguian á sus pueblos, empezaron á concederlas como medio opor tuno de aumentar su poblacion. Nótase muchas veces reclamada en las Córtes esta regalía, oponiéndose el reino á que usasen de ella los particulares, por ser privativa del soberano. Sin embargo, son muchos los lugares que las habian obtenido en su principio de sus mismos señores jurisdiccionales, tolerando los reyes estos hechos, por conocer el bien general que producian en los primeros siglos de la repoblacion; pero no faltan ejemplares en abundancia de no haberlo permitido, siempre que resultaba perjuicio de la corona, como sucedia cuando, concedida esta gracia á los lugares, se despoblaban los del realengo. Era consecuencia tambien de estas mercedes, el asegurarse las personas y bienes de los concurrentes á las ferias durante los dias de su celebracion; de suerte que los caminos que iban al pueblo desde cierta distancia, estaban resguardados absolutamente por las disposiciones que daban las justicias para estos fines, y ninguna de las personas que venian á vender o comprar podia ser citada en

juicio, verificándose una especie de vacacion de tribunates por todo el tiempo de la feria. Probibíase tambien todo motivo de disturbio, contienda ú ofensa entre los vecinos, castigándose con penas graves, segun las que imponia el fuero municipal á semejantes escesos en toda especie de provocacion. Del mismo modo no era permitido embargar cosa alguna por deuda ú otra razón, salvo por obligacion ó contrato hecho en la feria. Con estas y otras condiciones de salvedad, seguridad y franqueza, concedió el rey D. Alonso XI feria franca de 15 dias á la ciudad de Burgos, empezándose en el de San Juan de junio. Esta gracia la firmó el rey en Madrid en este dia 28 de noviembre de 1339; y como siempre recaia sobre algun mérito particular contraido por los pueblos, señaló en el privilegio el de haberse celebrado su coronacion en aquella ciudad.

En este dia del año 1592, se puso la primera piedra para edificar en un sitio llamado del bajo Abroñigal, el convento de religiosos Agustinos Descalzos 6 Recoletos de esta coronada villa, cuya fundacion pretendió llevar adelante la ilustre señora doña Eufrasia de Guzman, princesa de Asculi pero los muchos litigios que promovieron sus parientes, le impidieron continuarla, quedando suspendida 'la obra hasta el año de 1595, en que la prosiguió el provincial de Castilla fray Pedro Manrique. Despues, en 1620, un lego del mismo convento, llamado fray Juan de Nuestra Señora de la O, que habia sido arquitecto antes de tomar el hábito, y padre del famoso fray Lorenzo de San Nicolás, que tanto nombre se granjeó tambien en la arquitectura, levantó los planos para la iglesia, que se conservó hasta hace pocos años en el paseo conocido por 'el de Recoletos.

En el año 1673, dotaron la capilla mayor é iglesia los magníficos Sres. D. Pedro Fernandez del Campo, primer marqués de Mejorada y secretario de Estado de S. M. Católica el Sr. D. Felipe IV, y doña Teresa de Salvatierra, su mujer, cuyos bustos de mármol y en ademan de orar se veian dentro de dos elegantes ornacinas en el crucero de la mencionada iglesia (1), en la que habia

(1) Se cree que en la demolicion del convento fueron trasladados los huesos de ambos señores á la colegiata de

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