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gado apostólico por Clemente VIII en la corte de España, reinando el Sr. D. Felipe II, y despues elevado al cardenalato con el título de San Crisógono.

En su sepulcro consta haber nacido en Roma y ser de la familia Burguese, la cual dice en una carta de este Papa á la ciudad de Barcelona, era originaria de ella. Los fundamentos de esta proposicion, que reconoció verdadera el mismo Paulo, no hemos podido descubrirlos, y el mo→ tivo con que fué pronunciada era demasiadamente sério para que no los tuviese.

El distinguido carácter, amables prendas y virtudes de Camilo Burguese, que era el propio nombre y apellido de este Pontífice, obligan á que apreciemos una noticia que hasta ahora nadie nos ha indicado, y por otra parte nos es de particular honor. Sus fundamentos son estos. La eleccion de Paulo V. fué universalmente plausible en toda la cristiandad, y ademas de los reinos que por sus particulares embajadores le dieron la enhorabuena despues de su coronacion, que fué en el dia de la Pascua del Espíritu Santo, 29 de mayo del referido año de 1605, se distinguió la ciudad de Barcelona, encargando esta honorífica comision en su nombre á D. Marcos Antonio de Novel, caballero y natural de Cataluña, que envió para este fin á Roma. Su Santidad apreció tanto esta embajada, que escribió á aquella ciudad una carta llena de las espresiones mas vivas de agradecimiento, cuya fecha es de este dia 23 de octubre de dicho año; y en ella, entre las muchas cosas que refiere, para esplicar lo mucho que la tendria siempre en la memoria, decia: que el referido don Marcos Antonio le habia manifestado ser su familia oriunda de la noble ciudad de Barcelona, cuya noticia le habia sido sumamente gustosa, y con este motivo espéraba que sería en adelante mayor su afecto y amor la Sede Apostólica, prometiendo por su parte corresponder á este origen con dispensarla todos los favores que le sean posibles, como lo acreditará la esperiencia.

Visita del emperador D. Cárlos al rey Francisco I.

En la noche del 28 de setiembre de 1525, segun refiere el historiador Quintana, llegó el César á Madrid, acompañado de los duques de Calabria, de Béjar y de Nijera, á los que seguian otros magnates de la corte. Entró en el alcázar hasta la habitacion en donde résidia enfermo el

Rey Cristianísimo. El emperador ingresó en aquella estancia con la cabeza descubierta, y Francisco I, al verle, se incorporó en su lecho, y ambos príncipes se abrazaron mútuamente. Las palabras de los dos monarcas fueron amistosas; pero las del César se dirigieron en particular á encargarle no cuidase de otra cosa que de su salud, pues todo lo demas quedaba á su cargo. Con esto se despidió Cárlos I, quedando el Rey Cristianísimo lleno de satisfaccion con la visita del César, quien se retiró á su real cámara.

Al siguiente dia volvió el emperador al cuarto de Francisco I, dándole nuevas pruebas de amistad y la mas lisonjera esperanza de la feliz y pronta terminacion de todos los sucesos. Hallábase en España madama de Alanson, hermana del francés; y cuando tuvo noticia de la enfermedad de este, aceleró su viaje y llegó á Madrid, saliendo á recibirla el emperador con los grandes de su corte, y acompañándola hasta el aposento de su hermano, el cual se alegró mucho al verla tan obsequiada por el César, quien ratificó sus buenos deseos de arreglar favorablemente todas las negociaciones, despidiéndose con esto de la infanta y del rey su hermano, dando la vuelta á Toledo á residir con su corte.

La salud del rey de Francia fué mejorando de dia en dia, siendo rápida su convalecencia, por lo que la infanta se puso en camino para Toledo en este dia 23 de octubre de aquel año, á fin de solicitar la libertad de su hermano, ofreciendo por ella toda clase de sacrificios, pero que no satisfacian á los intentos del emperador, pues pedia la devolucion del ducado de Borgoña, correspondiéndole por el vizcondado de Auxona (en los mismos Estados) ó una suma considerable de oro y plata; que el rey su hermano se casase con la reina viuda de Portugal, hermana del César, y que ella aceptaria el matrimonio con el duque de Borbon; y que por lo respectivo al ducado de Borgoña, lo discutiesen seis prelados con igual número de caballeros, llamados los doce Pares de Francia.

Estas proposiciones desagradaron al emperador; pero se allanó á que se nombrasen personas doctas de una y otra parte que resolviesen en justicia, y que el Papa fuese el que decidiera en caso de discordia.

La infanta se negó á las proposiciones de Cárlos I, motivo por el que todo quedó aplazado. Así, viendo lo poco

satisfactorias que le habian sido las palabras del César, le pidió permiso para volver á Madrid á acompañar á su hermano; y otorgándole Cárlos I esta gracia, regresó á nuestra villa á residir en el alcázar, donde permaneció algunos dias, resuelta á no visitar más al César, y sin ocuparse de otra cosa que de dar la libertad á su hermano, aunque fuera necesario valerse de medios violentos para realizarla.

Dia 24.

Regularmente, y los más de los años en que algun negocio grave no tenia apartado del centro de Castilla á D. Juan II, era su residencia por este mes de octubre, y parte del anterior y subsiguiente, en la ciudad de Segovia, desde donde salia muchas veces á gozar del dulce divertimiento de la caza en los montes que la rodean. Así lo comprueban varios documentos de su reinado, y principalmente el libro de cetrería, tan famoso y digno del estudio de los curiosos, por las noticias tan circunstanciadas que nos da, y con que se describen los sitios y parajes en que cazaba aquel monarca.

En una de estas ocasiones, y siendo aún jóven don Juan II, queriendo muy particularmente evitar todo daño y perjuicio á sus vasallos, acreditó este celo con el siguiente ejemplo. Parecia justo que todo súbdito contribuyese con su propia carretería y bestias de carguío para trasportar todo el equipaje de la casa real; pero como con este pretesto pretendiesen varios de la familia real, ó que iban en la comitiva de los reyes, exigir lo mismo para el servicio de sus personas particulares, llegaron varias quejas de estos escesos á sus oidos. Con este motivo mandó que le informasen circunstanciadamente; y averiguado el origen ó injusticia de la exaccion, publicó en Segovia una pragmática en este dia 24 de octubre de 1428, donde se mandaba que ninguna persona, fuese 6 no de la corte del rey, pudiese tomar carretas, acémilas ni otras bestias de carga para conducir su equipaje, ni otra cosa alguna de lo suyo, de un lugar ó otro, contra la voluntad de sus dueños, por causarse en esto grandes daños á sus súbditos y naturales, dejando por ello perder sus haciendas y labores del campo en diversas maneras. El rey solo esceptuaba de esta carga á lo que se

llamaba cámara real, que consistia en todo el menaje del servicio personal del rey, reina y príncipe; pero disponia que áun en estos casos, tomando lo necesario, se pa gase á los dueños de las carretas y acémilas lo que fuese justo por la conduccion, antes de salir del lugar, á no ser que las circunstancias del suceso requiriesen lo contrario

Fidelidad de Madrid en favor del rey D. Pedro I.

Encarnizada la guerra entre D. Pedro I de Castila y su hermano D. Enrique, llamado el Bastardo, y reforzados ya los secuaces del segundo con los alistamientos que se hicieron en Francia, había resuelto pelear hasta el último trance en contra del Bastardo. Treinta mil hombres vinieron en su socorro, y á la cabeza de ellos Juan de Borbon, conde de la Marche, pariente de doña Blanca, mujer de D. Pedro, mandada asesinar por este. Don Enrique y el rey de Aragon se adelantaron a recibir á los franceses, hiciéronles toda suerte de obsequios y agasajos, y el trai dor Beltrand Duguesclin, que venia mandando considerable porcion de aventureros desbandados, recibió como recompensa anticipada de su infamia la investidura del condado de Borja. El Bastardo, fuerte ya con el auxilio de los estranjeros, se apresuró á invadir las tierras de don Pedro: partió de Aragon sobre Castilla, y entró triunfante en Calahorra, que abrió sus puertas á los invasores y aclamó como rey á D. Enrique, bien que este afectase repugnar semejante título: Duguesclin, que dicen le determinó á recibirlo, fué nombrado duque de Trastamara, luego que se alzó por el hermano de D. Pedro el real estandarte. Este ejército marchó en seguida sobre Búrgos, tomando al paso varias poblaciones, entre otras Navarrete y Bribiesca; y D. Pedro, precisado á abandonar la antigua capital de Castilla, dejó á los burgaleses, al partir, en libertad de admitir á D. Enrique, si les era imposible la defensa. Los diputados de la ciudad salieron al encuentro del Bastardo, que hizo su entrada inmediatamenle en Búrgos, y fué coronado en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, en 1366. Hállase que la mayor parte de Castilla siguió el ejemplo de Búrgos: que el reino de Leon se le sometió tambien; y que en veinticinco dias, la mitad de los Estados de D. Pedro eran ya de su hermano. Como este lo sacrificaba todo á trueque de ha cerse prosélitos y de ceñirse la corona de Castilla, en

contró hombres de valía que abrazasen su partido y defendiesen su causa, sin que dejasen de contribuir, por otra parte, á tanta deslealtad ciertas demasías de D. Pedro, que no han hallado disculpa ni áun en sus mas empeñados defensores; pero es lo cierto, que llegando el ejército de D. Enrique á las puertas de Madrid, las halló cerradas. El concejo de esta villa, muchas de las personas notables, y la casi totalidad de los demas moradores, se habian declarado del modo mas esplícito sostenedores de los derechos de su legítimo rey; y aunque los enemigos de este estrecharon el cerco y combatieron los muros con los ingenios y máquinas de guerra mas terribles de aquella época, haciendo grande estrago y mortandad en los sitiados, no pudieron triunfar.

Hernan Sanchez de Vargas, señor de Cobeña, descendiente de Ivan de Vargas, era en Madrid persona de gran poder é influjo. El fué, segun parece, el primero que hizo levantar la voz en defensa del rey D. Pedro, y con los demas caballeros de esta familia y de la de Luzon, se puso al frente de gran número de hombres de armas, é hicieron todos una salida fuera de la puerta de Guadalajara, presentando batalla á los contrarios; en cuya ocasion probaron los madrileños solennemente su denuedo y su arrojo. No respondió, sin embargo, á sus deseos el resultado de la salida, porque los sitiadores eran muy superiores en número, y los hicieron retirar (1). Encerráronse aquellos valientes en el alcázar con gran parte de la guarnicion, y regularizaron desde allí, en combinacion con otros puntos, la mas obstinada y heróica resistencia, en términos que no se atrevieron los enriqueños á entrar en la villa. Don Enrique propuso á los habitantes de Madrid todos los partidos y condiciones que en aquellas circunstancias podian lisonjearles. La unánime contestacion se redujo á asegurarle una y muchas veces que estaban prontos, primero que entregarse, á morir defendiendo á D. Pedro. Por lo que D. Enrique alzó el sitio en este dia 24 de octubre de 1366, con grande alegría y triunfo de los fieles moradores de esta heróica villa.

(1) A las mujeres que salieron á despedir á sus hijos, esposos y hermanos, únicamente les fué permitido llegar hasta el arrabal de Lujan, y allí vertieron tantas lágrimas, que llamaron á aquel sitio de la amargura.

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